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El presente dossier, publicado en la revista Alcance, de la Universidad de La Habana, fue coordinado por los académicos Fidel A. Rodríguez y Mabel Machado. Participaron del mismo la canadiense Alexandrine Boudreault-Fournier, la australiana Anna Cristina Pertierra y los cubanos Pedro Moras, Hamlet López, Liliam Marrero y Yarina Amoroso. Cuba Posible lo reproduce con la autorización de sus coordinadores y de los editores de la referida publicación.
Introducción
La emergencia de prácticas singulares relacionadas con la circulación y los usos de contenidos culturales que se desmarcan de la oferta de las instituciones de Estado es asunto de un recurrente debate público y académico en Cuba. Esta discusión transcurre dentro de un contexto global de redimensionamiento de los procesos de intercambio comunicativo, a nivel social e industrial, a partir de la transformación tecnológica y a la par de la implementación de legislaciones y estrategias de los gobiernos, en su mayoría centradas en la criminalización de estas dinámicas y la protección de las instancias mediáticas trasnacionales.
La diversidad de abordajes investigativos encauzados desde instituciones científicas y culturales del país puede aportar señales de referencia a la discusión social en nuestras fronteras, así como a un marco de conformación de políticas y acciones desde los distintos actores implicados. La pluralidad de modos de trabajo, referentes teóricos e interlocutores de la producción académica con esfuerzos coincidentes en este objetivo constituyen una oportunidad única para visibilizar el diálogo académico que pueda servir de referencia para las transformaciones necesarias que comienzan a impulsarse dentro del ámbito cultural y el entorno mediático cubano. Este panel es parte de la continuidad de un diálogo entre investigadores y otros actores del tema en Cuba que comenzó en una sesión conocida como el Taller Copia y Comparte [1] en la Facultad de Comunicación de la Universidad de la Habana un año atrás.
1. El doble proceso de concentración y expansión de flujos de circulación social de contenidos culturales es una de las características de los entornos comunicacionales contemporáneos a nivel global. ¿Qué características distinguen y conectan el escenario cubano con dicha dinámica?

Foto: Fernando Medina / Cachivache Media
Alexandrine Boudreault-Fournier (ABF): Como antropóloga, estoy acostumbrada a mirar los fenómenos sociales y culturales a partir de la población y luego considerar cómo las relaciones que se forman allí están conectadas a otras dinámicas que se desarrollan a una escala más global. Mi entendimiento de lo que está pasando en Cuba, en relación con los medios de comunicación, particularmente con la circulación de los contenidos culturales es que existen dos esferas que se mueven más o menos independientemente. De un lado, lo que está ocurriendo en los “medios de masas” por la televisión, la radio, y a través de todos los servicios ofrecidos por ETECSA [2]. Del otro lado, hay una multitud de intercambios dinámicos e inventos de métodos de distribución que surgen de parte de la población. Me refiero principalmente a los modos y redes de distribución de datos digitales a través de paquetes semanales [3], de antenas [4], pero también de las transferencias usuales de material digital entre la gente por memorias flash, y otros transportes o contenedores digitales. Una particularidad de estas redes de distribución, desde mi punto de vista y en comparación con lo que estoy observando en Canadá, por ejemplo, es que representan una constelación de intercambios, en contraste con una concentración, anclados en el movimiento de la gente en la esfera social.
Es decir, se observa el proceso físico de los cuerpos humanos que se conectan físicamente (off-line) a través de herramientas digitales. Básicamente, eso significa que hay que salir de la casa, el espacio privado, por la calle o por el parque, una esfera social, para tener acceso a nuevo contenido digital. Para intercambiar ese contenido, hay que estar en contacto físico con otra gente. Este fenómeno está cambiando progresivamente con el acceso al WI-FI, pero todavía el movimiento y el contacto entre la gente sigue siendo una característica de este modo de circulación. Es un hecho que puede parecer anodino, pero que tiene un impacto grande en cómo se consume y se distribuye el contenido digital en la esfera social, y desde el punto de vista de la antropología, allí surgen todas las riquezas de este fenómeno.
Pedro Moras (PM): El doble proceso de concentración y expansión de flujos de circulación social de contenidos culturales, se asocia a la dualidad entre lo estatal y lo no estatal, entre lo público y lo privado, entre lo formal y lo informal, características que distinguen los entornos comunicaciones globales, de los que Cuba se diferencia por la voluntad política de ofrecer propuestas institucionales de máxima calidad, accesibles a la población, aunque no exentas de competir con opciones informales y no estatales, a partir de la irrupción de nuevos actores sociales y tecnologías, lo cual tiende a acercar el escenario cubano al contexto internacional.
