
Cuando nosotros hablamos de “afirmación racial” no queremos significar que el hombre de color deba mostrarse orgulloso de serlo, sino que no debe sentirse avergonzado de su pigmentación ni tratar de negar su raza cuando pueda […].
Gustavo Urrutia (1929a)
Desde el año pasado, la ciber-feminista Sandra Álvarez Ramírez (también conocida por su blog Negra cubana tenía que ser) viene insistiendo en la temática de cómo la población negra cubana está registrada en las estadísticas demográficas oficiales de nuestro país. En su opinión, uno de los retos de la solución del problema racial en Cuba es la “reformulación de la variable racial en el censo que permita saber con mayor exactitud cuántas personas afrodescendientes somos en Cuba” (Álvarez, 2017a). Posteriormente, comentó brevemente sobre su participación en una investigación acerca de dicha variable en los censos de la región americana y subrayó que “[…] uno de los resultados más importantes de dicho estudio revela que el censo no cruza la variable ‘racial’ con otras de suma importancia, como por ejemplo, la tasa de fecundidad […]”, y cuando se refirió al caso cubano criticó el uso conceptual del término “color de la piel” en lugar de la variable “racial” (Álvarez, 2017b).
La preocupación de nuestra activista demuestra que para nadie es un secreto la operatividad de los Censos de Población y Viviendas como eje del blanqueamiento y de la invisibilización del legado humano cimentado por el componente africano en Cuba durante poco más de cinco siglos. Pero esa discusión no es solamente de hoy, porque Gustavo Urrutia se manifestó sobre ese asunto en la página dominical de “Ideales de una Raza” en 1929. En ese momento eran válidos los datos estadísticos del Censo de 1919, que expresaban una abrumadora mayoría blanca de un 72,3 por ciento y una minoría denominada “de color” (dígase negros, mestizos y amarillos) del 27,7 por ciento en una población de 2 millones 889 mil 004 habitantes.
Parece que Urrutia (1929b) se cuestionaba esos datos y por eso propuso una campaña en pro de la visibilización total de la población negra cubana. El recurso a ser aplicado era publicar en la plana dominguera “… una cédula o cupón para la recolección de los datos estadísticos correspondientes […]” a los negros. Dicho emprendimiento sería liderado por el “Club Atenas”, que recopilaría las informaciones y las computaría. No tengo la información acerca del éxito o fracaso de tal iniciativa. Lo que está muy claro es que en el Censo de 1931 dichos porcentajes no registraron un cambio sustancial (72,1 por ciento de blancos frente a 27,9 por ciento “de color”), pese al crecimiento de la población expresado en la cifra de 3 millones 962 mil 344 habitantes.
La estrategia de recogida de datos para ambos censos tuvo una variación interesante. En los resultados presentados en 1919 y 1931 fueron compilados por separado los blancos nativos (1 millón 816 mil 017 vs 2 millones 185 mil 991) y los blancos extranjeros residentes en Cuba (272 mil 030 vs 670 mil 965), en su mayoría españoles. Y en el caso de la población “de color”, las estadísticas exhibidas en 1919 indicaron una cantidad de 800 mil 957. Si llevamos en consideración el registro de los lugares (países) de nacimiento es posible entender que esa cifra no trataba sólo de cubanos nativos ya que, por ejemplo, estaban entrando al país muchos braceros provenientes de varias islas del Caribe, especialmente de Jamaica. Pero en el inventario de 1931 se observa que la cifra de 1 millón 105 mil 388 fue declarada representativa de negros, mestizos y amarillos (tanto cubanos como extranjeros), lo cual no había sido especificado de esa forma en el censo anterior. En aquellos momentos, los haitianos tenían una presencia mayor que los jamaicanos.
