
“… En dirección hacia el jardín izquierdo –YULI –
a lo profundooooooooooooo y, no,
no, no, no, no, no; díganle que No a esa pelota…”.
Ernesto Jerez (Narrador – World Series, 2017)
El deporte de alto rendimiento está lleno de anécdotas interesantes que oscilan entre lo glorioso, lo curioso y lo absurdo. Algunas de ellas tienen la característica de rebasar el plano deportivo de matiz “técnico-táctica” hasta llegar al entorno de la complejidad de los fenómenos sociales con efectos locales y globales. Y si a eso añadimos que estamos viviendo en plena era de la información, reflejada en el dominio de las tecnologías digitales, tenemos un panorama que permite una mejor comprensión del funcionamiento del mundo de hoy.
Los deportistas que llegan al estrellato son exaltados al nivel de super-héroes populares y los sigue una grande afición sin distinción de edad, de sexo, de credo, de etnia y de raza (o, más exactamente, color de la piel). El protagonismo de esas estrellas en el mundo de hoy, tanto dentro como fuera de “los terrenos”, es impresionante porque los mass media coadyuvan mucho generando noticias sobre ellos. Si hablamos de fútbol aparecen los nombres de Lionel Messi (Argentina), Cristiano Ronaldo (Portugal) o Neymar Júnior (Brasil). Si nos interesa el basket, entonces sobresalen los estadounidenses LeBron James, Stephen Curry o James Harden. Y si se trata de béisbol tenemos presentes a Aaron Judge, Clayton Kershaw (ambos estadounidenses) o José Altuve (Venezuela).
La mímica y el fraseo: dos estampillas del desprecio y de la ignorancia
El béisbol es una de las grandes pasiones de Estados Unidos, del Caribe hispano (incluyendo tierra firme y el Istmo centroamericano) y de Asia. Precisamente, en el pasado Clásico de Otoño de la Major League Baseball (MLB) toparon Los Angeles Dodgers (de Kershaw) y los Houston Astros (de Altuve), que se saldó con victoria final de los segundos. Durante el tercer juego de la World Series, celebrado el viernes 27 de octubre de 2017 en Houston, el cubano Yuli Gurriel despachó una bola rápida (de 95 millas por hora), servida por el serpentinero japonés Yu Darvish (cuya otra mitad de su descendencia es iraní). En ese momento los Astros colocaron el score 1×0. El match terminó con triunfo tejano de 5×3 y, además, con el Play Off favorable para ellos 2-1. Gurriel estuvo sensacional, tanto al bate (“cuatriesquinazo” y “tubey” en cinco turnos, impulsada y anotada), como a la defensa (facturó ocho outs en la inicial, hizo una “asistencia” con la cual inició una jugada de doble play, que salvó el juego para su equipo en el tercer inning). Darvish vivió su peor noche como profesional, porque fue castigado por la batería rival y, por primera vez, no consiguió ponchar a ningún jugador contrario.
En el dugout de los Astros todo era alegría y Yuli hizo una mímica usando sus dedos índices para estirar la piel de la parte externa de sus ojos, haciendo referencia al tipo físico que es representativo del rostro de un asiático del Extremo Oriente (los ojos rasgados) y, además, pronunció la frase “chinito”. Muchos años atrás, es probable que ese momento hubiese quedado como algo pasajero entre uno, dos o tres peloteros de la franquicia tejana que estaban junto al Yuli en esa risotada. Pero actualmente, hemos sido testigos de cómo algo tan local (reducido a un simple dugout del equipo Home Club en el Minute Maid Park) se tornó global cuando esa breve mímica (complementada por un fraseo) fue captada por las cámaras de Fox Sports.
Y no hubo dudas en las afirmaciones de que el slugger cubano se estaba burlando del abridor japonés, es decir, el tema de la risa era justamente el origen del pitcher (a posteriori perdedor del juego). Su(s) acompañante(s) no fue(ron) captado(s) por las cámaras; pero es probable que el antesalista Carlos Correa (Puerto Rico) fuese su interlocutor o, tal vez, otro de ellos. Como demostró la lectura labial, Yuli profirió el diminutivo “chinito” en claro español, y no el enunciado “[little] chinese [boy]” en inglés. No obstante, Correa es bilingüe y Yuli no.
