Migrantes cubanos en Estados Unidos: entrevista a Jorge Duany

Jorge Duany

Cuba y Estados Unidos tienen, en lo que a emigración se refiere, una historia compartida de más de dos siglos. Este fenómeno cobró un dinamismo especial después del triunfo revolucionario de 1959. Agradecemos al profesor Jorge Duany, de la Universidad Internacional de la Florida (FIU), por dialogar con Cuba Posible sobre esta importante temática.

Por lo menos desde el siglo XIX las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, han sido significativas, singulares e intensas, en casi todas las direcciones. Tuvimos una emigración cubana en Estados Unidos durante el siglo XIX y otra que ya ocupa una buena parte del siglo XX y lo que va del siglo XXI. ¿Cuáles disonancias culturales tuvieron que enfrentar los emigrantes cubanos de las últimas décadas? ¿Cuáles sintonías culturales encontraron? ¿Cómo se procesó todo esto?

Los primeros emigrados cubanos después de 1959 eran personas admitidas en Estados Unidos principalmente con visas temporales (paroles), que pensaban regresar pronto a Cuba. La mayoría se quedó en el área metropolitana de Miami por su cercanía a la Isla y por el rápido crecimiento de la población de origen cubano concentrada en el sur de la Florida. El fracaso militar de la invasión de Bahía de Cochinos, en abril de 1961, inició una nueva era en la mentalidad de los emigrados: el exilio ya no era un estado transitorio. Este cambio de perspectiva llevó a muchos cubanos a buscar una mayor integración socioeconómica, política y cultural a Estados Unidos, anticipando que ya no podrían regresar a la Isla o que ese retorno sería pospuesto indefinidamente.

A largo plazo, el principal reto de los cubanos radicados en Estados Unidos fue aprender a hablar inglés, junto con adaptarse a un estilo de vista distinto al de su sociedad de origen. Entre otros aspectos, se trataba de acostumbrarse a (y a veces rechazar) las normas de conducta familiar, sexual y religiosa que prevalecían en la cultura anglosajona protestante. Muchos cubanos también tuvieron que enfrentarse al prejuicio étnico y a la discriminación racial, especialmente en las ciudades sureñas, todavía segregadas profundamente entre blancos y negros.

Al mismo tiempo, las autoridades gubernamentales y la opinión pública en Estados Unidos generalmente recibieron a los refugiados cubanos con los brazos abiertos, insistiendo en la afinidad de los valores compartidos por los emigrados (como la ética del trabajo, la unión familiar o el amor a la patria) y la sociedad estadounidense. Por lo menos hasta el éxodo del Mariel de 1980, la mayoría de los cubanos establecidos en Estados Unidos pudieron incorporarse exitosamente a la cultura receptora. Hoy en día los descendientes de las primeras oleadas migratorias de Cuba se mueven con relativa facilidad entre la cultura cubana y la estadounidense. Los miembros de las oleadas migratorias más recientes (sobre todo los que llegaron a partir de la década de 1990) han confrontado circunstancias socioeconómicas más difíciles en Estados Unidos que las de sus antecesores.

Se hace evidente que varias generaciones de cubanos, que han residido y hasta nacido en Estados Unidos, han conseguido cierta síntesis entre ambas culturas. ¿Es esto cierto? ¿Qué significa?

La cultura cubanoamericana ha logrado cierto grado de síntesis entre la cultura cubana y la estadounidense, particularmente entre los miembros de las generaciones más jóvenes, nacidas y criadas en Estados Unidos. La mezcla del español y el inglés (comúnmente estigmatizada como “Spanglish”); la combinación de los platos criollos con la comida rápida americana o la fusión creativa entre los ritmos musicales tradicionales de Cuba y Estados Unidos, son algunos ejemplos de esa síntesis más o menos armoniosa. Sin embargo, la sociedad estadounidense sigue resistiéndose tenazmente al bilingüismo. De hecho, la pérdida del español como lengua materna entre los hijos y nietos de los inmigrantes cubanos en Miami (como de tantos otros grupos inmigrantes en Estados Unidos) es asombrosa. Fuera del sur de la Florida, las principales manifestaciones de la cultura cubana se mantienen precariamente en algunas comunidades más pequeñas y dispersas, como las de Union City y West New York, en Nueva Jersey.

Un fenómeno llamativo de las últimas décadas es la creciente “latinización” de algunas zonas urbanas de Estados Unidos –como Miami, Nueva York o Los Ángeles. En estas ciudades, los cubanos se insertan en un mosaico multicultural cada vez más transnacional, donde convergen diversos grupos oriundos de numerosos países del Caribe, Centro y Suramérica, entre ellos Puerto Rico, República Dominicana, México, Colombia y Venezuela. Los cubanoamericanos aún no se identifican primordialmente como “latinos” o “hispanos”, pero son percibidos de ese modo por la mayoría de los estadounidenses. En todo caso, ya no se trata tan solo de integrarse a una cultura americana indiferenciada, sino también de negociar un lugar dentro de una población latina multiétnica y multirracial, con diversos dialectos, trayectorias migratorias, perfiles socioeconómicos y prácticas culturales.

¿Cuánto puede estar impactando esto en la Isla, después de décadas en que cada vez más se normalizan e intensifican las relaciones entre los cubanos residentes en Estados Unidos y la sociedad en Cuba? ¿Dejará una huella para el futuro?

Las relaciones entre los cubanos de la Isla y la diáspora se han ensanchado grandemente en las últimas tres décadas. El número de viajes en ambas direcciones, el envío de remesas familiares y paquetes a la Isla, las llamadas telefónicas, los contactos por las redes sociales y los intercambios culturales y académicos han crecido sustancialmente entre ambas orillas. Es probable que ese constante trasiego de personas, dinero, mercancías, ideas, información, conocimiento y experiencias tenga un impacto duradero en la sociedad cubana. Por lo pronto, el aumento de lo que podría llamarse “migración circular” –en el sentido de personas que van y vienen entre la Isla y el exterior, sin perder la residencia permanente en dos o más países– está socavando la idea convencional de “abandonar” el país, como se definía jurídicamente la salida definitiva antes de la reforma migratoria del 2013 en Cuba.

No obstante, los lazos “transnacionales” entre cubanos residentes en la Isla y en el exterior siguen estando restringidos por las políticas migratorias de ambos gobiernos, entre ellas las que se refieren al otorgamiento de visas por Estados Unidos y la emisión de pasaportes por parte de Cuba. Aunque la “normalización” de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos ha avanzado notablemente en algunos renglones desde el 17 de diciembre de 2014, todavía falta mucho para que se “normalicen” las relaciones entre miles de familias cubanas, frecuentemente escindidas por décadas de aislamiento, incomunicación, incomprensión y enemistad entre los dos Estados que rigen sus vidas cotidianas.

Sobre los autores
Jorge Duany 4 Artículos escritos
(La Habana, 1957). Doctor en Estudios Latinoamericanos con concentración en la Antropología en la Universidad de California, Berkeley. Máster en Ciencias Sociales de la Universidad de Chicago. Bachiller en Psicología de la Universidad de Columbia...
Roberto Veiga González 95 Artículos escritos
(Matanzas, 1964). Director de Cuba Posible. Licenciado en Derecho por la Universidad de Matanzas. Diplomado en Medios de Comunicación, por la Universidad Complutense de Madrid. Estudios curriculares correspondientes para un doctorado en Ciencias Pol...
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