Cuba y el FMI: ¿Qué podemos aprender de Stiglitz, de China y de Islandia?


El Fondo Monetario Internacional (FMI) es el organismo internacional más impugnado del mundo, pues tiene una bien ganada reputación como fiscalizador global de las políticas neoliberales. El hecho de que ahora se haga en Cuba una reflexión sobre la conveniencia de ingresar al FMI es interesante desde el punto de vista intelectual, pero de dudosa aplicabilidad práctica, principalmente por razones políticas. ¿Para qué tipo específico de política económica y social necesitaría Cuba el apoyo financiero, los consejos técnicos, el patrocinio político y la ideología del FMI?

Una cosa debe ser establecida desde el inicio: no hay necesidad de “demonizar” al FMI, en el sentido metafórico que se le da a ese término en política para referirse a la propaganda o al pánico moral dirigido contra un individuo o institución.  La perversa reputación del FMI no es una entelequia que se ha inventado la izquierda, sino que es algo sobre lo que existe una amplia evidencia, es decir, datos rigurosamente compilados y plenamente verificables. Entre los múltiples análisis disponibles considero importante la crítica realizada por Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001 y antiguo Economista Jefe del FMI, quizás el más conocido de los críticos “internos” del FMI. Según Stiglitz, “una de mis principales críticas al FMI es que aunque se supone que sea una institución pública, no se comporta de acuerdo a lo que se espera de las instituciones públicas… si se percibe al FMI como una institución que aplica políticas en favor de los acreedores, entonces se hacen entendibles las políticas del FMI”. Aquí Stiglitz no está simplemente demonizando con una frase al vuelo, es parte de la crítica interna mejor sustentada que se le ha hecho al FMI, basada en conocimiento de primera mano, y que se publicó en forma de libro –con profusión de datos y de análisis precisos- bajo el título La globalización y sus descontentos (1).

Por otra parte, Stiglitz arroja luz acerca de dos aspectos que curiosamente siguen apareciendo, una y otra vez, en las argumentaciones favorables a una relación entre Cuba y el FMI. Me refiero a la supuesta naturaleza técnica de las recomendaciones del FMI y a la credibilidad de tales recomendaciones, dos supuestos que Stiglitz cuestionó resueltamente. Respecto al primero, Stiglitz opinó que “el comportamiento del FMI no debería sorprender a nadie: enfoca los problemas desde la perspectiva y la ideología de la comunidad financiera” (2). Acerca de la credibilidad de las recomendaciones del FMI, otro destacado economista, Benjamin Friedman, comentando el libro de Stiglitz opinó que “Stiglitz argumenta que de manera reiterada el FMI propone políticas que se encuentran en textos de economía pero que no tienen sentido para los países a los que el FMI se las recomienda. Stiglitz argumenta que las consecuencias de esas políticas equivocadas han sido desastrosas, no solamente de acuerdo con las mediciones estadísticas, sino en términos de sufrimiento humano en aquellos países en que se aplicaron”(3).

Queda claro que hay una diferencia entre la noción de “pertenecer” al FMI, que en esencia es una cuestión de “membresía”(4), y el concepto de “negociar” con el FMI, en el sentido de estar dispuestos a hacer una cesión de prerrogativas nacionales y de asumir costos sociales a cambio de tener acceso a recursos financieros y a la “certificación” del FMI en materia de procesos de negociación de deuda externa. He adoptado aquí una noción restringida de “negociación” para subrayar el tipo de arreglos que predomina entre el FMI y los países subdesarrollados, que es lo que sería razonable esperar de una eventual “negociación” entre Cuba y el FMI.

En principio, un país puede “pertenecer” al FMI sin tener que llegar a “negociar” nunca con el FMI en el sentido antes descrito. Ese es, por ejemplo, el caso de China, donde los arreglos con el FMI han sido de un tipo muy diferente, principalmente enfocados hacia el fortalecimiento de la presencia de China en el marco de la primera institución financiera internacional, algo que es totalmente coherente con la proyección estratégica de China como potencia global. De este modo, los ajustes que hizo China en materia de política cambiaria, tales como el mejor acceso de fondos extranjeros a los mercados monetarios chinos, la emisión más frecuente de bonos denominados en moneda china, y la ampliación de las horas de funcionamiento de los mercados de moneda china, tuvieron como propósito la aceptación por parte del FMI de incorporar el renminbi (la moneda china) a la canasta de monedas en la que el FMI emite sus Derechos Especiales de Giro (DEG)(5), un “honor” que solamente tienen otras cuatro monedas (dólar estadounidense, euro, libra británica y el yen japonés) (6).

