Jesús Arboleya: “En Cuba se impone la necesidad de un consenso que, con base en la ley, establezca las reglas del debate público”.


En las circunstancias actuales de Cuba y del mundo, el interés por buscar y encontrar formas renovadas de hacer posibles los anhelos históricos y contemporáneos del país constituye un empeño de diferentes actores, colectivos y personas con vocación por pensar la nación sin desconocer sus diversidades. Esa voluntad plantea desafíos de diferente orden; quizás uno de los más grandes es el de repensar las necesidades de debate que, desde diferentes espacios, tributen a un mayor y mejor entendimiento de los presentes y los futuros plausibles y deseados. Con el propósito de contribuir con ello, Cuba Posible ha invitado a intelectuales cubanos a reflexionar sobre la necesidad de debate, y sus mejores caminos, en el actual contexto nacional. Estas son solo algunas voces de las muchas que pueden encontrarse en Cuba, que acompañan y construyen ideas y propuestas para nuestro país.

En esta nueva entrega, compartimos los criterios del ensayista y analista político, Jesús Arboleya, Premio Casa de las Américas.

¿En qué medida la política cubana actual identifica la necesidad del debate sistemático y público de nuestros problemas? ¿Escucha propuestas para solucionarlos?

Asumo que estamos hablando del debate político, al que concibo como un momento de confrontación de ideas, en un entorno donde, debido al desarrollo de las nuevas tecnologías de la información ha incrementado su importancia, hasta el punto de muchas veces convertirse en el escenario de las principales batallas.

El debate político no es una garantía para la generación de consensos. Lo mismo puede evolucionar -mediante el diálogo- hacia la solución de los conflictos, que transitar hacia enfrentamientos que incrementan la polarización política de la sociedad. No obstante, una de las virtudes del debate como método para dirimir las diferencias políticas, es que actúa como un disuasivo de la violencia.

La participación política y la libre expresión de opiniones constituyen derechos ciudadanos refrendados por la Constitución cubana. Los debates políticos son una de las maneras en que es posible ejercer estos derechos, por lo que cualquier violación en este sentido va contra la ley y refleja una insuficiencia del sistema político nacional.

Sin embargo, los debates no constituyen una rueda suelta en el funcionamiento de la sociedad, por lo que sus límites están condicionados por coyunturas específicas y se establecen a partir de principios y normas relacionados con la defensa de la soberanía nacional; el culto a los valores patrios; el respeto a la dignidad y los derechos del resto de los ciudadanos; la cultura del país; los hábitos de conducta social y las relaciones con otros pueblos, entre otros asuntos. Un factor que determina la eficacia del debate es la oportunidad de los mismos.

En tanto método de participación política, el debate no tiene atribuciones morales propias, existen buenos y malos debates, en dependencia de la ética con que se ejerciten y los objetivos que se persigan. Tampoco, salvo que se organicen con ese fin, el debate es un mecanismo para la toma de decisiones políticas, para lo cual se requiere de mecanismos complementarios previamente aceptados, que validen la voluntad decisiva de la mayoría, como ocurre en las elecciones y otros procesos de votación.

En general, los debates encuentran su legitimidad práctica en su aporte al desarrollo de la cultura política de la población, en particular por su contribución a la identificación de las contradicciones existentes en la sociedad y la creación de estados de opinión que facilitan enfrentarlas, mediante la participación más amplia posible de las personas.
 
No se trata de una importancia menor, en esto consiste la esencia de las luchas políticas e ideológicas que se desarrollan en el país y el debate forma parte de esta lógica, por lo que reprimirlo o limitarlo de manera arbitraria es siempre disfuncional para el ejercicio de una buena política.

En Cuba, esta problemática ha transitado por diversas etapas. En los primeros años de la Revolución tuvo lugar la promoción de un debate público muy amplio e intenso, que en ocasiones condujo a soluciones enriquecedoras y, en otras, sacaron a flote conflictos antagónicos, que sirvieron para establecer estrategias y principios respecto a la sociedad que se pretendía construir.

Después, el debate fue concebido como un quiebre de la unidad y aunque nunca dejaron  de existir posiciones contradictorias, cosa imposible, tal política determinó que terminaran escondidas en el oportunismo, la simulación, la apatía o el abuso, efectos más negativos que cualquier resultado indeseado del debate mismo.