En aquella época, Urrutia estuvo dialogando con dos pedagogas negras: Consuelo Serra e Inocencia Silveira. Uno de los temas básicos era la identidad de los negros cubanos ante las hostilidades cotidianas que sufrían. Tanto en 1929, como en el 2018, los negros cubanos siguen siendo condenados por defender sus derechos y razones de ser. Una de las inculpaciones de todos los tiempos es llamarnos “racistas”. Silveira (1929) respondió vigorosamente al decir que “no somos racistas, somos ciudadanos conscientes” porque es nuestro derecho solicitar la igualdad. Y sentenció: “racistas, preocupados y criticables seríamos, si quisiéramos para nosotros todas las prebendas: todos los beneficios materiales y todos los goces del espíritu […].”
Silveira (1929) también destacaba como atributos de los negros: la sensatez, la nobleza y ser amantes de la confraternidad. Serra concordaba con esa idea y fue más lejos cuando afirmó que virtudes como la dignidad y la concentración moral son valores étnicos de la población negra cubana, que “nuestros mayores nos han legado… [y] a nosotros nos toca recogerlos y colocarnos bien alto, donde todo el mundo los vea y sirvan de paz y unión entre todos los cubanos que reconocerán en ellos valores nacionales, valores cubanos.” (Serra, 1929).1
En un contexto tan propicio para la reflexión sobre la contribución de los negros al proceso de formación de la nación cubana resulta interesante la posición patriótica de ambas pedagogas. No estoy en condiciones de demostrar si esos criterios de matiz feminista fueron la principal fuente de inspiración de Urrutia para publicar el editorial “¿Quiénes somos y dónde estamos?” (correspondiente al día 10 de marzo de 1929), que a continuación reproducimos. Las palabras de Urrutia tienen como base la defensa de una identidad racial (léase afirmación racial en sus códigos controvertidos), que no todos sus contemporáneos estaban dispuestos a asumir y eso pesa hasta nuestros días.
La presencia real del negro en las estadísticas oficiales de Cuba continúa siendo un asunto muy polémico porque tiene un sentido político, cuya importancia es soslayada a propósito. La omnipresencia de una mentalidad colonial provoca que los sujetos racializados como negros se nieguen a sí mismos cuando llega el momento de la autodeclaración, entre varias razones, por conveniencia (como denunciaba Urrutia años atrás). Además, la sombra del racismo estructural continúa siendo muy larga en Cuba y ese es un aspecto a tener siempre en cuenta. No obstante, es preciso entender que “la raza de color necesita observarse cuidadosamente a sí misma; saber a ciencia cierta quienes son y donde están sus intelectuales, sus productores, sus contribuyentes directos al erario, sus obreros y artesanos, sus jornaleros y sus clases indigentes…” (Urrutia, 1929b). Justamente eso es lo que Leyda Oquendo definía como un “derecho humano al conocimiento de la verdad histórica”, que hasta el presente se nos sigue negando y ya sabemos el por qué.
Plana Dominical “IDEALES DE UNA RAZA”
Sección «ARMONIAS»
¿Quiénes somos y dónde estamos?
Creemos que las preocupaciones más importantes para la raza negra cubana en nuestros días, deben ser: la de sus relaciones con la raza blanca, y la de su propia superación, constante e ilimitada.
Si al mejoramiento de nuestras relaciones con la raza blanca estamos dedicando una atención seria y sostenida, con resultados cada vez más alentadores por cierto, debemos igualmente esforzarnos en llevar al estudio de nuestro cuerpo social aquellos métodos que ofrezcan más garantía, a fin de poder juzgar con criterio científico los fenómenos sociales que en nosotros se producen y aplicarles con acierto el estímulo o el correctivo de que hayan menester.
La estadística es la ciencia básica de estos estudios, imprescindible para la orientación fidedigna y fructífera de las actividades sociológicas, y aunque a primera vista parezca que el Censo oficial de la República provee a tal necesidad, es lo cierto que este carece de muchos detalles concretos indispensables para la organización íntima de nuestra raza, por ser materias propias de complicaciones especiales.
