
Se escucha con cierta frecuencia en blogs sobre Cuba la afirmación de que determinadas personas e instituciones están “descalificadas” para participar en el debate nacional. La falta en la que habrían incurrido esos “excluibles” consistiría en no ajustarse a los dogmas de una inquisidora cofradía ideológica.
Poco importa que a quienes se les trata de excluir no hayan violado ley alguna. Tampoco parece tener peso que el Estado cubano no haya descalificado, de manera pública, a los actores supuestamente “excluibles” que son blancos de la animosidad de esa cofradía que cree estar hablando en nombre de la izquierda nacional.
Esa congregación no concibe la política en su dimensión de confrontación de ideas, sino como exclusión de ideas. No necesariamente aquellas que pudieran ser nocivas para la sociedad en general, o para la clase trabajadora en particular, sino las que perciben como ideas que pudieran desarticular los credos de la cofradía.
Según esa lógica, es mejor “sacar” del escenario político los actores con esas ideas. ¿Para qué tomarse el trabajo de debatir con ellos, si pudieran ser “descalificados”? Para inhabilitar, “vale todo”. Por ejemplo, una supuesta adherencia ideológica al “neoliberalismo” o a la “socialdemocracia”; o peor aún, alguna presumida manifestación de “plattismo”, o la “denuncia” de ser “portavoz” de una entidad extranjera.
La cereza del sundae descalificador es usualmente reservada a la contaminación que los cofrades afirman que se origina en las relaciones con instituciones del exterior y que pícaramente se considera que solamente afecta a algunas (no a todas) las personas e instituciones cubanas que son parte de esos intercambios.
Una lógica como la antes descrita, difícilmente dejaría de ser considerada como una visión sectaria de la política. Esa cofradía excluidora que padecemos es furibundamente sectaria.
Se utiliza aquí lo de sectario de una manera distinta a como se ha empleado frecuentemente en Cuba, para denotar procesos de fraccionamientos internos de las organizaciones revolucionarias resultantes de la confluencia de diversos movimientos políticos, como ocurrió a principios de la década de los 60. Tampoco utilizamos el término para identificar procesos actuales de fisuras de la unidad del Partido Comunista de Cuba (PCC), algo respecto a lo que no existe evidencia alguna.
Por tanto, el empleo del término sectario no se refiere aquí a un proceso dentro de las estructuras organizativas de los comunistas cubanos, sino respecto a un modelo muy particular de relación del PCC con la sociedad que propone un grupo de ideólogos. Algo que, según afirman, hacen por cuenta propia.
El modelo se basa en relaciones de exclusión política que se aplican a determinados ciudadanos y entidades “no-comunistas”; pero también puede incluir casos de ciudadanos que se identifican con la ideología comunista, aunque no porten un carnet del PCC. Es un modelo que tiende a cercenar el conocido “trabajo del partido con las masas”.
Existen, por lo menos, tres características de la visión sectaria que propone esa cofradía ideológica:
– Defensa de esquemas abstractos sobre la sociedad cubana emanados de unos supuestos fundamentos generales, respecto a los cuales la cofradía considera que los ciudadanos deben y pueden ser convencidos mediante la agitación y la propaganda. Obviamente, no me refiero a principios como el cese de la explotación, la igualdad de derechos o la justicia social, los cuales no son propiedad exclusiva de la cofradía. Me refiero a razonamientos que los cofrades consideran que tienen una pretendida validez universal, a priori, como es el caso de la conjeturada eficiencia superior de las formas estatales de organización económica, o la idea de que es posible desarrollar una cultura e ideología superior en ciudadanos agobiados por las carencias. Es decir, el tipo de fundamentos que se encuentra en oposición al énfasis marxista en relación con el “movimiento real”, consistente en el proceso histórico del proletariado “que anula y supera el estado de cosas actual” (Marx y Engels, La ideología alemana). Es el “movimiento real” entendido no solo como movimiento objetivo, sino incluyendo también la conciencia trabajadora sobre la posibilidad y la necesidad de ese movimiento. Pudiera ser que los cofrades pasaron por alto aquello de que los comunistas no proclaman principios especiales a los que quisieran amoldar al movimiento obrero.
– Se acude a una justificación ideológica que permita legitimar la contradicción que existe entre la visión de la secta y el interés colectivo, especialmente los intereses generales de los trabajadores. Tal justificación parece afincarse en una variante de “izquierdismo”, bajo un aparente rechazo al “economicismo” y al “pragmatismo”. La mayoría de las personas conoce bien que la prioridad del trabajador cubano de hoy radica en la solución de urgentes problemas relacionados con la esfera del trabajo: la necesidad de empleos relativamente estables con resultados laborales adecuadamente remunerados, que la actividad laboral permita la movilidad social, y que el trabajo establezca una base firme para la identidad de la clase social más revolucionaria. Sin embargo, los cofrades reemplazan esa necesaria inmersión en la compleja transformación de la realidad nacional por “panaceas” que han sido definidas de antemano.
– La cofradía propone una perspectiva desenfocada respecto al empoderamiento de la clase trabajadora. Expresa claramente su aversión acerca de la posibilidad de que tal proceso ocurra por fuera del sector estatal y cooperativo, pero tienen una posición brumosa respecto a los mecanismos concretos que permitirían empoderar realmente al trabajador en el aparato estatal (más allá de lo deliberativo y lo consultivo). Es en ese aparato, incluyendo su sistema empresarial, donde debería ocurrir -en el marco de un modelo socialista- el empoderamiento obrero que permitiría su participación efectiva en las decisiones claves para transformar la realidad.
A quienes frecuentemente les da por recordar en sus alegatos que la lucha de clases existe, les convendría tomar nota de que el marxismo es muy claro en cuanto a las diferencias que existen entre un movimiento sectario y un movimiento de clase. “La secta busca su razón de ser y su cuestión de honor no en lo que tiene en común con el movimiento de clase, sino en la contraseña particular que lo distingue de aquél movimiento”. (1)
Obviamente, esa “contraseña sectaria” también puede ser parte legítima de un debate político amplio en Cuba. Eso nadie lo niega; pero lo que no resulta admisible es que se intente deslegitimar y “sacar” del debate a quienes simplemente no compartan esas nociones sectarias o a quienes las critiquen.
Notas:
1. Letter from Marx to Schweitzer, October 13, 1868. Marx and Engels Correspondence. International Publishers, 1968.