El empoderamiento de la sociedad civil, la “partícula de Dios” y los peces en el agua

La cuestión del empoderamiento de la sociedad civil cubana evoca el tema de la “partícula de Dios”. Hace apenas cuatro años fue anunciada una de las mayores validaciones científicas de todos los tiempos: la confirmación material de la existencia del “bosón de Higgs” o “partícula de Dios”. Según los entendidos, el “bosón de Higgs” puede ser la piedra angular del rompecabezas necesario para entender los modelos estándar de la física. Ayudaría a explicar casi todo y, para facilitar la comprensión del tema, los físicos teóricos utilizan la analogía de los peces en el agua.

La teoría de Higgs plantea que el Universo está inmerso en un entorno invisible similar a un campo magnético. Las partículas elementales, como los electrones, están sumergidas en ese llamado “campo de Higgs” como los peces lo están en el agua. Una sardina, al ser pequeña, interacciona muy poco con el agua y puede moverse velozmente. En cambio, una ballena interacciona con más agua y se desplazará más despacio. Un electrón con poca masa, es como la sardina. Una partícula como el quak, con una masa mucho mayor, es como la ballena.

Pero como lo bueno siempre trae cola, el físico Stephen Hawking –probablemente el científico contemporáneo con mayor visibilidad global-, ha advertido sobre los riesgos que implicaría continuar con la investigación del “bosón de Higgs”, afirmando que tal proyecto “podría destruir el Universo” si los científicos extienden el experimento hasta niveles de energía superiores a los 100 mil millones de giga-electrón-voltios, lo que llevaría al Universo a sufrir un “retraso catastrófico de vacío”.

Otros expertos, sin embargo, matizan el asunto al señalar que por el momento no hay razones para tanta alarma. Llegar a la zona de peligro que advierte Hawking requeriría la utilización de un descomunal acelerador de partículas del tamaño del planeta Tierra, algo muy poco probable en el futuro previsible. Por el momento, la alerta de Hawking serviría más para inspirar obras de ciencia ficción que para ser tomado como una alerta apocalíptica creíble.

¿Giro hacia la esencia ideológica o ejercicio de levitación intelectual?

El tema del empoderamiento de la sociedad civil ha cobrado presencia en el debate ideológico cubano en meses recientes. Inicialmente se presentó asociado a la denuncia de acciones enemigas para destruir el socialismo cubano en el nuevo contexto de una paulatina normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. En ese plano, las preocupaciones están plenamente justificadas. Se dispone de numerosas pruebas relativas al empecinamiento tradicional del imperialismo estadounidense en derrotar a la Revolución por todos los medios posibles; un propósito al que no han renunciado los enemigos de Cuba y respecto al cual se cuenta con evidencia reciente.

Sin embargo, en las últimas semanas se ha producido un giro en el tratamiento del tema pues, de manera creciente, las menciones al empoderamiento parecen divorciarse del análisis concreto de la realidad del país. Desde varias áreas del debate ideológico nacional, ha emergido lo que parece ser una excitada corriente crítica al empoderamiento de la sociedad civil cubana, que está resultando ser más un asunto de creencia que de evidencia. Algo que tiene que ver más con la arenga que con el análisis razonado.

Todavía no puede afirmarse que se trata de una corriente de opinión bien estructurada, pero algunos intelectuales y comunicadores parecerían estar considerando el empoderamiento de la sociedad civil como una especie de piedra angular de un rompecabezas ideológico. El empoderamiento funcionaría como una variante ideológica criolla de la “partícula de Dios”. Explicaría muchas cosas en el plano ideológico y, llevado a ciertos límites, tendría implicaciones apocalípticas: la destrucción de la Revolución. Pero, ¿cuán fundamentada es esa idea que se nos presenta? ¿Por qué habría de prestársele atención a esa visión de las cosas?

