
¿Hoy día, los periódicos cubanos construyen mujeres emancipadas o tradicionales? ¿El triunfo de enero de 1959 y la siguiente emancipación de las mujeres significan que en Cuba la prensa no contribuye a construir sujetos femeninos tradicionales? O, por el contrario, ¿el periodismo cubano subvierte estereotipos y roles de género asignados culturalmente a las mujeres?
Sin dudas, la Revolución cubana instauró un nuevo orden de cosas encaminado a cambiar el pasado capitalista. En la construcción de la nueva sociedad, a la misma vez que se promovían las labores económicas y la campaña política para impulsar a la Revolución, se consolidaron los modelos de hombres y mujeres que el ideal socialista pretendía construir.
En efecto, como asegura la doctora Luisa Campuzano,
“en Cuba, muy distintamente de lo sucedido en otras partes, la progresiva transformación de la mujer se produjo en el contexto de un cambio revolucionario que nunca tuvo como objetivo prioritario a las mujeres, sino la modificación radical de la estructura política y económica del país, a la que todo se subordinaba, y para la cual la categoría operativa fundamental era la de clase y no de la de género”.[1]
No obstante, la incorporación de las mujeres al trabajo y la aparición de leyes revolucionarias encaminadas a promover su integración en la sociedad suscitaron su participación más activa en asuntos sociales y, en consecuencia, el paso de las funciones reproductivas a las productivas (Campuzano, 1996).
Sin embargo, a pesar del trabajo educativo y cultural realizado durante varias décadas de Revolución, en el ámbito privado todavía sobreviven ideas, creencias y tradiciones que asignan a las mujeres las mayores responsabilidades relacionadas con la crianza y la educación de los hijos, la administración del hogar, las tareas domésticas y otras labores necesarias para asegurar la reproducción y el bienestar de la familia.
Desde la sociedad cubana el rol femenino continúa percibiéndose como desventajoso, en tanto se le identifica con la maternidad sacrificada, la debilidad, la dependencia, la inseguridad y, a veces, con la limitación intelectual.
De manera particular, las investigaciones en comunicación han demostrado que los medios masivos son una de las principales instancias socializadoras de conocimientos y creencias sobre el género. Cuando los periódicos, la radio o la televisión atienden o no determinadas zonas de la sociedad y hacen énfasis sobre ellas, construyen y proponen a los públicos una realidad re-objetivada a partir de la primera experiencia social. Específicamente, mediante la atribución o subversión de roles y estereotipos de género, y a través del uso del lenguaje, de la selección de temas y del seguimiento de una determinada perspectiva —entre otros aspectos— los medios contribuyen a difundir diferentes construcciones de género.
Según han demostrado las analistas del discurso Cheris Kramarae, Michelle Lazar y Candace West, las concepciones normativas de los comportamientos adecuados para mujeres u hombres impregnan toda la comunicación masiva.[2] Sucede que los medios ―no tenemos ninguna duda― son reproductores del pensamiento dominante, constructores de un universo simbólico de significados y, por tanto, creadores y/o divulgadores de las nociones al uso sobre género.
El periodismo diario, en su afán de alcanzar a todos los públicos, reproduce, niega o aprueba ideologías, roles, formas de ser y estar. Por eso, el estudio de los mecanismos mediante los cuales los medios construyen los ámbitos considerados femeninos o masculinos permite descubrir los rasgos de las construcciones de género y, a la vez, implica la propuesta de nuevas prácticas comunicativas no estereotipadas y no discriminatorias con respecto al género.
A partir del análisis de los resultados de numerosas investigaciones comunicológicas Ileana González López, directora docente del Instituto Internacional de Periodismo “José Martí”, asume que en la mayoría de los casos los medios de comunicación masiva reproducen patrones sexistas tradicionales y refuerzan concepciones de lo femenino y lo masculino opuestas al ideal de igualdad entre los géneros.[3]
Y, aunque los medios de comunicación fueron identificados como una de las 12 áreas prioritarias para lograr la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres en la Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre las Mujeres, celebrada en Beijing en 1995 con la participación de Cuba, todavía los periódicos, la radio y la televisión de nuestro país no aprueban la perspectiva de género en sus agendas.
