
“Dos madres tienen los hombres: la Naturaleza y las circunstancias”.
José Martí OC T 13 p.256
En momentos en que en Europa existían universidades de larga existencia y se discurría acerca del lugar que la Tierra ocupaba en el Universo, el navegante genovés que en 1492 se hizo presente en la Isla, encontró a sus habitantes en situación de Comunidad Primitiva. Es de suponer que los aborígenes, para su sostenibilidad, desde su elemental organización en pro de la supervivencia, trasmitieran a sus descendientes la cultura lograda; de estas experiencias también aprendieron los que llegaban, bajo el imperativo de sobrevivir en las nuevas condiciones; he aquí los “primigenios maestros originarios de la Isla”.
Los colonizadores explotaron despiadadamente a los aborígenes y para nada les interesó su educación, si bien es cierto que mediante la coerción influían en la formación de una conciencia que beneficiara a la clase que ejercía el poder. Fue la Iglesia Católica, a través de la Evangelización, quien se ocupó de la inculcación de elementos culturales europeos. Los africanos portadores de una cultura ancestral también pasaron por el tamiz de la Evangelización.
El sistema educativo de España, sumergida aún en el período feudal, fue extrapolado a Cuba en los primeros siglos de la colonia, y no favorecía la enseñanza elemental, sino que estaba dirigido a la educación de la nobleza, los clérigos, preparaba a altos funcionarios y otras capas intermedias de propietarios y comerciantes.
Una de las primeras instituciones educativas cubana fue el Seminario San Basilio el Magno, fundado en Santiago de Cuba en 1722; regido por los jesuitas, surge con el propósito de educar sujetos para servir en empleos eclesiásticos. La Universidad de La Habana se funda por los frailes dominicos en 1728 como Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo, con profesorado integrado por sacerdotes y bajo la égida de la Iglesia. El ingreso estaba limitado a los que acreditaran pureza de sangre y la docencia se atenía al método escolástico.
El año 1773 marca la fundación del Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio, institución donde podían estudiarse carreras eclesiásticas y no eclesiásticas. Esta institución contó con el auspicio del Ilustrado obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa y dotaba de becas a algunos alumnos, pagaba a sus maestros con quinientos pesos anuales, casa y comida[1]. Por sus aulas pasaron hombres que desempeñaron roles principales en la formación de la nacionalidad cubana y los sentimientos independentistas: el Presbítero José Agustín Caballero, padre de la filosofía cubana; Félix Varela, el que nos enseñó primero en pensar[2]; José Antonio Saco y José de la Luz Caballero, dignos continuadores del pensamiento de Varela, todos reformadores de la enseñanza en Cuba, opuestos a la escolástica, propugnadores de la educación pública y de las ideas independentistas. En atención al carácter fundacional del Colegio Seminario y de sus mentores, se expresó Martí: “…cuando el sublime Caballero, padre de los pobres y de nuestra filosofía, había declarado, más por consejo de su mente que por ejemplo de los enciclopedistas, campo propio y cimiento de la ciencia del mundo el estudio de las leyes naturales; cuando salidos de sus manos, fuertes para fundar, descubría Varela, tundía Saco, y La Luz arrebataba;” [3]
En cuanto a la enseñanza elemental esfuerzos aislados corrieron a cargo de la Iglesia Católica, que conjuntamente con la fe, enseñaba a niños a leer, escribir y contar, además de la existencia de escuelas privadas y de personas, en mayoría insuficientemente preparadas, que con muy mala paga ejercían como maestros. El estado de cosas puede apreciarse en un informe realizado en 1793 por Fray Félix González: “Atendido el corto estipendio y mal pagado que se da a los Maestros, que apenas puede alcanzarle para una casa reducida y pasarlo con escasez y miseria, en un país que cualquiera que se aplique a otro ejercicio de menos tarea y sujeción saca más fruto de su trabajo por lo que solo el infeliz e inútil se aplica a ser Maestro, y lo deja cuando se le presenta ocasión, que le ofrece más ganancia y comodidad”[4]
En el contexto de esta realidad en el propio año 1793, en La Habana se funda la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP)[5]; desde su nombre se puede inferir que entre sus propósitos estaba el fomento de la economía y el bienestar del país, y para ello resultaba imprescindible la educación. Sus primeros pasos se encaminaron al establecimiento de escuelas que surgieron con claras proyecciones acerca de las características de los locales que les servirían, el sueldo de los maestros y cómo se harían los nombramientos, los métodos de aprendizaje, los horarios, los contenidos de enseñanza, los exámenes, la inspección, etc. Lo que se proyectaba puede considerarse como el primer intento de tener un sistema escolar primario atenido a una organización y planificación, que respetaba la actuación de los maestros de las escuelas privadas, pero al mismo tiempo propendía a que se dieran a conocer los exámenes para que fueran juzgados por la opinión pública.
