A seis décadas del triunfo de la Revolución: innecesarias medidas dilatorias

Foto: TeleSur

Cuando las dinámicas económicas marchan bien se estabilizan crecimientos, las empresas están activas (son costeables o rentables), y los procedimientos económicos o del mercado, se encuentran en correspondencia a los de las eficiencias universales. Además, se eleva el nivel de vida de la población; comprensiblemente son innecesarias las reformas económicas, a no ser para mejorar situaciones existentes, introduciendo avances organizativos, tecnológicos, u otros.

Las reformas, o el reformismo, se orientan hacia transformaciones en la sociedad, intentando corregir o mejorar situaciones; sobre todo cuando las cuestiones económico/sociales se estancan o retroceden y afloran inconvenientes o escaseces. Estas, las reformas, generalmente se originan y desarrollan a partir de las instituciones existentes, aunque marchan a través de graduales procesos (económicos, jurídicos, institucionales y otros) tiendan a beneficiar la economía y la sociedad. Se comprende sean bien analizadas o previstas antes de ser implementadas, ya que sus causales son razones objetivas y las justifican, de lo contrario no habría razón de que se produzcan.

Ahora bien, una vez decidida su introducción en los ámbitos requeridos, deberá procederse de manera consecuente, sistemática y coherente a su implementación, y a los efectos que tengan las consecuencias de los beneficios deseados.

Habrá de alcanzarse conciencia que modificar, cambiar, o transformar; son términos que se usan para llevar a la práctica mejorías, aunque en algunos originen situaciones expectantes o dudas. Algo parece inevitable que suceda, cuando se modifican estructuras inconvenientes, poco eficientes o en exceso añejadas. A las personas es entendible pedírseles, al originarse cambios, obligaciones laborales y no pocas responsabilidades. Si, además, consideran que estos los afectan, o creen que no existen las condiciones idóneas para que sean implementados y asumidos, entonces se producen malestares o críticas y, por lo general, son rechazados de una u otra manera.

Las reformas, casi siempre, son procesos que se llevan a la práctica a través de sucesivas medidas y acciones (de diferente naturaleza) que se introducen en la sociedad; con el propósito de beneficiar a los ciudadanos que se encuentran implicados en ellas. Resulta lógico que los ciudadanos anden expectantes, porque requieren poder valorar ventajas o desventajas; en relación a lo que se sustituye y, sobre todo, para poder considerar si los beneficios que se obtengan las justifican.

Las reformas son procesos de aplicaciones graduales y resulta necesario no detenerlas por razón alguna; sus anomalías deberán corregirse en el camino, porque el detener parte de ellas genera inconformidad y todo tipo de especulaciones (generalmente no positivas) y una cantidad recae sobre quienes las detienen o las afectan.

En tales circunstancias, es contraproducente paralizarlas o exagerarlas, aunque sea con la intención de organizar u ordenar mejor su desenvolvimiento. Es necesario se midan las consecuencias de tales decisiones, aunque sean temporales; porque luego arrastran todo tipo de especulaciones, u opiniones, dejando indeseadas secuelas políticas.

El Gobierno, la sociedad y la ciudadanía requieren que se implementen procesos transparentes, de previa comunicación y retroalimentación; sobre todo en cuestiones que se relacionan de manera directa con sectores sociales, y se encuentran vinculados al tema objeto de cambios o modificaciones.

Cuando se toma una decisión paralizante, o luego esas medidas afectan a muchas gentes; se acumula desconfianza hacia los autores de las decisiones. Peor es si se hacen incomprensibles al momento de aplicarse, al considerarse que afectan a los ciudadanos que se relacionan a ellas. Son pasos y acciones que, antes de tomarse, deberán ser rigurosamente analizados, evitando ambientes confusos y contradictorios; máxime cuando el país se encuentra atiborrado de problemas económicos y sociales por solucionar y se sabe, además, que existe una burocracia poco sensible y eficiente.

Es lo que percibido en el último año (y más recientemente), en relación al sector de los trabajadores por cuenta propia, o privados de la economía en Cuba; algo que, con independencia de ciertas rectificaciones y/o explicaciones en los medios de comunicación, no logró convencer. Dadas las regulaciones consideradas y luego el proceso de orientación desarrollado, no alcanzó la eficiencia requerida; originando malestar y desconcierto, e igual una cuota de pesimismo o desconfianza, respecto a los que concibieron e impusieron las medidas. Muchos cuentapropistas tampoco comprenden por qué han de pagar “justos por pecadores”.

Mejor habría sido la autocrítica sincera y abierta, a insistir en aspectos cuestionados a fondo (que al parecer se encuentran fuera de momento y circunstancias, o poseen pobres condiciones para su implementación), que insistir con justificaciones, incluso después conocerse la avalancha de opiniones y comentarios críticos, respecto al numeroso conjunto de medidas regulatorias establecidas.

Se podrá rectificar tal o más cual cuestión, pero según comentarios escuchados, igual leídos en Cubadebate u otros medios; las rectificaciones han sido consideradas como “insuficientes” por una mayoría de estos.

A 60 años del triunfo de la Revolución, máxime en las sensibles y complejas circunstancias del país, resulta improcedente aplicar medidas inconsultas como estas, a espaldas de importantes sectores ciudadanos, en cuestiones complejas, u otras tantas consideradas contraproducentes. Al pueblo, como se ha hecho en innumerables ocasiones, debió consultársele primero, escuchársele, o al menos sondear sus opiniones; evitando tener que efectuar rectificaciones, ni tener que aclarar supuestas consideraciones de retrocesos o debilidades gubernamentales. No debe olvidarse que es mejor curarse en salud, porque la medicina preventiva es más conveniente a la asistencial.

Son muchas, más urgentes y trascendentes (sin necesidad de inventariarlas), las cuestiones que en el país requieren ser cambiadas; incluso de mucho más trascendencia que las aplicadas al sector emergente de los trabajadores por cuenta propia. El daño está hecho, y la rectificación fue, para no pocos ciudadanos, un paliativo y no satisfizo a muchos trabajadores del sector. Las medidas que se establezcan hoy o mañana, han de ser para sumar y no para restar: ahora recuperar la confianza (si fuera posible) será tarea compleja y difícil.

Se sabe que el 13 por ciento de la fuerza laboral ocupada en el país, junto a sus familiares, representan una amplia masa ciudadana o poblacional. Ellos también son Cuba, y desean actuar y contribuir junto a otros sectores de la sociedad a hacer avanzar el país, pero habrá de actuarse de manera inclusiva, para que juntos nos beneficiemos todos, sin prejuicios hacia algún sector. Los trabajadores por cuenta propia, sin lugar a dudas, son también la continuidad de la Revolución y de su proyecto social.

Sobre los autores
Eugenio Rodríguez Balari 24 Artículos escritos
(La Habana, 1938). Licenciado en Historia. Doctor en Economía. Periodista. Se desempeñó como director de las publicaciones nacionales Mella y Opina, de esta última fue su fundador. Fundador y Presidente del Instituto Cubano de Investigación de l...
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