Cuba: notas sobre la política cultural de la Revolución

Foto: Oriol de la Cruz Atencio / AIN

Lo que ocurra en el terreno de la cultura influirá decisivamente en las demás esferas de la sociedad cubana. La victoria de la “cultura de resistencia” que ha caracterizado al nacionalismo independentista ―frente a los que piensan que Cuba no puede ser plenamente independiente debido a su cercanía a Estados Unidos―, se verá influida por el desarrollo económico, la tolerancia política y la posibilidad de conservar los logros sociales, la justicia social e igualmente la independencia y la soberanía.

La Revolución cubana, que ha revalorizado las raíces históricas y culturales de la nación, dio paso a una política cultural que obtuvo el apoyo casi unánime de la intelectualidad cubana, en vista del reconocimiento hacia sus trabajos y las facilidades para promoverlos mediante publicaciones, exposiciones, puesta en escena de obras de teatro y ballet clásico, así como la promoción de una industria cinematográfica cubana, entre otros aspectos.

Otra razón poderosa que garantizó el apoyo de los intelectuales hacia la Revolución    ―además de los valores de nacionalidad, soberanía y justicia social compartidos por ellos―, fue el enorme aumento en el público de lectores y asistentes a actividades culturales, debido a la campaña de alfabetización, al nivel cultural creciente de la población y al apoyo de las actividades culturales por la política cultural del gobierno. Además, una enorme cantidad de libros fueron publicados, en comparación con el número que se publicaba en la Cuba pre-revolucionaria.

Las visiones hostiles de algunos intelectuales vinculados al viejo Partido Comunista, denominado Partido Socialista Popular (PSP), que veían con reticencia a la joven intelectualidad, a los intelectuales católicos y a los que experimentaban con nuevas fórmulas, entre otros motivos, dio lugar al discurso de Fidel Castro, “Palabras a los intelectuales”, en la Biblioteca Nacional, en junio de 1961. En el mismo, Fidel expuso por primera vez la política cultural de la Revolución: “Creo que es muy claro. ¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas revolucionarios y anti-revolucionarios? Dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada” (…) “No prohibiremos que nadie escriba sobre cualquier sujeto. Al contrario, cada uno puede expresarse como él desea y formular libremente sus ideas”. Sin embargo, “valoraremos siempre la creatividad a través del transparente prisma revolucionario”.

Después de este período y de la fundación de la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos (UNEAC) en 1961, emergió una segunda etapa a partir de 1962 y hasta 1965, caracterizada por la polémica ―ya comenzada antes de 1962― entre los intelectuales del PSP que consideraban, en su mayoría, al realismo socialista como la única forma de expresión revolucionaria y casi todos los intelectuales, que defendían un arte que estaba siendo enriquecido por los éxitos formales de la vanguardia.

Rupturas significativas ocurrieron en los años 60 dentro de las filas revolucionarias. El novelista Guillermo Cabrera Infante, que había dirigido el semanario del periódico RevoluciónLunes de Revolución― y el periodista Carlos Franqui, antiguo director de dicho periódico, abandonaron el país y mostraron su hostilidad hacia la Revolución.

En 1965, el texto “El Socialismo y el Hombre en Cuba”, inauguró una tercera fase en la política cultural que duró hasta 1970. El Che solucionó este conflicto a favor de los que criticaban el realismo socialista, diciendo: “¿Por qué considerar las formas congeladas del realismo socialista como la única receta válida?”.

Al final de los años 70 se produjo el endurecimiento de la política cultural. Una tercera etapa de la política cultural (1970-1975), denominada “el quinquenio gris”, tuvo lugar entre el fracaso por alcanzar 10 millones de toneladas de azúcar en la zafra de 1970, y el Primer Congreso del Partido Comunista (1975). Este Congreso implicó un evidente acercamiento al modelo soviético de socialismo, copia que sería años después criticada por Fidel Castro. La nueva dirección del Consejo Nacional de Cultura (CNC) implicó la victoria de la “línea dura”, que se manifestó en el Congreso de Educación y Cultura en 1972. Un poeta, Heberto Padilla, fue encarcelado en marzo del 71 durante unos días y se acusó él mismo y a algunos de sus colegas en una intervención en la UNEAC. La percepción en el liderazgo cubano ―debido, en parte, a una carta de apoyo a Padilla por intelectuales extranjeros y a libros críticos como los de Karol y Dumont, publicados en 1970― de la hostilidad y crítica de intelectuales occidentales y de la falta de confiabilidad hacia muchos intelectuales cubanos de distintas generaciones, en algunos casos ganadores de premios literarios de importancia como el de la UNEAC y el de Casa de las Américas, condujo a las posiciones duras con relación a los creadores culturales, adoptadas en 1972 en dicho Congreso de Educación y Cultura.

