
Cuba Posible ha decidido tocar a la puerta de varios expertos latinoamericanos y estadounidenses para conversar sobre la integración latinoamericana y las relaciones “Norte-Sur”. En esta ocasión dialogamos con Geoff Thale, quien se desempeña como director de programas en WOLA (Washington Office on Latin America).
En su opinión, ¿cuál es el estado actual de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina? ¿Cuánto influyen las posiciones de Estados Unidos en las políticas internas de los países latinoamericanos, y cuánta influencia poseen los intereses de la región en las políticas domésticas de Estados Unidos?
Creo que hay un período pre-Trump y un período pos-Trump. Valorando el período pre-Trump, particularmente el período de la Administración de Obama, diría que las relaciones entre Estados Unidos y América Latina estuvieron en sus mejores momentos. Por parte de Estados Unidos, la Administración de Obama acordó normalizar las relaciones con Cuba, apoyar el proceso de paz en Colombia, mantener un perfil bajo en la crisis política en Venezuela, y en general, actuar como si la Guerra Fría realmente hubiera pasado, dejando de ver las cuestiones políticas del hemisferio bajo un marco polarizado. En este contexto, el Gobierno de Obama se enfocó más en el fortalecimiento institucional y en el mejoramiento del Estado de derecho como una manera para combatir el narcotráfico y la criminalidad, y disminuyó parcialmente el enfoque en la seguridad militarizada. Aunque no se deben sobrestimar estas medidas, representaron cambios reales e importantes en la política estadounidense hacia la región. Esta visión contribuyó a ganarle a la Administración cierta buena voluntad en el hemisferio.
Esto no quiere decir que todo haya sido bueno. El Gobierno de Obama, en un esfuerzo por ganar espacio de negociación con sus oponentes en el Partido Republicano sobre una reforma migratoria, intentó posicionarse como fuerte en su oposición a la migración irregular, y lanzó una campaña de deportaciones, principalmente de mexicanos y centroamericanos, lo cual resultó en la deportación de más indocumentados en comparación con otras Administraciones. A su vez, en sus primeros meses en 2009, no tuvo una posición clara en oposición al golpe contra el presidente Manuel Zelaya en Honduras, y perdió por unos años credibilidad en cuestiones de respeto a la democracia e iniciativas para mejorar las relaciones de Estados Unidos en la región. Aunque el Presidente anunció su compromiso de cerrar el campo de prisioneros en la Base Militar de Guantánamo, no pudo juzgar y/o transferir todos los prisioneros, y el campo –una violación en sí de los derechos humanos por la detención de los prisioneros sin marco legal, y bajo condiciones inaceptables– se mantuvo abierto. En su segundo período logró recuperar espacio reduciendo el volumen de deportaciones, ofreciendo una forma de estado legal a los denominados “Dreamers” o soñadores ‒jóvenes indocumentados que llegaron a Estados Unidos con sus padres cuando eran niños‒, y empezando la gira hacia Cuba.
Ahora entramos en el período Trump. Las señales iniciales ‒la Orden Ejecutiva para construir un muro en la frontera con México, el empeoramiento rápido de la relación con México, la visita de militares a la frontera de México y Guatemala‒ no son muy buenas. Tenemos que ver qué hace el nuevo Secretario de Estado con respecto a Cuba, Venezuela y al proceso de paz en Colombia. Pero hasta este momento seguimos preocupados por la ejecución de una política de más confrontación en áreas donde hay diferencias o desacuerdos entre Estados Unidos y otros países de América Latina.
No cabe duda de que Estados Unidos es un actor significativo en el hemisferio, por su tamaño, su poder económico y su capacidad militar y política. En temas concernientes al narcotráfico y la criminalidad organizada, tiene mucha influencia en las políticas domésticas de países en el hemisferio, por su ayuda financiera y técnica, y por presión política, aunque cambios domésticos en Estados Unidos ‒descriminalización, reducción de penas, etc.‒ han dejado ciertos espacios en la política internacional que actores como Uruguay, Colombia, y otros han aprovechado para discutir nuevas iniciativas y formas de abordar la problemática del tráfico y consumo de drogas.
En temas económicos, Estados Unidos continúa teniendo una influencia importante en promover un modelo económico, y en defender sus intereses comerciales. Esta influencia resulta del tamaño de sus inversiones y su comercio, y de su uso de presión directa para defender los intereses comerciales de empresas estadounidenses, como por ejemplo, su oposición a restricciones de productos agrícolas genéticamente modificados, y también por su influencia en instituciones multilaterales financieras como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano. Aunque este poder no ha sido ni es absoluto, países que han gozado de economías grandes, como Brasil, o con recursos importantes, como Venezuela, han optado, en ciertos momentos, por implementar estrategias económicas menos basadas en el mercado. Varios países han intentado fortalecer las relaciones económicas con otros actores ‒China, Rusia y la Unión Europea‒, lo cual ha reducido la dependencia de los países del hemisferio de Estados Unidos como socio principal.