En este sentido, afloran distinciones sociales a partir de determinadas prácticas de consumo, marcadas por el acceso económico a propuestas del sector privado, así como por la tenencia personal de equipamientos materiales. No obstante, las investigaciones indican que se mantiene un público estable de la oferta cultural de nuestras instituciones donde prevalecen jóvenes de alto nivel de instrucción sin distinciones socio-económicas. En tal sentido la educación para el disfrute de la cultura en su acepción más general, debe ser tarea inminente ante tales desafíos. El consumo implica la elección entre propuestas donde competencias culturales influyen de manera importante en las selecciones de los sujetos.
Hamlet López (HL): La circulación social de contenidos culturales en soporte digital es una de las expresiones de la apropiación social de las tecnologías digitales en la sociedad cubana. Como tal está atravesada por varias mediaciones interrelacionadas que en su configuración particular distinguen al contexto cubano del existente en otros países. Creo que en el escenario cubano, en las dos experiencias más importantes (el Paquete y las redes informáticas barriales [5],) la infraestructura, el marco legal y el marco político son las mediaciones de mayor peso. Estas mediaciones se hacen presentes en las que son a mi juicio las características más distintivas de la experiencia cubana:
Una sería la construcción de una infraestructura socio técnica para la circulación de contenidos, tanto en el Paquete como en las redes barriales; que es totalmente inexistente hasta este momento y notablemente auto suficiente respecto de otras infraestructuras ya establecidas y que son de propiedad estatal, como pudiera ser la de telecomunicaciones o la de radio y televisión.
Son soluciones espontáneas (no estatales, auto-sostenidas, iterativas, reticulares, distribuidas, de relativo bajo costo y flexibles), al problema de la escasa conectividad entre los cubanos y de estos con Internet.
Su estatus legal es ambiguo, liminal. En parte se benefician de una laxa protección del derecho de autor y la propiedad intelectual, desde el punto de vista dominante hoy día en la práctica internacional, pero por otra en el marco legal cubano la posibilidad de las actividades de provisión de servicios de telecomunicación no está considerada para actores no estatales. Y la generación de actividades comerciales alrededor de la publicación de contenidos digitales está insuficientemente definida igualmente para actores no estatales.
Los criterios desde los que se autorregula la circulación de contenidos en estas experiencias están marcados por la intención de evitar contenidos políticos o contenidos cuestionables desde la moralidad prevaleciente.
Me interesa mencionar una última característica que es menos distintiva pero que ilustra las conexiones entre el escenario cubano y los flujos internacionales de contenido: gran parte de los contenidos que circulan provienen de grandes conglomerados internacionales de la industria cultural, y por tanto los ritmos de la industria cultural internacional marcan los consumos y las expectativas de los participantes cubanos en estas experiencias.
Anna Cristina Pertierra (AP): El consumo de los medios en Cuba se caracteriza simultáneamente por la ruptura y por la conexión. Hay una percepción de la desconexión cultural de los centros mediáticos al norte entre Estados Unidos y Cuba. Esta es una percepción basada en desconexiones económicas y políticas que existe en realidad, pero que no resulta en la desconexión total. Al mismo tiempo, los cubanos experimentan un acceso cada día más inmediato a los múltiples flujos globales de medios y productos culturales. De esta manera, también podemos pensar en la circulación de productos culturales en Cuba como un “doble proceso”, por esta paradoja de ruptura y conexión. Las mismas rupturas en el flujo de los medios globales a Cuba permiten el crecimiento de formas alternativas de la circulación, en años recientes la forma más notable ha sido el famoso Paquete. El Paquete nos ilustra la complejidad del consumo cultural en Cuba en muchos de sus aspectos. Es una forma de circulación muy ágil y su flexibilidad depende en redes personales de amistad tanto como de negocio.
El Paquete ofrece un suplemento muy deseado a las formas más tradicionales de los medios en Cuba, pero no representa un rechazo total de la televisión o de la radio. Aunque el contexto del Paquete puede parecer específicamente cubano, de muchas maneras también podemos ver que las características del Paquete son las mismas de muchas prácticas del consumo popular en otras partes del mundo actual. Los cubanos comparten con otras comunidades en las Américas, en Asia y en África, una inmersión casi total en las redes regionales y transregionales de los medios, facilitados por cadenas largas de distribuidores pequeños y posibilitados por la capacidad de las tecnologías digitales de reproducir y archivar grandes cantidades de información en objetos portátiles.