Lo que ha comenzado a proclamarse es que, más que ser el resultado primigenio de la perfidia imperialista, el empoderamiento es un mal intrínseco de la propia existencia del sector privado nacional. Este cambio de énfasis en el argumento es importante. La posible manipulación imperialista del empoderamiento se desplaza al plano instrumental. El plano esencial para que la conspiración pudiera iniciarse sería el funcionamiento del emergente sector privado nacional. Allí estaría localizada la raíz de un mal interno que podría ser instrumentalizado por los enemigos externos.

¿Hacia dónde pudiera conducir esa línea de razonamiento? En la medida en que esa perspectiva parece asumir que el empoderamiento de la sociedad civil es sustancialmente incompatible con el socialismo en Cuba, el corolario político de tal enfoque sería “mantener a raya” al sector privado, negándole o limitándole cualquier posibilidad de empoderamiento a los ciudadanos que en ese sector trabajan.

Adicionalmente, esa visión pudiera derivar en la alucinación de que sería viable intentar una especie de lobotomía ideológica masiva al más de medio millón de hombres y mujeres que ya hoy trabajan en el sector privado, para que en ellos no se asentase la ideología que corresponde a las condiciones materiales concretas de su existencia. En vez de ello se les estaría exhortando a adoptar una ideología apartada de la manera en que esas personas interactúan diariamente con las fuerzas productivas y con las relaciones sociales de producción.

Hay al menos dos características de esa visión de las cosas que se encuentran en abierta contradicción con el método marxista. Primero, se trata de un enfoque idealista que desconecta la ideología de su determinación material. Segundo, postula un enfoque no científico de un fenómeno social -el empoderamiento-, pues omite la necesidad de disponer de evidencia antes de arribar a conclusiones. Parecería asumirse que puede enunciarse cualquier “cosa política” sin necesidad de que esté respaldada por un análisis riguroso de la realidad.

Ignorando la evidencia

Toda discusión acerca del empoderamiento de la sociedad civil cubana debería comenzar con datos “duros” sobre la realidad social del país y con un análisis cualitativo metódico de esa realidad social concreta. Tendría que considerarse, entonces, que el sector privado “realmente existente” en Cuba –a pesar de todas sus imperfecciones y de las limitaciones que se le imponen-, es hoy un componente efectivo de la seguridad nacional debido al efecto positivo medible que desempeña en la estabilidad social y política de la nación.

¿De qué otra manera pudiera entenderse el hecho de que ese sector absorbe –casi totalmente- los 94,000 puestos netos de trabajo que cada año desaparecen del sector estatal, se ocupa de la cuarta parte de los alojamientos de un sector estratégico como el turismo, genera ingresos y paga salarios que sostienen a miles de familias, ofrece empleos honestos a miles de personas que de otro modo pudieran dedicarse a actividades socialmente desestabilizadoras, y reduce –al menos parcialmente- la sangría migratoria de fuerza laboral calificada del país?

La seguridad nacional necesita una economía funcional y estabilidad social. Si todavía eso no se entiende adecuadamente, pues entonces habría que insistir en que el debate debe empezar por ese punto.

Quienes critican a rajatabla el empoderamiento de la sociedad civil del sector privado nacional deberían interesarse por responder cinco preguntas:

¿Qué datos concretos tienen acerca de la manera específica en que ya se produce el empoderamiento en el sector privado en Cuba?

¿Cuál es la evidencia medible del supuesto impacto negativo del empoderamiento de la sociedad civil en la ideología y en la política socialista actual?

¿Dónde puede encontrarse un análisis (científicamente validado) sobre la efectividad que tendría en Cuba el intento de suplantar ideologías desconociendo la determinación material de estas?

¿Cuál es la evidencia de que es admisible “meter en el mismo saco” los procesos de empoderamiento y la ideología de los segmentos sociales tan diversos que forman el sector privado nacional?

¿Cómo se sustenta (con datos específicos) la visión de que la incipiente clase mediana y pequeño burguesa nacional -que el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) ha reconocido como legítima en el nuevo modelo económico y social- tiende a oponerse inherentemente a la Revolución?

Llama la atención que quienes critican los procesos de empoderamiento de la sociedad civil del sector privado en Cuba no solamente no ofrecen respuestas a esas preguntas, sino que incluso no parecen estar interesados en hacérselas.