Según González López, hasta ahora el periodismo se ha ejercido de manera sexista, desvalorizando los temas que pertenecen al ámbito privado y que afectan por igual a varones y mujeres, y sobreestimando las actividades públicas. Por ejemplo, los medios proponen una sub-representación cuantitativa y cualitativa de las mujeres frente a una sobre-representación cuantitativa y cualitativa de los hombres.
Ahora bien, en la prensa cubana, como en todos los discursos sociales, la construcción discursiva del género se realiza mediante una correlación: no se describe o se adjudican rasgos y actos a los hombres independientemente de las mujeres, sino que, casi siempre, se describe a uno en relación con la otra, se les atribuyen funciones dispares o se narran sucesos en los que cada uno/una actúan de maneras divergentes.
En esta correlación, cuando se construyen hombres hegemónicos, también se conciben mujeres tradicionales. Así, el sujeto hegemónico―entiéndase el periodista-hombre hegemónico― concibe a su correlato histórico, la mujer tradicional.
Y la mujer tradicional o, más bien, la concepción tradicional de la mujer en el discurso de los hombres, reduce a los sujetos femeninos a su mero rol sexual. En numerosos textos periodísticos la mujer no logra desligarse de una relación metonímica que toma la parte (sus atributos sexuales) por el todo (su humanidad).
Sin embargo, —aunque en apariencias se nos antoje contradictorio— en el mega-relato periodístico cubano la mujer tradicional también participa en un proyecto ideal de feminidad: el proyecto de la dama. Y no se trata de una superación de sus roles domésticos tradicionales, sino de la sublimación de su carácter femenino por naturaleza. Aun cuando esta condición alude a su nobleza y distinción, también refrenda características tradicionalmente atribuidas a su género. Nótese en el siguiente ejemplo:
“(…) Aunque aprendieron más rápido el voleibol, puedo decir que en estas otras facetas [el periodista se refiere a la feminidad, la elegancia y el comportamiento femenino], hay verdaderas damas”.[4]
Para ser damas, las mujeres tienen que instruirse a partir de los códigos de la feminidad, la apariencia física debida y la elegancia. Esta creación consciente del modelo de la dama no solo tiene un efecto en la construcción del género, sino que afecta, también, la categoría de clase.[5]
Aun cuando la mayoría de los textos analizados asumen que las mujeres ―por ser mujeres― expresan ciertos rasgos físicos y morales, una parte más discreta de la muestra también construye o alude a sujetos femeninos empoderados. En general, las mujeres emancipadas no se ajustan a los estereotipos históricos atribuidos a su género, no concuerdan con la concepción dicotómica de la sociedad, ni con la división sexual del trabajo. En este caso, mantienen una actitud activa, no están relacionadas unívocamente con la apariencia física o la delicadeza, ocupan roles considerados tradicionalmente masculinos y asumen la maternidad como deseo o posibilidad (no como obligación) o, por lo menos, no se les asocia de manera inevitable a los roles de madre y abuela.
Particularmente, cuando las periodistas construyen su propio yo discursivo desde una posición de empoderamiento, también proponen una construcción de género femenino donde las mujeres cumplen un rol activo y, sobre todo, son capaces de cuestionar las problemáticas sociales.
Por otro lado, la mayoría de las veces los intentos autorales por construir mujeres empoderadas resultan en construcciones de género intermedias. Aunque a veces las/los periodistas se proponen deconstruir estereotipos o mitos sexuales-genéricos, la construcción de género que proponen no resulta en un sujeto empoderado o no hegemónico. Mediante la elección léxica, las implicaturas y presuposiciones y, sobre todo, mediante el seguimiento de determinadas estrategias discursivas, se mantienen ideas estereotipadas y tradicionales acerca de las mujeres y los hombres.