Como en muchas partes del mundo, en Cuba los medios masivos de televisión y radio mantienen su función de manera notable, pero ya forman una sola fuente entre varias para participar en el consumo popular de los medios. Una diversidad de géneros, plataformas y tecnologías es la norma para la juventud contemporánea, a pesar de dificultades económicas.
Liliam Marrero (LM): Un claro indicador para estos abordajes y del contexto en el que tienen lugar, es el de la desorientación que experimentan diferentes agentes de estos procesos, desde los decisores hasta los creadores. Es decir, los desfasajes que se producen al abordar fenómenos nuevos desde perspectivas o herramientas que han funcionado en otros momentos pero que no se ajustan a las circunstancias actuales.
En Cuba, en particular, existe un sobredimensionamiento de la especificidad del caso cubano, por los bajos niveles de acceso a las TIC e Internet. Los fenómenos de uso y circulación informal o no institucional no son exclusivos del país y se conectan perfectamente con lo que ocurre a nivel global.
Esto no implica dejar de reconocer que, efectivamente, los fenómenos en Cuba presentan peculiaridades que pasan por lo político, lo económico, lo social, lo cultural, y una serie mucho más larga de elementos contextuales que no se pueden dejar fuera en toda investigación social. En el país existe una tradición bastante marcada donde son el Estado y las instituciones estatales quienes tienen el patrimonio en los procesos de mediación de lo público, lo cual entra en contradicción con los nuevos fenómenos a los que estamos atendiendo. La competencia se concibe en términos muy reduccionistas ante las complejidades de una realidad social que, por supuesto, desborda las misiones históricas de las instituciones y la manera en que ellas han actuado.
A su vez, no se percibe con claridad una política o un programa vinculado al acceso y a la alfabetización digital, informacional, tecnológica de los ciudadanos o de grupos sociales cubanos. Existen prejuicios asentados en nuestra sociedad que conducen a la satanización, o la persecución o la búsqueda de la competencia que haga de contraparte de esas producciones informales.
Eso entra en un permanente contrapunteo con las importantes capacidades instaladas en la cultura nacional para la formación de sujetos críticos, y las potencialidades de los mismos para el uso de las tecnologías de la información y la comunicación, lo cual resulta un punto de partida ventajoso en un contexto global de progresiva concentración y fusión de los capitales info-económicos.
Yarina Amoroso (YM): Hoy se discute sobre la incidencia del mercado y la globalización en la cultura y sobre cómo estos procesos afectan la diversidad cultural y su supervivencia como muestra de nuestra especie. La diversidad cultural es inherente a los fundamentos mismos de la existencia y dignidad humana, a su libertad de expresarse y crear.
El uso de las tecnologías emergentes al tiempo que favorecen la expansión de flujos de circulación social de contenidos culturales, y suscitan el acceso, promueve la reflexión sobre el Derecho de la Información y ello alcanza a Cuba.
Como parte del Programa Nacional de Informatización de la Sociedad Cubana[6],a la par de una voluntad del país de ubicar contenidos autóctonos en la Red y desarrollar la infraestructura de comunicaciones, también asistimos a la diversificación de formas de generación y modos de distribución social de contenidos culturales y servicios digitales, los cuales son expresión de iniciativas que se expanden haciendo parte del ecosistema de la información, y como expresión de la apropiación social de las TIC; lo cual es un elemento positivo desde el punto de vista de una infraestructura socio-técnica, y que demuestra conocimiento y destreza adquirida, cual expresión de la inversión en formación profesional que ha hecho el país.
No obstante, estimo que la situación merece un análisis socio-jurídico, pues tales iniciativas encuentran cobijo en espacios de ambigüedad, anomia, silencio legislativo y discrecionalidad administrativa; por lo que al mismo tiempo que se materializan provocan incertidumbre sobre su procedencia y legalidad. Se impone valorarlas con objetividad. Hay que desentrañar cómo se conciben las relaciones sociales y jurídicas que generan y cuál puede ser su valía respecto a otros elementos, como puede ser la generación de contenido comunitario e incentivar formas de empleo y modos de servicios alternativos en el contexto de escasos recursos. También se impone reflexionar sobre la responsabilidad social, que es un elemento esencial a tener en cuenta en función de los principios de equilibrio, de la protección por encima de todo monopolio exclusivo y de los intereses colectivos de la sociedad, que es un valor irrenunciable.
