
Desde el inicio del proceso de debate del Anteproyecto de Reforma Constitucional de la República, Cuba Posible ha estado publicando un grupo amplio de análisis, propuestas y opiniones de personas relevantes y variadas entre sí. La semana pasada publicamos dos textos de la autoría de Roberto Veiga González, titulados: ¿El regreso del Presidente de la República? y A las puertas de una nueva Ley Electoral. Ambos textos fueron comentados por un forista llamado “Randol”. Los “comentarios de Randol”, además de expresar un evidente compromiso con el Gobierno cubano y con su proyecto de país, están marcados por una aguda inteligencia política puesta en función de metas concretas (que pueden ser compartidas por muchos cubanos de diverso “pelaje”). Podremos estar o no de acuerdo con “Randol”; lo que sí nadie podrá negar es lo interesante de sus preocupaciones y propuestas. Con el simple objetivo de visibilizar a nuestros lectores sobre las opiniones fundamentadas de un cubano con “cabeza bien amueblada” –como diría monseñor Carlos Manuel de Céspedes- reproducimos a continuación “los comentarios de Randol”.
Comentario número 1 de “Randol”
Coincido con el autor en que el texto final debe ser más claro sobre el papel de la Presidencia de la República, pero no hay dudas de que el Presidente no será uno de tipo parlamentario, ni estrictamente semi-presidencialista, sino uno muy sui generis dentro del subtipo de semi-presidencialismo conocido como “presidencial-parlamentario”, donde el Jefe del Estado determina la política general y delega la administración central en un Primer Ministro. Pero el gobierno, la parte ejecutiva (no administrativa) es compartida por ambos, con preeminencia del Presidente. Ambos serían responsables ante la Asamblea Nacional. El Primer Ministro, si bien no será un simple jefe de despacho, porque tendrá iniciativa en el diseño de políticas concretas, dependerá todo el tiempo de la aprobación del Presidente.
A mí me gusta más la figura del Presidente como moderador, e incluso debería contar con un órgano consultivo y deliberativo (Consejo de Estado debería ser el nombre; porque lo que debe existir en la ANPP es una Comisión General). Pero no creo que las actuales circunstancias de Cuba y el poco desarrollo de las bases para este tipo de institucionalidad lo permitan. Es preferible un Presidente de la República fuerte, que sepa delegar, que modere de acuerdo a los intereses del país y de su propia política general, por supuesto. A la vez que vigila porque el gobierno actúe en correspondencia.
En cuanto a su elección, no creo que deba ser directa. Las organizaciones de masas son las que deben nominar a partir de los miembros del Comité Central y luego el pueblo seleccionar mínimo cinco (marcar hasta cinco – uno, dos, tres o cinco o ninguno – en su boleta) con cualidades para el cargo según su opinión. Los más votados popularmente serían los candidatos a presentar ante la ANPP. Es más sencillo revocar, así que llamar a un revocatorio popular”.
Comentario número 2 de “Randol”
Agradezco al autor de este trabajo mi mención y aunque no me considero un experto (disfruto mucho leyendo sobre estos temas, solo eso), me gustaría aclarar un detalle que expuse casi corriendo la vez anterior y que Veiga muy bien señala. El umbral para considerar quienes serían “los más votados” debería fijarse en el 50% más uno.
Antes de explicarme mejor, tres cosas:
1) Siempre me ha parecido mejor una Presidencia de la República colegiada; sin embargo, observando la situación y las necesidades concretas del país, resultaría más sensato un Presidente fuerte que en determinados asuntos tuviera a su disposición un Consejo de Estado (la Asamblea Nacional debería procurar otro nombre para su comité permanente), para deliberar y tomar las decisiones de mayor trascendencia. Además, igual el Presidente dependería de la ANPP como también su Primer Ministro. Lo que sí me parece necesario es que se amplíe el número de miembros de la Presidencia (el Proyecto de Constitución que se discute solo contempla Presidente y Vicepresidente), la cual debería estar compuesta por cinco: Presidente, Primer Vicepresidente y (3) Vicepresidentes más, lo que daría más estabilidad institucional, mayor proyección (hay muchas provincias que atender) y mejor especialización con respecto a los órganos superiores de control (Fiscalía, Contraloría).
2) Considero que la elección indirecta o de segundo grado del Presidente de la República sería – en las condiciones actuales – el único modo de asegurar un compromiso real con el desarrollo y los principios fundamentales (independencia, soberanía y justicia social) de la nación a través de controles directos por parte de los representantes del pueblo.
3) No creo en la competencia política; entiendo las razones de quienes la defienden, pero no las comparto. Lo único competitivo que debiera permitir un Estado civilizado es el deporte, donde los ganadores son claramente verificables. En el terreno de las subjetividades, toda competencia es oscura, fangosa. No hay “foto-finish”. Ante la posibilidad de perder, los hábitos tramposos saltan como conejos y lo destrozan todo. Son reacciones humanas – ¿lógicas? ¿bioquímicas? – ante el potencial desequilibrio emocional que acarrea perder una contienda. Y de nada vale que se tomen medidas: es una cuestión de supervivencia.
Toda persona con vocación de servicio público que quiera ser político debe demostrarlo con su hoja de vida y con proyectos concretos y viables, sin necesidad de atacar a otros que optan por el mismo puesto. Y esto es concursar, que no es lo mismo que competir, aunque partan del mismo criterio de “llegar primero” o, en este caso, “de quedar último” después de múltiples cortes evaluativos.