No obstante las buenas intenciones, Félix Varela en un discurso leído ante la Sociedad Patriótica de La Habana en 1817 describía el estado de la educación: “Tengo por experiencia lo que habrán conocido los que se hayan dedicado a reflexionar sobre la educación pública, y es que la juventud bajo el plan puramente mecánico de enseñanza que se observa casi en todas partes, adquiere unos obstáculos insuperables para el estudio de la ideología […] No me recuerdo que haya venido a oír las primeras lecciones de filosofía un joven cuyas ideas hayan sido bien conducidas en la primera enseñanza.[6]
Hasta inicios de los 40 del siglo XIX, el gobierno español no se ocupó de la enseñanza, es en este momento en que se comienzan a promulgar leyes y planes de instrucción pública[7], fundamentalmente con el propósito de desterrar las enseñanzas de Varela y lograr la formación desnacionalizada de la juventud cubana[8]; a contraposición de este propósito existieron en Cuba reconocidos colegios y maestros que introdujeron modernos métodos de enseñanza y actualizados conocimientos: “El Salvador” de José de la Luz Caballero, “La Empresa”, de los hermanos Guiteras, en Matanzas; ambas instituciones no solo lograron una juventud con profundos conocimientos, sino que forjaron patriotas. En Santiago de Cuba sobresalía el colegio Santiago, dirigido por Juan Bautista Sagarra, quien escribió la primera colección de libros para escolares. A la par de los Guiteras, de Luz y Sagarra, hubo otros muchos notables maestros: Rafael Morales y González, que ha pasado a la historia como Moralitos, joven maestro mambí que enseñó en la manigua; Céspedes, el Presidente viejo, fue muerto siendo alfabetizador de campesinos humildes, Rafael María de Mendive, formado en el Seminario San Carlos y San Ambrosio, maestro, poeta y patriota, en 1865 se convirtió en preceptor de Martí y su padre espiritual; las muchas veces en que el Apóstol se dirigió a él como un hijo bastan para apreciar la valía de Mendive.
Maestros hubo prácticamente por vocación innata, pues la primera Escuela Normal para Maestros se funda en Guanabacoa en 1857, al amparo de una ley de instrucción pública y funciona hasta el inicio de la Guerra de los Diez Años, pues como mal endémico de la enseñanza en Cuba en la etapa colonial y subsiguientes, las escuelas se cerraban ante los temores de las autoridades a los sentimientos independentistas y revolucionarios que en ellas se manifestaban.
A partir de 1863 se constituyen Institutos de Segunda Enseñanza en La Habana, Matanzas, Santiago, Puerto Príncipe, y otras ciudades.[9] La SEAP crea en 1872 una escuela preparatoria de maestros, que viene a oficializar, lo que hacía esta institución en cuanto a la habilitación de maestros; en esta escuela impartió Pedagogía Manuel Valdés Rodríguez, quien se había iniciado como maestro en el Seminario San Carlos y se convertiría en un destacado defensor de las ciencias pedagógicas. En 1892 se inauguran en La Habana dos Escuelas Normales, una para varones y otra para hembras, pero corren igual suerte que la de Guanabacoa al llegar la Guerra del 95.
