
– ¿Cómo fue el camino que la llevó a ocupar el puesto más alto del movimiento sindical de Noruega y, de facto, convertirse en una de las mujeres más poderosas del país?
Comencé mi trabajo político durante los estudios universitarios, donde siempre milité en movimientos de izquierda. Fui la primera mujer elegida como presidente de la Asociación de Estudiantes Universitarios de Noruega, propuesta por el movimiento socialista. Me gradué en 1977 y trabajé como profesora de ciencias políticas de la Universidad de Oslo. Mi tesis de maestría –realmente casi a nivel de una tesis doctoral– versó sobre igualdad salarial entre hombres y mujeres.
Mi primer contacto con el movimiento sindical fue cuando me emplearon como funcionaria de la Federación de trabajadores estatales de Noruega. A los dos años de haber trabajado ahí me eligieron como representante sindical de aquella Federación. Luego me invitó la primera ministra Gro Harlem Brundtland para que fuera su asesora política, y pronto me nombró Secretaria de Estado. Yo ya había ingresado al Partido Laborista dos años antes. Esa colaboración terminó producto de la lucha política en torno a la entrada de Noruega a la Unión Europea.
La primera ministra consideraba la entrada a la Unión Europea como su tarea política más importante. Yo estaba en contra, y de hecho el pueblo noruego, en 1994, rechazó por segunda vez, a través de un referéndum, la integración de Noruega a la Unión. Entonces decidí retirarme del cargo de Secretaria de Estado que desempeñaba en el gabinete de la primera ministra. Sin embargo, el motivo principal de este retiro no era político, sino los rigores de ser soltera, a cargo de una hija con problemas especiales.
No obstante, como resultado de mis gestiones en el ámbito laboral, resulté elegida como Vice-Secretaria General de la Federación Sindical más grande del país, que es la Federación de los Empleados del Estado. Después de tres o cuatro años en aquella función me nombraron Ministra de Justicia, bajo el primer ministro Torbjorn Jagland. Ese gabinete duró poco tiempo, pero mientras tanto yo había sido elegida la Vice-Secretaria General de la Confederación General del Trabajo, en su Congreso de 1997. Más tarde, en el Congreso de la Confederación General, celebrado en 2001, me eligieron -la primera mujer y la primera académica- como Secretaria General de la Confederación.
– ¿Todo ese trayecto lo recorrió siendo militante del Partido Socialdemócrata, o del Partido Laborista?
Cuando era estudiante militaba en una federación que se llama la Federación Comunista Universitaria, que duró mucho tiempo. En 1977 egresé de tal agrupación para dedicarme al trabajo sindical y hasta el año 1988 no pertenecí a ningún otro partido político. No obstante, en 1998 ingresé al Partido Laborista, aunque no con el propósito de hacer carrera.
– En Noruega siempre ha existido una relación muy fuerte entre el movimiento sindical y el Partido Laborista. ¿Hubo mucha resistencia entre los sindicalistas cuando usted entró de lleno en el quehacer sindical por sus antecedentes comunistas?
Cuando me eligieron Secretaria General de la Confederación Sindical realmente tenía todo en mi contra: era mujer, era ex-comunista, era académica y no había nacido en el movimiento obrero. En ese momento, mi hermano mayor era Secretario General de la Confederación de Campesinos y militaba en el Partido del Centro, el partido tradicional de los campesinos en Noruega. Cuando joven, antes de ingresar a la universidad, yo había participado en actividades del movimiento juvenil campesino, que nada tenía que ver con el movimiento obrero o sindical. Pero no tenía los antecedentes que normalmente se espera de un líder sindical y de un socialdemócrata. Sin embargo, existía en ese momento una corriente alternativa muy fuerte, a raíz de la de la resistencia popular en contra de la Unión Europea, y yo formaba parte de esa corriente. Esto fue importante para que me eligieran Secretaría General.
