
La VIII Cumbre de las Américas concluyó con muchas penas y ninguna gloria. Estuvo peor que las “Cumbres Borrascosas” de Emily Brontë, pues como en esta famosa novela, en esta cumbre de borrascas afloraron muchos de los males no ya de la “era victoriana”, sino de los peores contornos imperiales de las políticas y acciones de Estados Unidos, al amparo de la falsa justeza de la llamada Doctrina Monroe.
La ilegal y unilateral acción del ex-presidente peruano Pedro Pablo Kuczinski –forzado a renunciar días antes de la inauguración de la Cumbre, producto de su involucramiento en las operaciones corruptas promovidas por Odebrecht– impidiendo la participación de la Venezuela chavista en esta reunión hemisférica, fue un rasgo predominante en este evento, razón por la cual el presidente Raúl Castro decidió no asistir. Por otro lado, estuvo el gran tema de discusión: la correlación entre democracia y corrupción (como si quisiera elaborarse un cierto corolario de que “a mayor democracia menos corrupción”, supuesto que no es aplicable a ninguna de las democracias que así pretendieron proclamar e «institucionalizar» en esta reunión en Lima).
Esto parece un chiste de mal gusto o burla al sentido común y memoria de las gentes que hoy en día, con un simple vistazo en Internet, pueden encontrar abundante documentación, ejemplos y argumentos que reflejan que en esas democracias –empezando por los propios Estados Unidos– la corrupción fue y es rampante –sin señal alguna que sugiera disminución– y niega así, de manera rotunda, el supuesto “corolario” antes anunciado. Solo bastaría un brevísimo recuento en lo que va de esta década, que incluye desde los esquemas Ponzi y el escándalo que tocó, hasta la mismísima FIFA (ni el fútbol se libra de este mal endémico) y los sonados casos de Enron, Freddie Mac, AIG, Lehman Brothers, los Panamá Papers y sus miles de conexiones, hasta Odebrecht, empresa de poca monta comparada con los anteriores ejemplos. Sería imposible mencionar los casos y ejemplos, empezando por México y terminando por la Patagonia argentina, porque además forman parte de una institucionalidad centenaria que está en la fundación de las supuestas democracias que ahora se pronuncian contra la corrupción.
Kuczinski fue forzado a renunciar… ¿Excepción o regla? ¿O es que acaso los ex-presidentes peruanos Alan García, Alejandro Toledo, Alberto Fujimori y Ollanta Humala no estuvieron involucrados en grandes escándalos de corrupción? ¿Acaso la democracia colombiana no ha estado caracterizada repetidamente como “narcodemocracia”? ¿Acaso los Macri de Argentina –Mauricio y familia– no figuran de manera destacada en los Panamá Papers en tanto sus nexos con Oderbrecht datan de muchísimos años?
Y para no aburrir con demasiados ejemplos, recordemos al México de hoy (no al del PRI con sus siete décadas en el poder), el principal eje del narcotráfico hacia Estados Unidos, donde la corrupción impera desde Monterrey y Tijuana hasta Ciudad de México, Veracruz y Acapulco. Era el país, la sociedad toda, de “la mordida”. Así se documenta en un excelente libro: Narcolandia: los señores de la droga y sus padrinos. Poco más hay que agregar, desde los notables casos de corrupción de Salinas de Gortari y Peña Nieto, hasta el montón de gobernadores y ex-gobernadores aliados o involucrados con los carteles de la droga. Pero si fuera esto solo no sería tan escandaloso. En los últimos cuatro sexenios ha habido más de 100,000 personas asesinadas y cerca de 40,000 desaparecidas. Ahora se dice, por casi todo el mundo, que es el año más sangriento registrado en México en lo que va de 2018. ¿Cuál es el mercado número uno de la droga que circula por México? Estados Unidos. ¿Cuál es la fuente suministradora de armamentos a los ejércitos particulares y sicarios de México? Los traficantes de armas de Estados Unidos. ¿Se equivoca el excelente director de cine mexicano, Luis Estrada, al describir su país como “la dictadura perfecta”?
