
Compartimos con nuestros lectores la carta que nos ha enviado el importante académico cubano Julio Carranza, con motivo de la publicación en nuestra web de un texto de Pedro Monreal sobre “economía e igualitarismo” en el actual contexto de reformas que vive el país.
Estimados amigos de Cuba Posible:
Un viaje imprevisto de trabajo me impidió terminar y hacerles llegar el material conversado, lo haré próximamente, ahora aprovecho para enviarles un comentario muy sintético que originalmente le envié a Juan Valdés Paz, motivado por el debate que se abrió en vuestro espacio sobre el tema de “economía e igualitarismo” en el contexto actual de Cuba. No pretende ser un artículo académico, es un comentario para participar en ese debate específico. Si lo consideran pueden publicarlo íntegramente con ese carácter.
Cuba Posible ha abierto un debate interesante y muy útil sobre las reformas en curso en la economía cubana. Una reflexión consistente sobre este proceso supone un tratamiento integral de la economía que tenga en consideración todas sus dimensiones y las complejas interrelaciones entre ellas, incluidas las implicaciones de este proceso para la sociedad y la política de la nación, sobre todo en el mediano y largo plazo.
Me he propuesto volver sobre este asunto para retomar activamente el curso de un debate en el que, de manera intensa, tuve la oportunidad de participar en la década de los 90s conjuntamente con otros amigos y colegas que defendíamos un análisis y una propuesta común. Aquellas reflexiones quedaron registradas en dos libros y múltiples artículos académicos. Hoy, a la distancia de casi dos décadas, observando el proceso reciente y revisando los viejos textos tengo el criterio de que lo allí propuesto mantiene esencialmente su validez, lo cual se va confirmando con el devenir de los acontecimientos. Afirmo esto sin la intención de hacerle justicia a esos entonces muy polémicos textos, sino porque considero que volver sobre ellos es útil para el debate de hoy.
El actual es, sin dudas, un proceso muy complejo con implicaciones determinantes para el futuro de Cuba. Aprecio con satisfacción el ambiente de debate que se ha abierto y que debe ser conducido con la responsabilidad que exige un momento histórico como el que vive el país. En esto las iniciativas de los colegas que coordinan Cuba Posible han sido muy importante, también diferentes actividades, eventos y publicaciones organizados por centros de investigación y universidades del país. Creo que esos espacios convocan a la participación de todos los que consideren pueden hacer aportes útiles; para los cubanos comprometidos y preocupados con el futuro de la nación participar activa y libremente en ese proceso es no solo un derecho, es también un deber.
El debate debe ser culto, comprometido y abierto a todos los criterios, además de incluir las experiencias históricas internacionales; la endogamia es un factor que cierra el paso al desarrollo de los regímenes sociales. Hay que estar preparados para debatir los temas críticos. El futuro depende, en gran medida, del análisis que hagamos del pasado. Como alguna vez afirmó Albert Einstein, lo importante es no dejar de hacerse preguntas.
Como les expresé anteriormente, un análisis adecuado del actual proceso supone su abordaje integral sobre el cual me propongo volver en otros textos, sin embargo como parte de ese debate, es útil hacer énfasis en algunos aspectos específicos para destacar puntos críticos de la reforma. En este sentido me ha interesado el intercambio que se ha abierto sobre el tema de “economía e igualitarismo” en el contexto de la actual reforma económica, por lo que presento, de manera muy sintética, en 13 puntos y una reflexión final, mis consideraciones al respecto:
1- En mi opinión, no existe un solo escenario de futuro inmediato en Cuba que no suponga un mayor nivel de diferenciación económica en comparación con el aspirado históricamente por la Revolución cubana. Esto no significa que el tema de la igualdad debe salir u ocupar un lugar subordinado en el debate sobre la reforma económica, al contrario. Esta situación coloca el tema de la igualdad en el centro de ese debate necesario, seguramente como uno de sus aspectos más complejos y esenciales. Si no se entienden ambas cosas es difícil contribuir positivamente a los cambios que el país necesita, creo que se debe tener el coraje político necesario para admitir esa realidad que las condiciones objetivas del mundo y de Cuba imponen. El problema, el desafío mayor, es cómo se debe concebir, en la teoría y en la práctica de la política, esa diferenciación inevitable, cuáles deben ser sus límites. Toda revolución en sus primeras etapas es maximalista, allí radica en gran medida su fuerza, después más tarde o más temprano las condiciones imponen límites, mayor racionalidad y ciertos “retrocesos”. Entonces el desafío es determinar qué preservar, cómo hacerlo, en qué dirección continuar, con qué horizontes. Es determinante para cualquier fuerza social definir los objetivos de su lucha en cada etapa histórica.
