
Entre feminismos y feminismo inclusivo: ¿una mediación del afro-feminismo?
Por Pedro Alexander Cubas Hernández
La apropiación de la historia por parte de los feminismos de las mujeres blancas ha despojado de su propia historia a los otros feminismos […].
[…] La recuperación de la historia (de su historia) es, pues, absolutamente central. Así lo han entendido también las grandes teóricas del feminismo negro […].
Mercedes Jabardo Velasco (2012)
Hablar de feminismo en singular y en plural (con o sin apellidos/adjetivos e/o apócopes) siempre es interesante, sobre todo, si se hace con compromiso y seriedad. En esa línea se desempeña con soltura y paso firme Antoinette Torres Soler (filósofa y activista social). Teniendo en cuenta de que estamos viviendo en la era de la información y de las tecnologías digitales, en 2013 Torres Soler pensó crear un blog como canal de expresión para dar a conocer sus ideas. Entonces, organizó una revista digital, que bajo su dirección comenzó a funcionar en 2014. Ese espacio virtual se denomina “Afroféminas”, opera desde España y su labor se basa en tres líneas de acción: 1) afro-feminismo; 2) infancia y nuevas generaciones; 3) promoción de la empresa y la cultura afro. Esos tópicos están proyectados a espacios de interés como la investigación, la cultura y la opinión. “Afroféminas” cuenta con varias colaboradoras, la mayoría son mujeres negras de varios países. Además, participan hombres negros y mujeres brancas que discuten cuestiones afines a este proyecto cultural.
El texto que presentaremos a continuación se titula: “Entendiendo el Afrofeminismo”, que ya fue publicado meses atrás en el citado blog. En mi opinión, ese discurso es, en cierta medida, una continuación de una entrega anterior, cuyo título es: “¿Qué se puede aprender del Afrofeminismo?”[1] Dichas contribuciones de Torres Soler tienen como lazos comunes: la idea de sentirse feminista como aspecto más real que la expresión relativa a ser (decirse) feminista; y la convicción de luchar contra la situación que todavía estigmatiza a la mujer negra como No Mujer, siguiendo el legado de Sojourner Truth, que fue abolicionista y activista por los derechos de la mujer negra en Estados Unidos durante el siglo XIX.
“Entendiendo el Afrofeminismo” es una pieza discursiva interesante y polémica, en la cual Torres Soler muestra su interés en discutir sobre aspectos generales (la utilización del término “mujer” y el papel de la raza); y particulares (las preocupaciones y el empoderamiento de la mujer negra y el papel del enfoque analítico y testimonial en el feminismo negro).
Cuando explica el uso de la palabra “mujer”, podemos observar como Torres Soler expone brevemente sus experiencias de vida en un país europeo de tanta complejidad como España. Aspectos sociológicos contemporáneos como raza, racismo, identidad y migración modulan la vivencia de la autora. Si a estas nociones sumamos la maternidad, entonces conseguimos trazar un cuadro más completo de su propio cotidiano, donde se destacan sus preocupaciones como mujer negra (cubana y caribeña) en diálogo con las féminas semejantes, o no, a ella.
Al profundizar en otras cuestiones teóricas, que en mi caso emergen desde los estudios étnicos y africanos, percibo un tópico que se torna muy polémico: el uso indistinto de los términos “Feminismo Negro” y “Afro-feminismo”. En otras palabras, la definición de ambos conceptos se presenta en dos partes del discurso como si fuese única (la misma) y sin esclarecer sus diferencias sustanciales. Es decir, Torres Soler parece colocar un signo de igualdad a dos términos que, evidentemente, no son sinónimos; aunque presenten tópicos coincidentes como: raza, origen, género e identidades (reconocerse a sí mismas como mujeres) en la diáspora. En este texto, “Feminismo Negro” aparece mejor definido que “Afro-feminismo”.
Además, el uso del apócope “Afro” es muy polémico, no solamente por su capacidad de generalización, sino porque en amplios momentos es víctima del modismo cotidiano y coyuntural que lo desvirtúa, folcloriza y le quita la fuerza que puede emanar de él cuando es aplicado en un sentido liberador. Es importante comprender que el término “Afro” no necesariamente significa “Negro”, o sea, una cosa es afirmar “soy afro-descendiente/afro-cubano” y otra es decir “soy negro”. Todavía muchas personas que trabajan estos temas desde las ciencias sociales y humanas adolecen de ese problema teórico y conceptual.