Por otro lado, en las intervenciones y debates en Lima, hubo lamentaciones de todo tipo sobre los tres periodistas ecuatorianos asesinados en la frontera colombo-ecuatoriana por un grupúsculo disidente de las FARC; pero ¿cuándo y cuántas veces hemos escuchado un concierto similar de lamentaciones sobre cientos de periodistas asesinados en México, Colombia, Guatemala, Honduras y Brasil? Unánimemente para el mundo entero –según informa IPS– México es “el país más peligroso para los periodistas en América Latina”, con 92 asesinados y 23 desaparecidos en los últimos 15 años.
¿Acaso el actual secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el señor Luis Almagro, ha tomado nota, se ha preocupado, criticado o condenado semejantes situaciones críticas descritas anteriormente? No, claro que no. Para él solo hay dos problemas en nuestro continente: Venezuela y Cuba.
¿Son esas situaciones críticas que afectan a tan elevado número de países y gobiernos las que deben servir de ejemplos con los cuales estos países y gobiernos pretenden dar lecciones de democracia, de efectiva lucha contra la corrupción y de transparencia? Es altamente improbable, pues todos ellos tienen –utilizando un cubanismo– “techo de vidrio”.
Otras facetas de la borrascosa cumbre de Lima
Como era de esperar, las delegaciones de Cuba y Estados Unidos chocaron frontalmente con las réplicas respectivas, además de enfrentamientos verbales bien fuertes entre las organizaciones no estatales cubanas que apoyan a su gobierno y las representaciones de opositores cubanos pagados, entrenados y guiados por las autoridades norteamericanas llegados desde Miami (y para los mal pensados, aclaro que esto no es ofensa; búsquese en los registros de la USAID los informes anuales de las inspecciones del Departamento de Estado a su embajada en La Habana o en Wikileaks), estando estas últimas favorecidas todo el tiempo por las autoridades peruanas. Hubo un intento fallido por parte de un grupo de ex-presidentes latinoamericanos de que la Cumbre se pronunciara a favor de descalificar las elecciones recientes celebradas en Cuba, así como desconocer la elección del nuevo presidente cubano, Miguel Díaz-Canel.
Ninguna de las delegaciones latinoamericanas prestó mucha atención o importancia alguna a esta maniobra, que quedó deshecha en los pasillos de la conferencia. Estos lances y choques eran esperados, pero ocuparon un espacio secundario. El eje, el enfoque central, hacia donde dirigían sus acciones Estados Unidos y sus aliados más cercanos en la región (el llamado “Grupo de Lima”) no era otro que aislar y golpear al máximo al gobierno chavista y a las próximas elecciones en Venezuela, a celebrarse el 20 de mayo. Para no pocos observadores, era una suerte de repetición de los escenarios de San José y Punta del Este (1960 y 1961), donde la OEA procuraba idénticos objetivos con respecto a Cuba y la posibilidad de un proyecto socialista en nuestro hemisferio.
No disculpo ni minimizo errores mayúsculos o menores del chavismo, durante y después de Chávez, en particular en las áreas de una economía de tanta riqueza y diversidad; pero tampoco dejo de recordar las tentativas de golpe de Estado en contra del chavismo apenas comenzado este proceso, las tantísimas contiendas electorales ganadas legítimamente (con no pocos observadores internacionales), la violencia sistemática e irracional de no pocos sectores opositores después de 2012. No puede emitirse un juicio balanceado sin tomar en cuenta el gigantesco impacto del desplome monumental de los precios del petróleo en la economía y sociedad venezolanas –las que seguían y siguen atadas a esta perniciosa mono-producción y mono-exportación– que enfrentan desde hace seis años una coyuntura económica y financiera caotizada y descontrolada.
