
En continuidad al dossier “La preservación del legado de Barack Obama: apostando por los que construyen”, incluimos ahora la visión del profesor y ex-diplomático cubano Carlos Alzugaray. El analista ofrece un análisis sobre la forma en que en los últimos meses, sectores de interés cubanoamericanos y parte de los medios han tratado de echar a rodar una narrativa que influya en un desenlace negativo para de las dinámicas de normalidad entre ambos países, en el contexto de la revisión de la Administración Trump de las políticas de Barack Obama hacia Cuba. Alzugaray es miembro de la UNEAC y co-presidente de la Sección Cuba de LASA (Asociación de Estudios Latinoamericanos). Es autor de los libros De la Fruta Madura a la Ley Helms-Burton: Auge, Decadencia y Fracaso de la Política del Imperialismo Norteamericano contra Cuba (Panamá, 1999); Crónica de un Fracaso Imperial: la Política de la Administración Eisenhower hacia Cuba y el derrocamiento de la Dictadura de Batista (La Habana, 2000 y 2008), y Diplomacia Imperial y Revolución (inédito, Mención en el Premio de Ensayo de Casa de las Américas, 2013), así como de más de 100 artículos, ensayos capítulos de libros y blogs.
- ¿De qué manera la organización a la cual está vinculado o dirige ha contribuido a la promoción de dinámicas de normalidad entre Cuba y Estados Unidos? Si es académico o comunicador, ¿qué rol específico ha tenido su investigación/ publicación en estas dinámicas?
Actualmente no estoy afiliado con ninguna organización, salvo la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), de la cual soy miembro. También soy miembro del Consejo Asesor de la Revista Temas. Colaboro con varias publicaciones digitales nacionales y foráneas, entre ellas Cuba Posible y OnCuba. Jubilado, pero no retirado, formo parte de varias Cátedras de la Universidad de La Habana. Como miembro del Servicio Exterior cubano entre 1961 y 1996 en varias ocasiones tuve que ver con las relaciones bilaterales Cuba-Estados Unidos, llegando a ser Jefe del Departamento de Análisis de la Dirección de América del Norte del MINREX. Como profesor universitario, que ejercí entre 1996 y 2012, impartí docencia y realicé investigaciones sobre Estados Unidos. Actualmente me defino como analista político independiente y he publicado dos libros y más de 100 artículos, capítulos de libros o blogs sobre el tema.
- Se había previsto un anuncio de cambio en las políticas hacia Cuba para el 20 de mayo, pero poco antes de la fecha, un vocero de la Casa Blanca expresó que las mismas “son extremadamente complejas y que el Presidente no desea apresurarlo.” ¿Qué implicaciones (simbólicas y reales) podría tener este aplazamiento?
Realmente no creo que se pueda hablar de que “se había previsto” un anuncio. Lo que ha sucedido es que alguien filtró la información de que la revisión de la política hacia Cuba que la Casa Blanca pidió se realizara a todas las instituciones del Ejecutivo en enero se había concluido, y que existía ya a mediados de mayo un documento con varias propuestas en manos del Consejo Nacional de Seguridad.
A los partidarios de sustanciales reversiones de la política adoptada por el presidente Obama y de la paralización del proceso de normalización iniciado por los acuerdos con el presidente Raúl Castro en diciembre del 2014, les ha preocupado tanto la decisión de hacer esa revisión como la demora en anunciar cambios que emergerían de la misma, pues aparentemente se condujo fundamentalmente al interior del Ejecutivo con muy poca intervención de otros factores.
Es cierto que la retórica del Primer Mandatario sobre Cuba se endureció a fines del año pasado y se podía pensar que rápidamente, y sin ninguna reflexión, se volvería a la vieja política. Pero altos funcionarios de la Casa Blanca rápidamente descartaron esa opción cuando anunciaron la revisión en enero. Desde entonces, no han perdido oportunidad para enfatizar que se anunciará cuando esté lista.
Que la Casa Blanca insistiera en que la revisión se llevara a cabo y en que no hubiera apuro no podía ser del agrado de políticos como Marco Rubio y Mario Díaz-Balart, que habrían apostado por una rápida reversión total que surgió, según ellos, de una promesa que alegan les hizo el presidente Trump en la recta final de la campaña electoral.