Resulta cuestionable la validez de esta “partícula de Dios” ideológica que intenta abrirse paso en el debate nacional. Obviamente, no representa la piedra angular de explicación verosímil alguna. Lo que ella proclama no se apoya en datos ni en un método para entender la realidad. Tampoco es convincente la visión apocalíptica que proyecta respecto al socialismo cubano, en un escenario de empoderamiento de la sociedad civil.

Como en el caso de la alarma lanzada por Hawking, el fantasma que se agita no se corresponde con los datos de la realidad actual y previsible ¿Dónde está el sector privado nacional, actual y en perspectiva, con la escala y el poder suficiente como para disipar la ideología socialista en Cuba y que fuese capaz -parafraseando a Hawking- de colocar a la Revolución en una situación de “retraso catastrófico de vacío”?

Discursear es fácil; demostrar es más complicado. Para llegar a conclusiones acertadas sobre cuestiones políticas e ideológicas conviene apoyarse en el pensamiento científico.

Los peligros para la seguridad nacional

Como ocurre con los peces en el agua, en la Cuba más diversa que se contempla en la renovada visión de país a que se aspira, sus distintas clases y grupos sociales tendrán una “masa” y dinámicas diferentes. De tal diversidad material emergerán, ineludiblemente, distintas ideologías y maneras de imaginar y de decidir el futuro; es decir, convivirán disímiles procesos de empoderamiento.

El sector privado no es simplemente un apéndice menor que se le agrega a un modelo mayor respecto al cual es esencialmente incompatible. En la práctica, de lo que se trata es de armar un modelo nuevo –aunque se le llame actualizado-, que debe integrar componentes muy diversos de la manera más coherente posible. Se sabe que no es fácil lograrlo, pero ese es el plan.

Como se reconoce oficialmente en Cuba, el predominio del sector estatal no es antagónico con una cohabitación de formas heterogéneas de propiedad y de gestión. Si esa premisa se acepta, entonces debería admitirse que el predominio de una ideología comunista no tendría que ser necesariamente incompatible con la coexistencia de las distintas ideologías que pudiesen estar determinadas por la heterogeneidad de la base económica de la sociedad. Esa coexistencia pudiera ser conflictiva respecto a ciertos temas y en determinados momentos, y pudiera ser más sosegada en otras circunstancias. Es difícil predecirlo de manera anticipada. La práctica política tendrá la última palabra en cada momento.

Proyectar abiertamente descréditos ideológicos gratuitos y visiones infundadas de posible alevosía política de parte del medio millón de hombres y mujeres que trabajan en el sector privado nacional es problemático, al menos por dos razones políticas fundamentales. En primer lugar, tiende a considerar como ciudadanos de segunda a una parte de la población, con lo cual, en vez de unir, se divide y se excluye. En segundo lugar, se reemplazaría, con argucias retóricas, la base racional –sustentada en evidencias- que debe tener la política de la Revolución, con lo cual esta se debilitaría. Difícilmente pudiera salir algo constructivo de esa combinación. Entre otras cosas, se corre el riesgo de erosionar un componente de la seguridad nacional del país.

