Francisco López Segrera: “Si bien la calidad del debate es buena, las limitaciones provienen de la falta de mecanismos para integrar los resultados a la agenda del Gobierno”.


En las circunstancias actuales de Cuba y del mundo, el interés por buscar y encontrar formas renovadas de hacer posibles los anhelos históricos y contemporáneos del país constituye un empeño de diferentes actores, colectivos y personas con vocación por pensar la nación sin desconocer sus diversidades. Esa voluntad plantea desafíos de diferente orden; quizás uno de los más grandes es el de repensar las necesidades de debate que, desde diferentes espacios, tributen a un mayor y mejor entendimiento de los presentes y los futuros plausibles y deseados. Con el propósito de contribuir con ello, Cuba Posible ha invitado a intelectuales cubanos a reflexionar sobre la necesidad de debate, y sus mejores caminos, en el actual contexto nacional. Estas son solo algunas voces de las muchas que pueden encontrarse en Cuba, que acompañan y construyen ideas y propuestas para nuestro país.

En esta entrega, compartimos los criterios del profesor e investigador, Francisco López Segrera. 

¿En qué medida la política cubana actual identifica la necesidad del debate sistemático y público de nuestros problemas? ¿Escucha propuestas para solucionarlos?

Agradezco a los editores de Cuba Posible por invitarme a responder este cuestionario. Dado lo escueto que deben ser las respuestas, trataré de responder en forma breve, y luego argumentar al respecto en un marco reducido. En mi libro “La Revolución cubana: propuestas, escenarios y alternativas” -publicado en 2010 y presentado en la Feria del Libro de la Habana en 2011- se abordan “in extenso” temas muy relacionados con estas interrogantes.
 
En la política cubana actual se permiten propuestas alternativas, pero considero que no hay suficientes foros adecuados para discutirlas, mucho menos mecanismos ágiles para consensuarlas y, en menor grado aún, procesos para adoptarlas como decisiones. Esto implica que, si bien se escuchan las propuestas, no hay garantía de que estas se conviertan en decisiones políticas, ni formas para controlar adecuadamente este proceso.

Al triunfar la Revolución en 1959 y derrocar una dictadura apoyada por sectores de la oligarquía local y por Estados Unidos, el nuevo poder político revolucionario logró un enorme consenso y ocupó un gran espacio. Este hecho se debió a que, por un lado, la institucionalidad precedente, comprometida con la dictadura, había perdido toda legitimidad y se derrumbó; y, por otro, a que las políticas sociales adoptadas de inmediato generaron un proceso vertiginoso de ascensión social y de recuperación de la dignidad de la gran mayoría del pueblo cubano, que garantizó una amplia base social al gobierno revolucionario. Este derrumbe de las instituciones pre-revolucionarias no fue sólo válido para las fuerzas represivas de la dictadura –ejército, policía, marina etc.-, sino también para los partidos políticos tradicionales, el aparato del Estado y una Iglesia católica conservadora integrada, en especial, por sacerdotes españoles. Esto implicó, por otra parte, una cierta demora en establecer –en la cantidad y calidad necesarias– instituciones, y cuando finalmente se hizo -en la primera mitad de los 70, proceso que cristalizó con la celebración del Primer Congreso del PCC en 1975- tuvo una forma institucional muy cercana al socialismo soviético. Era la época en que en la Plaza de la Revolución, en las concentraciones, junto a las consignas revolucionarias propias, comenzamos a oír los “Hurrá”.(1)

En los 60, la Revolución demostró una enorme originalidad, desarrollando con coherencia las políticas sociales planteadas por Fidel en “La Historia me Absolverá”; a la vez que el país más poderoso del mundo trataba de destruirla. En los 70, sin embargo, tras el fracaso de la zafra de los 10 millones, se adoptaron políticas muy cercanas al modelo soviético, que si bien tuvieron logros económicos de relevancia entraron en crisis a mediados de los 80. De ahí que fuese necesario convocar a “un proceso de rectificación de errores”. Las relaciones con la URSS y con el CAME dieron lugar a un crecimiento económico extensivo de baja eficiencia y con un alto nivel de compensación por vía externa; modelo este que se comenzó a rectificar a fines de los 80, en vísperas del  derrumbe del socialismo soviético y de Europa del Este.
 