Los partidarios del endurecimiento se hicieron la ilusión de que podrían influir en la decisión final del Presidente y moverlo hacia la ansiada reversión, o al menos hacia un endurecimiento que fuera más allá de la retórica, si la vinculaban al 20 de mayo, fecha que otros presidentes republicanos han usado para visibilizar la vieja política de cambio de régimen.
Si se tienen en cuenta esos elementos, se puede concluir que la revisión no produjo exactamente lo que aspiraban los grupos recalcitrantes en el Partido Republicano (que son, fundamentalmente, los cubanoamericanos miembros del Congreso), aunque se dice que el vice-presidente Mike Pence está de acuerdo con ellos. A mediados de mayo hubo una reunión en la Casa Blanca para analizar la revisión y considerar las distintas opciones que la misma ofrece al Presidente. En la misma no hubo consenso porque los funcionarios del Ala Oeste que se ocupan de las relaciones con el Congreso se decantaron por la opción más fuerte, que posiblemente incluya tomar medidas contra los viajes de norteamericanos a Cuba y contra las relaciones de empresas estadounidenses con sectores de la economía cubana supuestamente “controlados por los militares”. Nótese que en el debate que se ha podido conocer ahora ya no aparecen las medidas que conllevaría al retroceso total: ruptura de relaciones diplomáticas y restablecimiento de Cuba en la lista de estados promotores del terrorismo.
Lo que he descrito hasta aquí es lo que yo llamaría “la realidad”, que yo resumiría así: hay consenso y/o aceptación de que la reversión total no es viable, pero hay una lucha entre dos tendencias, una (probablemente minoritaria) que quiere algunas medidas punitivas y otra (probablemente mayoritaria) que plantea que se mantenga todo, retándole la importancia y visibilidad que le dio el presidente Obama con su visita a La Habana. En este escenario se aumentaría la retórica con respecto a derechos humanos y democracia (esta última retórica puede tomar distintas formas), pero se mantendría todo sustancialmente como está ahora.
Está claro que el impacto simbólico puede ir más allá de lo real en uno u otro caso, pero todo dependerá de la forma en que se presente el tema. No sería lo mismo anunciar las modificaciones de la política en un discurso en medio de un mítin político en Miami, como ya casi es seguro que se haga el próximo 16 de junio, que en un comunicado de la Casa Blanca.
En todo caso, parece ser muy probable que bajo Trump el proceso de normalización se detenga o se ralentice. En ese contexto podrían afectarse o reducirse algunas actividades económicas de interés para ambos pueblos: visitas de norteamericanos a Cuba y vínculos entre empresas norteamericanas y cubanas. Por otra parte hay intereses económicas que serán muy difíciles detener particularmente en materia de compras cubanas de productos alimenticios en lo que tiene interés el Departamento de Agricultura y los gobernadores (en muchos casos republicanos) de estados con posibilidades de exportación.
- El presidente Trump, sin embargo, sí hizo público el 20 de mayo un mensaje en El Nuevo Herald abogando por la promoción de los valores democráticos en la Isla, a lo cual la TV cubana respondió con una nota oficial, calificando el mensaje de “controversial y ridículo.” ¿Pueden ser estos fuegos cruzados indicadores de las dinámicas que vendrán? ¿Cree que un cambio drástico de política hacia Cuba es plausible? ¿Qué intereses nacionales en ambos países podrían ser afectados?
En mi opinión se le ha dado mucha importancia al supuesto impacto del mensaje del 20 de mayo. Téngase en cuenta que previamente la Casa Blanca había desmentido que hubiera ningún anuncio ese día, entre otras cosas porque el Presidente iba a viajar. Lo que hubo fue una declaración de la Casa Blanca, de la cual se hizo eco El Nuevo Herald. En mi criterio fue una declaración con un nivel retórico bastante inferior al de otros pronunciamientos del presidente Trump en los últimos meses. Por otra parte, no hubo nunca una nota oficial del Gobierno cubano, sólo hubo tres reacciones, a saber: un comentario del periodista Oliver Zamora en el noticiero estelar de la TV cubana; un artículo en Granma y otro en Juventud Rebelde.