Pensar que lo que China hizo fueron concesiones sería tremendamente ingenuo. En cualquier caso, el dato que debe retenerse es que existen diferentes niveles posibles en materia de tratos con el FMI y debería quedar claro que a Cuba lo que le tocaría seria jugar en las “ligas menores”. China es una potencia económica mientras Cuba está en las antípodas. Aquí hay una primera lección importante que habría que tener en cuenta al examinar una eventual negociación entre Cuba y el FMI: para los países subdesarrollados el sentido de “negociación” con el FMI equivale al de “concesión” unilateral.

El problema fundamental no es que estemos frente a una eventual “ventana de oportunidad” de tipo económico respecto a la cual habría que sopesar técnicamente los “pros” y los “contras”, sino frente a una disyuntiva política que pudiera resumirse en la siguiente pregunta: ¿Debe preservar el Estado cubano (nótese que no me refiero al gobierno) el grado de poder político que le permitiría  adoptar decisiones que reflejen el interés de los ciudadanos del país, o debería el Estado cubano sumarse a una forma de hacer política que consistiría en traspasar parte de su poder a una poderosa y antidemocrática institución financiera internacional sobre la cual no puede ejercer el más mínimo control?  

La perspectiva que sugiero para abordar esta cuestión es, por tanto, una perspectiva de análisis político. Contrariamente a lo que muchas veces se dice, incluyendo el propio FMI, no hay nada de “natural” en el proceso de inserción de un país en la economía global, ni es “inevitable” asumir las fórmulas que habitualmente se propugnan para ello: libre circulación de capitales y de comercio para forjar ventajas competitivas que se traduzcan en eficiencia y productividad.

Creo que es un punto importante para discutir en Cuba -pues frecuentemente parece asumirse que la integración de Cuba en los mercados y la inserción internacional del país son en sí mismos procesos positivos-, pero en realidad pudiera ser todo lo contrario, tal y como demuestran los abundantes estudios que existen sobre la integración de los países subdesarrollados en la economía global, de manera que siempre habría que precisar de qué tipo de integración y de inserción se estaría hablando.

Decir que los estados nacionales no deben, ni pueden, resistir ese proceso porque ello equivaldría a oponerse al “progreso” es esencialmente un planteamiento ideológico cuya función es, precisamente, reducir cualquier posible resistencia al modelo propugnado a partir de sembrar la idea de que se trata de un proceso que es indetenible y beneficioso. Ese argumento ideológico –del cual el FMI es un destacado paladín- incluye la caricaturización como entidades retrógradas, burocráticas, y desconectadas de la realidad, de aquellos estados nacionales que se resisten. Para rematar la faena, existen instituciones como el FMI, el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial del Comercio (OMC), que aportan dinero, ideas, y regulaciones, no tanto para estabilizar la economía mundial y promover el desarrollo –que eso es de lo que menos se ocupan- sino para erosionar el poder estatal y para desmovilizar a la sociedad civil, precisamente porque esos son actores políticos con capacidad para proponer e implementar otras formas alternativas de concebir la inserción en la economía global y de hacer avanzar otros modelos de desarrollo. El muy reciente ejemplo de Grecia puede ser tomado como un caso para constatar lo anteriormente expresado (7).

Hay algo que debe quedar aclarado: cualquier idea respecto a que Cuba dispondría de márgenes de acción en un escenario de negociación con el  FMI es una peligrosa ilusión, al menos por tres razones. Primero, porque la asimetría económica sería descomunal pues se trataría de una relación entre la única entidad financiera pública global que puede movilizar con gran rapidez montos enormes de financiamiento y un Estado que, como el cubano, apenas dispone de reservas internacionales de divisas para cubrir precariamente las necesidades elementales de la población. En segundo lugar, porque tratar con el FMI equivaldría para Cuba a negociar “cuesta arriba” (es decir, pidiendo dinero prestado) con un grupo muy reducido de las potencias que controlan el FMI y que obviamente tienen agendas respecto a Cuba que poco o nada tienen que ver con los intereses de los ciudadanos cubanos. Finalmente, porque por definición, un trato entre Cuba y el FMI ocurriría en el contexto de una situación de apuros por parte de Cuba. Nadie acude al FMI a no ser en caso de emergencias. El FMI es un “apagafuegos” y no un prestamista para tiempos normales. Presumiblemente, negociar con los poderosos del mundo en situación de emergencia es cualquier cosa menos un marco de transacción simétrico.     