En Cuba podemos observar ciclos recurrentes de ortodoxia y heterodoxia, de debate y dogmatismo. Las diversas aperturas condujeron rápidamente al cierre del universo del discurso y del debate, por ejemplo: 1) Del proceso de democratización de 1970 al Congreso de Educación y Cultura y al Quinquenio Gris (1970-75); 2) El IV Congreso del PCC (1991) no tuvo en cuenta la mayor parte de las propuestas más radicales del debate previo a su celebración; 3) A la flexibilidad política y económica que implicó iniciar una reforma económica en 1992, sucedió un endurecimiento ideológico y el cierre del debate sobre problemas cubanos ejemplificado por la desintegración del Centro de Estudios de América (CEA), en marzo de 1996. Este cierre no fue hermético, como tampoco los anteriores, pues el debate se mantuvo en la revista Temas, fundada en 1995, entre otros foros. En el 2007 se produjo una nueva apertura del debate promovida por el presidente Raúl Castro. Luego, en el 2011, previo al VI Congreso del PCC, se profundizó este debate con propuestas de diversa índole que están en manos del gobierno. A mi juicio, se debió  dar una respuesta minuciosa a cada una de estas propuestas de 2007 y de 2011 por parte del Gobierno y explicar su factibilidad o no, su posibilidad o no, de ser integradas a las políticas gubernamentales y a la agenda del Gobierno. Es un tema pendiente.
 
También causó cierta sorpresa entre la población y entre la militancia del Partido (dando lugar a reclamos y a críticas), que no se sometiese previamente a discusión de la población, ni de la militancia, los documentos del VII Congreso que se celebró en abril de 2016. En dicho Congreso Raúl Castro, en su condición de Primer Secretario del PCC, señaló en el Informe Central que este proceso de discusión previa no se llevó a cabo “considerando que se trata de la confirmación y continuidad de la línea acordada hace cinco años en cuanto a la actualización de nuestro modelo económico y social”.

¿Cuáles son los temas que más se debaten? ¿Cómo evalúa la calidad de esos debates, su diversidad o representatividad?

Para entender por qué determinados temas hegemonizan el debate, pues  hay que tener en cuenta varios aspectos. Algunos ya los he adelantado en la respuesta anterior. En primer lugar, hay que destacar que hasta fines de los 80 había un gran consenso, en la amplia mayoría de la población cubana, de que el socialismo a nivel mundial y en Cuba era un proceso irreversible. El derrumbe del socialismo y su fracaso a nivel mundial, la victoria pírrica del capitalismo neoliberal y de su pensamiento único, pusieron entonces en el orden del día decidir qué tipo de socialismo íbamos a construir. ¿Es que en realidad podríamos construir el socialismo? ¿Iba nuestro socialismo a transitar hacia el capitalismo como en la URSS y el en los países del Este de Europa? ¿Qué tipo de “transición al socialismo” íbamos a hacer en las  nuevas condiciones?
 
En realidad, el tema no es que los soviéticos lo hicieron todo mal y que nosotros lo hicimos todo bien. Si bien Fidel y el Che desarrollaron un pensamiento revolucionario de magnitud, por otro lado, no fuimos capaces de desarrollar un pensamiento teórico sobre los problemas del socialismo en Cuba y, mucho menos, las bases teóricas para un marxismo original y un tipo de socialismo arraigado en nuestras tradiciones y no en las eslavas. Se copió y esto contaminó nuestra originalidad. Una de las causas de esta realidad es que, en el debate revolucionario, cuando se criticaba o cuestionaba una política en curso -no a la Revolución, ni al socialismo- esto se consideraba anatema y sus propugnadores sufrían las consecuencias. Se ha tendido a premiar el conformismo y el triunfalismo, y a no escuchar a los revolucionarios críticos. A manera de ejemplo, cito solo dos casos de grupos de intelectuales orgánicos revolucionarios que se esforzaban por desarrollar un marxismo autóctono, una visión cubana del socialismo, e incluso propuestas de políticas alternativas, y que fueron separados de la labor que realizaban precisamente por esto. Fue el caso del Departamento de Filosofía de la Universidad de la Habana, de la Revista Pensamiento Crítico y de los Grupos de Investigación de Estudios Cubanos, religiosos, asiáticos, africanos y latinoamericanos de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la Habana. Estas instituciones fueron disueltas a principios de 1970. Otro caso fue el del Centro de Estudios de América, CEA, en 1996. Por formular propuestas alternativas a políticas en curso, sus investigadores fueron destituidos de sus cargos en el caso del Director y Sub-Director y trasladados a otros centros de trabajo el resto de los investigadores. Sin embargo, pese a esto, el pensamiento original sobre un “socialismo cubano” se ha seguido desarrollando en algunos espacios de investigación y debate.

En la actualidad, la emergencia de nuevas generaciones, da lugar a la presencia de temas en el debate que no se discutían en las primeras décadas de la Revolución. Los hombres y mujeres de mi generación conocimos el capitalismo dependiente cubano y participamos en su transformación en socialismo. Fuimos actores y testigos de los principales logros de la Revolución y también estuvimos inmersos en el debate acerca de sus contradicciones y reveses. Pero la gran mayoría de la población cubana de hoy, los jóvenes, no conocieron los males del capitalismo dependiente, sino las dificultades y extremas carencias del “Período Especial” y dan por naturales la seguridad social universal, la salud y educación gratuitas y otros beneficios excepcionales.