Por lo general, en el discurso periodístico de los dos periódicos cubanos con frecuencia diaria, Granma y Juventud Rebelde, la mujer aparece más asociada a los rasgos físicos y a la belleza corporal que el hombre. Y si la descripción de los rasgos físicos de la mujer no es per se un rasgo estereotipado, la relación unívoca entre mujer y belleza física sí establece una línea de relaciones estereotipadas. Sobre este particular asunto, Karina Marrón González, subdirectora editorial del periódico Granma, asegura que:
“cada vez que se escribe sobre una mujer dirigente o trabajadora del campo, por ejemplo, los periodistas enfocan si tiene o no las uñas pintadas, si trae o no recogido el pelo, si lleva aretes o si está maquillada. Lamentablemente nosotros [el periódico, los periodistas] seguimos validando esos estereotipos”.[6]
De manera general, la prensa cubana mantiene el prejuicio que pauta que las mujeres son ―tienen que ser― femeninas y elegantes. El siguiente ejemplo especifica esta relación estereotipada feminidad-elegancia-comportamiento femenino y valida una supuesta esencia de la mujer:
“(…) no podía olvidar que eran mujeres, y tenía que educarlas como tal. No solo las enseñábamos a caminar para que siempre se vieran elegantes, femeninas, atractivas, sino también a conducirse en un salón de recepción, en una entrevista de prensa, en una conversación con cualquier personalidad”.[7]
Además, en las páginas de opinión de ambos periódicos se asume el estereotipo que determina que las mujeres ―otra vez, por ser mujeres― realizan mejor que los hombres las labores domésticas. Escribía un reconocido periodista hace un par de años en Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba: “(…) friego, boto la basura y cuando limpio la casa me queda casi tan bien a cuando lo hace la reina del hogar”.[8]
Aun cuando el periodista asegura desempeñarse en labores domésticas, continúa reforzando el estereotipo de la mujer “reina del hogar”; esto es, la que mejor friega, cocina y limpia por naturaleza, una idea bastante nociva que nos remite a las tipologías del sujeto femenino decimonónico.
Si procedemos al análisis de las estrategias discursivas notaremos que los autores ―y, en menor medida, las autoras― encubren prejuicios y estereotipos de género, así como puntos de vista conservadores, detrás de aparentes concesiones o negaciones. Es decir, el machismo, el sexismo e incluso la negación del lenguaje de género, son ampliamente reconocidos como anti-valores pero no son rechazados, sino encubiertos bajo ciertas estrategias del discurso.
Por otro lado, aunque aceptemos que no existen diferencias esenciales entre los textos escritos por mujeres y los textos escritos por hombres, habrá que asumir que, al menos en la prensa cubana, sobresalen perspectivas desemejantes en las producciones de uno y otro género. Los hombres no atienden el valor noticia conflicto de género, no conciben a mujeres empoderadas y generalmente dirigen su discurso de manera explícita a sus otros congéneres (perspectiva personal-grupal). Por su parte, las periodistas tratan de manera más asidua los temas de género, conciben a mujeres empoderadas y se dirigen al público lector independientemente de su condición de género (perspectiva social).
A partir de varios textos de opinión publicados en Granma y Juventud Rebelde se deduce que las mujeres deben ocupar naturalmente el centro de la atención de los hombres (porque son “más delicadas”). Mientras los sujetos masculinos (actores, agentes) realizan actividades, las mujeres (musas, pacientes) inspiran los mismos actos.
Aun cuando los textos tienen otras intenciones y no asuman ideas deterministas sobre los géneros, terminan vinculando a las mujeres con roles tradicionales sin cuestionar esa relación histórica. Así, el discurso justifica que las mujeres mantengan roles asociados a la familia y al hogar, y que renuncien a cierta libertad (que sí reivindican los hombres).
