Radiografía de un forastero digital cubano


Amílcar Pérez Riverol es microbiólogo, licenciado, máster, estudiante de doctorado, fotógrafo y escritor aficionado. Colabora con la revista OnCuba y, sobre todo, asegura ser un forastero digital. Nació y se crío en Santa Mónica: un asentamiento ridículamente pequeño del casi desconocido municipio de Quivicán, a 45 kilómetros al sur de la capital cubana.

A pesar de su trabajo como virólogo, de algún premio internacional como poeta, las redes cubanas lo conocen como la firma de agudos micro ensayos y eternos cuestionamientos sobre la diáspora, la política y lo que significa ser cubano hoy.

La Redacción IPS Cuba conversó con él sobre esos temas:

REDACCIÓN IPS CUBA: La mayoría de tus textos se empeñan en describir qué es para ti la cubanía, ¿por qué es tan importante para ti definirte como cubano?

AMÍLCAR PÉREZ RIVEROL: Yo no lo clasificaría como empeño. Mis textos -al menos conscientemente- no buscan establecer una taxonomía -ni personalizada, ni académica- de lo cubano. La identidad nacional es demasiado plural para caber en formulaciones. Quizás por eso me incomodan tanto los estereotipos, la definición y promoción de lo nacional  en forma de postales ideológicas o turísticas. Que se suponga de mí-cubano- ser mulato, bailador, tabaquero y sin medios tonos -anti- o fidelista; que se suponga del mulato ser bailador, también tabaquero, ronero y apolítico. Ni anti, ni fidelista. Soy alérgico a esas cosas. Soy alérgico a las definiciones de nación.

Respecto a la segunda parte de la pregunta, te comparto la línea inicial de un texto que en estos momentos está en elaboración: “para no pocos cubanos la sensación de pertenecer a ninguna parte es la mejor forma de ser feliz en todas”. Para mí eso no funciona. Mi interpretación del mundo, su comprensión -e incomprensión- pasa siempre por Cuba. Lo que soy podrá seguir ramificándose pero siempre a partir de un eje o arteria principal. Cuba, como principio para alcanzar todo fin.

Hay en ese texto que unirá el criterio de varios jóvenes cubanos, miembros temporales o definitivos de la diáspora,  una frase que ilustra deliciosamente lo que intento explicar. Dice una amiga: “del mismo modo en que no puedo evitar correr a ayudar si veo a alguien en el suelo, no puedo evitar sentir a Cuba, que me enseñó a correr si veo a alguien en el suelo”.  Es eso. Hay en cada actitud, o al menos en las esenciales, un síntoma de Cuba.

IPS CUBA: Tienes una amplia producción de textos, fundamentalmente de periodismo de opinión y que podrían definirse como micro ensayos, todos en la web, publicados por medios como OnCuba. Considerando ciertas tendencias en la web parece extraño que aún no tengas un blog personal ¿Por qué?

APR: No soy periodista. Y no hago la salvedad de “al menos no de academia” porque entiendo que ser periodista implica -con sagradas excepciones- una rica formación profesional. Soy microbiólogo, especializado en Virología y Biología Molecular, y actualmente estudiante de doctorado en una universidad brasileña (UNESP). Ese elemento establece una limitación objetiva a mi trabajo “periodístico”, y que está relacionada con el tiempo disponible para escribir.

En OnCuba -un sitio digital del que fui primero activo lector y desde hace casi dos años colaborador- encontré un espacio idóneo para armonizar mi necesidad de reflexionar sobre la actualidad socio-política de mi país y las exigencias derivadas del trabajo del doctorado. Siendo colaborador y no columnista, la revista me ofrece una libertad de calendarios que un blog me negaría. Pero lo más importante es que la publicación defiende -casi siempre- una visión de Cuba cercana a mis ojos. Necesaria a mis ojos. Porque perfectible, como todos, la revista es una publicación seria, con un equipo muy profesional, que intenta narrar, no a otras, sino simplemente a Cuba.

Recientemente, han aparecido otras propuestas de colaboración con sitios digitales que tienen como centro el debate sobre temas nacionales y con los que es probable que comience a trabajar. Así que el blog por el momento tendrá que esperar.

IPS CUBA: Dices en uno de tus textos: “Es necesario ciudadanizar las decisiones, el futuro de nuestro país. Necesitamos una Cuba en la que Ellos sean más visibles, evaluables y por tanto perfectibles por el Nosotros. Es más, necesitamos un país de menos Ellos y Nosotros”. ¿Cómo visualizas la participación ciudadana en Cuba, en un futuro cercano?

APR: En Cuba, durante mucho tiempo, hemos padecido la cultura de la responsabilidad en tercera persona del plural. La responsabilidad -es- de “Ellos”,  ha servido por años para que a la hora de los platos rotos -casos de corrupción, programas económicos, políticas restrictivas (y represivas) fallidas- la responsabilidad ante la ciudadanía sea de nadie. Esa filosofía pre-condiciona grados de impunidad en cargos gubernamentales muy peligrosos para un país que no puede darse el lujo de perder siquiera centavos por malas decisiones económicas. No diga ya por fallidas políticas sociales.

En Cuba, como en toda sociedad democrática, la ciudadanía debe y tiene que contar con la información y los elementos que le permitan identificar y exigir responsabilidades a cualquier funcionario gubernamental por el ejercicio de su función. Eso, desde un dirigente municipal, pasando por Ministros y llegando al presidente de la nación.