Esta situación ha empeorado debido a agresiones económicas de Estados Unidos y a no pocas negligencias del propio gobierno, sin pasar por alto que desde Obama hasta Trump, cuelga sobre dicha economía, su estabilidad y recuperación, el sambenito de “amenaza a la seguridad nacional de los Estados Unidos”, y que Washington enarbole repetidamente la hipótesis de una salida golpista. Un cuadro nada fácil. La gente olvida, por error o premeditación, que la victoria electoral de Maduro para presidente fue reconocida y validada por el propio candidato opositor del partido Primero Justicia, Henrique Capriles. En semejante contexto, aludir al gobierno de Maduro como “régimen” es bien improcedente y carece de fundamento alguno.
Hagamos un breve examen de la “la dictadura chavista”:
- Venezuela es un país donde siguen existiendo casi una treintena de partidos y movimientos políticos, donde todos gozan de excelente salud, libertades y recursos; conducen sus actividades políticas normalmente; tienen a su disposición influyentes medios masivos de comunicación y poderosas encuestadoras a escala nacional, con el fin de fabricar mensajes y estados de opinión contrarios al gobierno establecido. Extraño caso de “dictadura”. Y nadie debe olvidar que de todos esos partidos, individualmente, el que representa una clara mayoría sigue siendo el Partido Socialista Unidos de Venezuela (PSUV).
- Los espacios económicos y áreas de propiedad siguen estando en manos del sector privado, (con la excepción de PDVSA, estatizada en tiempos del finado presidente Carlos Andrés Pérez) y son determinantes, tanto en la industria, la agricultura y los servicios, amén de la mayor parte del capital extranjero que todavía sigue operando en Venezuela. O sea, de una manera u otra la clase capitalista, el sector empresarial, local y extranjero, sigue operando con bastante normalidad sus espacios y áreas, incluyendo las empresas petroleras de Estados Unidos, pese a todas las amenazas de retirarse. ¿Aliados o cómplices de la economía que sostiene a la “dictadura”?
- Es un país de estructura federal (con 23 Estados), de los cuales cuatro bien importantes los domina mayoritariamente la oposición política, ganados en las más recientes elecciones regionales para disputar las diferentes gobernaciones, además de decenas de municipalidades. De nuevo, un extraño caso de “dictadura”. Si fuera una “dictadura” como la que se nos pinta, el pucherazo hubiera estado a la orden del día, como ha sucedido en México, Honduras y en otros países, y los chavistas hubieran manipulado los votos para impedir estas cuatro victorias.
- ¿Están encarcelados los principales dirigentes políticos de la oposición? Solo Leopoldo López, Antonio Ledezma –que ahora se pasea por Europa y Estados Unidos en perfecto estado de salud– y algún otro de menor estatura –artífices y promotores de la peor y más sangrienta violencia callejera concentrada en los barrios más acomodados y privilegiados de Caracas, las llamadas “guarimbas”, con más de 150 muertos en su momento de mayor confrontación, siendo la mayoría de estas víctimas pertenecientes a las fuerzas gubernamentales del orden. Manera rara de comportarse estos números en una dictadura. ¿Cuántas veces han ido a prisión connotados dirigentes opositores como Capriles, Ramos Allup, Borges, Henry Falcón, Corina Machado y otros? Ninguna vez. Rarísimo ejemplo de “dictadura”.
- La tan cuestionada –a nivel hemisférico y de la Unión Europea– Asamblea Nacional Constituyente (ANC) de Venezuela, no salió “debajo de la manga” de Maduro o de la imaginación de sus asesores. Es un recurso claramente establecido en la primera Constitución bolivariana de 2002. Se aplica como recurso político con el propósito de –una vez remontados en medida considerable los peores momentos de la crisis 2013-2016– relanzar la institucionalidad del proyecto chavista con el fin de medir sus posibilidades de nuevos éxitos y renovación, anular y reducir en medida importante los dos tercios parlamentarios que la oposición ganara tras la muerte de Chávez y la elección general de 2014. Toda vez que esta rechazó las opciones de arreglo propuestas al estilo de una “cohabitación francesa”. Estas elecciones del 20 de mayo darán la medida exacta de cuánta recuperación, o no, han tenido los chavistas y en qué medida la oposición fragmentada seguirá desgastándose, tras el rechazo mayoritario de las “guarimbas”. Esta modalidad ha estado presente en la vida política de muchos países como un recurso legítimo y no tiene nada que ver con conductas dictatoriales.