El presente discurso de Torres Soler nos ayuda a introducirnos en la comprensión no sólo del contraste entre el Feminismo Ilustrado y el Feminismo Negro, sino también de lo que aporta el segundo al pensamiento social contemporáneo tomando en consideración su constante invisibilización y marginalización. Otro aspecto a destacar de esta alocución es que la autora reconoce que el “Feminismo Ilustrado” y el “Afro-feminismo” no son “El Feminismo”, pues constituyen segmentos componentes de esa susodicha totalidad al igual que otros feminismos. Justamente, es en esa dimensión de su pensamiento cuando la autora llega a una conclusión lúcida y digna de una reflexión mayor: el verdadero feminismo puede ser denominado “Feminismo Inclusivo” porque no admite discusiones bizantinas entre los feminismos de hoy. Me pregunto si en el camino a esa utopía, que la autora se atreve a nombrar Feminismo Inclusivo, puede ser útil y clave una mediación del Afro-feminismo (entendido como una posición política radical que va más lejos que las concepciones teóricas e ideológicas del Feminismo Negro y del Womanism/Womanist[2]).
Entendiendo el Afro-feminismo
Por Antoinette Torres Soler

Antoinette Torres Soler, Fundadora y directora de la revista Afroféminas y Gestora Cultural en Somos Arte. Foto tomada de Mundo Negro Digital
Resumen: En el siguiente post, me gustaría discutir sobre la utilización del término mujer, el papel de la raza, qué le preocupa a la mujer negra y, por último, el papel del enfoque analítico y testimonial en el feminismo negro.
Cuando hacemos uso del término mujer traemos a colación una serie de asuntos como la opresión patriarcal, la conciliación o la violencia de género. Se da por sentado que el análisis de todas estas cuestiones son importantes para que el sujeto se empodere.
Llegada la conciliación de la vida laboral con la vida privada, por ejemplo, la mujer no tendrá que hacer malabares, podrá dedicar tiempo de calidad a lo que le interesa y, sobre todo, no tendrá que escoger entre su vida profesional y eso que le interesa. Se podrá permitir decir que tiene un espacio para todo sin renuncias, sin dejar de ser ella.
La opresión patriarcal está muy relacionada con lo anterior. El desarrollo de la mujer en una sociedad como la nuestra no fluye todo lo que podría ser porque, básicamente, vivimos en un mundo diseñado para que el hombre triunfe profesionalmente y la mujer se sacrifique por la familia. De lo contrario no es normal, por ejemplo, que “la baja” de maternidad dure apenas cuatro meses cuando es de conocimiento público que la lactancia, como mínimo, debe ser durante seis meses y si es prolongada mejor y, por otra parte, el padre sólo tenga 15 días libres después del nacimiento. Estas cosas no se entienden e incluso se consideran nimiedades hasta que se es padre o madre y nos damos cuenta del terrible error que se comete y el nivel de estrés al que se nos somete como mujeres, a menos que decidas no trabajar con todo lo que eso implica en materia de independencia económica y realización personal.
Todo esto, desde mi punto de vista, me parece loable y no podría hacer otra cosa que “empatizar” con estas luchas. Sin embargo, si hablamos de mujer sólo en torno a estos aspectos, estaríamos limitando el debate, porque efectivamente el feminismo ilustrado nació en el siglo XVIII para reivindicar el rol que ocupaba la mujer occidental. En cambio, el feminismo negro no tiene nada que ver con esto.
El debate patriarcal es clave para entenderlo: si para hablar de nosotras, como mujeres negras, hacemos alusión, en primer lugar, a nuestra relación con la opresión patriarcal, estamos abordando nuestras causas desde el lenguaje colonialista. Estamos aplicando, en definitiva, experiencias ajenas a nuestra vida porque cuando el feminismo negro surgió, reivindicaba cosas muy diferentes: cuestiones como la raza, el origen y, sobre todo, el reconocimiento de ellas como mujeres. El feminismo ilustrado, entonces, no fue consecuente con sus luchas por la mujer porque antepusieron la primacía de la raza y la clase antes que “empatizar” con las primeras feministas negras. Aún tenemos un problema con esto y debería ser motivo de análisis que comenzaría, desde mi punto de vista, con el institucional.