La intervención militar norteamericana en 1898, que frustra la independencia de Cuba, encontró un país devastado por la guerra, y la educación a todos los niveles no escapaba a esa situación. Los ocupantes con la finalidad de explotar más eficientemente a Cuba que los colonialistas españoles, fomentaron escuelas, habilitaron maestros, tradujeron textos propios de la enseñanza en Estados Unidos que exaltaban el modo de vida norteamericano y enviaron cubanos a Escuelas Normales en su territorio. Al no inculcarse los valores y la herencia cultural y patriótica pensaron revertir en los maestros cubanos los sentimientos de amor a la obra de Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez y principalmente, ocultar los sentimientos independentistas y antiimperialistas de José Martí, se intentaba un hecho vil de penetración cultural, que fue enfrentado por el magisterio cubano con la honra al legado martiano y a los que por muchos años lucharon por la independencia de Cuba.
Un inspirador de tendencias renovadoras en educación lo fue el filósofo y pedagogo cubano, devenido en mentor de la juventud cubana, Enrique José Varona, quien durante la ocupación norteamericana promovió la sustitución del verbalismo por la experimentación, potenció la enseñanza de las ciencias en detrimento de las humanidades; intentó desterrar el formalismo en el ejercicio magisterial, promoviendo la libertad de cátedra. Varona consideraba que los maestros debían ser: “hombres dedicados a enseñar cómo se aprende, cómo se consulta, cómo se investiga; hombres que provoquen y ayuden el trabajo del estudiante; no hombres que den recetas y fórmulas… un colegio, un instituto , una universidad deben ser talleres donde se trabaja, no teatro donde se declama”[10]. Con estas ideas educativas cuya precedencia está en el pensamiento de Varela y Luz y con el concepto martiano de que educar significa: “depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido […] es preparar al hombre para la vida”[11], se inicia la educación en Cuba, concluida la guerra culta convocada por el Apóstol[12].
Volvieron a fundarse en 1916 Escuelas Normales en La Habana y otras capitales de provincia, los aspirantes de los municipios, muchos de ellos de modestos recursos, con grandes esfuerzos económicos tenían que trasladarse a las capitales provinciales. Las Escuelas Normales, con prácticas en escuelas anexas, preparaban para el trabajo como maestros en escuelas primarias y también algunos accedían a ejercer en las Escuelas Primarias Superiores, que desde 1880 habían comenzado a aparecer en algunos centros urbanos. Otra oportunidad para prepararse como maestros la ofrecía la Universidad, pero con acceso muy reducido, limitado a determinados sectores de la sociedad.
En la Universidad el tradicionalismo imperaba y las carreras que Varona propugnaba potenciar para sentar las bases del desarrollo del país: Agronomía, Ingeniería, Pedagogía, no resultaban priorizadas; profesores atrincherados en viejas prácticas tampoco favorecían el desarrollo, por lo que el estudiantado, inspirado en la Reforma de Córdova y organizado en la recién constituida Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) reclamaba erradicar el dogmatismo y el escolasticismo, depurar el profesorado, poner fin a la venta de notas y títulos y asumir la autonomía universitaria. En este momento tan importante para la Universidad y para la educación en Cuba se funda la Universidad Popular “José Martí” por Julio Antonio Mella el 3 de noviembre de 1923 en el Aula Magna[13]. En sus estatutos se puede leer que se constituye para “formar en la clase obrera de Cuba y en cuantos acudan a sus aulas, una mentalidad culta, completamente nueva y revolucionaria y el reconocimiento de solo dos principios: el anti-dogmatismo científico, pedagógico y político y la justicia social; declarándose no afiliada a doctrina, sistema o credo”[14].
Con el ascenso de Machado a la presidencia comienzan a revertirse los logros que en educación habían obtenidos los estudiantes, que siguen teniendo a Varona como paradigma. Expulsado de la Universidad Mella va al exilio y es asesinado en México en 1929 por orden de Gerardo Machado, el “asno con garras”. Las Escuelas Normales, los Institutos de Segunda Enseñanza y la Universidad, fueron foco de las luchas contra los gobiernos instaurados antes de 1959. Hubo reiteradas clausuras de los centros docentes, profesores cesanteados, otros encarcelados; estudiantes universitarios muertos como Rafael Trejo, Ernesto Alpízar, en los años 30; Rubén Batista y José Antonio Echeverría en los 50; Frank País, maestro titulado de la Escuela Normal de Santiago de Cuba, asesinado por los cuerpos represivos de Batista, otros maestros como el matancero René Fraga Moreno corrieron igual suerte.