Las diferenciaciones en los niveles de ingresos a los que la nueva economía más abierta y descentralizada da lugar deben entenderse como una necesidad (en el sentido filosófico del término) y no como una virtud que deba ser elogiada. La política económica habrá siempre de actuar para reducir esa brecha e impedir que la dinámica del mercado y la acumulación la coloquen en niveles incompatibles con la esencia de un modelo social basado en principios a los cuales no se ha renunciado. No se trata de reproducir políticas del pasado cuyo efecto fue la “igualación hacia abajo” y el consecuente desestimulo a la eficiencia, la productividad, la iniciativa y la innovación, factores claves para la viabilidad de la reforma económica en curso.
Como afirma un viejo principio de la economía, solo se puede distribuir lo que se produce, salvo que condiciones internacionales excepcionales permitan transferir sistemáticamente excedentes no producidos en el país desde otras economías más avanzadas, sin que ello implique el aumento de una deuda que, tarde o temprano, termina frenando y desarticulando toda la economía. El impacto de las remesas familiares no modifica, por su magnitud y carácter, la afirmación anterior.
2- La igualdad social, la libertad, y la dignidad plena del ser humano deben ser el factor esencial en la definición de cualquier propuesta socialista por condicionada que esta esté a las realidades que impone la actual situación de la economía y los mercados internacionales. Las inevitables diferencias de ingresos, deben asumirse como parte del modelo económico necesario e integrarse a lo común de la dinámica social, pero estas no deben ser extremas ni conducir a exclusiones y marginalidad. La igualdad y la justicia social no se deben remitir solamente a los ingresos monetarios de las personas. En esto media la política, que en una perspectiva socialista, no puede reducirse a la buena administración de la economía, aunque tampoco puede ser contraria a esta.
3- El crecimiento sostenido del producto sobre la base de mayores niveles de eficiencia y competitividad es una necesidad impostergable para la reproducción de la sociedad en las actuales condiciones, pero no debe ni tiene que ser alcanzado a costa del abandono de los mayores niveles posibles de igualdad social, como uno de los objetivos esenciales de la economía y la sociedad socialista. Dicho de una manera muy sintética: puede radicar aquí la diferencia entre un replanteamiento del modelo socialista de Cuba en las actuales circunstancias o un franco retroceso a una sociedad basada esencialmente en las dinámicas de los mercados y de la rentabilidad a todo costo social. Como puede demostrarse en un examen más detallado de esta relación, la mayor acentuación de la desigualdad no es necesariamente ni una condición, ni una consecuencia de una economía más diversa, más dinámica, más competitiva y de mayor crecimiento.
4- La construcción del consenso social, factor imprescindible para una Cuba que aspire a mantener su soberanía frente a enormes desafíos internacionales, supone necesariamente una economía con tasas de crecimiento sostenidas y niveles de redistribución de la riqueza, que sin ser igualitarios, sean incluyentes y abran diversas oportunidades de desarrollo social a toda la población. Sobre todo a las nuevas generaciones.
5- El impacto de los cambios y los procesos económicos en curso sobre los niveles de igualdad económica y social deben ser permanentemente medidos y constituir una preocupación central de la política económica y de la “política política”. El entender cómo una necesidad (no solo coyuntural) la existencia de mayores niveles de desigualdad económica en Cuba en comparación con las aspiraciones históricas, no debe conducir al abandono de la igualdad y la justicia social como una aspiración esencial del modelo socialista.
6- Los sectores que suponen derechos sociales fundamentales (como educación, salud y seguridad social) deben mantener su distribución igualitaria, gratuita y universal.
7- Los principales factores que expliquen la diferenciación en la distribución del ingreso debe ser el trabajo, la eficiencia, la competitividad, la capacidad de emprendimiento, la innovación y la responsabilidad social, en cualquiera de los diversos sectores de producción y de servicios -estatal, cooperativo y privado- que la reforma económica viene abriendo y se continuarán ampliando en el país.
