
A continuación desarrollo ocho puntos relacionados con la pasada elección presidencial en Venezuela.
I
Un asunto central en torno a esta elección han sido las cifras. Puede usted comprar El Nuevo Herald y encontrar la afirmación de que el número de votantes fue inferior a los cuatro millones. De esta manera se hace eco de la oposición abstencionista venezolana que afirma que los votantes fueron menos del 30 por ciento del censo. O puede usted atenerse a la versión oficial de las autoridades gubernamentales -cifras que son más reconocidas y citadas por medios de prensa opositores como El Nacional (un remedo de nuestro fenecido Diario de La Marina), El Universal (mucho más balanceado), el diario español El País (parcializado contra el chavismo desde el primer día) o, por otra parte, BBC Mundo. Estas cifras, según el Centro Electoral Nacional (CNE), indican una participación del 46 por ciento con una proyección que tiende al 48 por ciento. Se trata de un total de 8 millones 606 mil 936 electores que ejercieron su derecho al voto.
El voto se desglosa de la siguiente manera:
-Nicolás Maduro obtiene 5 millones 823 mil 728 votos (Partido Socialista Unido de Venezuela y aliados); este resultado representa el 68 por ciento del voto emitido, pero sólo un 29 por ciento del censo electoral (superior a 20 millones de electores).
-Henri Falcón obtiene 1 millón 820 mil 552 votos (Avanzada Progresista, MAS y COPEI).
-Javier Bertucci consigue 925 mil 042 votos (Esperanza por el Cambio, base pentecostal del Movimiento Maranatha).
-Reinado Quijada obtiene 34 mil 614 votos (Unidad Política y Popular 89, de base entre sectores de izquierda separados del chavismo).
Cuando termino de escribir estas líneas todavía están pendientes los resultados finales a nivel de cada uno de los 23 estados venezolanos que, sin duda alguna, reforzarán las tendencias actuales en una dirección u otra.
II
Estamos en presencia de una importante pérdida de sustento popular por parte del chavismo y su candidato, Nicolás Maduro. Este resultado electoral constituye su segundo revés significativo (luego de perder la mayoría parlamentaria en el 2013, que ahora intenta recuperar mediante la movida de la Asamblea Nacional Constituyente). Ahora en las presidenciales, al igual que mencionadas elecciones parlamentarias, el abstencionismo o simplemente el no votar se nutrió, en elevada medida, de sectores chavistas descontentos y frustrados por el enorme impacto de la crisis económica derivada del desplome de los precios del petróleo y del pésimo desempeño de la dirigencia chavista en compensar y sobreponerse a semejante situación caótica.
En aquella oportunidad, como se recordará, Maduro ganó la presidencia casi “por un pelo”. En los anteriores 22 procesos electorales convocados por el chavismo (en vida de Chávez), se ganaron casi todos (menos uno) y ello se logró con una elevada participación (rondando el 80 por ciento y más). Hoy, frente a sus propios errores y debilidades, el movimiento revolucionario venezolano debe saber enfrentar y superar inteligentemente su propia crisis, a fin de recuperar una base social y política más amplia, y medirse y crecerse frente a los actuales desafíos. Si no, el desenlace de la crisis actual bien podría desembocar en un colapso del movimiento revolucionario.
III
Los que se empeñan en descalificar las elecciones en Venezuela por el bajo porcentaje de participación del electorado, parecen olvidar que esta cifra es muy común, e incluso inferior, en múltiples procesos electorales (en nuestro hemisferio y más allá). Cualquiera que tome un libro de Educación Cívica de las escuelas de Estados Unidos encontrará la muy marcada preocupación por los altos índices de abstencionismo en este país; tendencia advertida con creciente fuerza desde los años 70. En el año 2016, el 44 por ciento de la ciudadanía se abstuvo de votar en el país norteño (y no quiero abordar otros muchos casos en Estado y condados donde los bajos porcentajes son un escándalo, empezando por Miami Dade). La democracia estadounidense ocupa el lugar número 26, de 32 países miembros de la Organización de la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que agrupa a las economías más avanzadas del mundo “democrático”.
En Argentina, votó el 55,6 por ciento en 2016 y el Presidente electo lo fue por apenas un 3 por ciento frente a su oponente peronista, Daniel Scioli; en la democrática Suiza votó apenas un 39 por ciento; y, más recientemente, en Chile (donde Sebastián Piñera es un “cruzado” anti-chavista) olvidan que en su país el abstencionismo sigue siendo altísimo. De 14,3 millones de electores censados, sólo el 46,7 por ciento votó y Piñera ganó el 36,65 por ciento de los votos emitidos. Esto es, Piñera es presidente con 2,4 millones de votantes (de un total de 14,3 millones); lo que lo convierte en un Presidente de franca minoría. Peor aún es el ejemplo de Perú y sus elecciones de 2016: la oposición (Fuerza Popular, de Keiko Fujimori) posee la mayoría absoluta en el Parlamento y el presidente Pedro Pablo Kuczynski llega al cargo por medio punto sobre su contrincante… Lo interesante es que nadie cuestiona, ni impugna, semejantes desenlaces electorales… a menos que haya una “amenaza” de izquierda por el medio.