Mal frecuente del período republicano resultó la falta de escuelas, maestros desempleados y subempleados; la corrupción y la politiquería llegaban hasta la venta de plazas, favoritismos y nombramientos arbitrarios. Solo el 56,4 por ciento de los niños en 1953 podía asistir a la escuela primaria y el 28 por ciento de los niños y jóvenes entre 13 y 19 años lograba continuar estudios en los centros de enseñanza media; para el curso 1957-58 el presupuesto para la educación era de 11 pesos por habitante, de ahí los bajos salarios de los maestros, cuestión que se agudizaba con atrasos en los pagos[15]. No obstante, hubo incontables maestros que no llegaron a contaminarse con la podredumbre imperante y hasta de sus míseros salarios invertían para el mejoramiento de la enseñanza que daban a sus alumnos; esta dignidad permitió la formación de valores humanos y patrióticos en los escolares que después cimentarían las luchas que quedaban por venir.
Fidel Castro en su alegato conocido como “La Historia me Absolverá”, reconocía la importancia del magisterio cubano y también sus penurias: “el alma de la enseñanza es el maestro, y a los educadores en Cuba se les paga miserablemente; no hay, sin embargo ser más enamorado de su vocación que el maestro cubano.[…] Basta ya de estar pagando con limosnas a los hombres y mujeres que tienen en sus manos la misión más sagrada del mundo de hoy y del mañana, que es enseñar […] sin tener que vivir asediados por toda clase de mezquinas privaciones. Debe concedérseles […] cada cinco años por lo menos, un receso en sus tareas de seis meses con sueldo para que puedan asistir a cursos especiales en el país o en el extranjero, poniéndose al día en los últimos conocimientos pedagógicos”[16].
Llegado el triunfo revolucionario de enero de 1959, en diciembre se promulga la ley que refrendaba la primera reforma integral de la enseñanza, la cual establecía adoptar una nueva organización y determinó el objetivo fundamental de la educación: el pleno desarrollo del hombre. En septiembre 18 el Ministro de Educación, Armando Hart, mediante una resolución había lanzado una convocatoria para proveer, mediante pruebas de selección técnica, las Cátedras de los Centros Secundarios Generales y Profesionales[17], se comienzan a desarrollar cursos de habilitación y se crea, en abril de 1960, el Instituto de Perfeccionamiento Educacional (IPE), que en forma institucionalizada sería por mucho tiempo el encargado de preparar y superar a los maestros, que desde ahora y hasta la actualidad combinaría regularidad y contingencia. No es hasta 1964 que se crean los tres primeros Institutos Pedagógicos, como facultades de las universidades existentes.
En 1960 se constituye un contingente de 3,000 maestros voluntarios que se preparan para llevar la educación a escuelas ubicadas en los lugares más intrincados del país, del mismo modo se constituyó la Brigada de Maestros de Vanguardia Frank País, téngase en cuenta que a pesar de que existían 10,000 maestros desempleados, medio millón de niños de 6 a 14 años no asistían a la escuela.
El 23 de enero de 1961, durante la graduación del segundo contingente de Maestros Voluntarios, el líder de la Revolución informa del cruento asesinato por bandas contrarrevolucionarias del maestro voluntario Conrado Benítez, que impartía clases a 44 niños en las montañas del Escambray. Con el firme propósito de llevar a cabo la alfabetización, ostentando el nombre del joven matancero, se constituyen las Brigadas de Alfabetizadores Conrado Benítez. Las bandas contrarrevolucionarias en su perverso propósito de frustrar la alfabetización, asesinan cruelmente al estudiante brigadista de 16 años Manuel Ascunce Domenech, pero ni estos crímenes ni la invasión por Playa Girón interrumpen la campaña de alfabetización. Definitivamente el 22 de diciembre de 1961, una vez concluyendo el año fijado, se declara a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo… después vendría el “Seguimiento”. Los antecedentes de la experiencia cubana en alfabetización incentivaron posteriormente el desarrollo del método “Yo sí Puedo”, fundamentado científicamente y validado en la práctica en 28 países de América Latina, el Caribe, África, Europa y Oceanía.
