Putas

Foto: Aline Vengeance. Reproducida bajo licencia Attribution-ShareAlike 2.0 Generic (CC BY-SA 2.0) https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0/
  1. Cuerpos abyectos y violencia policial
  2. Putas
  3. Feminismos y prostitución: entre la abolición, la regulación y el reconocimiento de derechos
  4. Playlist: música sobre trabajo sexual en Cuba
  5. La eliminación de las medidas de seguridad predelictivas: una necesidad para garantizar el Estado de Derecho
  6. Prostitución en Cuba: miradas de fondo desde los feminismos poscoloniales
  7. La llaman puta: incompletísimo dossier sobre trabajo sexual en Cuba

Armienne

Cuando salí de Cuba, a los 14 años, ya yo era una puta por vocación que tenía relaciones sexuales con unos primos y unos amigos sin cobrar. Más tarde, a los 17, me hice profesional para estudiar y cuando terminé mi carrera seguí de puta y es el oficio que he estado practicando hasta hoy. La prostitución, no en balde se le llama el “más antiguo oficio”, ha existido, existe y existirá mientras la humanidad se rija por los mismos patrones sociales que, con algunas variantes de acuerdo al desarrollo, hemos tenido en los últimos 5,000 años.

La prostitución existe en todo el mundo tanto en países pobres como en ricos, en religiosos o laicos, comunistas o capitalistas y no hay leyes, castigos, programas sociales o persecuciones que la erradiquen. Es un fenómeno inherente a nuestra condición como seres sexuales y no está determinada por sistemas políticos, económicos, ideológicos o sociales.

Mucho se ha hablado sobre las causas de la prostitución y se señala como la principal la necesidad y la pobreza, aunque en el mundo hay más mujeres no-putas que putas, a pesar de que ambas vivan en un mismo nivel de miseria.

No obstante, no hay dudas de que la pobreza es un factor que induce a muchas mujeres a hacerse putas, aunque hay putas que lo son a pesar de venir de familias económicamente solventes, que tienen una esmerada educación y títulos universitarios. Y son muchas las putas instruidas y educadas que caen dentro de esta categoría de “putas de lujo”. Y hay putas obligadas a ejercer el oficio bajo extorsión y amenazas como está sucediendo de una manera alarmante con jóvenes de la anterior Europa comunista y de países del tercer mundo.

Mencionadas estas causas de la prostitución, hay una de la que apenas se habla y es el gusto o preferencia para dedicarse a ese oficio. Es una causa muy válida que nos explica por qué aquella mujer que se hizo puta por necesidad continúa en la profesión y no busca otro trabajo, o se instruye para salir de él, o la puta ya instruida y educada que proviene de familias acomodadas.

Mi punto de vista es que muchas putas lo somos porque nos gusta. Independientemente de la solvencia, educación e instrucción que tengamos, abrazamos la profesión ya sea por vocación, porque llena nuestras expectativas, nos gusta esa vida conociendo personas y lugares y, claro, las ganancias.

Dice el artículo, que “ninguna niña piensa en ser puta cuando sea grande” y creo que es cierto porque una niña no ha integrado el concepto real de la palabra puta aún cuando la diga, aunque en la sociedad actual puede haber excepciones. ¿Cómo se explicaría a una niña que en la escuela primaria tenía fama de “satica” y se dejaba ver y tocar por los varones a cambio de merienda o de dinero para comprar libros en la librería? No creo que ser puta venga en los genes, pero sí que se pueda nacer con ciertas aptitudes o vocación para serlo.

La prostitución no es una lacra sino que la sociedad al prohibirla y perseguirla la lleva a una situación delictiva y hace a las chicas víctimas de proxenetas, autoridades corruptas y traficantes. Por ello la actitud de Holanda, Suiza, Alemania y otros países de Europa ante la prostitución es un ejemplo para el resto del mundo.

Maritza

Para mí una “jinetera” es una mujer que intercambia su cuerpo y sexo por dinero o cosas materiales. Todas las jineteras no son iguales, existen diferentes tipos: están las que viven y dependen de eso totalmente, para ellas jinetear es un empleo como otro cualquiera. Esa es su vida y la mayoría de estas tienen su chulo, que las cuida de la policía, les busca los turistas y hasta las llevan al lugar. Por supuesto ellas mantienen a los chulos y le tienen que pagar. Casi siempre los chulos son los maridos.

También están las integradas a la sociedad, trabajan o estudian. Pueden ser maestras, doctoras, enfermeras, licenciadas y hasta universitarias. Estas no viven de eso, pero en un momento determinado también se prostituyen. Todas buscan lo mismo, dinero, cosas materiales, o sea: pacotilla, comida, una salida a un restaurante caro, y hasta para salir del país.

