Revista Movimiento: notas al margen de ciertos momentos fundacionales

Hace un par de semanas atrás, sentado frente a mi computadora y navegando en las páginas de la red social Facebook, me tropiezo con la foto de portada del número diez de la revista Movimiento. Lo primero que me llamó la atención fue el súper fresco y súper volao diseño de portada y el regocijo de ver en ella a “Doble Filo”, una de las agrupaciones pioneras e insignia del movimiento de rap cubano. El segundo pensamiento fue mucho más reflexivo y personal: ¡Coño! ¡Diez años ya de Movimiento y de la Agencia Cubana de Rap! El tiempo, ese implacable, con su flow devorador que no perdona.

Días más tarde, inesperadamente, recibo un correo electrónico desde una dirección desconocida que de milagro no terminó en la carpeta de spam. Alejandro Zamora, comunicador de la Dirección Municipal de Cultura del municipio Cerro y a cargo de la presentación del nuevo número, me invitaba a escribir unas notas para ser leídas en el lanzamiento de la décima edición de una publicación de la cual, por azares y causas, fui fundador y primer director.

No voy a negar que por un momento titubee con la idea de no hacerlo. Disímiles pensamientos, recuerdos y emociones se despertaron de un largo sueño y se mezclaron en un todo complejo, íntimo y muy personal. Y es que, en la vida, a la final, pocos podemos escaparnos de lo que “nos toca”, aunque mil razones conspiren para ello.

Así pues, me toca, me corresponde hablar de Movimiento en este contexto celebratorio, pero no quiero caer en “yo-ismos” y “ego-centrismos”, porque los detesto. Me toca, pero puedo escoger el cómo lo hago. No voy a hablar de lo que Movimiento significa para mí como hip-hopero, moñero, como afro-cubano, o como negro cubano (cualquiera que sea el término más apropiado, más acertado o menos chocante para el que lee estas líneas) o como intelectual que soy. Por supuesto que tengo mucho que decir desde un nivel muy personal y privado, pero eso me tomaría mucho tiempo y muchas cuartillas. Es este, uno de esos momentos medulares en los cuales urge hablar en plural y no en singular. Si he aceptado escribir estas líneas es porque, en primer lugar, quiero asegurarme de que no queden en el tintero del olvido ninguno de los “militantes” miembros fundadores de esta publicación y por tanto, sus determinantes contribuciones a ella. En segundo lugar, porque hay anécdotas, momentos y elementos en el siempre difícil proceso fundacional de todo proyecto que se hacen necesarios detallarlos y analizarlos para entender su existencia y su posterior legado. Aquellos que tiran la primera piedra y erigen los cimientos de todo proyecto sociocultural guardan secretos y memorias que solo ellos conocen, porque solo ellos las vivieron. Voluntaria o involuntariamente. Porque fue lo que al final… “les tocó”.

Hoy estoy aquí como una voz más de ese colectivo fundador. Una revista como Movimiento es de todos y es de nadie. Todos los que ocupamos posiciones o funciones dentro de ella en el pasado debemos estar conscientes de ello. Si importante fue la labor de ese colectivo fundador, mucho más ha sido la de aquellos que la han mantenido a flote por estos diez largos años.

En un momento de celebración y de recuento como este, es importante hacer un poco de historia. Los antecedentes de la revista Movimiento radican en un pequeño fanzine llamado HipCuba publicado por el promotor cultural Carlos Aldana, en estrecha colaboración con el rapero Yrak Sáenz y la poetisa Elvira Rodríguez Puerto. Dicho proyecto fue patrocinado por la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y lanzado en la Séptima Edición del Festival de Rap Cubano, en Alamar. Un año más tarde, divisiones y diferencias internas dentro del Consejo de Dirección del proyecto conllevan a Yrak Sáenz, Elvira Rodríguez Puerto y otros raperos miembros de la AHS, a proponerme asumir la dirección, ya que en ese momento ocupaba el cargo de promotor nacional del rap en la AHS, conducía el programa de radio semanal La esquina del Rap en Radio Metropolitana y, además, tenía una serie de artículos sobre el género, publicados en el suplemento mensual El Caimán Barbudo y la revista trimestral Salsa Cubana. Es así como las moléculas y átomos de Movimiento llegan a mis manos. Más por el azar del destino que por voluntad propia.