En 1962 se produce un hecho significativo para la educación en Cuba y es la Reforma de la Enseñanza Superior, que estructuró una nueva Universidad democratizándola, barriendo el academicismo estéril y acercándola a las necesidades del país y fundamentalmente abriendo las puertas de las universidades a todos los sectores de la sociedad. Con las transformaciones revolucionarias se produce el éxodo de profesores y son los propios estudiantes de años superiores los que se encargan de la docencia de los bisoños, lo cual ha quedado definitivamente instaurado como una práctica, a través del Movimiento de Alumnos Ayudantes. A partir de ahora las universidades se multiplicarían en número y matrícula, estableciéndose en todas las provincias, mediante la aplicación del principio de Universalización de la Universidad, lo que requirió a la postre, para su atención especializada científico-metodológica e institucional de la creación del Ministerio de Educación Superior en 1976.
Para 1965-1966 se realiza un Primer Seminario Nacional del Sistema de Educación, en el que se reúne en el país a maestros de la enseñanza primaria, secundaria y catedráticos universitarios, con miras a debatir los problemas de articulación, de contenido y enfoque de la enseñanza y su carácter politécnico, este puede ser el precedente de los que en fechas posteriores han sido los Seminarios Nacionales para Educadores que se realizan a finales de cada curso y en los que se reflexiona acerca del comportamiento del curso que culmina y se prevén las acciones para el venidero, sobre la base de lo que ha salido bien y lo que hay que rectificar.[18]
A consecuencia de la extensión de la educación primaria que había comenzado desde el propio año 1959, en los 70s se presenta una explosión de matrícula en secundaria básica, y para atender esa masa de adolescentes y jóvenes se hizo necesario ampliar, en forma acelerada, la puesta en práctica del principio didáctico de la vinculación de la teoría con la práctica, interpretado en este caso, como el vínculo del estudio con el trabajo y materializado en las Escuelas en el Campo. Como se necesitaban maestros para este propósito, en 1972 se convocan a estudiantes para que una vez concluido el décimo grado se incorporen para prepararse como maestros, a la vez que impartirían clases en secundarias básicas, asesorados por maestros de experiencia; este fue el Destacamento Pedagógico “Manuel Ascunce Domenech”, que resolvió en aquellos momentos el gravísimo problema de no contar con suficientes maestros de secundaria.
Se había efectuado en 1971 el Primer Congreso de Educación y Cultura, reflexión profunda acerca de la herencia que sustenta la educación y cultura cubanas y sus perspectivas, y Fidel, teniendo en cuenta que se disponía de las condiciones y recursos necesarios, propone revolucionar lo que hasta ese momento se había hecho en la educación. A partir del curso 1972-1973, comienzan los estudios diagnósticos (problemáticas existentes) y pronósticos (proyección científica de la educación) para el primer “Plan de Perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación”, en el que participaron directivos educacionales a todos los niveles y destacados pedagogos cubanos y extranjeros.
La idea de perfeccionamiento no ha resultado circunstancial, sino que ha trascendido como una necesidad inherente al Sistema Nacional de Educación Cubano, adquiriendo categoría de continuidad, lo que se refleja ahora en 2017 en que se enfrenta una nueva etapa de perfeccionamiento, que tratará de “empinarse” por encima de los innegables logros de la Educación Cubana, reconocidos por la UNESCO en su informe de seguimiento en el que se asegura que “Cuba es el único país que ha logrado cumplir todos los objetivos para 2015, establecidos por el Foro Mundial de Educación de Dakar en el año 2000”.