Además, esos jóvenes viven en un mundo donde el socialismo ha perdido la batalla ideológica y el poder, en una era virtual de Internet y de los “centros comerciales”, donde muchos prefieren ser consumidores y no ciudadanos. Previo al “Período Especial”, todos veíamos nuestro futuro ligado al progreso de la nación. Nuestro proyecto personal estaba ligado al proyecto de nación: teníamos un sentido de misión. En las nuevas generaciones esto parece no ser así, muchos desean tener sobre todo un proyecto personal que les permitan mejorar sus condiciones de vida, pues el futuro del socialismo cubano lo perciben como incierto. A esto contribuyen los fenómenos de corrupción y desigualdad social en desarrollo, que apenas existían en las tres primeras décadas de la Revolución. Y también el carácter de socialismo de Estado centralizado que caracteriza al socialismo cubano.

Por eso, centrándome ahora más en el tema de la pregunta, tenemos que el debate gira en torno a temas tales como: ¿Qué tipo de socialismo vamos a construir? ¿El socialismo en la URSS y en Europa se derrumbó por exceso de democracia o por falta de democracia? ¿Cuáles son los principales problemas del socialismo a nivel mundial y, en especial, en Cuba? ¿Cómo afecta a Cuba la geopolítica del imperialismo y el restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos? ¿Qué espacio y características debe tener el mercado en nuestro socialismo? ¿Se está actualizando adecuadamente el modelo cubano de socialismo? ¿Qué modificaciones son necesarias en el sistema político cubano? ¿En qué consiste y como definir la sociedad civil cubana? ¿Se están cumpliendo, con resultados medibles, “los lineamientos” del VI Congreso del PCC? ¿Cómo sustituir la cultura de la prohibición por la cultura de las regulaciones? ¿Cómo poner límites claros de tiempo a los cargos políticos? ¿Qué espacio se le debe otorgar en la sociedad cubana a las distintas oleadas de emigrantes? ¿Es acaso la Iglesia católica el único actor con derecho a un espacio político alternativo? ¿Qué se entiende en Cuba por izquierda, centro y derecha? ¿Acaso ha logrado consolidarse en algunos de los proyectos pos-neoliberales latinoamericanos el socialismo del siglo XXI? ¿A qué obedece el ascenso de una nueva derecha en Latinoamérica, en detrimento del pos-neoliberalismo y del socialismo del siglo XXI? ¿Cómo dar un mayor espacio protagónico a los jóvenes y a las mujeres? ¿Están funcionando adecuadamente las políticas de acción afirmativa con relación a las minorías de todo tipo y al racismo?

Pienso que los debates, en general, tienen calidad, aunque a veces hay algunos actores en ellos muy habituados a la cultura de la unanimidad y que tratan de descalificar al adversario con retórica dogmática y no con argumentos, pero es esto la excepción y no la regla. El propio presidente Raúl Castro ha llamado a discutir todos los temas -incluidos el Informe Central y los cuatro documentos que el VII Congreso del PCC analizó y aprobó- y a cambiar todo lo que deba ser cambiado. Pienso que en la sociedad cubana se debate en muchos foros y que estos debates tienen diversidad y representatividad de los problemas de la sociedad cubana y de nuestro socialismo. Algunos intelectuales tienen mayor visibilidad que el ciudadano común, pero la expansión de Internet y de las redes sociales permiten a un enorme número de ciudadanos ofrecer sus criterios sobre temas muy diversos.

¿Cuáles son los principales foros donde se discuten los problemas actuales del país? ¿Qué características tienen? ¿Cuáles son sus cualidades y limitaciones?

Hay diversos foros donde se discuten los problemas actuales de Cuba: el debate en el proceso de elección y rendición de cuentas de los delegados de circunscripción; los debates en la Asamblea Nacional del Poder Popular; las asambleas de trabajadores de los diversos organismos estatales; asambleas sindicales; reuniones de los núcleos del partido; espacios de debate abiertos como “Último Jueves” de mes, que organiza la revista Temas; la UNEAC; la Casa de las Américas; la Casa del Caribe; el ICAIC; el Centro Juan Marinello; el Instituto de Historia; la Casa del Alba; el ISRI; el CIPI; el CIEM; asociaciones profesionales de distinta índole; congresos sindicales, partidarios, y de toda índole; congresos universitarios de distintas disciplinas; congresos internacionales; páginas web como Catalejo, de Temas, Cubadebate, Cubaposible y otras webs y blogs. Es imposible mencionar a todos los foros, pero son muchos.

En resumen, los foros donde se debaten los problemas del país son múltiples y permiten al conjunto de la población expresar sus criterios y propuestas. En general, todos estos foros tienen amplia participación, aunque la agenda del debate está acotada. En especial lo que se publica en la revista Temas y en su blog Catalejo, en Cubadebate, en la web de Granma, en Cubaposible, y en Rebelión, es donde observo una mayor calidad y profundidad en los temas que plantea esta encuesta.