8- La propiedad privada sobre medios de producción, factor novedoso y necesario en la actual reforma económica, debe tener límites extraeconómicos claros, que impidan el avance de la acumulación privada sobre el control de los medios fundamentales de producción (aquellos que por su valor, magnitud e impacto en las interrelaciones económicas son determinantes para la reproducción y el desarrollo estratégico de la economía nacional), los cuales deben mantenerse bajo formas sociales de propiedad y de gestión.
9- La inversión extranjera, imprescindible por su aporte -en capitales, tecnologías y mercados- debe participar con las garantías y los niveles de rentabilidad adecuados, pero bajo regulaciones del Estado y de la sociedad que limiten impactos contrarios a los intereses del desarrollo nacional y al carácter de la sociedad.
10- La política fiscal debe garantizar, tanto los ajustes distributivos adecuados, como el financiamiento de las políticas sociales y de la inversión pública para el desarrollo estratégico del país.
11- Debe haber políticas sociales bien financiadas que compensen las desigualdades en los sectores más afectados y vulnerables y que, además, contribuyan al desarrollo y la movilidad social de las personas, creando condiciones para la inclusión social a través de la capacitación y el empleo. El empleo es el puente entre la política social y la política económica.
12- La planificación debe adquirir un nuevo contenido, compatible con los altos niveles de descentralización que la actual economía requiere, por lo cual debe acentuar su carácter de planificación estratégica e indirecta, manteniendo su carácter directivo solamente para empresas e inversiones de máxima prioridad e impacto estratégico en el desarrollo del país.
13- El mercado debe estar subordinado a la política y el interés privado al interés público. Las instituciones, la participación democrática y las regulaciones constitucionales y legales son los únicos garantes de esa condición. Por ello, el sistema político debe representar la diversidad social a la que la reforma económica da lugar.
Finalmente:
El socialismo no es una sociedad igualitaria, es la sociedad más igualitaria de la historia conocida. El socialismo es una sociedad mercantil, sometida a determinaciones históricas concretas y lo define no la supresión del mercado y de la propiedad privada, sino la supresión de la hegemonía del capital. Esta condición se hace evidente en la actual situación de Cuba.
El mercado es una relación social de producción que inevitablemente acompaña a la sociedad durante un periodo muy prolongado de su historia; el mercado no puede ser suprimido por decreto. Las experiencias históricas que lo han subestimado han pagado las consecuencias con fuertes desequilibrios, distorsiones y retrocesos en su desarrollo económico y social. El socialismo permite una mayor y más esencial regulación del mercado, de mayor alcance que aquellas regulaciones propias de determinadas experiencias capitalistas, sobre todo las más avanzadas. Las regulaciones del mercado en una economía socialista permiten impedir sus peores impactos sobre la justicia y la igualdad social y favorecer el desarrollo estratégico, como afirmábamos en el libro publicado en 1995, “al mercado no se le debe subestimar ni conceder un papel inferior al que se derive de las condiciones históricas concretas, del sentido común y de una teoría socialista despojada de fundamentalismos”. Es para mantener el fiel de ese equilibrio que la política, la democracia y la participación son esenciales.
Una defensa del “igualitarismo”, sin entender adecuadamente su significado, sus condicionantes históricas y sus limitaciones puede ser cómoda para determinadas posiciones políticas, pero no corresponde a ningún escenario posible en el futuro inmediato y mediato de Cuba. El desafío no es paralizar el cambio apelando a la defensa del “igualitarismo” a secas, o sea, un radicalismo fatuo que no conduce a nada. El desafío consiste en dinamizar el cambio reteniendo los mayores niveles de justicia social e igualdad posibles, sin concesiones a las concepciones de mercado y rentabilidad a todo costo social, tampoco a los reclamos de un nivel de igualdad económica posible quizás en los Evangelios o en las utopías de ciertos libros, pero no en la realidad y en los desafíos del país de hoy. Sin embargo, es muy importante y positivo que el tema de la igualdad este siempre en el debate para evitar los extremos de todo tipo, sobre todo los de derecha, que son los que más deben preocuparnos a los que creemos en un futuro nuevo, posible y socialista.
Reciban mi saludo cordial,
Julio Carranza