2. Las políticas y modos de ejecución del copyright son el centro de muchas de las discusiones con respecto a esta temática. ¿Cómo aparece este constructo en Cuba en tanto mediación del ecosistema cultural y socioeconómico donde se ejercen las prácticas de intercambio, consumo y producción cultural que discutimos?

Foto: Yamil Lage / AFP
AB-F: En los años 2012-2013, hice una investigación sobre los compradores y vendedores de discos en la Habana y en Santiago de Cuba. Quería entender el fenómeno de la patente que legaliza este negocio desde un punto de vista cultural, social y legal. Hablé con abogados, con actores de la industria de la música y de derechos de autores, con vendedores, consumidores y con artistas. Además leí muchos artículos y libros sobre ese asunto, incluyendo el libro Derecho de ¿autor?: El debate de hoy, escrito por Lillian Álvarez Navarrete. Esta investigación en particular, discutía sobre cómo una ideología establecida al nivel nacional que promueve el acceso universal de la cultura a todos sus ciudadanos contraviene con leyes de derechos de autores de nivel internacional y de cómo se reinterpretan estas leyes en Cuba. De manera humorística, empecé a llamar a Cuba “la pirata del Caribe” en términos de derechos de autores, pero también por su posición de resistencia, por lo menos de lo que se podía observar en este tiempo.
Lo que surgió de mis investigaciones fue la presencia de un estado liminal, o de espera, que desde diferentes perspectivas, trataba de explicar las contradicciones que surgían cuando posicionamos Cuba al lado de otros países. Había definitivamente un choque entre lo que estaba pasando al nivel nacional y los conocimientos de la gente acerca de las leyes internacionales. Es decir, que el vendedor de discos sabía muy bien que vender un disco copiado de Celine Dion o de Marc Anthony contravenía con las leyes internacionales, pero al mismo tiempo, al nivel nacional, tenía su patente y estaba en todo derecho de hacerlo.
También hay que considerar que la distribución de material digital copiado en la calle no es tan excepcional en comparación con la música distribuida en México o en la India, por ejemplo. No obstante, hay una principal diferencia con estos otros modos de distribución hechos en la calle: a través de la patente, los vendedores pagan un impuesto al Estado. Es decir, que la venta de música y otros contenidos audiovisuales están copiados en discos o en memorias legalmente y que el Estado genera una ganancia con este negocio, aunque sea mínima. Es un tema muy complejo y hay muchas cosas que decir sobre el asunto, pero lo que es claro para mí es que Cuba está luchando ideológicamente con sus ideales de acceso y quizás no sabe todavía cómo posicionarse acerca de las leyes internacionales de derechos de autores porque contraviene a este ideal de acceso universal; este sistema global ha sido criticado por muchos intelectuales como Lawrence Liang.
PM: El tema de los derechos de autor es complejo en nuestro contexto y aunque a escala internacional Cuba se inserta de manera satisfactoria, en el ámbito nacional es frecuente que productos culturales se comercialicen en el sector privado antes de que cumplan con el ciclo de producción, distribución y consumo de las Industrias culturales, tal es el caso de películas y otros audiovisuales que circulan antes de su exhibición comercial en salas de cine, aspecto que ya constituye una alarma aún no resuelta.
HF: Si se puede hablar que aparece en Cuba como mediación del ecosistema cultural es desde la ausencia. El copyright como concepto legal viene de la cultura anglosajona. Y como tal ha ganado preeminencia internacional porque acompaña como instrumento a la posición hegemónica de la producción intelectual norteamericana. En Cuba hay dos narrativas que explican por qué la circulación de los contenidos culturales digitales protegidos por el copyright no está perseguida ni tiene una connotación social negativa o riesgosa.
Muy esquemáticamente, la primera tiene que ver con el bloqueo norteamericano: La ausencia de relaciones económicas normales con los Estados Unidos, el mayor productor de propiedad intelectual del mundo, no permite cumplir las obligaciones contraídas con los propietarios de los derechos de copia provenientes de ese país.
La segunda narrativa es menos circunstancial y apunta a razones de más peso: Los principios políticos económicos del proyecto social cubano no ponen los intereses privados por encima de los intereses colectivos, más bien al contrario. Las tendencias internacionales con respecto a la propiedad intelectual erosionan intensamente lo común, empujando hacia una mayor privatización, mientras que el proyecto cubano en su ideario aspira a una mayor socialización de los recursos materiales y culturales, como puso en evidencia en los primeros días con las Ediciones Revolucionarias [7]. Hoy en día esas dos narrativas conviven relativamente ajenas una de otra, aunque la que está más visible sea la circunstancial del bloqueo. Puede ser que si no recordamos y reflexionamos adecuadamente acerca de las relaciones existentes entre la economía política de la propiedad intelectual y el proyecto cubano, estemos sumando una amenaza más a la sobrevivencia del proyecto social cubano.
