Discurso de la Dra. Sarah Ysalgué de Massip, profesora fundadora de la Escuela Normal de Matanzas


(Discurso ofrecido en el evento “Por la Escuela cubana en Cuba Libre. Trabajos, acuerdos y adhesiones de una campaña cívica y cultural”, celebrado en La Habana, en el año 1941).

Como profesora fundadora de las Escuelas Normales de Cuba, dedicada durante más de veinte y tres años a la tarea de preparar maestros, he creído que es mi deber tomar parte activa en este acto, que es el inicio de una campaña Por la Escuela cubana en Cuba Libre encaminada a fortalecer el sentimiento de nuestra nacionalidad en esta hora crítica del mundo, cuando los estercoleros de la traición y de los intereses creados como hongos monstruosos los Quislingos dispuestos a entregar la patria a cambio de ventajas personales.

Cuba aparece en el escenario de la vida internacional retrasada en tres cuartos de siglo respecto de sus hermanas del Continente. En este período, mientras un grupo heroico de cubanos luchaba por librar a su país de la explotación inicua a que lo tenía sometido la Metrópoli, otros cubanos, ignorantes, se sometían voluntariamente, llenos de terror ante la idea de lo nuevo.

El desenlace del drama en Cuba estaba predeterminado de antemano por factores independientes de la acción de los que en él tomaban parte. La carga de fuerzas históricas acumulada durante lustros, se frustró por la influencia del factor geográfico, decisivo en toda la Historia de Cuba. La República nació debilitada por la intervención de fuerzas nuevas, cuya acción no había sido calculada de antemano y los gérmenes del coloniaje, aterrorizados durante la lucha, resurgieron dispuestos a recobrar el terreno perdido.

Labor sabia habría sido tratar de fortalecer entonces la naciente y endeble nacionalidad; pero la educación, instrumento excepcional para reafirmar la personalidad de los pueblos fue abandonada en gran parte a la incapacidad, o a manos extrañas, indiferentes o enemigas.

El estudio de la Geografía, de la Historia y de la Lengua se ha considerado siempre y en todas partes como el medio más poderoso de fortalecer la nacionalidad. El ejemplo de Alemania duele hoy en la carne viva del mundo. La enseñanza de la Historia exaltó de tal modo el sentimiento nacional de aquel país que hizo en pocos años de una nación-mosaico la orgullosa potencia del Deutschlanduberälles. Con un suelo pobre y miserable, duro e infecundo hasta la mitad del siglo XIX, por estudio intenso de la Geografía aquel país ha aprendido a utilizar todas sus posibilidades convirtiéndose en una de las primeras potencias económicas del globo. ¿Y qué decir del estudio de la lengua? Los pueblos sojuzgados han conservado siempre en su idioma como la esencia espiritual de la nacionalidad y sobreviven mientras perdura su lengua.

En Cuba colonial, en todas las escuelas tenía que enseñarse la Geografía y la Historia de España, el Catecismo y la Lengua Castellana. En Cuba republicana, durante mucho tiempo sólo se enseñaron la Geografía y la Historia de Cuba en los primeros grados de la escuela primaria, y aunque se instituyó, muy tímidamente por cierto, en las Escuelas Normales, hasta ahora ni un solo adolescente cubano ha recibido un curso completo especial sobre la Geografía de su país. Y estas enseñanzas, creadas recientemente en la Universidad por un legislador que no debe ser olvidado, no son, sin embargo, obligatorias para los profesionales de la enseñanza, que no sólo han de enseñar ciencias o letras o métodos, sino que han de contribuir a moldear el alma de los adolescentes cubanos, mientras muchos de ellos pueden ignorar completamente nuestra Historia y desconocen los rasgos esenciales de nuestra Geografía.

Estos hechos, terriblemente impresionantes a poco que se reflexione sobre ellos, han creado un complejo de inferioridad nacional traducido en el apoliticismo o el intervencionismo en lo político; por el snobismo en la vida social; y por el sentido de provisionalidad y la corrupción administrativa reflejada en la frase tan usual del “albur de arranque”, es decir, del aprovechamiento antes de la liquidación final. Y en la educación, por idea subconsciente del cubano que quiere prepara a su hijo para que sobreviva al desplome, convirtiéndolo en un extranjero en su propia tierra. Somos libres sólo de nombre; no porque fuerzas externas amenacen nuestra nacionalidad, sino porque faltos de fe, eternos derrotistas, tenemos el espíritu en cadenas. Pero la patria aún no ha muerto. Está débil, sí, y por eso nos movilizamos. No es esta una campaña chauvinista ni excitadora de odios. Es justo anhelo de vivir, de ser. Nos levantamos para recoger el patrimonio legado por nuestros libertadores y consideramos al maestro cubano como nuevo mambí que ha de forjar el sentimiento de nuestra nacionalidad. Los pueblos, como los niños, necesitan hacer por sí mismos; equivocarse, caer y levantarse de nuevo; sólo la propia experiencia los hace fuertes. Por eso queremos una Escuela cubana en Cuba libre, escuela tan libre como se quiera en la adopción de métodos; polifacética y múltiple por sus enseñanzas; pero rígidamente vigilada para impedir que los niños cubanos, futuros ciudadanos, sean víctimas inocentes del egoísmo de ganapanes; y rígidamente controlada en cuanto a la formación del espíritu nacional…

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