
“He luchado mucho contra la tentación de repasar mis textos de economía política y, en combinación con algunos trabajos de revistas técnicas, escribir una brillante serie de artículos de doctrina económica. Ya vencí al Diablo y ahora estoy resuelto a seguir haciendo el papel del homo vulgaris…”
Gustavo Urrutia (1929c)
En el verano de 1929 (entre los días 1 de junio y 19 de julio) Gustavo Urrutia publicó en la columna semanal de “Ideales de una Raza” una serie (de nueve artículos) titulada “La cuestión económica del negro”. Antes de esa época, el Diario de la Marina publicaba sobre varios temas de economía nacional e internacional. Urrutia (1929a) insertó ese tópico para denunciar la situación de los negros más pobres, o sea, lo que él definió como aquella clase más desvalida, que no tenía renta ni sueldos.
Una pregunta de Urrutia (1929a) fue fundamental para el devenir de esa serie: “¿tiene el negro su problema dentro del problema económico cubano?” Él estaba consciente de las dificultades socioeconómicas de Cuba como nación joven que dependía de un país muy poderoso como Estados Unidos. Pero, cuando respondió afirmativamente dicha interrogante, su interés estaba dirigido al sufrimiento de un amplio sector de la población negra cubana, que presentaba una situación precaria.
En su controvertido discurso sobre las relaciones sociales entre blancos y negros de Cuba, Urrutia (1929a; b) creía (y exigía) que los blancos debían hacer algo en pro del mejoramiento del nivel de vida y de la situación económica de los negros. No obstante, también consideraba que los negros podían resolver por sí mismos el problema que los tenía sometidos a la indigencia. Es justamente ahí donde emerge su forma personal de hacer un periodismo crítico e incisivo: ir más allá de una simple interrogante, que puede parecer tautológica, abriendo un camino por medio de una propuesta, que él consideraba una solución concreta al alcance de las personas afectadas por la pobreza.
Cuando Urrutia era más joven se formó en la Escuela de Comercio de La Habana y tuvo una experiencia como vendedor ambulante. Gracias al dinero que fue acumulando pudo pagarse su carrera de arquitecto en la Universidad Nacional. Por tanto, Urrutia era el prototipo de una persona triunfadora que progresó a base de esfuerzos y sacrificios. En su opinión, abrazar la pequeña empresa (o, dicho en términos actuales, ser un “micro-emprendedor”) era una solución viable para salir de la indigencia y vivir de una forma más decente.
El pensamiento de Urrutia (1929b) está lleno de matices hasta el punto de identificarse con el argot popular sin caer en actitudes que puedan ser definidas como chabacanas. A su modo de ver, la barrera a derribar era cambiar la mentalidad cubana plagada de aquello que él definió como el prejuicio del “figurao”. Si nos remitimos a la historia de la colonización española en América, podemos identificar esa actitud con la mentalidad aristocrática de los hidalgos, que actuaban como si fuesen los dueños de todo (y nada poseían en España) y, sobre todo, tenían un concepto peyorativo del trabajo (en su versión física o manual fundamentalmente, para ser más exactos con aquella época).
Sin ánimos de pedantería intelectual, Urrutia (1929a; c) aconsejó a ese sector sumido en la precariedad cómo podrían conseguir su salvación económica viviendo de un trabajo modesto. En los nueve artículos utilizó un lenguaje claro, preciso y coloquial. Seguidamente, reproducimos los dos primeros textos de la susodicha serie. En las otras siete entregas, el autor transmitió sus experiencias como vendedor ambulante (o negro emprendedor), tales como: presentar un buen aspecto personal; tener un cuidado extremo con la mercancía; ser simpático, educado y cordial para mantener la fidelidad de la marchantería fija (la clientela); dominar el arte de pregonar; y, sobre todo, nunca vender al crédito o fiado. Actualmente, se está hablando mucho de la importancia de promover “negros cubanos emprendedores” en el entorno insular y esta contribución de Urrutia todavía puede dar mucha luz al respecto.
Nota: Por la relevancia del tema para la población negra de Cuba, Urrutia y su grupo de trabajo decidieron reeditar esta serie en la plana dominical de “Ideales de una Raza”, en la sección titulada “Entre Nosotros”, durante el lapso: 23 de febrero-20 de abril de 1930.
Bibliografía
Urrutia, Gustavo E. (1929a). La cuestión económica del negro. Diario de la Marina, p. 7.
_________ (1928b). La cuestión económica del negro: cambiar de mentalidad. Diario de la Marina, p. 9.
_________ (1929c). La cuestión económica del negro: las virtudes de la albahaca. Diario de la Marina, p. 7.
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Columna “Ideales de una Raza”
La Cuestión Económica del Negro
¿Tiene el negro su problema dentro del problema económico cubano? Creo que sí, como creo que tiene su problema social dentro de la sociología de Cuba. Todo lo que pienso decir en los artículos que pienso dedicar al estudio de la situación económica de nuestra raza y a sugerir el modo de mejorarla, será un nuevo aspecto del problemas general del negro, que venimos tratando en esta sección y en nuestra página dominical y quiero llamar la atención sobre el siguiente punto capital que, si no se aclara a tiempo podría dar motivos a errores y que se tomase por contradicciones lo que se dirá, de lo que llevo escrito antes.
La raza blanca puede y debe mejorar el nivel de vida y la situación económica de la raza negra, y sobre esto seguiré insistiendo por creerlo justo y razonable, pero aparte de todo la raza negra puede mejorar por sí misma esa situación.