Aunque Granma y Juventud Rebelde reconocen el avance de la mujer cubana a partir del triunfo de la Revolución, varias opiniones periodísticas validan el estereotipo de la mujer profesional-encargada inevitable del hogar:
“La cubana, a quien la Revolución dio toda libertad para seguir siendo dueña del hogar pero también protagonista social, se esfuerza, según criterios de especialistas, unas 18 horas diarias”.[9]
De esta manera se sostienen los prejuicios que asocian a la mujer —de forma unívoca y natural— con el ámbito doméstico. Así, también, el viejo estereotipo que vinculaba a las mujeres (solamente) con el hogar, tiene una nueva emergencia desde la siguiente variación: Las mujeres se pueden desarrollar (también) en el ámbito público + Las mujeres siempre se ocupan del hogar (invariablemente).
No deja de resultar llamativa la negación de agencia a las mujeres en textos que abordan el papel de las cubanas en la sociedad actual. Con el desplazamiento de su agencia, a través de un sujeto psicológico desconocido en construcciones gramaticales pasivas, los autores disminuyen el papel de la propia mujer en su emancipación y, así, mitigan su posible rol activo:
“(…) las posibilidades abiertas a su superación han dado rienda suelta a sus ilusiones de triunfar en cualquier carrera profesional, puesto de trabajo o responsabilidad como dirigente a la misma altura que los hombres”.[10]
Hasta aquí parece evidente que persisten prácticas sociales y mediáticas discriminatorias hacia las mujeres, aunque la Revolución cubana haya cambiado sustancialmente la situación del grupo femenino, más de la mitad de la población cubana actual. Aun cuando las mujeres se hayan insertado en el mercado laboral y hayan diversificado sus funciones sociales, cargan no solo el pasado patriarcal, sino el presente maltrecho donde a veces ― ¿será que inconscientemente?― se les menosprecia o, por el contrario, se les sublima como seres infantiles, dulces, delicados y angelicales.
A juzgar por una considerable parte de las opiniones sobre género en la prensa cubana, la emancipación simbólica y práctica de las mujeres no ocurre tan de prisa como necesitamos o queremos. Aunque siempre repitamos, en vano, que las mujeres cubanas se liberaron de todos los prejuicios que el patriarcado consiente, aquí o donde sea.
Nota: Esta ponencia se basa en la tesis de licenciatura en periodismo “La construcción discursiva del género en las páginas de opinión de Granma y Juventud Rebelde” (2015), Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas. Los textos analizados datan de 2014 y 2015. Aunque la tesis y, después, la ponencia solo analizan la construcción discursiva del género en las páginas de opinión de los únicos periódicos cubanos con tirada diaria, a estas alturas valdría la pena analizar (y comparar) el discurso de género de numerosas plataformas periodísticas emergentes en Cuba.
[1] Campuzano, L. (1996). Ser cubanas y no morir en el intento. En revista Temas, 5, enero-marzo, p. 9, La Habana.
[2] Kramarae, C., Lazar, M. y West, C. (2003). “El género en el discurso”. En T. van Dijk (Comp.), El discurso como interacción social (pp. 179-190). Barcelona: Editorial Gedisa.
[3] González López, I. (2014). Construcción social de género en el discurso periodístico. ¿Qué y cómo se investiga en la Universidad de La Habana? Ponencia presentada en el XI Encuentro Iberoamericano de Género y Comunicación, 28-30 de mayo, La Habana.
[4] Sánchez Serra, O. (2014, 13 de junio). El Padre de las Morenas del Caribe. Granma, p. 3. (El subrayado es mío, siempre).
[5] La concepción tradicional de la dama representa el ideal burgués del sujeto femenino.
[6] Marrón González, K. Entrevista personal, 19 de marzo de 2015.
[7] Sánchez Serra, O. Op. cit.
[8] Pérez Betancourt, R. (2014, 23 de mayo). Aquellos y aquellas. Granma, p. 3.
[9] Perera Robbio, A. (2015, 8 de marzo). Las poses de una reina. Juventud Rebelde, p. 3.
[10] Nacianceno, A. (2014, 22 de agosto). ¡Mujeres! Granma, p. 3.