Sin embargo, ni siquiera durante el “quinquenio gris” algo similar al estalinismo existió en Cuba. Aunque el movimiento cultural fue controlado por los ideólogos de “línea dura” del CNC, algunas instituciones como el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC) y la Casa de las Américas, dirigidos por figuras prestigiosas como Alfredo Guevara y Haydee Santamaría, y luego por Roberto Fernández Retamar, mantuvieron su autonomía y dieron refugio a muchos intelectuales y artistas valiosos. También el ministro de Relaciones Exteriores, Raúl Roa, acogió en el ministerio a muchos historiadores e intelectuales.

De 1976 a 1988, se desarrolló una cuarta etapa en la política cultural. En 1976, los dogmáticos perdieron su poder en el sector cultural con la creación del Ministerio de Cultura y la designación de Armando Hart como ministro. Esta etapa concluyó con el IV Congreso de la UNEAC en enero de 1988. El Congreso propuso la supresión de todas las prácticas burocráticas en el terreno cultural, reforzar la independencia de la UNEAC, y dar a los intelectuales una mayor posibilidad de participación en la vida política y social, y de ampliar el debate.

Sin embargo, las ciencias sociales tuvieron un tratamiento especial y con menor flexibilidad que la que otorgaba el ministerio de Cultura, a través del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido, muy cercano en su “visión” de “los intelectuales” a la del Partido Socialista Popular (PSP). Al principio de los años 70, el Departamento de Filosofía fue cerrado, al igual que la revista “Pensamiento Crítico”. Estas instituciones eran el centro de un importante debate sobre el socialismo, que fue cancelado. También los grupos de investigación ―como el cubano, el latinoamericano, el africano, el asiático y el de estudios religiosos― de la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Habana, fundados al principio de los años 70, fueron cerrados a mediados de esa década, poniendo fin a investigaciones de relevancia en ciencias sociales.

Sin embargo, a pesar de esto, las ciencias sociales siguieron desarrollándose en instituciones con alguna independencia como, por ejemplo: los centros de investigación del Comité Central del Partido fundados a mediados de los años 70, la UNEAC y la Casa de las Américas, entre otros. Una bocanada de aire para las ciencias sociales fue la fundación, en enero de 1995, de la revista Temas, que desde entonces y hasta el presente, dirigida de forma brillante por Rafael Hernández y sus colaboradores, se ha convertido en el principal centro de debate en lo que concierne a la cultura, la ideología y la sociedad cubana.

Pero en marzo de 1996, tuvo lugar un nuevo golpe contra el debate y la discusión del modelo de desarrollo cubano. Se trató de la crítica contenida en el Informe del V Pleno del Comité Central del Partido ―y aprobada por dicho Pleno― contra el Centro de Estudios de América (CEA), y la ulterior destitución de su director, y sub-director, así como el traslado de estos y de los investigadores del CEA a otros centros de trabajo.

Los investigadores del CEA proponían ―a través de la revista del CEA, de Cuadernos de Nuestra América, y en varios libros― políticas alternativas, principalmente en la arena económica, a las adoptadas por el gobierno en el Período Especial. El mensaje implícito en el “Caso CEA”, era que usted podía escribir poesía, novelas, y hacer películas polémicas como “Fresa y Chocolate” ―con una visión tolerante de la homosexualidad―, pero que el tipo de socialismo que se construía en Cuba y las políticas adoptadas para alcanzar esto, eran un monopolio de los altos niveles del gobierno y no un sujeto de debate de los intelectuales, aunque fueran revolucionarios y miembros del Partido, como era el caso de los impugnados en el CEA. Según algunos, en el duro tratamiento dado al CEA influyó la política de dos carriles del gobierno norteamericano, que planteaba, por un lado, derrocar de forma violenta a la Revolución, pero también, por otro, fomentar la división y la erosión del gobierno cubano a través de los intelectuales.