Es en ese preciso momento, a raíz de “nuevas políticas culturales” en el país y de la transición o permuta institucional del rap cubano desde las filas de AHS hacia la Agencia Cubana de Rap, que la idea y proyecto de una revista especializada y dedicada completamente al hip hop en Cuba se toma en serio por las instituciones culturales. Era también el momento en el cual, paralelamente, desde la AHS y el Instituto Cubano de la Música se venía gestionando la creación de la Agencia Cubana de Rock y una revista para dicho género. El rap, al igual que el rock cubano (este con muchos más años en sus espaldas, por supuesto) compartían ese status de ser los géneros musicales y movimientos socioculturales más marginados e incomprendidos dentro del inmenso diapasón cultural cubano. La lucha de los rockeros cubanos por su Agencia y su revista fueron elementos mucho más que influyentes y determinantes en la creación de Movimiento y de la Agencia Cubana de Rap. En tal sentido, ellos labraron el camino por el cual luego nosotros transitamos.

Movimiento fue y es una revista sui generis en el diverso mercado del revistero cubano. Una revista nacida y creada desde el núcleo de un movimiento underground, rebelde y contestatario por naturaleza propia. Los raperos y raperas de Cuba la pidieron, la lucharon y la conquistaron. Su cristalización fue lograda gracias a la mezcla de disímiles factores del momento cultural histórico que se vivió, pero principalmente como resultado de la intensa “presión” interna desde el movimiento mismo y el interés de las altas instituciones culturales en revertir años de marginación y abandono, y acercarse a un fenómeno sociocultural que apenas lograban entender y aceptar.

Movimiento nace desde abajo, no desde arriba. Nace en momentos de puje y fuerza entre lo marginal y lo institucional. Nace del choque entre la cultura oficial y la contracultura. A diferencia de otras revistas culturales, no es una publicación que nace desde la intelectualidad, sino que pretende acercarse a ella de una manera autónoma y desafiante. Y con tal planteamiento no pretendo despreciar o minimizar al intelectual de profesión o de vocación, pues los raperos, raperas y promotores de rap en Cuba, son de una manera u otra, los que Gramsci denominara “intelectuales orgánicos”. Solo pretendo puntualizar la marcada intención inicial de que, con Movimiento, el hip hop en Cuba se contara y se debatiera en la calle y dentro del campo intelectual en un todo incluyente, pero “desde” nosotros y “para” nosotros.

La visión que tenía muy claro como director y que por unanimidad todos los miembros del Consejo de Dirección aprobaron, era la necesidad de armar un equipo TODOS ESTRELLAS del pensamiento negro contemporáneo como Consejo Editorial de la revista. Porque decir rap en Cuba es decir negro y es abordar sobre todas las cosas, el persistente problema de la marginalidad y el racismo no-institucional de una manera crítica y constructiva. Esta idea, este concepto, no era meramente una simple opción o alternativa, sino más bien una acción imperante si pretendíamos transitar el sendero espinoso de establecer una publicación en Cuba de un género musical y de un movimiento sociocultural con muchos más detractores y enemigos que amigos. Fue un acto estratégico de supervivencia cultural e intelectual. Había que contar con la experiencia, la bendición, el respeto y protección de los “mayores”. Había que conspirar con inteligencia y sabiduría.