Ya en mi libro, citado más arriba, me he referido a cambios institucionales imprescindibles “in extenso”. En Cuba, la ciudadanía tiene una gran participación en el debate de los problemas, pero apenas influye en la toma de decisiones. El gobierno está informado a través de los Foros señalados más arriba y de las encuestas de “Opinión del Pueblo”, de los criterios y propuestas de la ciudadanía, pero esto no quiere decir que se rindan cuentas periódicas y transparentes de por qué se adoptó una determinada medida y por qué se rechazó otra.

Todos sabemos que los delegados de circunscripción tienen un ámbito de actuación muy limitado y que las decisiones principales no se toman en los debates de la Asamblea Nacional, sino mediante decretos del Consejo de Estado. Por eso, dicha Asamblea se percibe como un órgano formal que no toma decisiones de envergadura, ni realmente controla y a la que no se le rinden cuentas.

La Constitución de 1976, pese a las reformas de 1992 y 2002, no se ajusta a las condiciones actuales. Es necesario, por tanto, convocar a una constituyente con el fin de hacer cambios profundos. Esto resulta clave para solucionar el tema mencionado más arriba y garantizar la participación, no solo en el debate, sino también en la toma de decisiones, el autogobierno, la descentralización y limitar la hegemonía de la burocracia. En resumen, si bien la calidad del debate en los diversos foros es buena, las limitaciones provienen de la falta de mecanismos para integrar los resultados a la agenda del Gobierno o bien para escuchar sus criterios al respecto.

¿Cree que esos foros son aprovechados por la política? ¿Por la sociedad? ¿Qué propondría para hacerlos más útiles?

Pienso que dichos foros son aprovechados por los tomadores de decisiones políticas solo parcialmente. Hay una tendencia a cooptar a los que más coinciden con las líneas políticas en curso, a los menos críticos, aunque quizás sean escuchados más. Por otra parte, la sociedad y las generaciones jóvenes siguen con atención estos debates dado el alto nivel político y cultural del pueblo cubano.

Propondría, para hacer estos debates más útiles, lo siguiente:

1- Comenzar por organizar, en conjunto, Cuba Posible, la revista Temas, Cuba Debate y otros actores claves, una serie de seminarios teóricos para discutir el Informe Central del VII Congreso del PCC y los cuatro documentos que se aprobaron y discutieron en él. Se harían seminarios provinciales tras una selección previa de ponencias sobre estos temas y luego un seminario nacional. Con los resultados de este debate se convocaría un seminario internacional, donde estén presentes los principales estudiosos del tema cubano, del socialismo cubano. En el seminario nacional, y en el internacional, deben estar presentes altos dirigentes del PCC y del Gobierno, y los principales redactores del Informe Central y de los cuatro documentos emitidos por el Congreso y representantes de toda la sociedad cubana. El resultado del seminario nacional sería un conjunto de propuestas de modificación a los cuatro documentos aprobados y propuestas alternativas que se elevarían a los más altos niveles del PCC y del Gobierno. Se fijaría un plazo de seis meses para que se dé respuesta a dichas propuestas.

2- Convocar a sendos Premios Nacionales de Ensayo, conjuntamente por Cuba Posible, la revista Temas y otros actores, donde se premien a los mejores trabajos de análisis crítico de los cuatro Informes emitidos por el VII Congreso del PCC (en uno de los Premios) y los mejores trabajos sobre “Prospectiva de Cuba al 2030” que implique, en este último caso, la formulación de alternativas y escenarios en la Isla y propuestas de política.

Nota:
1- El nuevo sistema político cubano se institucionalizó en 1959. La “Ley Fundamental de 1959”, adaptó la Constitución de 1940 a la nueva realidad revolucionaria. Varias leyes revolucionarias se adoptaron de inmediato: la ley de reforma agraria; la reducción de los alquileres en el 50 por ciento mediante una ley ad hoc; la nacionalización de las grandes empresas extranjeras y nacionales y muchas otras leyes que recibieron un gran apoyo popular.

Sobre los autores
Cuba Posible 188 Artículos escritos
Cuba Posible es un “Laboratorio de Ideas” que gestiona una relación dinámica entre personas e instituciones, cubanas y extranjeras, con experiencias y cosmovisiones diversas; en algunos casos muy identificadas con las aspiraciones martianas. Si...
Francisco López Segrera 6 Artículos escritos
(Santiago de Cuba, 1940) Profesor Titular Adjunto del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de Cuba, del que fue vice-rector (1980-1988). Doctor en Derecho por la Universidad de la Habana (1962). Doctor en estudios latinoamericanos, Sorbo...
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