Puede que alguien pudiera objetar mis planteamientos diciendo que las cosas no deben ser vistas en blanco y negro, pues existen maneras de negociar con el FMI a la vez que puede mantenerse la capacidad política estatal y el control sobre el proceso. Sin embargo, considero que en ese caso lo que cabría hacer es demandar la evidencia que pudiera sustentar tal afirmación. De hecho, aun reconociendo que pueden observarse patrones muy distintos en los tratos entre el FMI y diferentes estados, solamente conozco un caso reciente –Islandia- en que una negociación con el FMI no haya erosionado severamente la capacidad estatal de un país pequeño. Pero para comenzar, Islandia es un país pequeño pero muy desarrollado, con un elevado nivel de vida y altos estándares de igualdad social, que cuenta con un Producto Interno Bruto (PIB) per cápita que es ocho veces mayor que el de Cuba (8). Como contraste, la evidencia acerca de posibles negociaciones con el FMI que hayan sido favorables para países pequeños y subdesarrollados no parece estar disponible.

Considero conveniente citar el caso de Islandia para disipar cualquier duda acerca de que este análisis trata de proyectar hacia el hipotético entendimiento entre Cuba y el FMI las habituales sombras relacionadas con los casos, casi siempre desastrosos, de intervención del FMI en la política interna de los países que se ven obligados a acudir a los préstamos de esa institución. Al adoptar un punto de referencia “exitoso”, como el excepcional caso de Islandia, podemos concentrar entonces la atención en tratar de entender qué tipo de factores pudieran condicionar la posibilidad de “éxito” de Cuba en un escenario de negociaciones con el FMI sobre la base del análisis de experiencias reales, y no a partir de meditaciones abstractas ni de anticipaciones especulativas.  

La hipótesis inicialmente adoptada es que si en el caso de una “negociación” exitosa, como es el ejemplo de Islandia, pueden extraerse lecciones que advirtiesen contra la conveniencia de que Cuba entrase en una “negociación” con el FMI, ello sentaría un fundamento atendible para sostener un argumento contrario a tal negociación. No habría necesidad entonces de examinar la multiplicidad de casos en los que ya se sabe, de entrada, que las negociaciones con el FMI no fueron nada bien para las sociedades de los países que tuvieron que pactar con el FMI.

El “rescate” de Islandia, liderado por el FMI, fue la respuesta a la crisis económica iniciada en ese país en 2008, desatada por una crisis del sector bancario nacional, tal y como ocurrió en muchos países del mundo en aquellos momentos. El programa aplicado en Islandia, bastante peculiar y ciertamente inusual por lo efectivo que resultó ser, siempre es mencionado como un caso de “buenas prácticas” por parte del FMI, pero no hay que dejarse llevar por los mitos que generalmente acompañan la divulgación de esa experiencia (9) Lejos de lo que a veces se afirma en la prensa, el programa incluyó un componente de medidas de “austeridad” que representó la píldora que tuvo que tragar un gobierno de izquierdas a cambio de los 2.1 mil millones de dólares que otorgó el FMI como parte de un paquete total de 10 mil millones de dólares en el que intervinieron los países nórdicos, Rusia, Polonia, Gran Bretaña, Alemania y Holanda. Como resulta habitual, el elemento crucial en la negociación fue la firma del acuerdo con el FMI, que fue la condición preliminar para que funcionase el paquete global de “salvamento”. Las medidas de “austeridad”  incluyeron un recorte del 15 al 20% en los salarios del sector público y reducciones en los presupuestos de educación y salud (10).

El reciente anuncio en octubre de 2015 de que Islandia estaba en condiciones de concluir el pago de todo lo que le debía al FMI técnicamente pone punto final al programa de “seguimiento” que el FMI mantenía como parte del acuerdo de fines de 2008. Esta experiencia todavía está siendo discutida y, respecto a ella, existen diversas opiniones entre los especialistas. Hay expertos que consideran que además del financiamiento de emergencia recibido, existieron otros factores fortuitos que contribuyeron a la recuperación de la economía del país y que amortiguaron el efecto de las medidas de austeridad. Se trató de una afortunada combinación de tres eventos: la reducción de los gastos en importaciones de combustible debido a la caída de los precios del petróleo, el crecimiento del turismo, y el incremento sustancial de la pesca (11).  