Sobre los autores
Pedro Monreal González 55 Artículos escritos
(Guantánamo, 1958). Especialista del Programa de Ciencias Sociales y Humanas de la UNESCO. Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de La Habana (1999). Estudios de posgrado en la Universidad del Sur de California (USC), La Jolla, Estados U...
3 COMENTARIOS
  1. El término «empoderamiento» no forma parte del discurso de la dirección revolucionaria del país. Mucho menos el término «empoderamiento de la sociedad civil» y aún menos cuando se trata sobre el «empoderamiento» del sector privado.
    Esto, lamentablemente, oscurece la comprensión del artículo.
    Supongamos que el autor se refiere al «empoderamiento» económico del sector privado. Hablando claro: hasta que punto se le permite y permitirá acumular dinero, invertirlo en nuevos negocios o sacarlo del país.
    Si es a esto lo que se refiere el autor, realmente es un asunto de la mayor importancia. Porque hasta ahora la dirección del país no ha dejado bien claro las reglas del juego, hasta donde se permitirá el enriquecimiento de los propietarios de negocios y que NO se les permitirá hacer con su dinero. Y es hora que esto quede bien definido. Y consensuado con toda la sociedad.
    No bastan en absoluto las leyes que existen ni las que se establezcan al respecto, ni el control del fisco, de inspectores o la Contraloría. Lo que se le paga a los empleados del sector privado, sus condiciones laborales, la obtención de materias primas, recursos y energía para desarrollar su actividad, entre otros factores, son aún muy mal controlados por las autoridades y menos aún por la sociedad
    Hoy en día hay toda una clase de “nuevos ricos’ que han acumulado dinero y “por cuenta propia”, han invertido parte de sus ganancias en nuevos negocios, utilizando testaferros o mecanismos de corrupción. Todo esto actualmente escapa al control de la Sociedad y por tanto es muy peligroso.
    Es imprescindible y útil que en este país exista un sector privado. Si es que la nación se afianza por la opción Socialista, no solo hay que regular legalmente este sector, sino “empoderar” a las masas, a los Consejos Populares, a los municipios, que sean estos niveles de base, quienes tengan poder legal para controlar en su mayor parte el desempeño, impuestos y relaciones con la comunidad tanto del sector privado como del cooperativo y el estatal, además de los organismos centrales del estado (ONAT, Contraloría, Ministerios).
    Puede y debe haber un sector privado en relación dinámica con el sector Cooperativo (al cual debe dársele mayor protagonismo, por encima de la propiedad individual) y el Estatal, con la comunidad, barrios y municipios, con la nación toda e incluso con el extranjero.
    El Socialismo es ante todo el Auto-Control de la Sociedad por sí misma, solo es posible con una masiva democracia participativa, con descentralización y constante interacción de los actores socio-económico de diferente tipo y nivel. Esto no excluye el papel del Partido como vanguardia revolucionaria, que marca el rumbo con su ejemplo, estrategia política y el poder de la palabra.
    Pero un sector privado sin control es sin duda, una vía directa al capitalismo.
    En cuanto al asunto ideológico, no debe haber graves conflictos si es que conseguimos una sociedad donde diferentes modos de producción interactúen dinámicamente bajo el control de la Sociedad en su conjunto y bajo un sustrato ideológico humanista y solidario.

  2. Pedro Monreal dice:

    Estimado Leo, agradezco mucho sus comentarios. Ciertamente, la brevedad del artículo no permitió abordar determinados conceptos como “empoderamiento”, “sociedad civil” o “enriquecimiento”. No era propósito del texto hacer un comentario sobre el manejo reciente del tema “empoderamiento” en el debate nacional desde una perspectiva conceptual. El objetivo fundamental era simplemente expresar la preocupación por la manera en que se maneja hoy el término “empoderamiento” sin referirlo a la realidad concreta del país.

    No veo problema alguno en que el término “empoderamiento” no forme parte del discurso de personas o instituciones. Cada quien está en su derecho de utilizar o de no tomar en cuenta determinados términos o conceptos.

    Me parece conveniente anotar, sin embargo, que el término de “empoderamiento”, aun cuando es polémico y se conceptualiza de diversas maneras, se ha convertido en un concepto clave de los estudios sobre el desarrollo contemporáneo. Es decir, tiene un lugar acreditado en las ciencias sociales. El concepto es central en el trabajo de autores que hoy son imprescindibles para el estudio de problemas del desarrollo, desigualdad y pobreza; entre otros, Robert Chambers, Jo Rowland, Andrea Cornwall, Duncan Green y Naila Kabeer.

    Otra destacada especialista en el tema –Nina Strandberg- ha sintetizado muy bien la relevancia que tiene el concepto, a pesar de su carácter polémico y de la manera imprecisa con el que muchas veces se utiliza: “el empoderamiento es como la obscenidad, uno no está seguro acerca de cómo definirla, pero uno la reconoce en cuanto la ve”.