Eso fue un escándalo mediático mayúsculo y la imagen de Yuli en el dugout viralizó en las redes sociales. Su cabeza fue colocada en la picota pública porque, según una minoría, pasó de héroe a villano. ¿Y cuál era el argumento? Después de proyectar una película de cuatro esquinas en el diamante es lícito conmemorar; pero es inaceptable burlarse irrespetuosamente del rival y eso fue lo que captaron las cámaras de Fox Sports. El outfielder Enrique “Kike” Hernández (Dodgers/Puerto Rico) dio a entender eso mismo en sus declaraciones cuando calificó el comportamiento del pelotero cubano como decepcionante, reportó Lauber (2017a). Pero hubo muchos, especialmente sus colegas de equipo, que defendieron a Yuli por considerar que no aconteció nada de gravedad en el dugout.
Periódicos importantes de Estados Unidos (como Los Angeles Times y The New York Times) se hicieron eco de esa noticia al día siguiente. Previamente, los reporteros deportivos trabajaron incansablemente en la indagación relativa a las reacciones de los protagonistas. Darvish fue entrevistado en la zona mixta de los Dodgers y, hablando en su lengua, sorprendió a todos cuando parecía restar importancia a la mueca de su colega cubano; y afirmó que no se sentía ofendido. Esto último puede ser entendible si tenemos en cuenta que él no vio en vivo y en directo lo que hizo el inicialista antillano. Posteriormente, Darvish alegó en sus redes sociales que nadie es perfecto, porque todos somos diferentes; reconoció que su rival cometió un error y que todos deberíamos aprender de eso para seguir avanzando como seres humanos. Eso es un planteamiento edificante; pero, al mismo tiempo, me pregunto: ¿será que Darvish fue demasiado lejos en su caballerosidad? De todas formas, él estaba más preocupado por no haberse presentado en buena forma para ayudar a su equipo y sufrió mucho por esa derrota.
Yuli atendió a los medios de comunicación y reconoció que su gesto era indefendible; explicó que estaba dispuesto a pedir disculpas si Darvish se sintió ofendido pues no había sido su intención ofenderlo; y aseveró que siempre respetó a los japoneses. Sobre esto último puedo decir que su comportamiento durante la experiencia como jugador profesional vinculado contractualmente a la Liga Japonesa lo deja muy mal parado (y de eso ni se habla). En honor a la verdad, Yuli rindió a buen nivel con el Yokohama DeNa BayStars de la Liga Central. En su momento, Yuli hizo declaraciones al periódico Granma (2014) sobre sus impresiones de lo vivido en Japón como ser humano, tanto en lo deportivo como en lo social.
Sin embargo, meses después, Yuli no mostró un compromiso total con dicha franquicia a la hora de incorporarse al equipo de cara a la siguiente temporada. Yuli les comunicó que estaba lesionado y que permanecería en Cuba para recuperarse. Los japoneses solicitaron informes médicos a la Comisión Nacional de Béisbol de Cuba y la institución cubana no los envió. Una comisión del equipo nipón se trasladó a La Habana con el objetivo de resolver el asunto analizando los partes médicos y acordando una fecha de viaje para que el jugador se reportarse. Además, alegaron que sería multado con el 40 por ciento del contrato y le descontarían 8 mil dólares diarios de su salario por la tardanza en presentarse al equipo.
Yuli expresó su desacuerdo con esa medida disciplinaria y, finalmente, fue declarado agente libre por incumplimiento de contrato. Su arrogancia e inmadurez, apoyada por la prepotencia e irresponsabilidad de la Comisión Nacional, no le permitió ver con quiénes él estaba tratando. El béisbol rentado no admite payasadas como esas, porque el atleta es pagado para hacer lo que diga la franquicia: entrenar, jugar y cuidarse la salud física y mental para rendir a alto nivel. Imagínense qué harían los New York Yankees, por ejemplo, si el abridor dominicano Luis Severino no se presentase al Spring Training porque se lesionó en las vacaciones y prefiere tratarse en su país natal. Por eso, la conducta de Yuli fue considerada desafortunada y deshonrosa para la comisión de la franquicia japonesa. ¿Alguien puede decirme ahora si eso es una forma de respetar al prójimo oriental? Los medios periodísticos oficiales (Granma, 2015; Trabajadores, 2015; Juventud Rebelde, 2015) y plataformas digitales (Arrajatabla, 2015) cubanos lo defendieron a ultranza basados en la afirmación de que no le fue debidamente informada la fecha de reincorporación a su equipo, dejando en segundo plano el error infantil que cometió (no haberse presentado en tiempo y forma). Sólo el website beisboljapones (2015) se mostró imparcial en la narración de los acontecimientos y en el análisis de sus implicaciones futuras que, por suerte para otros peloteros cubanos, todo el asunto de los contratos continuó desenvolviéndose con normalidad hasta hoy.