La raza de color necesita observarse cuidadosamente a sí misma; saber a ciencia cierta quiénes son y dónde están sus intelectuales, sus productores, sus contribuyentes directos al erario, sus obreros y artesanos, sus jornaleros y sus clases indigentes; tener a la vista su estadística y, partiendo de lo que ella le diga, tratar de realizar la magna obra de metodizar y encauzar sus actividades para contribuir con mayor eficacia al progreso de la patria y a su particular superación colectiva.
Me parece oportuno repetir, una vez más, que soy partidario decidido de la “diplomacia abierta” y que en estos asuntos no me gustan previsiones “políticas”, ni ambiciones personales, ni reservas mentales de ningún género. Convencido el Diario de la Marina de esta verdad, accede a poner a la disposición de la raza de color cubana su gran circulación, para que insertemos en esta página dominical de los Ideales de uma raza, una cédula o cupón para la recolección de los datos estadísticos correspondientes. Y lo hace con igual criterio desinteresado, muy ajeno a toda especulación de taquilla, por lícita que ella pudiera parecer, al extremo que no acepta intervenir en la recepción y computación de tan importantes datos estadísticos. Este periódico facilita los medios para que se realice la obra, pero renuncia a “controlar” los resultados.
Es el Club Atenas, la sociedad que por consenso general representa la más alta instancia intelectual de la raza negra de Cuba, la entidad que hemos elegido para encargarla de esa función delicada y trascendente, no solo por su representación y aptitud directriz, sino porque ella ha coincidido con nosotros – sin que lo supiéramos antes- en la iniciativa de una gestión semejante, aunque tal vez más limitada en la magnitud de la empresa.
No es superfluo consignar que sabemos cuan escaso de rigurosa exactitud ha de ser al (sic) material que recopilemos por este medio, pero por lo menos servirá como indicio elocuente de lo que buscamos. De todos modos será mucho más de lo que ahora tenemos.
Venimos pués (sic), sin desconocer la espontaneidad e independencia de nuestra particular iniciativa, a cooperar con el Club Atenas en una de las actividades más útiles y simpáticas que podría emprender esta Sociedad en su obra de afirmación y progreso nacionalista, sin más reserva por parte del Diario de la Marina, sino que la estadística que se va a crear permanezca siempre a la disposición de cuantas personas o colectividades deseen consultarla, a lo cual accede gustoso el Club Atenas.
Muy pronto empezaremos a insertar los cupones en esta página, con la información necesaria para que sean llenados y remitidos al Club Atenas. Solo me resta rogar a las personas de mi raza, que piensen en la importancia de esta obra, y si merece su aprobación, que nos ayuden en este empeño, serio y desinteresado.
Gustavo E. Urrutia.
Fuente: Diario de la Marina, La Habana, 10 de Marzo de 1929, p. XIII (3ra Sección).
Nota al pie:
- Las letras Negritas son del texto original.
Bibliografía:
Álvarez, Sandra (2017a). Brevísimos apuntes sobre los principales retos del movimiento antirracista cubano. Disponible en: <https://cubaposible.com/brevisimos-apuntes-los-principales-retos-del-movimiento-antirracista-cubano/>. Acceso en: 23 mayo 2018.
______ (2017b). ¿Racismo “estructural” en Cuba? Notas para el debate. Disponible en: <https://cubaposible.com/racismo-estructural-cuba-notas-debate/>. Acceso en: 23 mayo 2018.
Los Censos de Población y Viviendas en Cuba: 1907 – 1953. Disponible en: <http://www.one.cu/loscensos.htm>. Acceso en: 27 mayo 2018.
Serra, Consuelo (1929). Nuestros valores étnicos. Diario de la Marina, p. VI (3ra Sección).
Silveira, Inocencia (1929). Lo que somos. Diario de la Marina, p. VI (3ra Sección).
Urrutia, Gustavo (1929a). Armonías. Diario de la Marina, p. VI (3ra Sección).
______ (1929b). ¿Quiénes somos y dónde estamos? Diario de la Marina, p. XIII (3ra Sección).