AP: Cuba es un caso poco usual en su manera de conceptualizar el nivel nacional de la producción cultural como un bien público. La cuestión de cómo relacionar el uso, y a veces el abuso, internacional del copyright con el contexto cubano, es muy importante. Sin embargo, desde una perspectiva antropológica, llevo unos años considerando que el copyright no es un concepto de mucha relevancia al análisis de la experiencia personal del consumo cultural. Me parece que muy pocos ciudadanos-consumidores tienen interés en el copyright como un concepto en el abstracto, y que el copyright tampoco tiene un impacto directo en sus prácticas del consumo. Llego a esta conclusión no solo pensando en el consumo cultural en Cuba, pero en otras partes de las Américas y Asia también.
Tanto para los cubanos como para los mexicanos o los filipinos, por ejemplo, el acto de ver una serie u escuchar música circulando por redes informales, no implica ni una preocupación con el copyright, ni una resistencia al copyright. Los consumidores por lo general no piensan en el copyright, y en términos antropológicos podemos decir que no parece ser una categoría “emic” dentro de las comunidades mencionadas. Reitero que el copyright es un concepto político notable, que tiene consecuencias para las estructuras y procesos de sociedades contemporáneas, incluyendo la sociedad cubana, pero aún no conecta de manera significante con las experiencias comunes de consumidores en definir y desarrollar sus hábitos de acceder a los medios.
YM: En primer lugar es importante distinguir, dentro del Derecho de Propiedad Intelectual, el copyright del Derecho de Autor. Tienen orígenes diferentes y hacen parte de dos sistemas de derecho diferentes también. En Cuba rige el modelo jurídico del Derecho de Autor. Aunque para nuestras relaciones con el mundo anglosajón tenemos que conocer el copyright.
Históricamente el copyright desconoce prerrogativas del autor, e incluso su condición de creador originario, con el fin de privilegiar actividades conexas a las meramente creativas, en función de los monopolios que representaban los utilizadores. Nunca tuvo como finalidad el desarrollo social, sino más bien el interés económico de los utilizadores que concentran la riqueza resultante de explotar las obras —de otros—. Otorgarles a ellos los privilegios supone en alguna medida desestimular la creación. Entonces lo que en apariencia —desde esas estructuras de utilización de información— pudiera representar acceso masivo a la información, se revierte en distribución desigual de riquezas, y eso en nada se vincula con una visión de la cultura en función del desarrollo social. Más bien está enfocado al desarrollo y empoderamiento de minorías que por demás convierten esa información en productos y servicios pagaderos, no de acceso gratuito o equilibrado económicamente en función de la necesidad socio-cultural y el nivel adquisitivo de las mayorías.
Esa, entre otros motivos, es la causa de por qué se debate el asunto. Se cuestiona también cómo el Derecho de Autor, que sí persigue proteger al autor, ha quedado entrampado en laberintos comerciales que lo desnaturalizan y desvirtúan. Y no pueden desconocerse las prácticas alternativas de protección que han surgido a nivel internacional, tales como el Copyleft, el Common Creative, el Software Libre y las Tecnologías abiertas, el Acceso Abierto, cuyas posturas más revolucionarias se cuestionan la raíz del sistema de propiedad intelectual imperante.
Nuestra Ley de Derecho de Autores es una expresión del principio de equilibrio, amparado en el principio ético y jurídico de la protección por encima de todo monopolio exclusivo y de los intereses de la sociedad. Ante una realidad cambiante, el reto es mantener en un escenario diferente ese equilibrio, para ser consecuentes con la política educacional, científica y cultural. Seguir protegiendo la identidad, promover la creatividad y continuar favoreciendo el acceso al conocimiento para todos, e incluso ampliar y diversificar las formas y modos de acceso. Un referente válido sigue siendo INFOMED [8], y la Editorial de las Ciencias Médicas, ACIMED [9].
Ahora bien, hay una cuestión sobre la que también quiero llamar la atención. Tengo la impresión de que en nuestro entorno las preocupaciones sobre el derecho de autor están más del lado de los autores, especialmente en términos de la integridad de las obras que circulan por vías alternativas. Y en el caso de las instituciones, más les preocupa el riesgo que enfrentan con la primicia sobre la obra, porque pueden ser víctimas del pirateo, aunque les debería también interesar y mucho el respeto a la integridad de las obras de los que constituyen la razón fundamental de su existencia: los creadores.