El criterio en el proceso de selección de un Consejo Editorial con estas características estaba basado en dos aspectos fundamentales: en primer lugar, pagar un merecido tributo y respeto a aquellos intelectuales negros cubanos que desde varias décadas habían venido llamando la atención y defendiendo desde diferentes trincheras las problemáticas sociales que ayer y hoy el rap amplifica a las masas desde sus textos: la marginalidad, el racismo y las diferencias sociales y de géneros en Cuba. En segundo lugar, asegurarnos de que dicho equipo funcionara como “espíritu guía y protector” de nuestra revista. Es decir, serían nuestros “ángeles guardianes”. Los que nos defenderían a la hora cero, a la hora de la verdad. Disímiles e incontables fueron las batallas y los campos en los que se desempeñaron. Me regocija decir que de todos ellos salimos airosos. Sobrevivimos.

Aquel Consejo Editorial fundacional de lujo contaba, nada más y nada menos, que con el valioso aporte y la experiencia de personas como Joaquín Borges-Triana, con sus críticas discográficas y de conciertos; Víctor Fowler e Ismael González Castañer, con las críticas cinematográficas, literarias y poéticas; Roberto Zurbano, con una vasta experiencia editorial en el campo literario y de las publicaciones culturales, así como la ocupación de varios cargos en la dirección de la AHS; Tomás Fernández Robaina, desde la bibliotecología y su perseverante vocación por décadas recordándonos la historia del negro en Cuba cuando nadie quería escucharla; Gloria Rolando, con su importante y subvalorada filmografía negra y cubana, así como sus constantes críticas a la ausencia de personajes positivos de color en los medios audiovisuales cubanos; Pablo Herrera, con sus incontables e imprescindibles aportes musicales a la definición de un sonido hip-hopero propiamente cubano; Tania Cañet, Yesenia Selier y Tatiana Cordero desde el campo de la Psicología y la Sociología; la musicóloga Grizel Hernández, una de las primeras personas de esta especialidad en el país en defender el género; y por último y no menos importante, Maykel García, con sus caricaturas raperas y el graffiti callejero.

Todos ellos, unidos a los raperos Yrak Sáenz, de “Doble Filo”; Alexander Pérez, de “Alto Voltaje”; Magia López y Alexey Rodríguez, de “Obsesión”; Sekuo Umoja, de “Anónimo Consejo” y Rubén Marín, de “Primera Base”; creamos una conspiración multidisciplinaria e intergeneracional como pocas ha habido en la más reciente historia cultural del país. Todos nos necesitábamos pues todos compartíamos un compromiso ineludible para nuestra causa en común: la lucha en contra de la marginalidad y en contra del racismo y los prejuicios raciales en Cuba “dentro y para” la Revolución.

La casa de Elvira Rodríguez Puerto funcionó como nuestro primer palenque. Años más tarde la sede se muda a casa de nuestro querido Tomás Fernández Robaina (Tomasito), donde cada reunión de nuestro Consejo Editorial se convertía en un encuentro interminable y una olla de presión enorme donde se cocinaban filosofías, visiones y estrategias muy diferentes en cómo lograr nuestros objetivos. Cuando se nos enredaba la pita en cada una de estas reuniones, Tomasito nos recordaba que estratégicamente teníamos que trabajar sobre la base de aquella frase de Maceo: “En Cuba nada pedir como negro, todo como cubano”, con lo cual yo y muchos otros integrantes del movimiento rapero, con nuestra actitud rebelde y generacional que nos caracterizaba, cuestionábamos ayer y cuestionamos hoy todavía: ¿Cuál es el problema en Cuba en pedir y denunciar como negros cubanos? ¿Quiénes determinan y crean este problema? ¿Por qué los negros cubanos tenemos que ser más cubanos que negros? ¿Por qué no podemos ser las dos cosas al unísono? ¿O tener la libertad de escoger qué ser primero y qué ser segundo? ¿Qué haremos al respecto de una manera constructiva?

Pienso honestamente que el movimiento rapero desde sus propios textos y la revista desde sus páginas, asumieron ese reto, rompieron el hielo y ayudaron mucho en esta tan necesaria conversación. Porque el rap no es más que la expresión de la inconformidad, la voz de los que no tienen voces en cada rincón de este planeta, sea el sistema que sea.