– ¿Cuáles fueron los principales elementos que la llevaron a entrar a trabajar en el movimiento sindical?
Cuando tuve mi primer trabajo profesional, como funcionaria en el Consejo de Investigación Científica, participé en la fundación de un nuevo sindicato local. Esa fue realmente mi entrada al movimiento sindical. Por otro lado, mi interés académico sobre la igualdad salarial entre hombres y mujeres -o sea, analizando los factores y razones sobre las diferencias salariales entre hombres y mujeres durante toda la época industrial- fue una inspiración para mi trabajo sindical. La lucha por la igualdad salarial fue realmente mi primera gran lucha como sindicalista, que resultó importante para mi promoción en el movimiento sindical.
– ¿Cuáles son las tareas fundamentales del movimiento sindical en Noruega?
La tarea fundamental de cualquier movimiento sindical es mejorar las condiciones salariales y de trabajo. Sin promover y priorizar esas tareas no tiene sentido trabajar en dicho movimiento. Pero el movimiento sindical noruego es mucho más amplio que eso. Por ello, siempre recomiendo a sindicalistas de otros países que lo fundamental no resulta sólo trabajar con condiciones salariales y de trabajo, sino también la institucionalización de procesos de negociación, de acuerdos sindicales, de acuerdos con los empleadores. Del mismo modo, resulta sumamente importante la base ideológica del trabajo sindical, que en Noruega se sustenta en la protección a los más vulnerables de la sociedad.
En tal sentido, también trabajamos con toda la amplitud de temas políticos que tiene relevancia para los sindicalizados, como pueden ser: el sistema nacional de salud, el sistema de educación y el transporte público, entre otros. Por ello, nuestro trabajo se relaciona con los partidos políticos y, en nuestro caso particular, con el Partido Laborista. No obstante, sea cual sea el partido de turno en el gabinete, nosotros siempre hacemos todo lo posible para poder influir sobre las políticas de gobierno con el propósito de mejorar el universo de la vida de nuestros sindicalizados.
– Según su criterio, ¿cuáles deberían ser los derechos fundamentales de un trabajador y de un sindicalista en los tiempos que corren?
Para definirlo se hace forzoso tomar como punto de partida las convenciones fundamentales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre los derechos de los trabajadores. El derecho a huelga y el derecho a la libre asociación constituyen principios fundamentales. La fuerza del movimiento sindical depende, primeramente, de un alto porcentaje de sindicalización, así como de la oportunidad y del derecho de los trabajadores para hacer huelga si no quedan otras vías que estos canalicen sus objetivos. No se debe ir a la huelga en cualquier situación; no debe exagerarse el uso de esa herramienta -como ocurre muchas veces en Francia por ejemplo. Pero sí resulta sumamente importante tenerla como herramienta, que siempre esté ahí como la última posibilidad de presión. Sin derecho a hacer huelga el movimiento sindical nunca llega a ser fuerte.
No obstante, esos derechos tienen que estar garantizados en el marco legal y constitucional. En Noruega hubo ciertos partidos políticos que, hace algunos años, intentaron limitar esos derechos y nosotros hicimos una gran lucha para derrotar esos esfuerzos. También tenemos una base legal muy fuerte para regular la forma de resolver conflictos laborales y conflictos salariales, siempre a través de negociaciones. En tanto, establecimos que cada dos años haya un proceso de negociación sobre salarios y otras condiciones laborales. Si no llegamos a un acuerdo a través de esas negociaciones bilaterales, el conflicto requeriría de mediación. El Estado tiene un instrumento de mediación que primero apela a la voluntad y, si no se llega a acuerdo, se impone una mediación obligatoria por parte del Mediador o Árbitro Nacional. Y si ese proceso tampoco es exitoso, entonces podemos optar por nuestra última medida: llamar a una huelga.