La diferencia de las jineteras por cuenta propia, es que esas luchan para ellas, para su familia, hijos, etc. Eso yo si lo veo muy bien, que luchen por su bienestar, pero las otras no. Estas tienen a los chulos que tienen que mantener, como ya te explique anteriormente.

Bueno, lo más usual que buscan las jineteras es el dinero, por supuesto, que le paguen por sus servicios. Aunque ya a la vez que tiene un vínculo seguido con un extranjero sea “un punto fijo” … las más inteligentes por ahí buscan una forma para poder salir del país, ya sea casada o invitada y hasta por contrato de trabajo, eso sí sería la mejor opción.

En Cuba la prostitución no es un delito, ¿eso dicen? Pues no lo creo. Porque una mujer joven y bonita no puede caminar de la mano de un extranjero por las calles de La Habana sin que la policía la moleste, pidiéndole y exigiéndole identificación y explicaciones. Eso es en el mejor de los casos, si tienes suerte, si no te montan en el carro de la patrulla y te llevan para la unidad más cercana y ahí te hacen pasar un mal rato y corres el riesgo de que te hagan una carta de advertencia, como dicen ellos por “asediar al turista”.

Yo pienso que caer en Villa Delicias es lo peor que le pueda pasar a una mujer, y más si es joven. Yo no se nunca he estado ahí, por suerte, pero tengo amigas que si pasaron por eso, y no creo que allí una mujer pueda aprender a no prostituirse, además de que una con su cuerpo es libre de hacer lo que quiera.

La policía en Cuba ha tomado mucho auge con este tema de las jineteras, de ahí que hay tantos policías corruptos y descarados que en las calles de La Habana están haciendo y deshaciendo, viviendo de las putas y de los chulos. Ellos son iguales o peores, solo les diferencian que llevan el uniforme y se aprovechan de eso.

Una anécdota que tengo… ya hace unos años en el 2006… era sábado, y estábamos un grupo de amigos que salimos esa noche al Vedado. Estábamos exactamente en la entrada del Wakamba, en calle O, y esa noche había en esa zona un operativo especial.

Detienen a mi amiga, quien venía con otra más, y le preguntan por la identificación. Seguidamente, sin explicación alguna, las montaron casi a empujones en una guaguita de policía, de las que son cerradas que no tienen ventilación. Allí las trasladaron para la unidad de Zapata y C, ahí mismo en el Vedado, pero junto con ellas, un grupo de jóvenes más, sin ninguna razón, porque no andaban ni con extranjeros y esa misma madrugada se las llevaron a todas para Villa Delicias …Allí estuvo 2 días, hasta que la madre de mi amiga tuvo que ir a buscarla, porque no la querían soltar y ya le habían dado hasta el uniforme de presa.

A la vez que tu pones un pie en ese lugar, aunque sea “por gusto” o no, como en el caso de esta amiga mía, ya ellos te abren un expediente como que estuviste en ese lugar, y a partir de ahí la policía te mantiene chequeada.

Amare

Conocí a Amare en octavo grado, justo cuando mi madre se recuperaba del padecimiento que le habían diagnosticado cuatro años antes. Esa fue la razón por la cual me fui a estudiar lejos de mi casa, a las escuelas donde mis hermanas trabajaban como maestras y que me quedaban aproximadamente a dos kilómetros de distancia. El retorno a mi barrio me permitió comenzar a estudiar en la escuela que por cercanía geográfica me pertenecía.

Con Amare desarrollé una relación de amistad, la más intensa y provechosa que tuve en mi adolescencia. Quizás porque éramos muy parecidas, entiéndase, contestonas, “echas-pa-lante” y bulliciosas. Ni ella ni yo pasábamos desapercibidas.

Así vivimos por dos años, de manera muy cercana; y entre las cosas que compartimos estuvo el hecho de que fuimos las últimas en tener la menstruación, con 14 años, lo que por momentos podía ser motivo de burla por parte de las otras niñas del aula. Sin embargo, Amare y yo sentíamos la ventaja de la excepción: no nos daban dolores ni teníamos que preocuparnos por ir a cada rato al baño y, mucho menos, si la saya del uniforme se nos manchaba. Que yo recuerde, nuestra supuesta tardía menarquía fecundó nuestro camino de complicidad.

Tengo que decir que Amare era una de las muchachas más listas del aula. Sus libretas y libros rayaban en la perfección. Gustaba de tenerlos forrados y que se mantuvieran tal cual como el primer día de clases, sin hojas sueltas, borrones o roturas. Además, aprendía con mucha facilidad, era rápida y elocuente. Le gustaba la lectura, amor que compartimos siempre a base de regalos cumpleañeros.