Desde el campo creativo y artístico de Movimiento en sus primeras cuatro ediciones en las cuales estuve a cargo, hay que recalcar la imagen visual y la estética creada por los diseñadores gráficos Daniel Cruz, Nelson Ponce y Jorge Ferret, con los cuales compartí largas madrugadas de trabajo y tuve las discusiones más abiertas, civilizadas y honestas entre blancos y negros cubanos sobre el problema racial en Cuba. Elvira Rodríguez Puerto y Marta Lesmes, desde la edición, nos ayudaron a encontrar ese lenguaje directo, preciso, renovador y auténtico para la revista junto a Sady Álvarez Reyes y Haydee Gutiérrez en la redacción. Diamela Fernández Cutiño y Ariel Arias Jiménez, aportaron una excelente visión y particular ojo fotográfico para captar las imágenes incipientes del rap cubano. Así como también Niurka Pérez, Rampa arriba y Rampa abajo, se ocupó de la muy importante comercialización y relaciones públicas de esta joven publicación, desconocida para muchos.

En este proceso de creación y fundación no puedo dejar de mencionar y agradecer a dos personas que desde las instituciones culturales –voluntaria e involuntariamente—, o porque les “tocaba”, desempeñaron un papel fundamental en el nacimiento de Movimiento. Ellos son Susana García Amorós, directora fundadora de la Agencia Cubana de Rap (ACR) y Alpidio Alonso Grau, presidente nacional de la AHS en aquel entonces y quien fue una de las personas que más luchó y defendió la existencia misma de la revista en las altas instancias culturales. Si bien es cierto que los intereses e intenciones propias del movimiento de rap cubano no siempre fueron compartidos por la dirección de la AHS y la ACR, todos aprendimos y nos crecimos a raíz de largos y acalorados debates. Era un “choque” necesario y es la manera natural en que se ganan las conquistas micro-culturales en Cuba.

Uno de los momentos cruciales, y yo diría la batalla que definió la directriz de Movimiento como publicación, fue cuando ya terminado el primer número y listo para ir a la imprenta nos encontrábamos en el “limbo” por un par de semanas en la espera de la aprobación final “desde arriba”. Fue entonces cuando después de una extensa y minuciosa revisión, recibimos la “señalización” y crítica de que la revista poseía un “corte” demasiado sociopolítico y que, como publicación subvencionada por el Instituto Cubano de la Música, debería focalizarse mucho más en lo musical o cultural. Estuvo casi en peligro la mera existencia y cristalización de este proyecto luego de largos meses de intenso trabajo.

Mi respuesta como director fue tajante y el apoyo del Consejo Editorial y de Dirección no se hizo esperar. Nuestra negativa a aceptar tal “orientación” estuvo basada en el fuerte argumento de que si hay algo que define al rap en Cuba es precisamente el peso de sus textos y la particularidad de su textura poética como gran aporte al discurso cultural, social, racial y político de la Nación. La música es el acompañante, el vehículo, posee una gran importancia sin dudas, pero no lo define. Sé que es un argumento polémico y sensible para muchos, pero por un momento quistémosle el background a cada canción de rap, el contenido, el mensaje, el peso sigue ahí. Intacto. La estrategia, la batalla y las voces conjuntas del Consejo Editorial y de la Dirección fueron el factor determinante para que Movimiento mantuviera su espíritu y sus objetivos fundacionales: el de ser una revista que nos cuestionara, motivara e hiciera pensar profundamente como cubanos. Movimiento del pensamiento negro y marginal cubano, esa era la talla en cuestión y en defensa.