Volviendo al incidente de la World Series 2017, cuando llegó la hora de explicar el uso del diminutivo “chinito”, Yuli se basó en la cotidianidad cubana, en la cual los asiáticos del Lejano Oriente son llamados de “chinos”, al igual que a los españoles se les denomina “gallegos”. Un trasfondo histórico de esa cuestión social son las migraciones –vinculadas con el trabajo– de europeos y asiáticos a Cuba desde el siglo XIX. Pero si intentamos explicar cómo a través de la mímica y el fraseo de Yuli se entrecruzan el desprecio y la ignorancia, entonces urge hablar sobre relaciones raciales en Cuba.
Uno de los grandes problemas del racismo como ideología, y de sus prácticas concretas, es el afán de generalizar y homogenizar lo que a las claras es heterogéneo, diferente y/o diverso. Cuando generalizas y homogenizas a colectivos humanos de disímiles procedencias tu objetivo es subalternizarlos, estigmatizarlos e invisibilizarlos para que la balanza (jerárquica) de las relaciones de poder te favorezca como presunto núcleo dominante, que manda y desmanda a su antojo.
Las palabras de Yuli ante la prensa estadounidense se quedaron cortas ante el efecto social de su mímica y de su posterior fraseo, que en forma de burla (que no es inocente) demuestran un desprecio a la diferencia y una exaltación de la ignorancia reforzada con la arrogancia: “así le llamamos en Cuba a los asiáticos sin importar en qué país nacieron; fue ese el espíritu de sus palabras. Por momentos la gente parece olvidar, o simplemente no saben, que los iraníes y los indios también son de Asia, y muy poco tienen que ver con los chinos.
El contexto del castigo al atleta infractor: díganle que NO al racismo
No se trata de afirmar aquí la fuerza del proverbio chino – harto reverenciado por varios antropólogos de turno – que reza “una imagen vale más que (diez) mil palabras”; sino de comentar lo que está detrás de esa mímica televisada en sintonía con las disímiles reacciones que provocó a favor y en contra del responsable de esa “parodia cotidiana”; así como reflexionar sobre el contexto que refuerza la pertinencia del castigo para el infractor.
Aquella mímica/mueca de Yuli Gurriel es una continuidad de diversas manifestaciones identificadas cotidianamente en el mundo deportivo contemporáneo como “prácticas racistas” cuando, tal vez, podría ser más interesante y exacto analizarlas a profundidad dentro del amplio marco de las actitudes discriminatorias y/o los gestos prejuiciosos, que por instantes nos pueden llevar a la xenofobia. Pero este no es el caso del estelar pelotero cubano. Además, no tengo como objetivo discutir aquí sobre la intencionalidad de la mueca de Yuli. ¡Eso sería una cobardía de mi parte! Su señor padre, Lourdes Gourriel Delgado, que tantas veces nos hizo vibrar con sus estacazos a la hora cero, declaró a la prensa estadounidense que “en Cuba no nos enseñaron a ser racistas”, lo cual me parece muy cuestionable, sobre todo, cuando son palabras dichas por un hombre negro. Detalle: tampoco es mi interés cuestionar aquí la conciencia racial del “clan” Gourriel Castillo.