Los resultados que exhibe Cuba en educación se deben a que no se ha olvidado el valioso legado pedagógico cubano, cimentado en lo más significativo del mundo y atemperado a las condiciones culturales del país; a la colosal dedicación de las más altas autoridades políticas y gubernamentales, y su incondicional apoyo económico para sostener un sistema educativo de monumentales dimensiones, que el carácter gratuito y masivo de la educación cubana entraña, a pesar de las difíciles condiciones por las que ha transitado Cuba desde 1959.
Para el nuevo perfeccionamiento ya se editan libros de texto y consulta, cuadernos de trabajo, orientaciones metodológicas, todo lo cual llega a cifras millonarias. Se ha invertido en medios de enseñanza, en particular en dotaciones de laboratorio y en la habilitación de locales para esos fines, ya que con la eliminación de las escuelas en el campo se perdieron muchos locales para laboratorios, incluso escuelas con condiciones idóneas, amén del deterioro de otras, en las que se hacen esfuerzos por su reparación o recuperación.
Un elemento esencial para perfeccionar la educación es el maestro; el subsistema de formación y superación del personal pedagógico, no sin gazapos, como el de intentar formar un profesor enciclopédico, el llamado Profesor General Integral (PGI), que desde 1993 garantiza el nivel superior de los profesores para todos los tipos y niveles de enseñanza y no solo se ha limitado a formar docentes, sino a que adquieran grados académicos de Maestría y Doctorados, lo que significa una fortaleza para enfrentar el Perfeccionamiento, estrechamente unidos al Instituto Central de Ciencias Pedagógicas, rector de las investigaciones pedagógicas en el Ministerio de Educación.
En determinado momento el subsistema para la formación de profesores logró aportar la suficiente cobertura profesoral, lo que dio la posibilidad de poder liberar a docentes para su dedicación a tiempo completo al estudio o a un año sabático. Todo parece indicar que esta disposición de recursos humanos lamentablemente condujo a la idea de “optimizar” su empleo e hizo salir del sistema de educación a muchos educadores. Después sobrevinieron las difíciles condiciones del Período Especial y las posibilidades de empleo que en otros sectores de la economía se abrieron con mejores posibilidades económicas, lo que ha conducido a que experimentados y muy capacitados docentes hayan optado por abandonar el sector educacional y se haga necesario apelar a las llamadas alternativas, que perentoriamente resuelven el problema de no contar con el maestro adecuado, pero que no puede convertirse en la práctica de la escuela cubana, por lo que se resiente la calidad de la docencia y fundamentalmente la educación de las nuevas generaciones.
Ante la manifestada carencia de personal pedagógico se han revitalizado las Escuelas Pedagógicas, cuya génesis estuvo al inicio de la Revolución en las maestras “Makarenko”, el plan Minas de Frío, Topes de Collantes y Tarará, las cuales preparan a docentes con un nivel equivalente medio superior, fundamentalmente para la enseñanza primaria. Para ellos existe continuidad de estudios superiores, una vez que se incorporen en cursos para trabajadores de la educación superior. Las opciones de los estudiantes que concluyen el grado 12 por carreras pedagógicas en las universidades son exiguas, y se quedan por cubrir cientos de plazas en la educación superior, y un buen número de carreras no pueden lograr un cupo adecuado para abrir el primer año.
El déficit de maestros se puede acentuar cuando se aprecia que un número no despreciable de los que hoy sostienen la educación ya van llegando a las edades de jubilación, téngase en cuenta que aquella fuerza decisiva del Destacamento Pedagógico, que ingresó con 15 o 16 años en 1972, ahora en 2017 está abocada a la jubilación.
Las autoridades del Ministerio de Educación así como del Ministerio de Educación Superior, que también enfrenta dificultades con el éxodo de profesores, no están ajenas a estas problemáticas y se ocupan de revertir tal situación; decisiones se han tomado con miras a brindar algunas condiciones, aún insuficientes, que faciliten el contexto de vida de los docentes y también tratar de exaltar el orgullo por el ejercicio del magisterio, lo que puede incidir en el incremento de las inclinaciones de los jóvenes por las carreras pedagógicas. El salario de los docentes, que en un momento resultó uno de los más altos en Cuba, daba una medida de la deferencia que se tenía con este sector, pero hoy no está equiparado a las necesidades que debe cubrir un ciudadano promedio, por lo que sitúa al maestro económicamente en desventaja y no se vislumbra solución. Teniendo en cuenta que todos los ciudadanos de un modo u otro pasan por las “manos formadoras” del maestro, al margen de cometer chovinismos profesionales, más temprano que tarde, por lo que puede comprometer el futuro, el maestro debe retomar el lugar que le corresponde en la sociedad, atendiendo a las premonitorias palabras de Luz Caballero: “Tendremos el magisterio y Cuba será nuestra”.
