
Ahora resulta que Francisco, el papa, el líder espiritual de los católicos, es un trago de vitriolo en las entrañas de los “neocons” (neoconservadores) de Estado Unidos, incluidos los practicantes del catolicismo. Estoy seguro que en otros países, los neo o no neos, participan de igual opinión. Eso de “neo” (nuevos) sirve como etiqueta para vender un producto viejo como novedoso, renovado.
Imagínese el lector que el Chapo, recién “fugadito” de la prisión cambiara el rostro, operación perfectamente posible, y apareciera en un comercial de TV promocionando la “neococaína”, con el slogan de “No es la misma pero brinda óptimo disfrute. Vacile con la neococa”. Dejemos al Chapo y vayamos al grano.
Greg Gutfeld, comentarista de la cadena Fox News, plataforma de los neos y viejos conservadores, calificó a Francisco como “el hombre más peligroso del planeta” hoy en día. ¿Los motivos? Bergoglio está planteando claramente que el capitalismo no da más como sistema. Él opta por la justicia distributiva, esa que multiplica panes y peces, la riqueza y los frutos del trabajo con criterios justos y favoreciendo a los pobres de la tierra. ¿A caso son los poderosos quienes necesitan de la defensa papal?
El papa no ha vacilado en reiterar tres demandas básicas: Trabajo, Techo, Tierra. Queda claro su deseo y esfuerzos a fin de que todos disfrutemos de las riquezas de la madre tierra y del esfuerzo común. No lo exige como un acto de caridad en forma de óbolo lanzado al mugriento sombrero de la miseria, sino de justicia, vale la pena reiterarlo. Más lo neocons, aclaro, no son los únicos en valorar corrosivo a Francisco. En el seno de la propia iglesia, en la curia romana y en las curias de arzobispados y obispados repartidos por todos los países, abundan quienes así piensan catalogándolo como explosivo. ¿Jesús no lo fue?
Este papa no para de hacer referencias al estilo de vida de las primeras comunidades cristianas y toma como punto de apoyo las cartas de los propios apóstoles en las que destacan la actitud solidaria de las comunidades entre sí y de los cristianos pudientes con sus hermanos de fe en cualquier lugar que se encontraran con quienes compartían las riquezas. Y es que Cristo, según teólogos de avanzada, no fundó una iglesia, sino una comunidad y un estilo de vida a partir de breves, sencillos y “explosivos”valores. Por eso fue en su tiempo “el hombre más peligroso”, como lo hubiera catalogado el comentarista de la Fox News de aquella época.
La estructuración de las comunidades como institución vino después y si bien el cristianismo “corrompió santamente desde adentro al imperio romano y al de Constantino”, como escuché decir un día a un excelente sacerdote y amigo ya fallecido, después el estilo imperial la fue corroyendo.
Francisco pretende recuperar los orígenes fundacionales, pero con los pies bien plantados sobre la realidad del mundo en que vivimos. (El pasado, tan pasado, no se extrapola; la semilla sí puede sembrarse nuevamente, me parece que así piensa). Y ese estilo de vida afanoso en distribuir amor, generosidad, riquezas, choca con el imperio de nuestro tiempo: el poder económico, carente de fronteras físicas y morales. E incluso está entronizado en muchas curias, insisto, que gustan del boato y de los bienes materiales. El comején puede durar siglos.
También le achacan a Bergoglio estar penetrado por el comunismo o por una corriente latinoamericana de pensamiento que tuvo su gran momento de empuje: la teología de la Liberación, probablemente la primera teología no europea cuyo principal exponente fue el jesuíta peruano Gustavo Gutiérrez a quien siguieron otros.
Economía solidaria
Recientemente Progreso Semanal publicó un trabajo basado en las palabras y entrevista con Paul Singer, brasileño de origen alemán. El título de la conferencia que brindó Singer en la universidad de La Habana fue para mi la clave: ECONOMÍA SOLIDARIA. Pido al lector que lea el título como si fuese una inscripción de nacimiento: Nombre: Economía; Apellido: Solidaria. Y todos sabemos que el apellido es la marca, el hilo de la sangre de origen y la aspiración de prolongarse en el tiempo.
Este tipo de economía supera en profundidad al concepto de cooperativa, más no la rechaza. La hondura reside en su apellido: solidaridad manifestada en el ideal de empresas productivas concebidas como una comunidad de vida. No se circunscribe al mero acto económico y a la distribución de los beneficios. Empeño comunitario.
Según Singer estos esfuerzos contaron con dos fuertes apoyos iniciales: la iglesia católica brasileña, los sindicatos y posteriormente el PT (Partido de los Trabajadores). Este modelo de economía solidaria surgió como resultado de la crisis brasileña de los años 80 (y no solo carioca), el desempleo disparado y el hambre en la población. Pero contó con la sensibilidad de dos obispos comprometidos visceralmente con el pueblo: Helder Cámara y Dom Pedro Casaldáliga, además de otros sacerdotes. Ninguno de los dos obispos militaba en la teología de la liberación, al menos que yo sepa. Pero sí en la búsqueda y establecimiento de la justicia social en la práctica. Y ante la crisis y las fábricas cerradas por quiebra total, empujaron y apoyaron decididamente a que los obreros las reabrieran bajo la premisa del apellido: solidaridad entre todos. ¿Qué mejor fuente nutricia que los valores propios del cristianismo inicial que predica Francisco poniéndonos en el contexto actual?
Estamos abocados a mediano o más largo plazo a una crisis sistémica global– hasta ahora la estamos viviendo por entregas, como los seriales de televisión. La comunitaria respuesta brasileña de los años 80 no será la única ni exclusiva capaz de asumir desafío tan crítico, pero que anda por ahí, puede que sí y Francisco se está adelantando con el cristianismo en la mano, en las palabras y en los actos. Tener visión larga y respuestas a la gravedad de este minuto ensanchado, es subversivo pues rompe el esquema mediático de dominación. Y que lo diga un papa, vaya, el colmo. ¿No es así Mr. Gutfeld?
Sustituya el nombre Francisco, ponga Jesús. La campaña será, ya está siendo, un remake del crucificado, pero ahora montada con los recursos de nuestros tiempos y la complicidad de aquellos que ya tienen las simbólicas treinta monedas de la traición. Y no las botarán. Aspiran a multiplicarlas.