Su familia se volvió desde entonces parte de mi cotidianidad. Su abuela, abuelo, su madre, con quien nos fuimos de paseo en algunas ocasiones, me vieron crecer tanto como a ella. Sus tías y primos y primas también eran personas cercanas para mí.

Al terminar la secundaria fuimos para preuniversitarios diferentes. Ella para la escuela del barrio. Yo me fui a la Lenin. Amare no se dejó convencer para becarse conmigo. Ni siquiera sus ansias de conocimientos cuartaron su libertad. Del otro lado estaba yo, que había escogido, sin prever las consecuencias, internarme en una escuela.

Llegó entonces el distanciamiento; solo nos veíamos los fines de semana y ni siquiera todos. De vez en vez nos íbamos al cine o al teatro y siempre, siempre, nos visitabamos por nuestros cumpleaños.

Al terminar el preuniversitario ambas nos preparamos para acceder a la universidad; ella matriculó una carrera pedagógica en la antigua Escuela Formadora de Maestros Salvador Allende y yo Psicología, en la Universidad de La Habana.

Ya yo en la calle entonces nos encontrábamos más, ademas de visitarnos. En más de una ocasión me la encontré en el Malecón, supuestamente paseando, mientras yo me reunía con algunos de mis compañeros y compañeras de la uni.

En ese tiempo fue cuando se hizo jinetera porque puta, lo que se llama ser puta, Amare lo fue desde chiquita. En su adolescencia, siempre tuvo el noviecito de turno, del cual nos burlamos hasta que nos dolía la panza de tanto reírnos y también los otros que la buscaban para apretar. Sus tetas movían carretas y carretones.

Por entonces, en Cuba continuaba la crisis económica que había comenzado con la caída del campo socialista y se recrudecía por ese tiempo. Amare tenía a su cargo a su madre -que por esa época ya había sido diagnostica ingresada grave en el Psiquiátrico de la Habana- y a su abuela y a su abuelo, quien padecía una enfermedad respiratoria crónica.

De ninguna manera necesité hallar una explicación coherente a su decisión de prostituirse. Sin embargo, quiero pensar que de no haber existido tal crisis la realidad hoy en día sería otra. Amare no hubiese convertido del “putear” su arma de sobrevivencia.

Ella salía, con una amiga, con dos… en búsqueda del “pepe” que le permitiría llegar a su casa con algo más que el cansancio y el hastío. Así conoció a muchos: extranjeros que buscaban chica con un erotismo especial, y muchas chicas que buscaban extranjeros… con plata.

Al principio la situación con la familia estuvo un poco tensa, abuelo y abuela no querían imaginarse en qué andaba ella. A mí siempre me pareció la más cruel de las hipocresía, comían con la plata que producía su vagina pero a la vez la juzgaban.

No obstante, Amare seguían viviendo aquellas noches de incertidumbre, de saber a la hora de salir pero no de llegar; de llevar dos mudas de ropa para cambiarse por el camino porque para su familia ella iría a salir con amigas. También fueron noches de tener sexo con otra chica porque eran 50 dólares más, o anal, en grupo… Todo aquello subía las ganacias.

Del mismo modo era usual que fuera interpelada por cuanto policía se le atravesaba. En ocasiones cambiaba la “carta de advertencia” por una mamada. Ese era su día de suerte. No tener que dormir en un calabozo de una estación de policía bien lo valía.

Por esta época yo estaba bastante cercana a ella, su comportamiento me despertaba cierta curiosidad, aunque no le hice preguntas. Yo era una de las personas que aceptaba sin cuestionamientos lo que estaba haciendo. Simplemente de eso se hablaba, como si estuviésemos conversando de flores y mariposas.

Y también escogió ayudar a paliar mi Periodo Especial, cuando yo no tenía zapatos para ir a la uni, por ejemplo. Ella estuvo siempre vigilante de lo que yo necesitaba. Jamás faltó su libro como regalo de cumple. La sordidez del mundo que habitó por años no le hicieron mella a su espíritus, quiero creer.

No sé porqué nunca le di lecciones de buena moral. Tenía claro de que yo no llegaría a tener sexo por dinero, a pesar de que mi situación económica era tan adversa como la de ella. Sin embargo, tampoco la podía juzgar, al final ganábamos las dos si nos manteníamos unidas, a pesar de haber escogido formas diferentes de remediar nuestra pobreza; mejor dicho, ella escogió, yo espere a que la situación pasara.

Sobre los autores
Sandra Abd'Allah-Alvarez Ramírez 15 Artículos escritos
Licenciada en Psicología por la Universidad de La Habana, 1996; Máster en Estudios de Género, 2008; y diplomada en Género y Comunicación por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Diez años de experiencia laboral como editora y ...
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