El mundo deportivo es el escenario de rivalidades entre atletas y equipos, que van desde lo local, pasando por lo regional y lo nacional, hasta lo internacional. A esto le añadimos el componente social (cargado de cuestiones religiosas, étnicas, raciales, políticas, ideológicas, etc.), llevando en consideración que los deportistas son sujetos de la historia del deporte y de la historia social también. La mímica de Yuli no refleja una rivalidad con Yu Darvish; aunque ellos se habían enfrentado en los Juegos Olímpicos de Beijing (2008) y Yuli le conectó un doblete (contra la cerca del jardín izquierdo). También sería demasiado pretencioso decir que refleja un clásico enfrentamiento beisbolero entre Cuba y Japón. Realmente, Yuli se expresó gestualmente así porque quiso, y nunca pensó, que podría ser castigado por eso. Él estaba eufórico porque le conectó su primer y único hit (en siete visitas a la caja de bateo) al diestro nipón en Grandes Ligas.
En las redes sociales muchos cubanos residentes en el exterior salieron en defensa de Yuli. Los argumentos eran tan desafortunados (“él no hizo nada del otro mundo”, con lo cual concuerda el ex big leaguer, manager y comentarista deportivo venezolano Ozzie Guillén), como absurdos (“esa gente tiene envidia de su éxito”). ¿Por qué tanta perorata? Justamente porque esas personas piensan igual que Yuli, o sea, naturalizan la discriminación y los prejuicios contra los asiáticos y sus descendientes en Cuba a través del humor, la música popular bailable y la música urbana (reguetón), como explicó Bodenheimer (2017). Por su parte, Hernández (2017) aseveró que insultar a un asiático, tanto de palabra como de mímica, tiene un duro significado en Estados Unidos; ello porque en el pasado hubo una Ley [migratoria] de Exclusión de los Chinos (1882) –derogada en 1943– y el internamiento de descendientes de japoneses durante y después de la Segunda Guerra Mundial (1942-1948). Y en México sucedió un genocidio de más de 300 chinos en 1911 que, según reportó Nájar (2015), ha sido considerado por los historiadores como la masacre más violenta perpetrada sobre ciudadanos chinos en América. ¡Y eso aconteció justo en los albores de la Revolución Mexicana!
A los cubanos, y no son los únicos latinos en el mundo, le gusta reírse de las situaciones cotidianas y de todo tipo de personas, que puedan ser usadas como objeto del humor (dígase guasa, broma, burla, mofa, chiste, “cortar leva”, “dar cuero”, “dar chucho”). Pero los excesos de esa risotada conducen a una ofensa del amor propio de las personas, que significa herir su sensibilidad. Esa falta de respeto a lo diferente migra constantemente en la mentalidad de muchos cubanos como Yuli y sus defensores. Para ellos es lícito morirse de risa cuando se trata de los negros, de los asiáticos (o los llamados “narras”), de aquellos que tienen limitaciones físico-motoras y mentales, y de los homosexuales. Para Hernández (2017), el humor racial y étnico (e incluyo los de connotación sexuada) es una muestra de la ignorancia; y las culturas latinas podrían usarlo menos (yo diría/pediría anularlos por su crueldad). Castrovince (2017) y la dupla autoral Gostanian y Bailey (2017) señalaron dos precedentes en la MLB durante la pasada temporada, cuando los jugadores estadounidenses Kevin Pillar (Toronto Blue Jays) y Matt Joyce (Oakland Athletics) fueron suspendidos –de empleo y sueldo– por dos juegos debido a sus declaraciones (en específico, insultos/injurias) homofóbicas. En 2012, el “ligamayorista” cubano Yunel Escobar fue sancionado con tres juegos por escribir en español un texto “anti-gay” en sus protectores de ojos: “tu ere/\maricón”. En aquella época “el gambao” jugaba para la franquicia canadiense Blue Jays, que tomó esa medida disciplinaria con él.
Yuli nunca pensó que todo eso llegase tan lejos. A. J. Hinch, manager de los Astros, afirmó que su atleta estaba arrepentido; y el Comisionado Rob Manfred lo comprobó mediante una conversación con el infractor. Cuando supe del escándalo mediático percibí que algunos aficionados se mostraron temerosos con la aplicación de un castigo radical: no dejar al slugger cubano continuar su participación en la World Series. Considero que esa decisión tajante hubiera empañado el espectáculo y, por eso, Manfred –consciente de que un colectivo no podía pagar por el error de un individuo– anunció una punición educativa: sancionarlo a no jugar los cinco primeros partidos de la temporada 2018 y “tocarle el bolsillo” con 322, 855 USD, subrayó Waldstein (2017), o 322,581 USD, según el reporte de Lauber (2017b).