La actual política oficial ha criticado esta práctica. No obstante, entre las tendencias que forman parte del debate nacional está la resistencia de una burocracia que lo percibe como una amenaza y está en posiciones de poder para limitarlo. Un factor presente en la dialéctica de la vida política cubana, que no solo afecta la posibilidad y el entorno en que se llevan a cabo los debates, sino que impacta en otras muchas esferas de la vida del país, afectando el programa estratégico de transformaciones que encauza el propio gobierno. 

A pesar de esto se han abierto muchos espacios, lo que permite afirmar que el debate está vivo en Cuba y resulta una práctica “sistemática y popular”. Creo que la tendencia a continuar por este camino está basada en factores objetivos que no pueden ser ignorados por la política, por lo que es de esperar que el debate público se expanda y exista más difusión respecto a sus contenidos, mediante el perfeccionamiento de los mecanismos legales e informativos que le sirven de fuente nutricia.
          
¿Cuáles son los temas que más se debaten? ¿Cómo evalúa la calidad de esos debates, su diversidad o representatividad?

Creo que en Cuba se debate sobre cualquier cosa; ya sea de manera formal o informal participan y están representados todos los sectores de la sociedad. Como ocurre en casi todas partes, el tema principal es la economía, más bien la economía política, o sea, las políticas económicas del gobierno, por su impacto en la vida cotidiana de las personas y sus expectativas de existencia.

Es reconocida la cultura del pueblo cubano y, de manera especial, su cultura política. Ello se refleja de manera general en la calidad de los debates, aunque la complejidad de la situación actual reclama nuevas exigencias, relacionadas con el incremento del acceso a las medios de información; mayor transparencias de las fuentes oficiales; la socialización de las investigaciones sociales y políticas que se realizan en Cuba y en el extranjero, así como el mejoramiento de los órganos de prensa oficiales y alternativos.

¿Cuáles son los principales foros donde se discuten los problemas actuales del país? ¿Qué características tienen? ¿Cuáles son sus cualidades y limitaciones?

Existen tantos foros para discutir los problemas actuales del país, que resulta imposible resumirlos y evaluar con profundidad sus jerarquías, organización, calidad y utilidad. Prefiero entonces referirme a sus características más generales y señalar algunos problemas que me parecen relevantes. Como ya vimos, la ley cubana protege el debate y el discurso oficial lo estimula en teoría, aunque ciertos sectores de la burocracia a veces colocan obstáculos injustificados para su realización y actúan de manera arbitraria contra personas que participan en ellos.

Bajo estas condiciones, el debate en Cuba se mueve en un entorno complejo y en ocasiones contradictorio, donde conviven restricciones a veces ridículas, con políticas muy amplias, donde toda la población debate sobre las decisiones más importantes del país, constituyendo un ejercicio democrático que tiene escasos similares en el mundo.

Se critica que estos debates no tienen fuerza decisoria, pero, como vimos, ésta no es necesariamente la función del debate, sino establecer los estados de opinión e influir de esta manera sobre las políticas del Estado. Lo mismo ocurre en las asambleas de base del Poder Popular, donde el problema no radica en la posibilidad del debate, sino en condicionantes estructurales que limitan la autoridad y capacidad de los delegados para resolver los  problemas que se plantean.

En la esfera gubernamental todas las organizaciones tienen establecido el debate como un método para la toma de decisiones, aunque la unanimidad que se transmite como resultado de estos procesos, deja la impresión que el debate interno es muy limitado o su riqueza no se difunde apropiadamente.
 
Algo similar ocurre con los debates en el seno de las organizaciones políticas, especialmente en el Partido Comunista. No obstante, la socialización natural de estos procesos permite afirmar que, sobre todo en las bases, el debate interno es muy rico en matices y contenidos.

En el mundo académico el debate es muy extendido y se manifiesta una calidad apreciable en su conducción y contenidos. Lo mismo ocurre en las organizaciones de intelectuales, artistas, profesionales y otras instituciones de la sociedad civil.

El “agujero negro” del debate en Cuba radica en los “medios de comunicación social”. Un término bastante impreciso debido a la manipulación de que son objeto en Cuba y en el resto del mundo.