Islandia ha representado, ciertamente, un caso “raro” de programa de salvamento y de estabilización pactado con el FMI pues, en lo fundamental, el programa no incluyó el rescate de algunos bancos privados que entraron en bancarrota (a los que el gobierno dejó que quebraran aunque se rescató a otros bancos), incorporó controles de capital, y adoptó una medida inusual para este tipo de programas, una disposición impulsada por el gobierno islandés -no por el FMI- consistente en la creación de la oficina de un fiscal especial (OSP) y de un comité especial de investigación (CSI) que realizaron investigaciones detalladas sobre las causas del colapso financiero y que conllevaron a acusaciones criminales contra ejecutivos bancarios y contra políticos. En octubre de 2015 eran 26 los banqueros que habían sido puestos en prisión y el ex primer ministro del país en los momentos iniciales de la crisis recibió una sentencia por negligencia, aunque no fue condenado a prisión. Se convirtió así en el primer y único gobernante del mundo que fue legalmente condenado en el contexto de la crisis financiera de 2008 (12).

No me extiendo en los detalles del caso de Islandia, sobre el cual existe una amplia información disponible pues me parece conveniente reiterar que esa experiencia, reconocida como positiva en un contexto en el que la aplastante mayoría de las experiencias de negociaciones con el FMI han sido negativas, arroja al menos tres lecciones potenciales para Cuba que deben ser tomadas en consideración:

Primero, que la posibilidad de tener que entrar en tratos con el FMI no es pronosticable ni es recomendable. Negociar con el FMI no debe ser asumido como una meta deseable de política pública. En rigor debe ser visto como una meta indeseable, como una especie de “anti-meta”. En el caso de Islandia fue el resultado de una emergencia económica en la que no se supo actuar a tiempo. Por tanto, entender adecuadamente una eventual negociación de Cuba con el FMI parte de la premisa de que se trata de un tipo de arreglo que habría que evitar por todos los medios pues va asociado a una afectación del bienestar ciudadano (medidas de austeridad) y representa un menoscabo de la soberanía política del país (cesión de prerrogativas en cuanto al diseño de políticas a una entidad no nacional que no responde a los ciudadanos, así como beneplácito oficial para ejercer por parte del FMI un “seguimiento” de la política económica y social del país). En Islandia esto no alcanzó la situación crítica a la que se llegó en otros países como Grecia, pero el punto a destacar es que no fue un evento político deseable y que efectivamente se produjo un menoscabo de soberanía nacional, pues el gobierno de izquierda que debió gestionar la crisis tuvo que aplicar políticas de austeridad con las que no estaba de acuerdo ni se correspondían con las preferencias de la población del país.

Segundo, que los factores que pueden explicar el éxito relativo de una negociación con el FMI no son susceptibles de ser reproducidos automáticamente en otros contextos. Lo que funcionó relativamente bien para Islandia (por ejemplo, la circunstancia favorable de tener un  alto peso de deuda privada y no tanto pública, de poseer tener una moneda propia, la posibilidad de haber formado una amplia colación política para atajar la crisis, o el rápido crecimiento de determinadas actividades económicas) no existieron en otros países como Grecia. Por tanto, la noción de que el conocimiento de la experiencia internacional respecto a las negociaciones con el FMI pudiera ofrecer claves para hacer un diseño “ganador” o “ventajoso” para Cuba en una eventual negociación con el FMI es un espejismo. Se trata de un proceso demasiado contextual que no permite asumir que lo que funcionó bien en otra parte seria reproducible y efectivo en Cuba.     

Tercero, y este punto es fundamental, que las negociaciones con el FMI no tienen nada que ver con apoyar el establecimiento de modelos que tomen como punto de partida la centralidad del control democrático sobre los procesos económicos, sociales y políticos. En Islandia, como en las otras experiencias que no fueron exitosas, la negociación con el FMI partió siempre del reconocimiento de la primacía del mercado y del capital y de la inevitabilidad de su integración a nivel global. El argumento de que tener una “relación” con el FMI es una manera de hacer avanzar a Cuba hacia un modelo económico, social y político superior al actual no me parece sustentable, sobre todo porque entiendo que quienes favorecen esa idea parecen asumir esa “relación” como la antesala de una “negociación” con el FMI: pedirle dinero prestado al FMI en el marco de algún tipo de acuerdo, lo cual equivale a abrirle las puertas a una entidad extranjera –a la cual ningún ciudadano cubano le ha dado un mandato mediante su voto- para que en la práctica influya (probablemente de manera determinante) en las políticas que deciden el nivel de vida de la población.    