Confío que con la socialización de buenas prácticas basadas en modelos de negocios responsables, se puede resolver una parte del asunto del comercio de obras en soportes digitales que realizan los “cuentapropistas”. Fomentar una toma de conciencia por parte de los que ofrecen esos servicios podría convertirse además en una alternativa válida para opciones de mercado.
3. Las aproximaciones a este tema a nivel investigativo y público son pluridisciplinares y atienden a múltiples escenarios sociales. ¿Qué premisas podrían identificar como imprescindibles para su abordaje, tanto a nivel teórico-metodológico como para los discursos mediáticos y/o políticos?

Foto: Alexandre Meneghini / Reuters
ABF: En primer lugar, la cuestión del acceso que es imprescindible, no solo por una minoría de la población. Hay que pensar en término de masificación de la cultura digital para el desarrollo social, cultural, artístico y económico de Cuba y de cualquier país. Tengo fe que el incremento del acceso digital y a las redes de comunicación como el Internet permitirá un crecimiento de un debate acerca de cómo Cuba quiere desarrollarse según su propia ideología y teniendo en cuenta su contexto cultural y social propio. Sin embargo, pienso que hay que tener un debate sobre estas cuestiones para estimular los intercambios que pueden provenir de diferentes escenarios, que sean culturales, artísticos, políticos o económicos.
En segundo lugar, para fomentar este debate, hay que promover una educación de la población acerca del uso de contenido digital. Me di cuenta que por cuestión de acceso y de costo, muchos cubanos consideran Facebook como “el Internet”. La cuestión del mundo digital y de la participación de la ciudadanía no solo es pertinente para Cuba, pero debe ser una consideración para todos los países y para toda persona que quiere contribuir a su comunidad, o tener un peso en una causa determinada. Desde este punto de vista, lo digital puede contribuir a formar nuevas relaciones y oportunidades, pero puede también promover un status quo. O sea, cómo utilizamos el contenido digital y las redes que surgen de estas tecnologías debe ser debatido en la esfera pública, e intelectual.
PM: La contextualización de estos estudios resulta imprescindible, así como su abordaje multidisciplinar, el conocimiento de las ofertas tiene que ir acompañado del conocimiento, cada vez más profundo, de los receptores, no solo identificando prácticas sino también explorando en significaciones y causas de sus comportamientos, lo que implica identificar tendencias pero, además, explorar cualitativamente estos fenómenos, para lo cual la integración de esfuerzos puede influir en una agenda de desarrollo nacional.
HL: Para mí la primera premisa a nivel teórico metodológico debe ser la apertura epistemológica, la flexibilidad crítica. La promoción de la diversidad de las miradas, y la discusión entre ellas. En lo personal agradezco los autores que defienden de manera inteligente e informada las posiciones tecno-deterministas, por mencionar la posición que más hemos aprendido a criticar entre nosotros. La circulación social de los contenidos culturales o, de manera más amplia, la apropiación social de las tecnologías digitales, son procesos recientes y, al mismo tiempo, altamente políticos, que muestran las tensiones de una sociedad cambiante. Por tanto, el o los sesgos de cualquier elaboración teórica o investigación que hagamos como investigadores están garantizados desde el inicio. El detalle está en saber si hemos identificado ese sesgo y si podemos vivir con él.
La segunda premisa que pediría es una fuerte contextualización social, económica y geopolítica. El conocimiento social se construye desde y para un tiempo, lugar e historia específicos. Las tecnologías digitales vienen cargadas de ideología, y hay que develarlas.
En mi trabajo parto de las premisas de que las tecnologías son primeramente procesos sociales, que lo más seguro es que las tecnologías refuercen las relaciones sociales asimétricas que las vieron nacer, y que una visión desde la Economía Política marxista, ayuda mucho a integrar el origen y la apropiación de las tecnologías en el gran paisaje social. Pero la práctica me está demostrando que son premisas difíciles de comprender y dominar en todas sus connotaciones fundamentales sin un tiempo largo de estudio y de trabajo con ellas.
Las reglas cambian para los discursos mediáticos y políticos. Su función no es ejercitar disciplinadamente la duda y la capacidad de respuesta. Su función es otra, más asertiva. A ellos les pediría humildad, mesura, y generar espacio para la participación social en la discusión de qué son y para qué deben servir las tecnologías digitales.