[1] García Galló, G. J. “Bosquejo Histórico de la Educación en Cuba, Editorial de Libros para la Educación.
[2] Torres Cuevas E. en Introducción, Obras de Félix Varela, Imagen Contemporánea, La Habana 1997 p. XI
[3] Obras Completas de José Martí, Centro de Estudios Martianos, 2002, Tomo 5, p. 145.
[4] Ibídem 1, p. 21
[5] www.cubadebate.cu, 8 de junio de 2017
[6] Torres-Cuevas et al, Félix Varela: Obras, Imagen Contemporánea, Tomo I, p.90, La Habana 1997.
[7] Torres-Cuevas E. y Loyola O. Historia de Cuba 1492- 1898, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2001, p. 169
[8] Ibídem, p. 173
[9] Ibíden 1, p. 52
[10] Ibídem 1, p.52
[11] Obras Completas de José Martí, Centro de Estudios Martianos, 2002, p281
[12] Ídem Tomo 4, p.122 y p.159
[13] Torres Cuevas, E. Itinerario de un Alma Máter: La Universidad de La Habana, Revista de la Biblioteca Nacional “ José Martí”, Año 104, No.1 2013, p. 20.
[14] Estatutos de la Universidad Popular, en Pensamiento Pedagógico Latinoamericano, Ediciones de la Universidad Bolivariana de Venezuela, p 173.
[15] Fernández, J.R. Conferencia Desarrollo de la Educación en Cuba, Pedagogía 86.
[16] Castro, F. La Historia me Absolverá, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 91 y 92
[17] Periódico Revolución, 21 de septiembre de 1959
[18] Fernández, J.R. Conferencia Desarrollo de la Educación en Cuba, Pedagogía 86, p19.
Maikel Pons Giralt dice:
Buen artículo para continuar el debate sobre nuestra educación…claro que no lo puede abarcar todo y es justo que dedique buena parte a resaltar lo que de resaltable tiene la educación cubana después de 1959, logros avalados y con cifras bien fundamentadas por organismos internacionales, los mismos que avalamos y referenciamos cuando de críticas a Cuba en otros sectores se trata. Es una feliz idea de Cuba Posible continuar brindando espacios de discusión a perspectivas diversas sobre la sociedad cubana.
Damián dice:
No hay duda que durante mucho tiempo se consolidó en Cuba una tradición pedagógica transformadora y donde la Revolución ha jugado un papel esencial. No obstante, como depende de la sustentabilidad del magisterio, esa tradición está en peligro.
Muy buen artículo, pero lo más importante es que el debate pueda conmover a los decisores, que aunque se reconoce que están al tanto de la situación, se sigue postergando su solución y en consecuencia se sigue dañando la formación de las futuras generaciones. Lo que significa la supervivencia de la propia Revolución. Es cierto que no es solo el salario, pero si es lo más importante porque tiene que ver con lo obtenido con esfuerzo propio (la dignidad). Normalmente cuando se habla de la necesidad de mejorar la remuneración de los maestros se escucha que el país no está en condiciones, sin embargo cada día se publican trabajos periodísticos donde se expone como los más diversos sectores han multiplicado sus ingresos (en el mismo país). Hace solo unos días se mostró, en el noticiero estelar, una compañera que pegaba etiquetas en latas de conservas y que cobraba más de tres mil pesos mensuales, es posible que sea una antigua maestra que dejó, con dolor, su escuela y sus alumnos para poder ganar siete veces más (sin necesidad de extender su jornada con auto preparación en la casa o visita a familias, etcétera).