Por otra parte, la sociedad civil cubana necesita un aumento en el número de espacios que permitan un abierto debate ciudadano. Un espacio en el que las pautas, la lista de presentes y el orden del día no sean parametrados por la figura gubernamental, dígase funcionario o institución. No me refiero tanto a espacios excluyentes, como a espacios paralelos o aquellos donde la autoridad estatal sea parte, y no sargento rector. No pueden ser desestimables las voces o proyectos -revolucionarios sí, como evolucionistas- que abogan hoy en Cuba por la existencia de espacios en los que, como escribí en el texto: “el ciudadano no sea simple recipiente de decisiones ya pretéritas y sí decisor, o al menos modulador de las futuras”.

Deben existir entidades profesionales e independientes que realicen estudios de la opinión pública en torno a temas de gestión económica, política y social.  Esas entidades deben disponer además de espacios para la divulgación masiva y discusión de sus resultados. No se puede decidir pensando en la ciudadanía, si no se censa y analiza lo que la ciudadanía quiere. Y por otra parte, si se está haciendo lo correcto para la gente, nadie debe temer que la gente evalúe lo que hace.

Por otra parte, me parece una excelente noticia el surgimiento de espacios como Periodismo de Barrio y El Estornudo, donde la narrativa se construye desde, y tiene como objetivo, a los ciudadanos. Creo que la sociedad civil tendrá cada vez más voz en la medida en que existan más medios como estos. Y más voz, en estos términos, es más salud.

Creo necesario el enfrentamiento -sin estridencias ni espíritu de beligerancia, pero con firmeza y argumentos- a la imposición de un sistema taxonómico  de la sociedad civil basado en criterios de dignidad y patriotismos a la medida.

Un sistema que ataca a intelectuales, periodistas, figuras públicas que abogan por una sociedad civil más inclusiva y que son desclasificados desde el uso de taxas como: “obamistas, neoplattistas, anexionistas”, y finalmente el clásico, contrarrevolucionarios”. Eso, desentendiéndose no solo del valor de esos cubanos sino también de la porción de ciudadanía que se siente representada en sus ideas. La sociedad civil cubana necesita más constructores de puentes y menos taxonomistas ideológicos”.

IPS CUBA: “La mayoría de los que en mi generación ha tomado la decisión de vivir temporal o definitivamente fuera de Cuba, no sin antes padecer todo cuanto en nosotros se duele de esa decisión, no quieren extirpar a Cuba. Ponerla en el fondo de un cofre. Quieren, y están dispuestos a ayudar en el empeño de verla renovarse, crecer. Sonreír”. ¿Qué significa pertenecer a la diáspora cubana en 2016?

APR: Hay significados inherentes a la condición de emigrado -temporal o definitivo- que me atrevería a decir son universales y atemporales. La emigración presupone lejanía en cualquier lugar del mundo. De la familia, de amigos, de tu cultura, tus lugares, de cada cosa que ha sido tu vida. Y eso duele. Aquí, en España, en México o en Australia. El problema, la variante crítica en el caso de Cuba es que por mucho tiempo -demasiado- ha incluido una dosis irrisoria de rupturas. A la condición de emigrado -difícil por si sola- se suma la de desamparo gubernamental, la de exclusión. Incluso la de condena.

Después del 17D, ha tomado una fuerza significativa -sobre todo en el ciberespacio- el debate sobre con quién debe construirse el futuro de Cuba. Voces que respeto mucho, defienden la idea de que el protagonismo debe estar dentro, lo cual me parece lógico. Eso, siempre y cuando el argumento, y la insistencia en él, no surjan de considerar la participación de la emigración como una amenaza. Como una usurpación de poderes.

Hay más de dos millones de cubanos viviendo hoy fuera de Cuba. Sólo en 2015, más de 43 000 llegaron a Estados Unidos. Eso en un país de poco más de 12 millones de habitantes. Dentro de esos más de 2 millones de emigrados hay gente con talento, con ideas, con visiones nuevas. A muchos les gustaría aportar al posible futuro de su país. No hay que ser ingenuo. A otros muchos no, lo que es respetable. Y existe otro grupo al que solo les interesa si hablamos de trabajar por una Cuba como ellos la entienden, a la usura de su sueño americano -o europeo-. Bien para ese tipo de cosas existe el debate. En todo caso sería torpe generalizar, excluir y quedarnos sin los aportes positivos que de esa inmensa masa y sus experiencias se generarían.  Sería torpe no iniciar una relación, un diálogo. No sanar rupturas. A mi modo de ver el futuro de Cuba no debe ser construido ni por unos -dentro- ni por otros -fuera-, sino desde el aporte de todos.

Es innegable que pertenecer a la diáspora hoy, a pesar de ese padecer inherente del emigrado, tiene matices diferentes a los de hace par de décadas. Uno siente que existen maneras de participar, de -si te importa-, continuar perteneciendo. Maneras de conseguir que no caiga el puente. Los debates generados en la web y los análisis que se derivaron  de sucesos como el 17D, la Cumbre de las Américas 2015, la crisis migratoria en la frontera costarricense, la visita de Obama o el reciente Congreso del PCC; tuvieron activa participación de la diáspora y son ejemplo de ello. Siento que hoy tenemos más espacios. Cuál será nuestro aporte o impacto real, el tiempo lo dirá. Por ahora algunas buenas cosas se han conseguido. Al menos en términos de quebrar silencios y diversificar voces.


Nota: el presente texto fue publicado originalmente en el sitio de la agencia IPS (http://www.ipscuba.net/), y lo reproducimos con la autorización del autor y de dicha agencia de prensa.

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Cuba Posible es un “Laboratorio de Ideas” que gestiona una relación dinámica entre personas e instituciones, cubanas y extranjeras, con experiencias y cosmovisiones diversas; en algunos casos muy identificadas con las aspiraciones martianas. Si...
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