Estados Unidos sigue comprometido en promover su modelo de democracia representativa y de derechos políticos, pero bajo la Administración de Obama esta posición se limitó generalmente a criticar prácticas que no cabían dentro de este marco, en lugar de promover prácticas más intervencionistas, como el uso de sanciones amplias, presión militar o acciones clandestinas. Esta limitación se dio por una combinación de factores. Por un lado, un cambio de la política exterior de Estados Unidos hacia el poder inteligente en vez de un enfoque de poder duro. Por otro lado, debido un fuerte rechazo a nivel doméstico e internacional de políticas directamente intervencionistas ‒después del fin de la Guerra Fría como justificación para la intervención; o después del fracaso de la Guerra de Iraq‒ que levantaron el costo político de intervenir.
Hay ciertas influencias que América Latina puede tener en las políticas de Estados Unidos. Países con economías grandes ‒México, Brasil, Argentina‒, o con recursos importantes, tienen tarjetas para jugar en negociaciones con Estados Unidos si cuentan con liderazgos firmes. México, en particular, cuenta con ciertas ventajas dados los vínculos entre las economías de ambos países. Pero también dado el rol de México en detener el flujo de drogas y de migrantes, lo cual le da cierta capacidad de maniobra en sus relaciones con Estados Unidos. Países con economías más pequeñas tienen menos capacidad de influencia, aunque la unidad en cuerpos subregionales, como el Sistema de Integración Centroamericano (SICA) en el caso de los países del Triángulo Norte, o regionales, como la CELAC, podría aumentar el poder de influencia.
Finalmente, el creciente tamaño de la comunidad latina en Estados Unidos podría tener un impacto importante. La existencia de una única comunidad latina es, hasta determinado punto, más un mito que una realidad, pues existen varias comunidades latinas; aunque también es cierto que hay ciertas experiencias e intereses comunes que comparten los estadounidenses de ascendencia latinoamericana. En temas como el tratamiento de migrantes o la actitud hacia América Latina esta comunidad puede votar y/o presionar al Gobierno y el Congreso estadounidense.
¿Cómo deberíamos aspirar que sean las relaciones entre Estados Unidos y América Latina? ¿Qué condiciones pueden facilitarlo? ¿Qué actores están llamados y/o en mejores condiciones para hacer evolución este proceso?
Sí se puede aspirar a tener buenas relaciones entre la región y Estados Unidos. Si bien Estados Unidos siempre será un actor importante en el hemisferio por su tamaño y su economía, y va a buscar proteger sus intereses de seguridad en las fronteras, sus relaciones con sus vecinos pueden superar el legado de la Guerra Fría y estar basados, menos en buscar sus intereses nacionales por medio de la presión y más en negociar con sus vecinos desde una posición de respeto ‒el cambio en la relación Cuba-Estados Unidos, aún con el Embargo de por medio, es una muestra de que las relaciones pueden mejorar. Para avanzar hacia este tipo de relación, se requiere de un liderazgo en Estados Unidos comprometido con el avance de esta visión ‒liderazgo que no espero en la Administración de Trump‒, y de una presión política de parte de sectores de la población estadounidense, particularmente de la comunidad latina, interesados en apoyar esta visión. De parte de la región, se requeriría de una capacidad más fuerte para negociar con Estados Unidos, lo cual podría lograr una mejor unidad subregional y/o regional, o diversificar las relaciones económicas ‒con China, la Unión Europea, Rusia, entre otros. Esto daría más espacio a los países de la región y les permitiría dialogar con Estados Unidos desde una posición distinta.
¿Qué instrumentos (ya sean existentes, tal como son o de manera redimesionada, o de nueva creación) pudieran garantizar una relación hemisférica basada en la concertación y la cooperación, el desarrollo y la seguridad, la justicia y la paz?
Los mecanismos existentes para la concertación regional y subregional tienen sus debilidades, las cuales están basadas en viejos conflictos y en diferentes visiones políticas. Con los cambios en Brasil y Argentina, su relación con los países de ALBA, y el rol de Mercosur, han cambiado. UNASUR ha actuado de una forma unificada en algunos casos, pero en otros no ha logrado encontrar una posición común. El SICA en Centroamérica ha tenido dificultades. Pero aún con estos instrumentos turbados, considero que la unidad subregional y regional es un camino para ayudar a construir relaciones hemisféricas más justas. La CELAC no ha desarrollado una institucionalidad fuerte todavía ‒y tal vez no deba desarrollar una burocracia grande‒, pero es un instrumento de concertación importante. A su vez, considero que la OEA –redimensionada- puede servir como un mecanismo importante para el diálogo Norte-Sur, y la búsqueda de mejores relaciones.
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