Así que hablar de “crispación cubana” o del “fin del deshielo” es inexacto. Por supuesto, que la Casa Blanca emita un comunicado a nombre del Presidente con ataques al gobierno cubano un 20 de mayo, no es cosa que guste a nadie en Cuba. Pero se han visto cosas peores.
Así que lo sucedido no puede ser interpretado, de ninguna manera, como “parte de dinámicas futuras”. El gobierno cubano ha reaccionado con serenidad ante los ataques del Presidente norteamericano, pero eso no quiere decir que no vayan a existir claros límites a lo que se tolerará sin una respuesta condigna. De ello no puede caber ninguna duda.
Un cambio drástico en la política hacia Cuba sería sumamente perjudicial para los intereses de ambos gobiernos y de ambos pueblos. Pero no estamos hablando de una relación excelente. Ahí está el bloqueo prácticamente en su totalidad.
Los acuerdos entre Raúl Castro y Barack Obama ya han producido beneficios para ambos pueblos. Pongamos varios ejemplos:
- el aumento de los viajes de estadounidenses a Cuba;
- la actividad económica que se produce entre ambos países, que incluye tanto intercambios en materia de telecomunicaciones, como la actividad de la empresa Airbnb (probablemente el negocio de más rápido crecimiento en la Isla);
- las micro inversiones de cubanos americanos en pequeños emprendimientos en la Isla.
- la cooperación en varias materias de seguridad (narcotráfico, criminalidad, medio ambiente) que ya se desarrolla entre departamentos de ambos gobiernos;
- el normal funcionamiento de las representaciones diplomáticas entre ambos países; y
- la colaboración en temas multilaterales de interés mutuo, como fue el esfuerzo por parar la amenaza del Ébola en África.
Sorprende la ignorancia de los que proponen medidas de sanciones contra Cuba. Limitar o prohibir la actividad con las empresas cubanas vinculadas a militares, por ejemplo, desconoce que éstas le dan empleo a decenas de miles de trabajadores civiles cubanos; que han sido tradicionalmente las más avanzadas y promotoras de la actividad económica autónoma; que son las mayores contratistas del sector privado. Excluiría a inversionistas norteamericanos de sectores en los que intereses canadienses, españoles, franceses o británicos están teniendo una presencia con beneficios para ambas partes.
- ¿Qué implicaciones pudiera tener para las relaciones entre ambos países, el hecho de que previsiblemente Raúl Castro no será Presidente de los Consejos de Estados y de Ministros en la próxima legislatura?
No hay duda que el presidente Raúl Castro le da legitimidad y fortaleza a las políticas seguidas. Estoy seguro de que el que le siga las aplicará de igual manera, aunque sin la enorme autoridad de alguien como Raúl que es un miembro destacado de la generación histórica que fundó y dirigió la Revolución y los logros que los cubanos a ella le debemos. Por otra parte, los decisores de política en Washington deberían tener en cuenta que la generación que previsiblemente tomará las riendas del gobierno a partir del 2018 es aquella que nació entre fines de los 50 y principios de los 60. Se puede decir, sin temor a equivocarse, que es una generación que nació y creció en una Cuba bloqueada y hostilizada por Estados Unidos.
Otros artículos del Dossier:
La preservación del legado de Barack Obama: apostando por los que construyen.
Marguerite R. Jiménez: “WOLA ha trabajado para hacer avanzar las relaciones entre ambos países”
Marlene Azor Hernández dice:
Yo me quedo realmente asombrada con la aseveración de la eficiencia de las empresas militares en Cuba, y la normalidad con la cual se asume que los militares controlen todos los sectores más dinámicos de la economía nacional, lo cual me parece una aberración. No entiendo esta postura de los analistas cubanos y me parecen muy sesgadas.
La falta de transparencia y de control público del conglomerado GAESA me parece escandaloso, que no rinde cuentas en el Parlamento cubano. No se puede afirmar,- como lo hace el autor,- que sean eficientes más que como un resultado de la propaganda y del rumor.
En eso los analistas cubanos deben ser más serios.