¿Dónde se formó “una clase”?

Foto: Fao.org

El pasado 31 de octubre de 2016 el profesor y ensayista cubano Arturo Arango publicó en la revista OnCuba un artículo titulado “¿Dónde se forma una clase?”. En este texto realizaré algunos comentarios a su escrito.

Debo aclarar que en algunos apartados coincido con el respetado profesor; en otros cortésmente discrepo. No obstante, este escrito de ninguna manera intenta callar su posición, sino que dese ser una respetuosa réplica que espero contribuya a la amalgama de opiniones y diálogos, con derecho de participación para todos los cubanos, sobre la nación que queremos.

Debemos partir para este análisis en reconocer que el triunfo de la Revolución Cubana cambió radicalmente la estructura clasista de la anterior República. No obstante, no previó el nacimiento de otras clases. Por ello no creo que la cuestión principal sea reconocer que esté surgiendo nuevas clases, en mi opinión siempre existieron, aunque con variaciones en su cuota de poder a lo largo del tiempo. Negarlas, como se ha intentado durante décadas, es contraproducente. Nos ha llevado a un tratamiento igualitario a toda la sociedad con consecuencias catastróficas: falta de motivación, emigración masiva, y pérdida de conductas cívicas, etc. Sin embargo, justo es reconocer que este igualitarismo no es la única causa de estos fenómenos.

En nuestro intento de socialismo criollo se originó una clase bien definida en la burocracia acomodada, distinta de aquella que representan los obreros. Recordemos que Lenin manifestó su temprana preocupación ante el nacimiento del burocratismo en la Unión Soviética. Si hacemos una emulación, en el capitalismo la diferencia entre clases ha sido marcada por el capital con que cuentan sus integrantes; mientras que en nuestro sistema ha sido por la posición o cargo que ocupan.

Durante varias décadas ha existido en nuestro país una capa que se ha caracterizado, entre otras peculiaridades, por el color de la chapa del carro asignado, cuántas veces viajan en el año, la dirección de la casa que se le asignaba como “estímulo” y la rimbombancia del cargo. La larga permanencia y la falta de transparencia en algunos puestos claves han servido para atizar este fenómeno. Además, tampoco es imposible olvidar que estos burócratas, por lo general, aseguran posiciones para sus familiares en puestos de mejor remuneración. Las novelas de Leonardo Padura, ofrecen una panorámica bastante explicativa sobre las clases sociales en Cuba.

Coincido con la descripción del también profesor Desiderio Navarro, quien explica “que las clases no se forman, ni toman conciencia de sí como clase en un repentino descubrimiento de la noche a la mañana, sino en determinados lugares de high life que, a la vez que les permiten realizar y reproducir su status, son un instrumento y signo de distinción respecto al resto de la sociedad: las más costosas guarderías, aulas de repasadores e instructores especiales de idiomas o artes, clubes nocturnos, centros turísticos, etcétera, cuyo solo precio los vuelve exclusivos. Es ahí donde se conocen y reconocen, se entrelazan económica, social y matrimonialmente, y descubren y formulan sus intereses comunes.” Por ello, cualquiera que haya concurrido a estos lugares podrá atestiguar la alta asistencia de los familiares de burócratas y militares. Lo digo por experiencia propia.

Viendo este fenómeno desde otra perspectiva, un beneficio de reconocer la existencia de varias clases o estratos en una sociedad es la posibilidad de realizar un trabajo más focalizado con aquellos que se encuentran en menor disposición económica. Ello salvaguardaría al Estado de malgastar valiosos recursos. Podemos citar el clásico ejemplo de la libreta de abastecimiento. La misma subvenciona los productos tanto para “los que comen sistemáticamente en restaurantes con precios altísimos (según algunos, incluso, con estándares internacionales) y [para] quienes salen corriendo a la cola de la carnicería cuando corre la voz de que llegó el pollo que les salvará la comida de esa noche”.

Lo mismo sucede con la subvención en otros aspectos como las entradas a los teatros y otros centros culturales. Creo, como norma general, en el subsidio a los individuos y no a los servicios o bienes, con la excepción de algunos derechos fundamentales como el acceso a una educación y cuidados médicos gratuitos y universales. No es lo mismo cobrar 20 pesos a todos por una entrada para asistir al ballet, que hacer un descuento del 50 por ciento a los estudiantes sobre un precio diferente. Por ello es necesario tener bien en cuenta las diferencias entre igualdad e igualitarismo, que, aunque parecen lo mismo, en realidad no lo son. Insistir en la política del igualitarismo conlleva a injusticia social y puede cercenar oportunidades de crecimiento personal y profesional para aquellos que se lo proponen.

Admitir las diferencias presentes dentro de nuestra nación, si bien puede revelar y acentuarlas aún más (para evitarlo es necesario trabajar con políticas acertadas), también puede traer beneficios y desarrollo. La construcción permanente de una sociedad puede (y debe hacerse) bajo ese principio entre sus miembros de “responsabilidades compartidas pero diferenciadas”, tantas veces defendido por Cuba en los foros internacionales. Algunas sociedades utilizan escalas impositivas progresivas sobre la renta individual o impuestos especiales (como aquel sobre artículos de lujo), por solo mencionar dos ejemplos. Sí profeso firmemente que el papel de un Estado incluye promover la equidad, y como dije en una ocasión, alcanzar la igualdad social comprende, paradójicamente, el reconocimiento de las desigualdades entre las personas y la sociedad.

Lamentablemente, no contamos con normas que impongan una transparencia social acorde a los momentos que vivimos. Ello incita a la corrupción e impunidad que promueve la existencia de un sector social donde la base, en muchas ocasiones, es dinero mal habido. Por otro lado, tampoco las normas actuales hacen muy difícil que la base sea producto de dinero bien habido. Asegurar que no habrá concentración de riqueza sin promover la publicidad en las cuentas estatales y privadas, sin establecer un límite expreso y fortalecer la seguridad jurídica en la nación, conlleva a arbitrariedades y oportunismo.

