
Cuba Posible comparte las consideraciones de la analista norteamericana Sarah Stephens.
¿Cuál es su análisis sobre las condiciones en las que el gobierno de Estados Unidos ha tomado estas medidas? ¿Está Ud. de acuerdo con ellas?
Me preocupa la salud de los diplomáticos estadounidenses, el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, y las acciones de los radicales estadounidenses para interrumpir el proceso de normalización antes de que se presente la evidencia sobre lo que sucedió con nuestro personal estacionado en La Habana.
La seguridad de los diplomáticos estacionados en suelo extranjero está protegida por acuerdos internacionales y preservada por las prácticas de los gobiernos anfitriones. Los intereses de la política exterior de Estados Unidos y Cuba, cada uno con amplias relaciones globales, se benefician de este principio. En consecuencia, ambos gobiernos deben trabajar juntos para determinar la causa del problema, honesta y abiertamente, y luego tomar medidas para abordarla. Eso mismo es un argumento para más compromiso, no para menos.
Estoy totalmente en desacuerdo con las acciones que el gobierno de Estados Unidos está llevando a cabo para castigar a Cuba antes de saber quién fue dañado, cómo fueron lastimados, quién las perjudicó y por qué.
Al sugerir que no es seguro visitar Cuba, antes de que se presente la evidencia, crea una profecía autocomplaciente que mueve a los viajeros estadounidenses a cancelar los planes de visitar la Isla, visitar la familia, ir de vacaciones o hacer negocios. Al agregar la insinuación de que son vulnerables a los ataques de un adversario de la Guerra Fría, los efectos sobre los viajeros estadounidenses, la economía cubana y las relaciones entre Estados Unidos y Cuba serán devastadores.
Este tipo de enfoque de “sentencia primero y veredicto después” no refleja preocupación por la salud de los diplomáticos estadounidenses, sino sólo el objetivo de los extremistas en la política exterior de la Casa Blanca y el Congreso de socavar los esfuerzos para normalizar las relaciones y devolver la política estadounidense a sus orígenes de la Guerra Fría.
¿Cuáles podrían ser las consecuencias de estos hechos para el estado actual de las relaciones entre los distintos actores no estatales de ambos países?
Durante generaciones, el embargo de Estados Unidos hizo increíblemente difícil para las contrapartes estadounidenses y cubanas -universidades, la comunidad científica, las empresas cubanas y las corporaciones estadounidenses y los ciudadanos particulares- intercambiar y cooperar. La decisión de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama de normalizar las relaciones permitió que, literalmente, miles de expertos e idealistas de ambos países trabajaran juntos, aprendieran unos de otros y elevaran su colaboración a un nivel superior. Esto, a su vez, ayudó a demostrar a una audiencia estadounidense más amplia que Cuba puede ser un amigo, no un enemigo; que Cuba era una fuente de ideas y avances, y arrancó parte del misterio que los extremistas buscaron preservar para impedir que la gente de nuestros dos países se reúna.
El compromiso es en beneficio de ambos países, pero la relación es nueva e inherentemente frágil. Lograr la plena normalización requerirá esfuerzos de ambos países para moverse juntos en la dirección correcta. Empujados al extremo, este esfuerzo por romper el proceso de normalización dañará los intereses de ambos países y será un retroceso para los principios, valores e ideales que compartimos. Tal paso, parafraseando a Talleyrand, será peor que un crimen: será un disparate.
¿Cree usted que existe la voluntad política de ambos gobiernos para superar este obstáculo, o es el comienzo del deterioro (de nuevo) de la relación bilateral?
No puedo, por supuesto, hablar en nombre el gobierno cubano. En Estados Unidos estamos lidiando con las consecuencias de las últimas elecciones que pusieron a los opositores de la política de compromiso de la Administración Obama hacia Cuba en posiciones de poder en la Casa Blanca y el liderazgo de ambas cámaras del Congreso. Esto está ocurriendo también en la política de Estados Unidos con respecto a la salud, los derechos civiles, la justicia social y las relaciones de Estados Unidos con el mundo. Hemos visto y estamos lidiando con los resultados y será durante algún tiempo.
Pero los tiempos han cambiado, creo que los de “línea dura” en Estados Unidos tendrán una pelea en sus manos si tratan de arrastrar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba de nuevo hacia la Guerra Fría. El compromiso con Cuba es muy popular en Estados Unidos. Incluso después de las elecciones de 2016, más del 60 por ciento del público estadounidense aprobó las relaciones diplomáticas con Cuba y la cancelación del embargo contra la Isla. Las fuertes mayorías de la comunidad cubanoamericana se oponen al embargo, favorecen el aumento de la actividad económica y desean viajar sin restricciones entre nuestros países. 55 miembros del Senado de Estados Unidos apoyan públicamente que se ponga fin a la prohibición de viajar a Cuba. La comunidad empresarial de Estados Unidos, quienes tienen inversiones en Cuba y quienes buscan hacer negocios en Cuba, quieren que la apertura se mantenga.
A corto plazo, los partidarios de la “línea dura” en la Casa Blanca y en el Congreso probablemente lograrán su objetivo. A largo plazo, el público estadounidense desea que el compromiso continúe y quiere aprovechar todos los beneficios de las relaciones normales, y estas prevalecerán.
¿Cómo influiría este conflicto en el nuevo gobierno cubano que asumirá en 2018?
Es cierto que ambas naciones, desafortunadamente, están encadenadas a una historia de animosidad y viejos hábitos, y estos son difíciles de romper; cuando Estados Unidos trata a Cuba como a un adversario, el gobierno cubano sabe cómo proteger sus intereses y actuar en consecuencia. Eso es lo que hacen los poderes soberanos. En Estados Unidos, los actores no estatales deben destacar los beneficios del compromiso y destacar el daño que romperá en las relaciones con los intereses del gobierno de los Estados Unidos y del pueblo estadounidense.
VER EN ESTE DOSSIER
Domingo Amuchástegui: “Lo que buscan es el colapso económico, político y social en Cuba”
Michael J. Bustamante: “Me cuesta trabajo entender la expulsión de los diplomáticos cubanos”
Geoff Thale: “The size of the personnel cut looks a lot like a punitive measure, not a safety one”
José Luis Montes de Oca Montano dice:
No puedo comentar este asunto desde otra perspectiva que no sea la de un cubano simple (lo que soy) y dejar bien claro que, desde que tengo uso de razón, he visto turistas y demás extranjeros (diplomáticos y hombres de negocios incluidos) transitar las más céntricas calles de mi Ciudad de Cienfuegos, de un lado a otro y del otro al otro, entando a cafeterías y bares, los he visto sostener todo tipo de cobversaciones entre ellos, o entre cubanos y extranjeros y NUNCA he podido ver que uno solo de ellos haya sido maltratado, afectado en su integridad física, moral o de ningún otro tipo. Los cubanos nos caracterizamos por ser amables, riueños, afectuosos con los nacionales de otras latitudes y me cuesta trabajo creer que alguno de nosotros haya empleado equipos de alta tecnología para afectar deliveradamente la salud de extrabnjero alguno, sea diplomático o telemático. En la cabeza del cubano promedio no se procesa como posible semejante idea. ¿De dónde proviene el ataque?¿No se estará dando or sentado algo que carece de bases sólidas para ser creido?