Conviene entonces hacer una precisión: una eventual “negociación” con el FMI ciertamente puede ayudar a la transformación de la economía cubana, posiblemente incorporando más mercado y más capital, quizás hasta aceptando algún grado de intervencionismo estatal, pero asumir que el resultado de tal transformación sería un modelo superior al actual requiere ser argumentado convincentemente. Es aquí donde hay que afinar el análisis sobre el tema.

La posible insolvencia de “la actualización” es, al igual que la discusión sobre el “desgaste” o “fracaso” del modelo previo que ahora se intenta “actualizar”, un tema importante de discusión, pero visto desde una perspectiva amplia en realidad no resulta ser un debate crucial. En realidad, si “la actualización” naufragase, estarían disponibles otros modelos alternativos que pudiesen cumplir la función de renovar el socialismo en Cuba. Introduzco aquí una nota de cautela acerca de que el propio concepto de socialismo en Cuba debería ser redefinido en cada generación para que tenga la posibilidad de mantener su relevancia y carácter práctico.

Es un problema de compleja solución que solamente apunto de pasada porque considero que las definiciones del socialismo distanciadas de la realidad tienden a erosionar el sostenimiento político del socialismo. Obviamente, la renovación de ideas no es solamente una tarea de los ideólogos y de los profesionales de la política. Haber pensado que podía delegarse en ellos la renovación de la ideología socialista es parte de los problemas que hoy se observan en el país. Por ejemplo, cuando se hace en Cuba una discusión sobre la igualdad –tema práctico y candente de la política nacional- sin que se mencione una sola cifra, para en su lugar darle paso a un galimatías sobre la crítica al programa de Gotha de la Alemania  del siglo XIX, no hay manera posible de articular una ideología socialista efectiva en Cuba pues lo único que puede salir de eso es un pastiche de ideas desvinculado de los datos concretos de la realidad social del país (13). El “trabajo ideológico” comienza por tener ideas precisas sobre la realidad y propuestas inspiradoras, pero creíbles, para transformar la realidad. No puede concebirse como el acto de aturdir a la gente, sobre todo a los jóvenes, con ideas que dejan de interesarles al minuto de estarlas escuchando.

Volviendo al tema central que nos ocupa, para que un modelo sea socialista no tiene que incluir la dualidad monetaria, un calificador nominalizado y “cerrado” de actividades mercantiles simples, un plan para resolver el déficit habitacional basado en la construcción mediante “esfuerzo propio”, y niveles salariales desconectados de la realidad, por citar algunos de los componentes cuestionables de “la actualización”. En realidad, se puede prescindir de todo lo anterior a la hora de diseñar un modelo económico socialista para Cuba.  

Las maneras y grados de la transformación económica, social y política que necesita Cuba admiten diversos enfoques y eso es algo que ya se encuentra en marcha, es un proceso relativamente impredecible, y será el resultado de la política nacional y no de la opinión de expertos. No obstante, más allá de esa posible diversidad, considero que la transformación debería enfocarse en engendrar una sociedad basada en el control colectivo y en la equidad, en vez de que sea una sociedad controlada por el capital (directa o indirectamente) ni que tenga una estructura social que esté determinada por las fuerzas del mercado. Opino que ese es el punto central a debatir y desde esa perspectiva, francamente, considero que Cuba marcharía mejor si no crea espacios para una posible interferencia del FMI.


Notas:

1. Las opiniones de Stiglitz sobre el FMI forman un voluminoso dossier pero su libro “La globalización y sus descontentos” es un importante texto de referencia. Ver Stiglitz, Joseph E. “Globalization and Its Discontents”. New York: W.W. Norton, 2002. La cita se encuentra en la pag. 256.

2. El subrayado es mío. Obviamente, Stiglitz no está diciendo aquí que el FMI no haga análisis técnicos de calidad sino que con independencia de ello, las recomendaciones que al final salen del FMI son fundamentalmente basadas en consideraciones ideológicas. La cita se encuentra en la pag. 206 de Stiglitz, Joseph E. “Globalization and Its Discontents”. New York: W.W. Norton, 2002.

3. Benjamin M. Friedman. “Globalization: Stiglitz’s Case”. The New York Review of Books.
http://www.nybooks.com/articles/2002/08/15/globalization-stiglitzs-case/

4. Membresía que no sería gratis para Cuba pues habría que aportar cuotas.

5. Los derechos especiales de giro (DEG) son utilizados como unidad de cuenta por el Fondo Monetario Internacional y fueron creados en 1973, básicamente para reemplazar el oro en las transacciones internacionales como adaptación al llamado “shock de Nixon” de 1971 cuando el gobierno de Estados Unidos dejó de reconocer oficialmente la libre convertibilidad directa del dólar estadounidense en oro.