No pretendo escribir una serie de artículos técnicos llenos de ciencia, que para las gentes a quienes me dirijo serían inútiles y de escaso interés para los ilustrados.
Mi punto de mira será la clase más desvalida: los que no tienen renta ni sueldos. Los que están muriéndose de hambre aunque son obreros y artesanos; los que han perdido –gracias a Dios– la esperanza de ser empleados u obreros de la Administración Pública y que, sin embargo, tienen en sus manos, con solo modificar su mentalidad, el medio seguro para ganarse la vida no obstante la carencia de trabajo reinante. El negro debe crear su propio trabajo.
¿Qué haría un hombre en un país extraño, solo y sin dinero, para no perecer de inanición y llegar a vivir decentemente?
Esto es lo que voy a explicar a nuestros hermanos indigentes, sin dejar por ello de pedir a la sociedad blanca mucha más equidad y amor para el trabajador negro, que viene recibiendo un trato distinto al trabajador blanco.
[Gustavo E. URRUTIA]
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Columna “Ideales de una Raza”
La cuestión económica del negro
Cambiar de Mentalidad
Si no hubiera preocupación racial en Cuba, el problema de los negros sería el problema de todos los cubanos, pero como la hay, estos sufren todas las limitaciones comunes a los cubanos, y por añadidura las que provienen de dicha preocupación.
Lo que mejoraría, a nuestro entender, la situación económica, requiere de un gran sacrificio de vanidad aldeana; un cambio de mentalidad para desechar otra laya de prejuicios arraigados. Me refiero al prejuicio del “figurao”; del desprecio a las ocupaciones modestas; el prurito de aparentar un bienestar de que se carece y que a los nativos nos lleva a gastar lo que tenemos y comprometer lo que no tenemos; a mofarnos del que ahorra y vive de sus propios recursos. La mayoría de mis paisanos prefiere suicidarse antes que acudir a una de las ocupaciones que tenemos calificadas de ridículas, que consideramos propias solamente de españoles, chinos, turcos, jamaicanos o polacos…
El cubano blanco –varón o hembra– lucha contra la competencia extranjera de los que empezaron su carrera y cimentaron sus posiciones, hoy envidiables, realizando esas mismas faenas que nosotros despreciamos, y que llegados a la opulencia, protegen a sus paisanos como cosa natural. Por eso cubanos blancos tienen oportunidad de trabajar con dichos extranjeros aunque no sea más que como asalariados, sin probabilidad de llegar a ocupar cargos ejecutivos. De todos modos pueden recurrir a ganar un sueldo o un jornal que les permita ir tirando. A esas personas imbuidas de las vanidades apuntadas arriba, es inútil predicarles para que las depongan. Mientras vislumbren una lejana esperanza de “colocarse” mantendrán el deseo de “figurar”.
Los negros no son agricultores ni empleados públicos, los que no cifran sus esperanzas en la política, o los que no son profesionales (que muchos viven muriendo): los que están faltos de ocupación a pesar de tener oficios y de buenos trabajadores, se hallan en situación desesperada. Las industrias y los comercios cumplen con Cuba empleando cubanos, pero esos cubanos son blancos casi todos. La agricultura en grave crisis y contratando braceros antillanos, no les ofrece amparo. De los esfuerzos de nuestro Gobierno para diversificar los cultivos y fomentar la industria nacional no cabe esperar beneficios reales para los negros sino en el reparto de tierras, y esto mismo requiere un tiempo que su apurada situación no les permite aguardar.
En tales condiciones se puede hablar a los negros con fundadas esperanzas de que escuchen y se agarren al pequeño comercio como el náufrago a la tabla. A este comercio ambulante, al que ejercían y siguen ejerciendo los chinos, los polacos… al que yo he practicado durante cuatro años con sorpresa de muchos paisanos míos, y que practicarán cuando los extranjeros vengan a Cuba sin el apoyo de una colonia rica que los proteja mientras se abren paso.
Ya sabemos que el cubano de color no es extranjero en Cuba, pero dentro de la situación que analizamos está peor que si lo fuera, porque además de hallarse tan desvalido como un pobre recién llegado, lleva en sí mismo la tara ruinosa de repugnar toda actividad que sea de cobrar y pagar.
Conocemos a cubanos negros y blancos -de estos, algunos que eran profesionales- que en la emigración vendían públicamente dulces o cordones de zapatos para ganarse el sustento. Pudieron hacerlo porque la necesidad apremiaba y estaban fuera del medio enervante de la tradición rumbosa del cubano. El sacrificio que pido a los negros desvalidos es el de la vanidad que mata de hambre. Dedíquense al pequeño comercio, humilde, ambulante. Saquen de él un diario para sí y para su familia. Háganlo con espíritu alegre. Limpios y amables. No como quien sufre un castigo, sino como el que está labrando la primera piedra para edificar un porvenir. Semejante a la realidad presente que nos muestran los españoles, los chinos y los polacos.
Los que no quieran convencerse me preguntarán: ¿Con qué numerario contamos para empezar?… A lo cual contesto por anticipado que hay algo más difícil que conseguir el dinero, a saber: disponer sinceramente el ánimo para emprender ese camino de salvación económica…
El negro puede crearse su propio trabajo, sin dejar por eso de seguir pidiendo más equidad a sus paisanos blancos, para que compartan con nosotros lo que les queda a los cubanos, por poco que sea.
[Gustavo E. URRUTIA]
Fuente: Diario de la Marina, La Habana, 1; 6 de Junio de 1929, p. 7; 9.