
A propósito del trabajo titulado Nuestra “República en Armas” (en espíritu y con inspiración martiana) debe sostener el desarrollo de la “República Civil”, un lector ha hecho llegar el siguiente comentario:
“Excelente artículo (…) Tengo dos observaciones. Primero, las actividades mencionadas en el párrafo 9 ciertamente señalan varios problemas de seguridad nacional que, lamentablemente, son parte del entorno internacional en que se encuentra Cuba, y se encontrará en un futuro previsible. Sin embargo, son problemas de seguridad de orden criminal, y de respuesta policial, que no necesariamente requerirían una responsabilidad o una respuesta militar. No es menos cierto que las responsabilidades policiales requieren, y requerirán, dispositivos terrestres, aéreos, y navales, pero todo mucho más cerca de funciones policiales, aunque con equipos capaces y modernos, que no implican tanques, artillería, aviones de combate de guerra, y armamentos similares”.
“Segundo, es igualmente pertinente observar que hay, y prudentemente deben existir, responsabilidades militares que van más allá de la defensa de un país frente a un ataque militar. Menciono dos. Una es la defensa civil (huracanes), frente a los cuales la organización, experiencia, logística, y disciplina de unas fuerzas armadas aportan valiosos recursos de respuesta y recuperación a corto plazo frente a un cataclismo previsible en el entorno caribeño pero imprevisible en el día y fuerza con que ataca. Otra es la responsabilidad internacional bajo Naciones Unidas de aportar al mantenimiento de la paz mundial. Sus “cascos azules” han sido un aspecto imprescindible de la respuesta internacional frente a conflictos armados en diversas partes del mundo, más recientemente en varios países en África. Todo Estado miembro de Naciones Unidas, como cuestión de principio y compromiso internacional, debe estar dispuesto a participar en misiones de mantenimiento de paz bajo las Naciones Unidas. Si bien esta participación puede ser solamente policial, por supuesto que se requiere además una capacidad militar.”
Considero muy importantes las observaciones anteriores. Por ello, me dispongo a incorporar algunas notas. Sin embargo, debo señalar que lo hago reconociendo que, dado el carácter de matices y acontecimientos actuales y futuros, los cuales carecen de historia y/o posiciones confirmadas, los comentarios están forzados a moverse, sobre todo, entre los terrenos movedisos de la instituición y la especulación.
Ciertamente, el trabajo no menciona a la “defensa civil” entre las responsabilidades de los institutos armados. No debió suceder; sobre todo porque en Cuba ya constituye una obra (sumamente humanitaria, sensible y eficaz) de larga data, solidamente institucionalizada y de gran consistencia profesional, que ha prestado innumerables servicios a nuestra sociedad y a otros países. Tal vez por eso, por estimarla incorporda, consolidada y asegurada, fue omitida de los retos futuros. Sin embargo, ratifico que, de seguro, este deber de nuestras instituciones militares, que además resulta un derecho del pueblo, se ejercerá, siempre y de manera cada vez más profesional, al servicio del país, e incluso de todo el Caribe.
Por otra parte, en cuanto a la primera observación, debo precisar que ella resulta oportuna y pertinente para esbozar la comprensión de que, ante las actuales estrategias geopolíticas y sus medios, las presentes y futuras circunstancias internas e internacionales de Cuba, y los desafíos modernos ante todo aquello que pueda considerarse “una agresión” a y en nuestro país, las dinámicas parecen forzar hacia una renovación de los criterios de defensa y de seguridad.