Tal vez por ello soy tan opuesto al pluripartidismo (en tanto escenario para competir por el poder) y prefiera más los movimientos u organizaciones llamados “bandera”, o sea, que defienden una línea determinada y procuran objetivos concretos para luego disolverse o pasar a otra cosa. Los partidos políticos, en mi opinión, deberían ser sacados de la ecuación electoral de una vez y para siempre. En serio no me preocupa que existan (siempre que no sean fascistas), lo que sí no deberían es poder participar en elecciones, procurar que sus “elegidos” sean los que el pueblo “escoja”. Siempre terminan convirtiéndose en maquinarias electoreras capaces de vender el alma al diablo. Por no hablar de los intereses especiales que se crean detrás de ellos y los mantienen económicamente.
Soy de los que cree que las organizaciones de la Sociedad Civil tarde o temprano desplazarán a los viejos e inservibles partidos. Por esa razón defiendo esa bella y poderosa metáfora de Álvaro Ramis Olivo que habla de “asediar la fortaleza sin ánimo de conquista”, solo con el objetivo de ejercer un control real y justo.
Alguien podría creer que prefiero la elección indirecta porque me fío poco de la capacidad intelectual del pueblo. Pero no. En el pueblo sí creo, en ciertos políticos no. El pueblo es sabio y nadie mejor que él para saber lo que obstaculiza su desarrollo, pero igual puede ser víctima de la manipulación más despiadada, de las trampas más sucias. Por eso, en mi opinión, y hasta tanto no exista un paisaje institucional más robusto y armonioso, los candidatos para formar parte de la Presidencia de la República deberían ser NOMINADOS por las organizaciones –antes llamadas “políticas y de masas”, hoy cada vez más “de la sociedad civil”–, SELECIONADOS por el pueblo y ELEGIDOS por la Asamblea Nacional (ANPP). En ese orden.
Me explico más:
Se dice que el PCC ni postula ni elige, pero es obvio que quien vaya a ocupar la Presidencia del país debe ser del PCC. Por tanto, la labor del PCC en cuestiones electorales sería poner a disposición de la sociedad civil la vanguardia, lo más granado de la vida política, cultural y económica de la nación, a la que previamente se le dotó de herramientas ideológicas y políticas necesarias para el socialismo. Dicha vanguardia se concentra en el Comité Central del PCC (el Buró Político y el Secretariado son para dirigir y auxiliar, respectivamente).
Por tanto, (con riesgo de parecer ingenuo), la elección podría seguir estos pasos:
a) Los Comités Nacionales de las organizaciones de masas (determinadas por la ANPP según su peso real – proyecciones, número de miembros, resultados, etc. –) harían sus respectivas propuestas (un mínimo de cinco – porque 5 serían los cargos que tiene la Presidencia –) y luego convocarían a sus bases a pronunciarse.
b) Las bases discutirían – podrían agregar otras propuestas – y mediante votación (nominal o secreta, según estimen) y marcando hasta cinco (5), NOMINAN a sus Precandidatos definitivos. Obviamente, muchas organizaciones coincidirían en sus propuestas, y eso es positivo.
c) El órgano rector de las Elecciones elaboraría una Lista Oficial de Precandidatos con aquellos que alcancen el 50% más uno de los votos válidos – a nivel nacional (sin importar la organización que aportó el voto) –. Dicha Lista Oficial debe contar con un mínimo de siete (7) Precandidatos.
d) Se llamaría entonces a las urnas a todos los ciudadanos con capacidad electoral a SELECCIONAR de entre esos Precandidatos a sus cinco (5) Candidatos, a quienes considere adecuados para ocupar un puesto en la Presidencia de la República. Pueden marcar hasta (5), o pueden hacerlo solo por 4, 3, 2, 1 o por ninguno. Pero no deben marcar más de 5. Y los deberían incluso numerar (del 1 al 5) a modo de guía, pero, también, para que durante el escrutinio se tome en cuenta únicamente a los candidatos numerados (del 1 al 5) en las boletas donde aparecen más seleccionados.
e) Nuevamente el órgano rector de las Elecciones elaboraría una Lista Oficial (esta vez de Candidatos) con aquellos que alcancen el 50% más uno de los votos válidos, la cual debe contar también con un mínimo de siete (7) Candidatos. Dicha Lista Oficial se presentaría luego a la ANPP y sus diputados elegirían por votación directa y secreta a aquellos cinco (5) que, a su juicio, deben ocupar los diferentes puestos dentro de la Presidencia de la República. Es importante añadir que los diputados en esta última fase no pueden ser presionados y que independientemente del Candidato que obtuvo más votos populares, es decisión exclusiva de la ANPP determinar quién será el Presidente, el Primer Vicepresidente y los 3 Vicepresidentes.
Indudablemente este esquema da mayor legitimidad popular. Pero tampoco me opongo a una variante (menos democrática para algunos, pero igual de efectiva) donde la elección presidencial solo contemple a las organizaciones de masas y la ANPP. A fin de cuentas, en Cuba la mayoría del pueblo pertenece a alguna organización importante. Pero, bueno, también es verdad que solo la mayoría.
Gracias y perdonen que me extendiera.