Finalmente, de 1988 al 2016, se desarrolló una quinta etapa llena de complejidades debido al Período Especial y al restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos (20 de julio de 2015). La tendencia ha sido, tanto en la política cultural como en varios Congresos de la UNEAC, a una mayor apertura, flexibilidad y libertad con relación a la creación intelectual y artística. El VII Congreso de la UNEAC, que se celebró en abril de 2008, reforzó esta tendencia, pero también criticó las prácticas comerciales excesivas e incluso corruptas en el ámbito de la cultura. El VIII Congreso de la UNEAC se celebró en abril de 2014. En dicho Congreso, Miguel Díaz-Canel, vicepresidente primero de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, afirmó: “La unidad ha sido y sigue siendo la estrategia fundamental de la Revolución cubana, lo que, como sabemos, no equivale a homogeneidad de pensamiento, sino a la concertación posible de diferentes puntos de vista.”

La caída de los países socialistas y de la tesis de la irreversibilidad del socialismo, tiende a generar escepticismo y confusión con respecto a lo que era para numerosas personas un arquetipo ideal, es decir, la posibilidad de construir una sociedad socialista. Esto ha conducido a un cierto “vacío ideológico” que, para ser vencido, exige un ajuste rápido de la “idea” socialista a la época actual y al contexto cubano. Esta realidad ha sido expresada en varias películas y novelas, como “Guantanamera”, de Tomás Gutiérrez Alea, “La Neblina del Ayer”, “El Hombre que amaba a los perros”, de Leonardo Padura, entre muchas otras.

La flexibilidad de la política cultural adoptada por el gobierno y desarrollada por los ministros de Cultura, Armando Hart (1976-1997) y Abel Prieto (1997-2012) ―quien ha vuelto a ser designado como ministro el pasado 7 de julio de 2016, tras la gestión de Julián González (2012-2016)―, ha sido muy positiva, dando lugar a un amplio apoyo de los intelectuales hacia la Revolución cubana, como también lo ha sido la elección de un novelista excelente, Miguel Barnet, como presidente de la UNEAC en el año 2008, y reelecto en el VIII Congreso en 2014. Existe una política especial hacia los intelectuales y artistas. Esto se expresa en facilidades especiales en lo que se refiere a viajes y estancias en el exterior, a la posibilidad de disfrutar de largos contratos de trabajo en el extranjero y en muchos otros aspectos.

A pesar de la existencia de síntomas evidentes de fractura del consenso hacia la Revolución entre los intelectuales, la mayoría de ellos sigue compartiendo los valores revolucionarios y una cultura de resistencia, en oposición a los que apoyan una cultura anti-sistema, que pudiera implicar la des-nacionalización, la subordinación o incluso la anexión.

El reto para la política cultural de la Revolución es de gran magnitud. En la era de Internet y de las redes sociales, en un mundo en que el socialismo se derrumbó en la URSS y en Europa del Este, cuando el “Socialismo del siglo XXI” y los gobiernos progresistas en América Latina y el Caribe están amenazados ante el ascenso de la nueva derecha, y cuando los “valores” de la sociedad de consumo tratan de atraer a las nuevas generaciones y de desvirtuar la mística revolucionaria, es imprescindible el debate profundo para conservar y fortalecer la identidad cultural cubana y que esta no sea arrasada por los “valores” del “modo de vida norteamericano”.

Sobre los autores
Francisco López Segrera 6 Artículos escritos
(Santiago de Cuba, 1940) Profesor Titular Adjunto del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de Cuba, del que fue vice-rector (1980-1988). Doctor en Derecho por la Universidad de la Habana (1962). Doctor en estudios latinoamericanos, Sorbo...
1 COMENTARIO
  1. Por favor, basta ya de echarle toda la culpa del dogmatismo e intolerancia al PSP, sino ¿cómo explica el autor que surjan hasta la fecha actual tantos actos de censura y coacción a intelectuales y periodistas? No menciona el autor que fue Raúl Castro en persona quien clausuró la revista Pensamiento Crítico en la Universidad de la Habana. No menciona el autor cómo se actuó contra el filme cubano satírico «Alicia en el pueblo de Maravillas», y cómo Aldana, cumpliendo órdenes del Buró Politico, quiso borrar del mapa al ICAIC, cosa que no pudieron hacer por la protesta masiva de los cineastas cubanos. No menciona el autor cómo actualmente películas como Melaza se someten a una censura «discrecional», al demorar su estreno más de un año y luego exhibirla solamente en una sala pequeña del cine Infanta. ¿Y qué dice el autor de la censura del filme «Regreso a Itaca», que estaba programada en el Festival de Cine de la Habana y fue retirada por orden del Buró Político? Por favor, su artículo es mediatizado. Es el propio régimen el que lleva dentro de sí su esencia castradora y de censura contra cualquier crítica que se le haga.

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