AP: Los estudios de la comunicación son multidisciplinarios por naturaleza, y la época contemporánea nos ofrece más posibilidades que nunca para entender los medios como constelaciones de prácticas, textos, tecnologías y economías políticas. Aunque mis propios intereses se concentran más bien en la investigación de la práctica, es innegable que entender las prácticas mediáticas requiere el reconocimiento de otros factores también.
Las mismas prácticas mediáticas están transformadas por la evolución de nuevas plataformas tecnológicas, por transformaciones económicas y oportunidades políticas, y por las tradiciones estéticas y literarias que influyen en la producción y el consumo de los medios. En mi trabajo de años recientes con Graeme Turner, insistimos en profundizar la idea de que la investigación de cualquier medio requiere la investigación de su entorno social. Tomamos el ejemplo de la televisión. El presente y el futuro de este medio se ven de manera diferente en dependencia de su ubicación.
Para entender la televisión hay que entender el contexto social, es obvio. Pero también es importante reconocer las distintas historias nacionales, los contextos económicos, y las condiciones legislativas, los cuales dan forma de la televisión en cada contexto. No existe una sola historia de la televisión global, aunque cada contexto local ha sido afectado por procesos globalizados. Este argumento sigue siendo importante en los estudios de la comunicación, porque a pesar de ser un campo con muchas voces diversas, aún existe una hegemonía de los modelos de broadcasting de Estados Unidos y Europa como la norma, con los demás ejemplos de historias de la comunicación ofreciendo un contrapunto menor. Pero no es suficiente estudiar los medios en todas partes del mundo, también queremos desestabilizar la norma de tener un modelo de los medios como el “núcleo” de las teorías de la comunicación, con otros ejemplos de los medios supuestamente más periféricos, imaginados en vuelo orbital.
LM: Resulta fundamental que desde los diferentes centros de investigación y pensamiento científico —y aunque con distintos acentos metodológicos y categoriales— nos aproximemos al consumo cultural informal como proceso emergente, desestructurado y no homogéneo. A partir de la dispersión que también atraviesa a los estudios recientes sobre el tema, han de definirse nuevos enfoques, problemas y objetivos buscando consensos. Dentro de los presupuestos categoriales o términos que nos ocupan también están creación, participación, circulación, audiencia, autogestión, usos.
Sólo podemos hablar en términos muy emergentes, pues algunos de los procesos que estamos intentando caracterizar son muy nuevos. El Paquete como alternativa para ampliar los límites del consumo audiovisual y cultural de las personas, como complemento para el tiempo de ocio, no tiene mucho más de cinco años. No solo en Cuba, sino también en otros lugares del mundo en los que aparecen fenómenos similares, no encontramos un cuerpo sólido de categorías, ni de presupuestos teóricos y epistemológicos asentados como para enfrentar investigaciones.
Algunos autores muy influyentes en los estudios de comunicación en Cuba, como la profesora Hilda Saladrigas, nos recuerdan que los procesos académicos de este tipo deberían asumirse quizá más a la inversa: potenciar los estudios empíricos, ir a buscar o complementar esos resortes. Por otro lado, los acercamientos que se han producido hasta ahora son parciales, descriptivos, institucionales, yo haría énfasis, además, en que son desestructurados y dispersos. Y con esto quiero remarcar la idea de que hay polos que están investigando objetos comunes pero desde presupuestos teóricos, epistemológicos, metodológicos, digamos, más asociados con tradiciones específicas y desintegradas de investigación.
YM: Estimo como prioritario, el enfoque humanista del asunto para abordar desde una mirada integradora el fenómeno, y ello supone un cambio en el modo en que aprendemos, usamos, generamos aplicaciones y servicios digitales. También como ejercemos la crítica sobre la tecnologías.
Considero que es un error pensar que de la mera presencia de estas tecnologías se derivan automáticamente consecuencias positivas, pues correremos el riesgo de enmascarar la realidad. Transformaremos una tecnología necesariamente vinculada a relaciones de poder o dominio en un mito. Así, desde un punto de vista crítico, es necesario hacerse un cuestionamiento profundo no solamente de la tecnología en sí misma, sino también, y más importante, de cómo se genera, se distribuye y condiciona el acceso a la misma. Fomentar un usuario crítico en lugar de un mero consumidor que ignora el rol que juega en la cadena de valor de una industria.