Por su parte, el canciller mexicano Luis Vedegaray arremetió contra el proceso electoral venezolano, insistiendo en desconocer sus resultados por ilegítimos y fraudulentos. Parece una burla de mal gusto proveniente de un país donde las “cañonas” y “pucherazos” han sido los patrones habituales en el país de “la dictadura perfecta”. Si no que le pregunten a Cuathemoc Cárdenas cómo le arrebataron su bien ganada victoria electoral en 1988; o cómo no se vaciló en asesinar al candidato presidencial Luis Donaldo Colosio. Es patético que un funcionario mexicano venga a reclamarle “obligaciones democráticas” a otro país -lo que constituye una intromisión, una injerencia, del todo inaceptable-, en representación de un país donde en menos de un cuarto de siglo más de 100,000 personas han sido asesinadas y 40,000 se encuentran desaparecidas. No por casualidad el próximo presidente de México -a no dudarlo ni por un minuto- Andrés Manuel López Obrador, ha anunciado el restablecimiento de la “Doctrina Estrada” (defensora de principios cardinales como soberanía, autodeterminación y no injerencia, como pilares de la política exterior mexicana).
IV
La dirigencia chavista, encabezada por Maduro, probó hasta la saciedad durante las elecciones generales que no incurría en ninguna ilegalidad, que no violentó ninguna de las cifras y resultados que le reportaron a la oposición la mayoría parlamentaria. Tampoco se mostró inclinada a alterar con trampas el estrechísimo margen mediante el cual ganaba la presidencia Maduro. Nada de “mega-fraudes”, ni ayer ni hoy. Ayer y hoy los chavistas reconocieron sus pobres resultados; nada de cifras infladas ni de falsificaciones inútiles.
Y esto lo reconoció la misma oposición entonces; a pesar de que hoy lanza toda suerte de acusaciones contra la dirigencia chavista, pero están conscientes que es pura mentira. Nadie debe olvidar que entonces -en peores circunstancias económicas y políticas- el chavismo actuó limpiamente y que su principal opositor a la presidencia, Henrique Capriles, no vaciló en reconocer la victoria de Maduro pese a su limitado margen de victoria. No tendría sentido hacerlo ahora cuando su posición comienza a mejorar en el plano económico (precios del petróleo aumentando y un notable aumento de la producción de oro), factor con derivaciones políticas favorables al chavismo.
V
El llamado al abstencionismo por parte de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) -tras “torpedear” los acuerdos gestados durante las negociaciones en República Dominicana- influyó en moldear los resultados finales. Pero de nada sirvieron en articular una alternativa práctica capaz de desalojar del gobierno al chavismo. Si tanta fuerza tenía la MUD -como reclamaban tener el 85 por ciento de respaldo popular en los tiempos de las “guarimbas”, cabe preguntarse: ¿por qué no articularon su propia alternativa electoral, sus candidatos, y convocaron al electorado a votar por ellos?
Si estaban tan seguros de su 85 por ciento de apoyo, ¿por qué no aceptaron el reto electoral y derrotaron cómodamente al chavismo? Esta es una cuestión clave. No lo hicieron porque saben perfectamente que abstencionismo y anti-chavismo no se correlacionan directa y proporcionalmente. El llamado al abstencionismo se avalaba por las circunstancias socio-económicas ya descritas; por la frustración y el desconcierto que existe entre amplios sectores del chavismo; pero no necesariamente se traducen en un voto mayoritario, alternativo, frente al chavismo (donde un Ramos Allup, un Julio Borges y un Capriles no tenían, ni tienen, la certidumbre de una victoria presidencial en estos momentos). Ellos mejor que nadie saben que la madre del actual abstencionismo no es la eficacia de la capacidad de convocatoria de la oposición y su MUD, sino, repito, en la frustración y desconcierto de esos amplios sectores del chavismo que en el pasado movían un electorado por encima del 80 por ciento.
VI
Lo otro que hace a la MUD ser incapaz de generar una alternativa real y eficaz para derrotar al gobierno chavista son la sarta de divisiones, intrigas, ambiciones presidencialistas, falta de coherencia, y otros “pecados” similares que han venido sufriendo desde la aparición del desafío chavista. No por casualidad un ex-secretario general de la MUD, Jesús Torrealba, lo primero que hacía era un llamado “a reunificarnos”, lo cual brilla por su ausencia. Otro tanto ha hecho Capriles, en una suerte de “llamé al cielo y no me oyó”.