- Estados Unidos ha venido realizando todo tipo de esfuerzos y presiones para lograr una condena hemisférica e impugnar las próximas elecciones del 20 de mayo en Venezuela. Por su parte, el gobierno chavista ha instado a la ONU y a la Unión Europea, incluso a la encargada de su política exterior, Federica Mogherini –junto a otras instituciones y personalidades internacionales– a fungir como observadores del proceso electoral. Otra rareza de una “dictadura”. Desde Madrid, el gobierno de Rajoy secundado, paradójicamente, por el otrora socialista de “izquierda” y ex-presidente del gobierno español, Felipe González, siguen animando y promoviendo todas las acciones posibles en contra del chavismo en Venezuela; pero –otra vez otra gran paradoja– el socialista español que nada tuvo ni tiene de “izquierda”, el ex-presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, propició el diálogo entre gobierno y oposición y criticó explícitamente, con nombres y apellidos, a los opositores que sabotearon los acuerdos de Santo Domingo, culpando en primer lugar a Julio Borges por torpedearlos. Rodríguez Zapatero ha asegurado que estará de observador. ¿Acaso lo vamos a acusar de cómplice de “la dictadura”, con la que no deja de tener diferencias en varios temas importantes, plenamente identificados y debatidos con los chavistas? Algo más elocuente todavía: si estas elecciones son “una farsa del chavismo”, como Washington y sus aliados afirman, entonces por qué encuestadoras nada amistosas con el gobierno de Maduro, como Torino Capital y Data Análisis, reconocen en recientes encuestas que el 76,6 por ciento acudirá a votar y solo el 12,3 por ciento se abstendrá; en tanto que la más independiente encuestadora, Hinterlaces, asegura que los votantes se pronunciarían por el chavismo en casi un 60 por ciento. Absolutamente, estamos ante una “dictadura” en extremo rara e inusual.
- Y si la “crisis humanitaria” de la que se culpa al chavismo es tan tremenda, ¿cómo explicar semejantes cifras, comportamientos y tendencias que sugieren hoy un giro más favorable al chavismo? ¿Magia, fabricación o trampa grosera? Veamos qué nos dice la reconocida figura del experto independiente de la ONU en derechos humanos Alfredo de Zayas, abogado e historiador, con amplísima experiencia en el estudio y tratamiento de crisis humanitarias en todo el mundo, quien realizara una visita especializada por Venezuela. Tras su investigación de campo –silenciada por todos los poderes mediáticos– Zayas insistió en que “el uso del término crisis humanitaria como justificación para intervenir y derrocar el gobierno actual” carece de bases reales. Venezuela –aseguró– “no sufre una crisis humanitaria, similar a países en África y Asia, donde existen guerras y hambrunas”. Añadió Zayas que las escaseces, ansiedad y carencias existen, “pero esos que han trabajado por décadas para las Naciones Unidas y conocen la situación de África y Asia y algunas en América, saben que la situación en Venezuela no es una crisis humanitaria”. Venezuela enfrenta una guerra económica –destacó Zayas–, un bloqueo financiero, sufre un elevado grado de contrabando…”. Los medios han ignorado los resultados de la visita de Zayas. Este comentó: “Es como si yo no hubiera visitado Venezuela”. Es el estrangulamiento de las realidades que los poderes mediáticos procuran a cualquier precio.
Para terminar, hay que destacar que todas las maniobras y presiones para lograr un pronunciamiento de la Cumbre en contra del chavismo y las próximas elecciones fracasaron estrepitosamente. Más allá de las críticas de diferentes gobiernos al caso venezolano, el resultado final fue que semejante documento, acuerdo o pronunciamiento mayoritario no pudo lograrse. El senador Marco Rubio no tuvo otra opción que reconocerlo públicamente y así enfrentarse a un inesperado tropiezo de la política exterior de la Administración Trump.