Me preocupa como actualmente instituciones relacionadas con la mujer aun actualmente me sigan considerando una No Mujer cuando me remiten directamente a oficinas relacionadas con la inmigración, porque para ellas no soy una mujer, sino una inmigrante. Esta es una reivindicación más del feminismo negro. Las instituciones aún actúan de manera muy similar a las feministas ilustradas del siglo XIX y principios del XX.
En la historia del pensamiento, los tratados filosóficos no son otra cosa que la reflexión a posteriori de experiencias concretas de sujetos concretos. La pregunta es cómo es posible que aún se hable de mujer desde el feminismo ilustrado; cómo sus experiencias han sido trasladadas a las mujeres negras o a las mujeres no occidentales.
¿Qué le preocupa a la mujer negra?
En primer lugar, le preocupa cómo es pensada, cómo se ha construido la idea sobre ella. Para esto, como bien sabemos, habría que remontarse a la esclavitud, es decir, a aquella época en la que nuestros antepasados fueron considerados desalmados y, por tanto, menos humanos.
Las mujeres negras no eran mujeres, eran seres a los que se les podía violar “legítimamente”. Dentro de esa sociedad patriarcal, no gozaban de ninguno de los privilegios que el hombre había decidido otorgar a la mujer. Por lo tanto, si una cosa es injusta, la otra es peor.
Estas construcciones a lo largo del tiempo no han hecho otra cosa que ganar en sutilidad, pero ahí se mantienen.
Pongamos por caso la historia de muchos funcionarios afro-descendientes españoles, a quienes aún hoy se les sigue preguntando dónde van cuando entran en su centro de trabajo. También nos preocupa que a nuestros hijos, sencillamente españoles, se les consideren menos nativos y se les extranjerice porque a día de hoy no se entiende que los españoles negros existen. Y si, eso preocupa porque entonces tienen que demostrar el doble todo el tiempo para aspirar a lo mismo que el resto.
También preocupa que una parte de esa gran comunidad quiera blanquearse, que no quiera seguir siendo negra y aún más cuando se justifica y se coloca al mismo nivel que la opción de ser rubia hoy y morena mañana; cuando sabemos perfectamente que este fenómeno está directamente relacionado con la percepción de la negritud que se ha creado en las sociedades occidentalizadas, es decir, tanto en los países occidentales como en los países que repiten ese modelo.
La mujer negra aún es percibida como servil, ignorante, con escasa formación; cuando, en realidad, no era tan simple ni siquiera en los comienzos del feminismo negro. Si bien es cierto que las primeras feministas negras fueran ex-esclavas iletradas, eso no constituyó un impedimento para tener muy claro qué querían para ellas. Ya lo veis en el discurso de Sojourner Truth. Con un lenguaje sencillo reflexiona sobre el proceso de deshumanización al que se ha sometido a la mujer negra, al punto de ser considerada la NO MUJER. De aquí viene, por ejemplo, que aunque mi abuela fue la que limpió para que mi madre fuese psicóloga y yo también fuese a la universidad, la sociedad sigue valorándome como si aún viviéramos en la época de mi abuela. Y esta es otra reivindicación de las afro-féminas.
Hablar de mujer sin tener en cuenta estas consideraciones, es incurrir en el enfoque racista desde el que está construido el término mujer. Y es que la cultura occidental es, en su base, excluyente. La Filosofía, al decir del profesor Ramón Grosfoguel, de la Universidad de Berkeley, debería repensarse y descolonizarse. De lo contrario, continuaremos aplicando las experiencias de unos pocos a una inmensa mayoría, colocando así en una posición inferior y por ende carente de legitimidad, al resto de formas de producción de conocimiento.