Por ello la oposición colapsó en su pseudo-estrategia con la Coordinadora Democrática y el abstencionismo parlamentario en los comienzos de la “era Chávez”; por eso arrastran toda suerte de conflictos internos que los enajena; se auto-excluyen de participar de una posibilidad real de victoria porque saben que no la tienen al alcance de la mano. Por eso su condena y rechazo a la fallida opción de Falcón, Bertucci y Quijada. Estudios de prestigiosos académicos -de la Universidad Andrés Bello en particular- hace años que vienen razonando que tales disensiones dentro de la oposición venezolana devienen en factor favorable de primer orden para el chavismo. Los partidos más importantes de la veintena de partidos integrados en la MUD –Acción Democrática y Justicia y Paz– saben perfectamente cuán limitados son hoy en su alcance y poder de convocatoria frente al PSUV (muy a pesar de sus retrocesos en estos años recientes luego de la muerte de Chávez y el derrumbe petrolero). Con un singular sentido de sensatez en su análisis, el propio Capriles subrayaba que “ninguna posición logró convencer a la mayoría de los venezolanos”.
VII
¿Hacia dónde dirigen ahora sus acciones los sectores más agresivos de la MUD (con Borges y Leopoldo López a la cabeza)? Primero, a reclamar ayuda a sus sustentos internacionales (encabezados por Estados Unidos, el “Grupo de Lima” e influyentes fuerzas dentro de la Unión Europea –gobierno español incluido-; además del aparato de la OEA -controlado por Washington) para la ejecución de políticas y acciones de aislamiento que minen, socaven, todos los esfuerzos que realice el gobierno de Caracas por estabilizar su crisis económica, en particular en la esfera del petróleo, el comercio y las finanzas.
La configuración de semejante escenario nos recuerda cómo se alinearon contra Cuba la casi totalidad de los gobiernos latinoamericanos tras los dictados de Washington después de 1959. Comenzamos a ser testigos, de nuevo, de una suerte de “neo-bloqueo” frente a la posibilidad de la sobrevivencia del movimiento chavista. En segundo lugar, promueven activamente el rechazo a toda posibilidad de “diálogo y acuerdo” con las autoridades encabezadas por Maduro (como rechazaron en su momento de mayoría parlamentaria la posibilidad de una cohabitación “a la francesa”, como es práctica habitual en países desarrollados).
Tercero y final, siguiéndole la rima al discurso de Washington, convocar a la Fuerza Armada Nacional (FAN) a protagonizar una salida golpista, el clásico “pinochetazo”, opción ésta fracasada hasta ahora debido a la estrecha unión cívico-militar que ha fomentado el chavismo desde sus orígenes. Como testigo de excepción, y advirtiendo hacia dónde se desplazan las tendencias rectoras de la oposición, el mediador Rodríguez Zapatero -impugnado ya por las autoridades de Madrid- advirtió a aquellos sectores que cuestionan los resultados electorales en Venezuela que “tales posturas representan un gran riesgo de inestabilidad para Venezuela”.
VIII
Contrasta esto notablemente con el primer pronunciamiento hecho por Maduro luego de anunciarse su limitada victoria. Marcadamente conciliador, llamó explícitamente al diálogo, a la negociación, a abrirle paso a acuerdos que aseguren la paz y la estabilidad, convocando a todos (a Falcón, a Bertucci, a Quijada, a la oposición y también a todos los que se abstuvieron por una razón u otra), a participar de esta nueva perspectiva que debe proponerse el país. La eficacia de este llamado dependerá de una multiplicidad de factores, internos y externos, pero en primer lugar de la creatividad económico-social, movilizativa, de honradez, transparencia y capacidad de compromiso que el chavismo, bajo la actual dirigencia de Nicolás Maduro, pueda poner en juego y desplegar eficazmente. Nada fácil, pero ahí está el desafío.
obdulio dice:
Estos representantes de la llamada oposicion leal en cuba, son realmente pateticos, este articulo es una muestra fehaciente de ello, con un analisis realmente surrealista de la realidad del venezolano de a pie y un analisis brutalmente complice con una camarilla de liderzuelos, corruptos, manipuladores y un largo etc, que sabemos como se mantiene en el poder en venezuela, a quien pretenden embaucar, por favor. y luegon hablan de los medios occidentales de prensa.
Armando Chaguaceda dice:
Un texto bien escrito, pero hábilmente sesgado. Sugiero revisar dossier de revista socialdemócrata NuSo sobre el tema: http://nuso.org/revista/274/venezuela-el-ocaso-de-la-revolucion/