“Júpiter tronante” y la intervención militar en Venezuela

Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, luego de expresar que no descarta una intervención armada como salida a la crisis política de Venezuela. . Foto: Jim Watson / Getty Images

Nos guste admitirlo o no, el “vecino de enfrente” es, todavía, la mayor potencia del mundo. Contrariamente a lo que podría esperarse en términos de fomentar la paz y la cooperación, el respeto entre las naciones, la ayuda al desarrollo y otras bondades proclamadas (y muy mal practicadas), el patrón de conducta imperial basado en la intimidación, la injerencia, la agresión y la intervención armada, amén de la rapiña voraz, han distinguido la casi totalidad de la política de este “buen vecino” (como bien lo calificara un ilustre ensayista mexicano, Mario Gill, hace muchos años). Extendernos en esto puede hacer derivar este texto hacia la letanía aburrida y la baba insípida.

Pero (y este es un gran pero con mayúscula), el presidente Trump nos obliga a echar a un lado la letanía y levantar las barricadas ante la oleada monumental de guapería barata que ha entronizado como política de Estado en apenas siete meses en el cargo. No le basta el monumental rollo que ha creado con Corea del Norte (y mi consejo es que no se metan con los coreanos, porque el precio sería incalculable); rollo que las voces más responsables y autorizadas del mundo académico de Estados Unidos y el Reino Unido han cuestionado de punto a cabo. Tampoco la nueva ola de sanciones y amenazas contra Rusia, el alarde con los “coheticos” en Siria, amenazas contra China, y el show de “tipo duro” contra Cuba desde la Calle 8 (en espera de las medidas efectivas, o no, que podrá aplicar a partir de fines de septiembre).

De repente, el arrebato de la guapería barata toma como nuevo objetivo a Venezuela, al gobierno PSUV/Maduro. No le ha bastado con la serie de sanciones contra figuras dirigentes, ni las amenazas de cortar el acceso del petróleo venezolano al mercado de Estados Unidos. “Júpiter tronante” sube la parada al máximo y pone en juego la hipótesis de una intervención militar norteamericana en Venezuela. Echemos al vuelo la imaginación y contemplemos el desembarco de los marines por La Guaira o Carúpano, ocupando los pozos petroleros de Maracaibo y el oriente venezolano, y los Navy Seals capturando el Palacio de Miraflores en un abrir y cerrar de ojos. Para un guión cinematográfico de Hollywood estaría bueno o, tal vez, uno más del montón, si fuera así de fácil. El policía del mundo, el gendarme internacional, vuelve por sus fueros.

La gran paradoja de la actual jugada de Trump con su amenaza de intervención militar en Venezuela, es que no ha encontrado eco ni siquiera entre los más enconados enemigos internos del gobierno del PSUV/Maduro que (como Henry Ramos Allup y Henrique Capriles) de manera terminante optan por “la salida electoral”, reclaman el fin de la violencia opositora y reconocen que la violencia callejera “se ha enfriado”, perdida su base de apoyo e incapaz de movilizar ninguna fuerza significativa (AFP: “Impotencia, frustración, rabia: la calle se enfrió para la oposición”, 13/8/2017, publicado por El Nacional, influyente periódico de la extrema derecha venezolana).

Y lo más decepcionante para Trump es que no sólo las autoridades venezolanas han rechazado enérgicamente tales amenazas, sino que la propia Mesa de Unidad Democrática (MUD), la mayor alianza de partidos opositores, se pronunció en los términos siguientes: “La MUD rechaza la amenaza militar de cualquier potencia extranjera…”, aunque culpa a Maduro “por convertir al país en una amenaza regional”, (sentencia que carece de sentido alguno pues el gobierno de Caracas no amenaza a ninguno de sus vecinos, ni representa peligro alguno para Estados Unidos). Al mismo tiempo, a la MUD se le olvida en su declaración mencionar expresamente al Presidente de Estados Unidos.

En comunicado público divulgado por todos los medios, el Arzobispo de Caracas, Cardenal Jorge Urosa Sabino, expresó su rechazo ante cualquier tipo de “injerencia militar” en Venezuela, puntualizando que ningún obispo venezolano está de acuerdo con la amenaza de una “opción militar”, aunque sin mencionar a Estados Unidos y a la declaración que hiciera al respecto el presidente Trump.

Más allá de las fronteras venezolanas, desde el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos (nada devoto del PSUV/Maduro), hasta el último de “los 17 de Lima” (que condenaron la celebración de la Asamblea Nacional Constituyente) y muchos más, han rechazado, de manera bien explícita, la amenaza del presidente Trump. Lo mismo ha ocurrido en Europa, donde el presidente francés Emmanuelle Macron se ha desmarcado de la condena de la Unión Europea y gestiona una iniciativa de diálogo con el presidente Maduro; la propuesta se la dio a conocer el propio presidente Macron a  Donald Trump, y apunta hacia un rumbo de moderación y negociación. Además, todo el mundo en Venezuela y en el exterior están perfectamente conscientes de que tales amenazas con frecuencia surten un efecto contrario al deseado; entiéndase: moviliza sentimientos y lealtades en favor del amenazado, de la víctima, y muy contrarios hacia el agresor. Esto, sin olvidar las tradiciones antimperialistas en amplios sectores venezolanos (que en el verano de 1958, en Caracas “la roja” -como se le decía por entonces-, estuvieron a punto de linchar a Richard M. Nixon, vice-presidente en la Administración Eisenhower, por su apoyo a la dictadura Marcos Pérez Jiménez).

Un cuadro semejante debiera disuadir a Trump de cualquier agresión militar a Venezuela, pero se interponen algunas tentaciones peligrosas que pueden animar decisiones bien costosas a esta Administración. ¿Por qué semejante movida ahora, cuando apenas unos días atrás anunciaban la continuación de un diálogo con el Gobierno venezolano? ¿Acaso porque el señor Trump se siente estimulado por los intentos de cerco internacional contra el PSUV/Maduro por parte de un gran número de Estados latinoamericanos (17 para ser exacto)? ¿O es acaso por la condena al mismo por parte de los miembros de la Unión Europea, todo ello con motivo de la ANC? ¿Crea esto acaso un clima que pueden en Washington percibir como “favorable” a una intervención militar? ¿Acaso piensan que el clima es así tan favorable (o más) que cuando, en diciembre de 1990, las circunstancias internacionales de entonces le favorecieron al presidente de turno George H.W. Bush lanzar una invasión contra Panamá, so pretexto de las implicaciones del Coronel Noriega con el narcotráfico? No anda muy lejos este precedente de nuestra memoria histórica, y la palabra “precedente” en Estados Unidos tiene un singular valor para avalar acciones actuales.

Por otro lado, cuando más repuntaron los índices de aprobación de Trump fue durante su ataque a Siria y hoy esos índices andan por el piso; y anda buscando Mr. Trump (desesperadamente) la manera de incrementarlos. Traducir la guapería barata en acciones reales contra Corea del Norte, China o Rusia, supone enormes costos; en tanto que una acción contra Venezuela “a lo Panamá”, se vislumbra como una operación de bajo costo y elevados beneficios, incluyendo la complacencia de aquellos actores que han estado procurando el cerco y la asfixia del gobierno PSUV/Maduro en Venezuela.

Apostemos porque la sensatez prevalezca, en tanto las barricadas se mantienen en alerta…

Sobre los autores
Domingo Amuchástegui 31 Artículos escritos
(La Habana, 1940). Licenciado en Historia por la Universidad Pedagógica. Máster en Educación por la Florida International University. Doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad de Miami. Fue Jefe de Departamento en el Ministerio de Re...
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