    En el caso del texto, el concepto de “empoderamiento” que se asumió –y que Ud. correctamente comenta que no se hizo explícito- es uno de los más ampliamente utilizados desde la perspectiva de los estudios sobre el desarrollo. Se trata de la definición proporcionada por Jo Rowlands en el sentido de que “empoderamiento” equivale a la capacidad de tomar decisiones sobre las cuestionas que afectan la vida de las personas, lo cual involucra a las personas que normalmente se encuentra “por fuera” de los procesos de toma de decisiones. Implica, por tanto, la posibilidad de que esas personas accedan al funcionamiento de las estructuras de poder y a los procesos que controlan la distribución de recursos. Aquí empoderamiento se entiende un sentido tridimensional: a) personal (desarrollo de confianza para actuar); b) relacional (capacidad para negociar e influir la naturaleza de las relaciones sociales; y c) colectivo (acción colaborativa para lograr mayor impacto).

    Entonces, en el texto no me refiero al “empoderamiento” económico del sector privado sino principalmente al “empoderamiento” político de los ciudadanos que trabajan en el sector privado, que como se sabe también incluye un gran número de asalariados. El artículo también plantea que coexistirían diversos procesos de empoderamiento, incluyendo lo de otros grupos sociales, dada la creciente heterogeneidad de la sociedad.

    Hay dos asuntos adicionales que Ud. menciona que son importantes: el control sobre el sector privado y la cuestión del enriquecimiento privado y sus límites.

    Respecto a lo primero, concuerdo en que deben existir controles de diverso tipo sobre el sector privado. El artículo no plantea lo contrario. El problema obviamente radica en la capacidad que debe adquirir el Estado para poder hacer eso de manera eficaz. Debe tomarse en cuenta que el punto de partida es complicado pues el Estado no ha sido todavía capaz de asegurar un control efectivo sobre el propio sector estatal. La corrupción y “los faltantes” son dos consecuencias de ese déficit de capacidad.

    En relación con la cuestión del enriquecimiento hay varios asuntos que exigirían un análisis mucho más preciso que el que hoy se hace en el país. Señalo solamente tres elementos. En primer lugar, en Cuba se habla mucho de “ricos” y de “nuevos ricos” pero ello no ha sido definido nunca con precisión. Tampoco existen datos oficiales acerca de ese fenómeno. ¿Cuántos ricos hay y cuán ricos son? Eso parece no poder saberse con certeza. Contrasta entonces la preocupación que parece existir sobre el tema, con el aparente poco interés en medir el fenómeno. Hay un punto importante que debería ser retenido: el único creador importante de empleos netos en el país es el sector privado. El sector estatal destruye empleos netos y el sector cooperativo crea muy poco empleo neto. Sobre este particular sí existen cifras oficiales. Hay por tanto una utilidad social concreta y medible de la inversión privada nacional.

    En segundo lugar, no hay razón para reducir el ámbito de los “ricos” y de los “nuevos ricos” al sector privado nacional. Existe evidencia –publicada en la prensa oficial- de que el fenómeno rebasa el sector privado.

    En tercer lugar, en una sociedad no hay “ricos” sin “pobres”, pues ambos conceptos tienen una dimensión absoluta y otra relativa. En sentido estricto, en el caso de Cuba la pobreza –que tampoco se mide oficialmente- es un problema muchísimo más importante que la existencia de “nuevos ricos”. Los problemas de desigualdad que existen en el país –que tampoco se sabe si se mide oficialmente- muy probablemente se deban no tanto al desarrollo de una nueva “cúspide” social sino al desfondamiento del bienestar de la base social. No podemos afirmar de manera concluyente que así sea, dada la falta de datos precisos, pero pudiera ser que también la pobreza masiva es como la obscenidad, que se le reconoce en cuanto uno la ve.

  3. Agradecido por sus precisiones, en buena medida comparto opiniones similares. Y por la seriedad de sus artículos. Siempre aportan positivamente.

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