Algunos medios se definen a sí mismos como oficiales o son asumidos como tales debido a su dependencia de organismos oficiales. Se supone que a través de ellos se difunde la política oficial, sin embargo, las propias autoridades del país han criticado la efectividad  el funcionamiento de estos órganos para reflejar estas políticas.
 
Por otro lado, muchas veces cargan con el sambenito de “oficiales” otros que no lo son, ya sea porque se muestran “más papistas que el Papa” o porque, de esta manera sus contrarios pretenden descalificar la legitimidad de sus posiciones.

El asunto aquí no radica en la defensa de una línea editorial determinada, lo cual se cumple para todos los medios, sino en hacerlo de una manera sesgada, desaprovechando el aporte de la sabiduría acumulada o mirando con ojeriza el surgimiento de nuevas ideas, para no hablar de la obsolescencia del mensaje y las técnicas de comunicación social que se observa en algunos, lo que afecta su eficacia política.

El otro problema es que, dada la estructura informativa del país, donde los órganos oficiales controlan los medios fundamentales, estos tienen la responsabilidad de funcionar como una caja de resonancia del debate nacional e informar al pueblo al respecto.
   
Vale decir que en este campo también hay que hacer distinciones, dado que han aparecido medios oficiales, especialmente digitales, donde la diversidad de opiniones es más amplia y se estimula el debate con los lectores.
 
En tanto reflejo de lo que ocurre en la sociedad civil, existen las publicaciones impresas o digitales vinculadas a instituciones académicas, intelectuales y profesionales que, de manera general, muestran un producto altamente elaborado y diverso, cuya línea editorial estimula el debate como una de sus premisas.
    
Los llamados medios “no oficiales o alternativos” abarcan una gama muy amplia de opciones. Algunos efectivamente surgen de la iniciativa de organizaciones y personas no vinculadas con una línea oficial determinada, pero otros simplemente responden directa o indirectamente a las políticas de otros gobiernos interesados en impactar en la realidad cubana, lo que los convierte en “órganos oficiales” de otro signo.

La calidad de estas producciones es disímil, algunos son muy primitivos y poco aportan al debate, no importa la posición que defiendan. Otros responden a claros intereses subversivos, cuya finalidad es la propaganda, pero existen algunos que reflejan opiniones de calidad que aportan al debate nacional, incluso desde posiciones no siempre coincidentes con la política oficial, que merecen ser tenidas en cuenta.
 
A ello se suma el inevitable acceso de los cubanos a medios extranjeros y la participación en el debate nacional de personas que no radican en el país. Aunque algunos se resisten a admitirlo, la vida demuestra que resulta imposible en la actualidad “controlar” la información que se difunde, por lo que el debate se decide en la convicción de los argumentos.
 
¿Cree que esos foros son aprovechados por la política, por la sociedad? ¿Qué propondría para hacerlos más útiles?

Los foros de debate influyen de muchas maneras en la política, aunque ello no implica que sus resultados siempre sean aprovechados de la mejor manera. La sociedad se nutre de ellos para obtener información y, en el mejor de los casos, aumentar la cultura política popular, todo lo cual justifica su promoción y desarrollo.  En Cuba se impone la necesidad de una nueva mirada a este asunto, donde prime un máximo de inteligencia política y mayor responsabilidad cívica, con vista a propiciar un consenso que, con base en la ley, establezca las reglas del juego del debate público, así como los derechos y deberes de los ciudadanos, de los funcionarios oficiales y de los medios de comunicación que intervienen en los mismos.

Sobre los autores
Cuba Posible 188 Artículos escritos
Cuba Posible es un “Laboratorio de Ideas” que gestiona una relación dinámica entre personas e instituciones, cubanas y extranjeras, con experiencias y cosmovisiones diversas; en algunos casos muy identificadas con las aspiraciones martianas. Si...
Jesús Arboleya Cervera 3 Artículos escritos
Profesor y analista politico. Especialista en el estudio de las relaciones Cuba-EEUU. Ha publicado "La Revolución del otro mundo: un análisis histórico de la Revolución Cubana"; "El otro terrorismo: medio siglo de política de los Estados Unidos ...
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