Finalmente, no podemos aislar a la “nueva burguesía” (cuyo proceso de formación es innegable) en las pretensiones de conciencia nacional. El nacionalismo se debe promover entre todos los ciudadanos, independientemente de las posibilidades económicas. Debemos recordar que la formación de valores patrios no es ajena a ningún estrato social, va desde el hijo del carpintero hasta el hijo del general, pasando por el hijo del profesor universitario.

Sobre los autores
Luis Carlos Battista 36 Artículos escritos
La Habana (1988). Licenciado en Derecho por la Universidad de La Habana y en Relaciones Internacionales por Florida International University (FIU). Ha publicado sobre las relaciones exteriores de Cuba y Estados Unidos en espacios como OnCuba Magazine...
Cuba Posible 188 Artículos escritos
Cuba Posible es un “Laboratorio de Ideas” que gestiona una relación dinámica entre personas e instituciones, cubanas y extranjeras, con experiencias y cosmovisiones diversas; en algunos casos muy identificadas con las aspiraciones martianas. Si...
3 COMENTARIOS
  1. El autor del artículo, que como reza su currículum, es miembro del Banco Mundial en Washington, becario del International Finance Corporation e investigador adjunto del Centro Argentino de Estudios Internacionales, no tiene absolutamente ninguna autoridad para sugerir que en Cuba se valide una clase burguesa.
    Eso es asunto de los cubanos aquí. Que vaya a sugerir eso en Argentina, en Washington o donde le de la gana, pero no en Cuba.
    Valiente porquería de artículo, de este sitio web que una vez más, da voz y voto a quienes no tienen el más mínimo derecho a sugerir nada sobre el futuro de Cuba y mucho menos para instigar el tránsito al Capitalismo.

    • Luis Carlos Battista dice:

      Soy tan cubano como cualquier otro, y con el mismo derecho a opinar que tú. Que intentes callarlo, es otra cosa. Digo mi mensaje donde estime pertinente, en Argentina, en Washington y cómo no, en mi propia tierra.

      Atacas al mensajero y no el mensaje. El tiempo que te demoraste en escribir tu comentario, lamentablemente lo malgastaste en no brindar qué parte del mensaje difieres. Hablo de hechos y fenómenos que se aprecian y cómo contrarrestar sus efectos. Ojo, ya otros, que según tú «tienen derecho a opinar», han iniciado el diálogo sobre una clase «burguesa» que ya está validándose. Refiérete a sus textos si no lo has hecho, usa tu tiempo valiosamente para que la crítica te salga mejor. Hablo de promover la equidad y la igualdad social, algo que no notaste, o no quisiste notar. Mi curriculum te da la excusa perfecta para la critica vacía.

      Intentas denigrar el sitio web y sólo logras denigrarte a ti mismo nuevamente, atacando el continente sin comentar el contenido. Lo cual me reitera la superficialidad de tu carácter.

      Respetuosamente,

      Luis Carlos

  2. Neo ricos y dirigentes: ambos existen y conviven.Tema conflictivo pero muy real que vislumbramos, pero todavis sin poder imaginarnos ni siquiera la posibilidad de que llegaran a existir neo ricos en la Cuba revolucionaria , hace ya mucho tiempo, hablo de los años sesenta del pasado siglo,y que presentamos como una posibilidad en un articulo aparecido en la revista Pensamiento Critico.
    Examinando el problema, ahora con una perspectiva de medio siglo, podemos coonfirmar que hemos construido una sociedad de dirigentes y de dirigidos. De ninguna manera cuestiono la existencia y la necesidad de los dirigentes DEL PROCESO REVOLUCIONARIO que alcanzaron ese estatus por el rol que jugaron al hacer historia y lograr que todo un pueblo participara en ello. Me refiero a quienes ellos tuvieron que entregrles cargos de ADMINISTRACION que se confunddieron con los de DIRECCIÓN, identificandose dos funciones distintas. Dirigen legitimamente los que conquistaron el poder necesario para ello, no los que han sido nombrados por los primeros para ejercer funciones administrativas de los instrumentos del poder, sean estos de caracter politico o económico. Al respecto dijo un dia el administrador de la unica cooperativa rentable en la antigua provincia de La Habana en esos tiempos que «una cosa es dorigir y otra muy distinta es administrar». La confusion permite que cualquiera, por incapaz que sea para administrar, sea considerado y actue como dirigente, pero unicamente por que en él han delegado quienes efectiva y realmente tienen poder de direcion. Desgraciadamente en esa metamorfosis de administrador en dirigente, adquieren tambien poder que si bien no les corresponde, pueden disfrutar en virtud de la metamorfosis producida, auque no sea mas que en la concepción, equivocada o no pero efectiva, de sus conciudadanos.Consumada la transformación, lo demas viene por si solo.
    Recuerdo cuando el diputado Barrera, entonces Director de Granma, presento en la Asamblea Nacional Popular la propuesta de que todo fucionario publico hiciera una relacion de sus posesiones, que fue rapida y formalmente desconsiderada, y de la cual, que yo sepa, no he oido hablar nuevamente.
    En ultima instancia, esas ventajas que poseen esos administradores convertidos en dirigentes, descansan en un orden de cosas que puede resumirse en el hecho de que actuan en un medio social en el cual solamente se puede hacer lo que esta autorizado, por ellos, y no todo lo que no esta prohibido por una ley.
    Tema conflictivo pero muy real, que hay que plantear par lograr cambiar todo lo que debe ser cambiado.

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