Porque el hip hop en Cuba nace desde una necesidad urgente y generacional de expresarse en letra y en prosa —y en voz alta— durante los duros momentos de crisis del llamado Período Especial. El rap cubano fue la nueva “canción protesta” de la dura década de los 90. La revista no podía ser menos de lo que ya el movimiento era en las calles, no podía defraudar o abandonar a una generación de jóvenes cubanos con ansias enormes de participar e interactuar en un país y en una sociedad cambiante. Movimiento tenía como misión impetuosa expandir el discurso que los raperos y raperas cubanas venían construyendo desde la base, que sin lugar a dudas necesitaba ser amplificado desde múltiples plataformas y disciplinas, ser explicado desde sus propias voces y a través de otras amigas, y por qué no, podía y debía ser modificado, pero solo como un efecto boomerang de retroalimentación y solo por la voluntad propia de sus ejecutantes y gestores.

Diez años y diez números más tarde —es bien difícil explicar el porqué de tal disparidad e inconsistencia en el ciclo periódico de una revista que nunca pretendió ser anual—, siguen vigentes aquellas preguntas que nos hicimos cuando bautizamos la revista con el nombre Movimiento: ¿Podemos llamar o denominar como un “movimiento” al hip hop que se hace en Cuba? Si es así, ¿qué tipo de movimiento exactamente es? ¿Es cultural, social o político? ¿O acaso es todo al mismo tiempo? ¿De dónde viene y hacia dónde va?…

A cada colaborador, periodista, fotógrafo y director en estos diez años: ¡Mil gracias! Agradezco enormemente la posibilidad brindada de poder comunicarme con viejos amigos y compañeros de lucha. Me despido con una frase de ese clásico de “Explosión Suprema”, la cual es mi favorita en el cancionero del hip hop cubano: “Empínate del micro [micrófono] como Maceo del machete se empinó. ¡Lucha por Cuba, Lucha por el Hip-Hop!”

¡Larga vida a Movimiento y al Movimiento!

Siempre Afro-Cubano. Siempre Hip-Hopero.

Desde el Norte revuelto y brutal, pero con Cuba adentro siempre.

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Ediciones de la Revista Movimiento cortesía de Ariel Fernández Díaz:

EN ESTE DOSSIER:

Revista Movimiento: notas al margen de ciertos momentos fundacionales

 

El Rap Semanal

 

Negro Soy Yo: hip hop y la ciudadanía racial en Cuba neoliberal

 

Supercrónica Obsesión: «El mayor logro es haber permanecido juntos»

 

La construcción del ethos discursivo en “El disco negro” de Obsesión: en defensa de la identidad negra

 

Las negras que (no) tiraron la tiza: (Re)visitando los discursos reivindicativos del rap cubano

 

Rapear el feminismo de otra manera: hip hop y modos alternativos de producir conocimiento

“No somos tetas y nalgas solamente”: feminidades disidentes del hip hop cubano

Sobre los autores
Ariel Fernández Díaz 1 Artículo escrito
(La Habana, 1976). Promotor cultural, historiador, periodista, discjockey y productor de eventos radicado actualmente en la ciudad de Miami. Se ha destacado como defensor y promotor de los movimientos socio-culturales alternativos en Cuba, principalm...
3 COMENTARIOS
  1. El articulo es excelente. Y la labor comenzada por ese pequeño grupo de librepensadores, en momentos muy duros que tuve el privilegio de vivir, encomiable. Efectivamente, como comenta Ariel, la esencia del hip Hop esta en la poesía y no en la música. Es intrínsecamente poesía sobre un groove, el cual puede estar mas o menos elaborado. Espero que el Hip Hop Cubano no muera, aniquilado por otras corrientes de música comercial y la disminución ostensible del nivel intelectual de nuestra juventud. Y que, dentro de diez años, Ariel escriba otro artículo con distintas palabras y un contenido similar.

  2. Mucha nostalgia por aquellos momentos… pero alegria y orgullo de haber sido parte del nacimiento de esa gran publicación (y haber estado en la vorágine del MOVIMIENTO HIPHOP entre el 1999 y el 2005.)
    Solo debo hacer una corrección: el fanzine de Aldana y Alexander se llamaba «hiphop.cu»
    Gracias por haberme regalado ese momento de vida único y especial! Muchas Gracias!

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