6. El anuncio formal fue hecho en Noviembre de 2015. El hecho de que el renminbi sea la primera y única moneda en la cesta del FMI que no es una moneda totalmente convertible muestra hasta qué punto ha sido reconocido formalmente el hecho de que China se ha convertido efectivamente en un actor de primer orden en las finanzas mundiales. Ver  Scott Cendrowski. “Here’s Why China’s Currency Will Be Included in the IMF’s Basket”. Fortune.  November 16, 2015. http://fortune.com/2015/11/16/heres-why-chinas-currency-was-included-in-the-imfs-basket/

7. Claramente, el proceso que condujo a hacer “entrar por el aro” del neoliberalismo al gobierno de izquierda de Grecia fue muy complejo y en este intervinieron muchos actores. Si bien el protagonismo de este vergonzoso episodio de chantaje internacional en contra de la decisión democrática del pueblo griego fue ocupado por algunos gobiernos europeos, el papel del FMI en el proceso fue sustancial. Para ver un interesante y bien informado punto de vista sobre el tema pueden consultarse las opiniones de Yanis Varoufakis, ex ministro de finanzas de Grecia. Ver  David Marsh. “Varoufakis vindicated while Lagarde emerges as a loser”.  Market  Watch. August 3, 2015. http://www.marketwatch.com/story/varoufakis-vindicated-while-lagarde-emerges-as-a-loser-2015-08-03

8. World Bank. http://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.PCAP.C

9. Los tres mitos son que Islandia evitó los programas de austeridad, que no se hizo un salvamento de los bancos y que el país entro en situación de bancarrota. Ninguno de esos mitos es cierto. Ver, Davíðsdóttir “.Iceland’s recovery: myths and reality (or sound basics, decent policies, luck and no miracle)”. September 23, 2015. http://fistfulofeuros.net/afoe/icelands-recovery-myths-and-reality-or-sound-basics-decent-policies-luck-and-no-miracle/

10. IMF Country Report No. 12/91.  “Iceland: Ex Post Evaluation of Exceptional Access under the 2008 Stand-by Arrangement”. International Monetary Fund April 2012.

11. Ver Sigrún Davíðsdóttir “, op. cit.;  y Margarita Katsimi, Gylfi Zoega. “The Greek and Icelandic IMF programmes compared”. VOX. CEPR’s Policy Portal. 19 November 2015. http://www.voxeu.org/article/imf-programmes-greece-vs-iceland

12.  Alan Pyke. “Iceland, Where Bankers Actually Go To Jail For Committing White-Collar Crimes”. Think Progress. October 23, 2015. http://thinkprogress.org/economy/2015/10/23/3715775/iceland-jails-bankers-and-survives/ ; y Rob Cooper. “Iceland’s former Prime Minister found guilty over country’s 2008 financial crisis but will avoid jail”. The Daily Mail. April 23, 2012. http://www.dailymail.co.uk/news/article-2134023/Icelands-Prime-Minister-guilty-countrys-2008-financial-crisis-avoid-jail.html

13. Para evitar posibles confusiones, no menosprecio  en modo alguno el texto de Marx “Crítica al Programa de Gotha”, que considero como una obra clave de la literatura marxista. Mi crítica se concentra en una tendencia, observable en Cuba, de utilizar de manera desbalanceada y descontextualizada la literatura clásica del marxismo para tratar de articular una ideología socialista “actualizada” en el país. Como nota de interés, los textos de Marx y de Engels, pero también de quienes hicieron ideologías contrarias como Keynes o como Hayek, están llenos de datos concretos y de cifras sobre la realidad de los lugares y de las épocas en los que les tocó vivir. La “alergia” actual a los datos rigurosos por parte de muchos de quienes intentan hacer ideología socialista en Cuba muy poco tiene que ver con la manera en que los fundadores del marxismo hicieron ideología.
 

Sobre los autores
Pedro Monreal González 55 Artículos escritos
(Guantánamo, 1958). Especialista del Programa de Ciencias Sociales y Humanas de la UNESCO. Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de La Habana (1999). Estudios de posgrado en la Universidad del Sur de California (USC), La Jolla, Estados U...
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