La difícil probabilidad de una guerra entre la Isla y otro país, en particular con Estados Unidos, y el desarrollo militar del vecino norteño, que en caso de una agresión armada haría innecesaria la presencia de sus militares en Cuba, porque desde su propio territorio podría acometer un ataque de gran escala y demoledor, conduce a reducir la magnitud (mas no la organización y profesionalidad) de las fuerzas armadas terrestres, aéreas y navales. Igualmente, la complejidad y sofisticación de “combates encubiertos” y de un “universo criminal” que, además, progresivamente se globaliza y fortalece, y cada vez más ocupa sociedades y se establece como pilar de modelos y acontecimientos políticos, reclaman sólidos y efectivos dispositivos terrestres, aéreos y navales, pero al servicio de la seguridad nacional, sobre todo de orden criminal -lo cual constituye el mayor riesgo actual para la soberanía política de todo país.
Por tanto, resulta posible afirmar (aunque no en sentido absoluto) que, en estos tiempos y en la mayoría de los contextos sociales, el concepto de “defensa” deja de supeditar a los servicios de “seguridad” en función de las prioridades de las fuerzas encargadas de proteger la soberanía por medio de la guerra -en la acepción más clásica del término. En tal sentido, de algún modo (si bien tampoco en sentido absoluto), ocurre lo contrario; los instrumentos creados para la guerra cobran nuevo sentido en función de responsabilidades de seguridad. Asimismo, se hace necesario destacar que la etapa presente de la “civilización” tiende a incorporar a los tradicionales desempeños de inteligencia y contrainteligencia muchísimo del trabajo en torno a lo criminal; porque el crimen –en su más amplio significado-, se ha ido conviertiendo en el alma y en el rostro tanto de la guerra, como del espionaje y de la inmensa mayoría de los actos de corrupción.
De este modo, los fenómenos señalados muestran la necesidad de una mayor integración y/o coordinación, o si se quiere de una relación profesional cualitativamente renovada y superior, entre las añejas funciones de defensa, ocupaciones de seguridad y quehaceres policiales. Por otro lado, cabe destacar que si bien las tres dimensiones comparten naturalezas estrategicas e instrumentales, las dos primeras se destacan por sus implicaciones en cuestiones estratégicas y la última sobresale por su carácter instrumental y social-civil.
Por ello, algunos advieren la conveniencia de integrar en un solo cuerpo armónico a los desempeños estrategicos, otrora de defensa y de seguridad, aunque conservando la autonomía que demanda la naturaleza de cada tipo de operación; mientras aconsejan conservar aparte las funciones policiales, sobre todo por la mencionada implicación social-civil-cotidiana de las mismas. Sin embargo, lo anterior no puede conducir a desconocer los fines comunes; ni los atributos instrumentales que comparten, y que deben desarrollarse al unísono y de modo complementario, a través de servicios recíprocos; ni que en la actualidad esto resulta esencial para garantizar la defensa de todo país, que como nunca víncula a las vetustas responsabilidades de defensa, de seguridad y policiales, y se refieren a la protección de una soberanía también concebida de forma renovada.
Cada vez más la soberanía indica el derecho a la autonomía y protección territorial y estatal, pero también a la autonomía y protección de cada ciudadano, de las individualidades y de las singularidades, de lo tangible y de lo espiritual. Esto, por supuesto, exige una revolución en cuanto a la definición de qué proteger y cómo protegerlo; y, por ende, acerca del trabajo de los institutos garantes de los asuntos de defensa, seguridad y policiales.
Sobre la segunda observación; preciso que no poseo criterio autorizado sobre el tema, pero me atrevo a confirmar que a pesar de cualquier adecuación próxima o futura de las instituciones militares cubanas, dadas las realidades esbozadas, los cuerpos armados del país disfrutan de una profesionalidad probada que, sin mucho esfuerzo, podrán sostener e incrementar, y gozan además de una vasta vocación y experiencia de cooperación internacional. Por ello, estimo que en el futuro podrían igualmente estar dispuestos a contribuir, y de manera muy eficiente, en cualquier respuesta internacional frente a conflictos armados en diversas partes del mundo. No obstante, quizá estén y estarán en mejores condiciones, incluso tal vez hastan tengan la necesidad estrategica, de cooperar intensamente en la lucha contra del crimen organizado en la región y a favor de la seguridad hemisférica.