En este caso la huelga resulta completamente legal. Otra institución importante es la Corte Laboral, que debe resolver conflictos entre trabajadores y empleadores durante el período de un acuerdo, o conflictos que surgen al margen de los acuerdos. Asimismo, tenemos una Ley de Ambiente Laboral que regula, por ejemplo, el horario de trabajo, las condiciones de salud y otras circunstancias laborales.
– ¿Cuáles son las principales características del movimiento sindical en los países nórdicos?
Lo fundamental es el alto porcentaje organizativo. En Suecia y Finlandia más del 80 por ciento de los empleados están sindicalizados; en Noruega un poco menos debido a diferencias de cómo obtener su seguro social, pero siempre es muy alto. Eso contrasta, por ejemplo, con un país como Francia, donde menos del 10 por ciento de los empleados están sindicalizados.
Hemos tenido bastante discusión sobre cómo obtener los derechos sociales y ahí existe una diferencia entre Noruega y Suecia –por ejemplo. Históricamente tuvimos las cajas de seguro en caso de enfermedades, organizadas por el movimiento sindical. Eso evidentemente motivó a los trabajadores a sindicalizarse masivamente. En Noruega, en algún momento, se decidió reorganizar esas cajas e integrar el sistema del seguro social de los trabajadores, lo que se llama salario de enfermedad, al Sistema de Seguro Estatal General. En Suecia -y también en Dinamarca- ese sistema de seguro social de los trabajadores continuaba bajo el control de los sindicatos. Por esa razón el porcentaje de sindicalización hoy en día resulta aún más alto en Suecia y Dinamarca, que en Noruega.
No obstante, cuando esos países tuvieron gobiernos de derecha el sistema del seguro social de los sindicatos sufrió muchos ataques. Nosotros, producto de haberlo integrado en el sistema estatal desde el inicio y al dar más importancia a las condiciones generales de trabajo y también al aspecto ideológico de los sindicatos, no perdimos tantos sindicalizados cuando hemos tenido gobiernos de derecha. En Noruega habíamos logrado una motivación más amplia para pertenecer al movimiento sindical, más allá del sistema de seguro social. En tanto, tal vez nuestro modelo ha sido mejor. Debo agregar que en nuestro modelo cuando hay un acuerdo entre un sindicato y el empleador en una empresa, ese acuerdo tiene validez para todos los empleados sin importar si están sindicalizados o no.
– En su opinión, ¿cómo debe ser la relación entre un sindicalizado y el líder sindical? O sea, ¿cómo debe funcionar la democracia interna del movimiento sindical?
Esto constituye un aspecto medular. Un movimiento sindical y un movimiento obrero fuerte no pueden funcionar sin una democracia interna real, sin que los miembros se sientan realmente representados por sus líderes. El mejor taller político que existe es el mismo movimiento sindical y el mismo congreso de los movimientos sindicales. A veces puede existir la tentación de ahogar a las bases más radicales, más izquierdistas, por ejemplo: en los sindicatos locales, cuando se oponen a la línea política de la dirección nacional. Eso para mí sería muy peligroso y jamás debería ocurrir. Hay que permitir a las “cien flores” florezcan. Los desacuerdos y diferencias políticas han de ser una fuerza y no un peligro, capaz de encaminarnos siempre hacia una mejor política. Esto también constituye un desafío en las relaciones entre el movimiento sindical y el partido político que consideramos como más cercano, en nuestro caso el Partido Laborista, con una relación que ha existido por más de 100 años.
– ¿Cuándo usted fue elegida Secretaria General de la Confederación Sindical, con sus antecedentes políticos, dicha elección ya había sido autorizada por los líderes del Partido Laborista?