Por otra parte, por más que se repita que todas somos mujeres y todas somos iguales, esta afirmación no dejará de necesitar algunos matices. Lo primero es decir que no: no lo somos. Y no tenemos, a la vista está, la misma historia. Por lo tanto, cuando hablamos de mujer y de sus debates, no estamos hablando de lo mismo. Por ejemplo, mientras que en las sociedades hegemónicas se consideraba el matriarcado una desviación y un motivo para catalogar a la mujer negra como abandonada, nuestros antepasados lo consideraban una forma de resistencia. Y no me extraña que así fuese: cuando los negros llegaron, encontraron una sociedad y un sistema de valores ya construido, al cual se les pedía que se adaptaran a la vez que se les echaba a través del racismo institucional. Esto forma parte de la historia del feminismo negro. La raza y el género son inseparables cuando se trata de afro-feminismo. Y no me refiero a la corriente Womanist, sino al afro-feminismo donde interesa la raza, el origen y las identidades diaspóricas. Es preciso hablar de la mujer negra porque siempre lo ha tenido que hacer en la intimidad, en los espacios limitados.
La falsa igualdad es una de las causas que han llevado a la invisibilidad a la mujer negra. Tenemos preocupaciones muy específicas, muy particulares, que nacen de nuestra experiencia vital y no de un sistema filosófico del siglo XVIII. La raza nos condiciona y aunque vivimos en países donde cuesta sobremanera entablar debates sobre racismo (dada la incomodidad que produce a una inmensa mayoría), no creo que se deba silenciar porque, por razones obvias, es muy importante para el empoderamiento de la mujer negra.
¿Cuándo una mujer negra se empodera?
Primero, cuando puede hablar de lo que le interesa como persona, cuestiones como el tratamiento mediático de su belleza o la presencia de ellas desde el estereotipo. Cuando se sepa y se dé cuenta que no es cierto todo lo que se le ha dicho hasta el momento sobre nuestra naturaleza: mujeres hiper-sexuales a quienes se les suele confundir repetidas veces con trabajadoras sexuales, con apenas un par de talentos, malhumoradas, poco inteligentes, con una belleza no a la altura de lo que se busca y otros insultos.
¿Cuál es la solución? Desde mi punto de vista se deberían facilitar los espacios para hablar de estas cosas, eventos dirigidos a todo el mundo porque hasta que estas cuestiones no se discutan, no se debatan, no creo que nadie esté en condiciones de “empatizar” con todas estas reivindicaciones y entender así los procesos de cosificación a los que se le somete a la mujer negra.
Para terminar tengo que decir que creo en los colectivos que agrupan mujeres afro; pero también creo que es importante contar con los puntos de vistas de otros colectivos femeninos. El afro-feminismo, como el llamado feminismo ilustrado, no “son” El Feminismo, sólo representan segmentos del verdadero feminismo que me atrevo a denominar Feminismo Inclusivo.
Deberíamos trazar estrategias dialógicas, pero siempre de igual a igual, todas las mujeres, todos los puntos de vista y todas las formas de producción de conocimiento, el análisis pero también el testimonio y la experiencia vital de la mujer negra, estos dos últimos imprescindibles para que el feminismo negro no desaparezca o no se convierta en una parodia de sí mismo.
Es importante confluir, insisto, pero hay que cambiar las lógicas de encuentro. No me interesa abrir debates donde aparezcan dos grupos: feministas y feministas multiculturales o étnicas, porque esto significa que no hay una verdadera inclusión y que el feminismo ilustrado aún se siente legitimado para encabezar los debates.
Por otra parte, el presente discurso no sólo representa mi punto de vista, sino el de tantísimas mujeres afro-descendientes que han querido compartir sus testimonios con afro-féminas.
Tomado de: https://afrofeminas.com/2016/06/13/entendiendo-el-afrofeminismo
[1] https://afrofeminas.com/2016/04/04/que-se-puede-aprender-del-afrofeminismo/
[2] Teoría social desenvuelta dentro del movimiento feminista que está basada en la opresión de raza y género sobre la mujer negra y otros grupos de mujeres marginalizados. La escritora afro-estadounidense Alice Walker fue pionera en el uso del término womanist (mujerista o mujerismo) en 1979.