Hernández (2017) nos ayuda a entender en qué medida ese acontecimiento mediático significa un abordaje de la cuestión racial de otra cultura desde una perspectiva estadounidense. En su opinión, es preciso saber distinguir entre ver a Yuli haciendo y diciendo algo estúpido, y oír a aquellos que usan el lenguaje representativo de un sistema opresor de determinados grupos de personas. Es decir, este periodista considera que lo oculto detrás del circo mediático que envolvió a Yuli es el discurso de la voz opresora, experta en perpetrar prácticas racistas, que se toma o manipula el derecho (que no le pertenece) de denunciar en público las actitudes discriminatorias y los gestos prejuiciosos estimulados sádicamente por ella misma.
El 1 de noviembre de 2017 se jugó el séptimo y definitivo juego de la World Series en el Dodger Stadium. Con el match 2×0 a favor de los Astros y dos outs en la pizarra, Yuli Gurriel compareció al cajón de bateo y saludó a Yu Darvish quitándose el casco protector en señal de deportividad (sobre todo en un intento de limpiar su imagen pública). El pitcher agradeció el gesto y necesitó 13 lanzamientos para dominarlo con un fly a los jardines y cerrar el inning de apertura. Finalmente, los tejanos salieron campeones con score de 5×1. Yuli se fue en blanco en cuatro turnos con un “cafetazo” intercalado; pero feliz por hacer el out 27. Y a Darvish le fue peor ya que volvió a vivir una pesadilla en el Box, fue incapaz de ponchar y lo mandaron muy temprano a las duchas.
Días después, el 10 de noviembre de 2017, durante un juego amistoso de fútbol celebrado en el Estadio de Suwon (entre Corea del Sur y Colombia), que terminó 2×1 para los locales, el mediocampista Edwin Cardona hizo el mismo gesto de Yuli dirigiéndose al capitán Ki Sung Yueng, que aparentemente agredió a James Rodríguez, el líder de los cafeteros. El Comité Disciplinario de la FIFA, teniendo en cuenta la “Resolución sobre la lucha contra el racismo y la discriminación” (2013), castigó a Cardona con cinco partidos amistosos (decisión anunciada el 12 de diciembre de 2017); pero él podrá disputar la Copa del Mundo Rusia 2018. Anteriormente (4 de junio de 2017), en el Estadio de Daejeon, el volante uruguayo Federico Valverde anotó el empate a dos frente a Portugal en los Cuartos de Final de la Copa Mundial Sub 20 y conmemoró, de esa misma forma, el gol (ese partido lo ganaron los Celestes desde el punto de penal). Los miembros del Comité Organizador se sintieron ofendidos y la FIFA “tomó cartas en el asunto”. Y cuando Valverde explicó que no fue dedicado a la afición sudcoreana, sino a un amigo suyo apodado “Chino”, la FIFA sólo le llamó la atención por el gesto y no consideró pertinente sancionarlo en aquellos momentos.
Las mímicas y los fraseos dirigidos a la población nacida en el Extremo/Lejano Oriente, y a su descendencia en la diáspora, son muestras del desprecio y la ignorancia de quienes nacimos en Occidente, que todavía presentamos grandes dificultades para lidiar con la diferencia. Por esa razón, merecemos un castigo educativo para aprender sobre los significados del respeto y la aceptación de lo diferente. La ofensa es un brazo armado de la opresión y de la represión. Es ahí donde se fortalecen flagelos como el Racismo, la Discriminación, el Prejuicio, el Sexismo y la Xenofobia. La mímica/mueca y el fraseo de Yuli Gurriel pulula entre las actitudes discriminatorias y los gestos prejuiciosos. Por eso no podemos considerarlo un hecho aislado, ni mucho menos inocente; aunque lo quieran disfrazar como un breve e infeliz instante del béisbol rentado estadounidense. Ese episodio mediático que involucró al slugger cubano y al “serpentinero” japonés fue maximizado por los mass media, que adoran “espectacularizar” el cultural shock sobre todo cuando acontece entre los miembros de otras culturas (que ellos continúan considerando como inferiores); aunque sus semillas hayan sido plantadas y regadas delante de sus narices y bajo sus barbas, o sea, en el suelo diverso y promiscuo de su propia Federación.
Bibliografía
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