No fue muy complicado, porque ya había logrado una relación muy cercana con la gran líder y primer ministra del Partido Laborista, la señora Brundtland. Recuerdo muy bien que cuando ella me entrevistó para incorporarme como su asesora política, le dije abiertamente que había tenido antecedentes en una organización comunista en la universidad. Me respondió simplemente que su padre también había tenido una militancia política muy a la izquierda en su juventud y que en la librería de su familia se encontraban muchos libros de marxismo y hasta del leninismo. Aseguró que para ella eso no tenía mucha importancia. Esto fue todo lo que se habló de ese tema y después nunca más se volvió a tocar. Otra cosa fue que se demoró mucho la autorización de la policía de seguridad para que yo, en mi trabajo en el despacho del Primer Ministro, pudiera tener acceso a documentos confidenciales, de alta sensibilidad para la seguridad nacional, por ejemplo: en cuanto a nuestra relación con la Unión Soviética. Después, cuando yo fui Ministra de Justicia, que en Noruega también es el Ministro del Interior, responsable de la policía de seguridad, yo tomé la decisión de que todos los izquierdistas que habían sido controlados o escuchados a escondidas por la policía de seguridad, tendrían derecho a inspeccionar sus carpetas secretas.
– ¿Puede describir el contenido fundamental del sistema tripartita que intenta ofrecer garantías y equilibrios al ámbito laboral?
El sistema tripartito demanda organizaciones fuertes, tanto entre los trabajadores como entre los empleadores. Los dos deben actuar como partes libres e independientes, pero en una relación interdependiente, que a su vez, tienen una colaboración con el Estado. Esa relación debe fundarse alrededor de encuentros y consultas muy regulares sobre algunos temas fundamentales en el manejo de la economía del país. Existe algo que se llama Comité Permanente de Enlace, donde las tres partes se encuentran, por invitación del gobierno. El tema más importante a tratar allí casi siempre es el presupuesto anual del Estado. También tratan temas como ambiente de trabajo, salario de enfermedad, y lo que llamamos “una vida laboral incluyente”; y cuando se prepara una ronda de negociación salarial general se reúne ese Comité para identificar cuáles serían los temas principales a negociar.
– ¿Usted ve algún conflicto entre el papel del sindicato a favor de los intereses de los sindicalizados –por un lado- y por otro lado también a favor del bien común; o sea, del bien de todos los ciudadanos y de toda la sociedad?
No, no veo que tenga que haber un conflicto entre ambas responsabilidades. El movimiento sindical siempre tiene que asegurar la paz laboral. Por ello, nuestras exigencias siempre deben estar subordinadas a la situación real de la economía y a nuestro interés de no causar un debilitamiento de la situación económica del país. Por ejemplo, siempre que mejoremos los salarios, ello debe estar de acuerdo con la capacidad real de las empresas. Siempre trabajamos atendiendo el bien común. No obstante, el movimiento sindical y obrero pertenece a la izquierda en la política, y yo espero que así siga siendo. Por eso, muchas veces pueden existir desacuerdos entre el movimiento sindical y los partidos de derecha y los mismos empleadores. Por ejemplo: ahora nos oponemos al propósito de la derecha que desea reducir los impuestos de los más ricos, sin considerar que esto, en un período de desempleo, va a dificultar aún más la situación económica del país.
– ¿Cómo aprecia usted, ahora, en el año 2016, la situación del movimiento sindical a nivel internacional? ¿Cómo pudieran los sindicatos de un país privilegiado como Noruega, contribuir a reforzar el sindicalismo a nivel internacional?
Tenemos un compromiso con el trabajo de las confederaciones sindicales internacionales. Pero también poseemos proyectos de capacitación de tipo bilateral en países específicos, por ejemplo: en Cuba, en China y en Vietnam. En Europa occidental, muchas confederaciones nacionales no quieren trabajar con los movimientos sindicales de países socialistas o comunistas. Sin embargo, nosotros estamos convencidos de que resulta correcto e importante hacerlo, pues compartimos intereses y poseemos riquezas que podemos ofrecernos mutuamente. Contribuye, además, al reforzamiento del sindicalismo internacional el compromiso de trabajar, seriamente, a través de la OIT para fortalecer así el respeto a las reglas internacionales del trabajo.