Las repercusiones van más allá y se reflejan en una evidente tensión entre un modelo propietario, representado por una concepción privativa y absoluta de los derechos de autor, y otro libre centrado en la creación de comunes. Nosotros debemos reflexionar a lo interno sobre ello; respecto a nuestro régimen de propiedad intelectual y al contexto cubano, que tiene un condicionante como el Bloqueo [10], por una parte, y un Proyecto de actualización de Modelo Económico [11], lo cual implica una transformación económico-social que abre las puertas a la inversión extranjera, al tiempo que propugna y defiende la soberanía como corresponde.
Los discursos políticos y mediáticos son diferentes, lo importante a mi juicio, es que sean coherentes. Por eso apelo a que las agendas se articulen en base a principios que llenen de contenido a los conceptos que todos manejamos. Hay que partir de identificar los valores que compartimos y defendemos.
4. ¿De qué maneras atenta o contribuye esta problemática a una agenda de desarrollo nacional vinculada a la economía del conocimiento y producción cultural? ¿Podrían distinguirse en Cuba, a partir de estos procesos, potencialidades para la emergencia de prácticas culturales de socialización cooperativa de los bienes informacionales?

Foto: Tomada de Tourepublic.com
ABF: Los cubanos siempre me han sorprendido por su creatividad en términos de invención y de adaptación a situaciones difíciles y en estado de penuria. Los medicamentos genéricos, INFOMED, EcuRed [12], y el sistema operativo Nova [13] son ejemplos. En el caso del consumo de contenido digital, el cubano también inventa maneras alternativas de resolver su deseo de comunicar, conectar, intercambiar, etc. Al nivel de la calle, el SNET, las redes de comunicación por cables Ethernet y de antenas WI-FI demuestran una gran inteligencia y una gran capacidad de adaptación. Como dicen los cubanos, “la necesidad es la madre de los inventos” y eso se refleja en las maneras creadas para promover un modo de circulación u otro.
He hablado con mucha gente que participa en redes de Internet callejera en Santiago de Cuba. Pude observar un sistema de organización que está basado en el respeto por los demás participantes, un respeto que no está exigido por leyes, pero de un acuerdo común. Estoy consciente que este modelo no refleja todas las redes que existen en Cuba, pero el hecho de que haya podido observar redes de comunicación que incluyen más de 100 abonados y que dan la bienvenida a todo el mundo que lo desea, teniendo en cuenta que el nuevo integrante compre su cable y que tenga todos los materiales a su disposición para conectarse, es indicativo que modos de comunicación de cooperación y de intercambios pueden desarrollarse y, posiblemente, imponerse como sistemas dominantes de circulación de contenido digital.
De este punto de vista, podemos pensar que el cubano está dispuesto de una manera casi cultural e histórica a desarrollar prácticas culturales de socialización cooperativa de bienes informacionales u otros. Lo digital se ofrece como otra herramienta a la disposición de los cubanos para desarrollar estos procesos y proyectos, y es por esa razón que el acceso es tan imprescindible.
HL: Estas son dos preguntas. La primera asociada con una agenda de desarrollo que considere no solamente la socialización del consumo o de la propiedad, sino también de la circulación. Además la contextualiza en la economía del conocimiento y la producción cultural. La segunda acerca de las potencialidades para una sociedad de socialización cooperativa de contenidos y servicios (¿P2P?) [14].
Con respecto a la primera pregunta: En la agenda para el desarrollo de una economía del conocimiento en Cuba el Estado tiene un papel destacado. El Estado actúa como el mediador principal en la distribución social de los beneficios, y asume el mayor peso de los gastos. Por ello el nivel de socialización es mayor que en una sociedad capitalista, sin embargo queda espacio para explorar más participación social en la producción y circulación de conocimientos. Creo que el incremento en la circulación social de contenidos culturales digitales no tiene una mayor relación con este sector en términos de impacto. En la producción cultural el Estado igualmente asume la principal responsabilidad como productor y mediador, pero es otra cosa, la naturaleza de su actividad tiene más afinidad con los contenidos que circulan socialmente. Las capacidades creadas por las políticas culturales cubanas de los últimos cincuenta años encuentran en las nuevas experiencias de circulación otras reglas y capacidad de alcance. Los mediadores se multiplican. Por ello aportan al desarrollo pero no necesariamente están consideradas aún dentro de una agenda para el desarrollo. En tanto esa agenda se construya de manera participativa podrán aprovecharse mejor las potencialidades que implican la existencia de más mediadores sociales en la circulación y producción de contenidos y servicios culturales.
Con respecto a la segunda creo que las potencialidades para unas prácticas culturales de socialización cooperativa de contenidos y servicios culturales siempre las tuvimos, porque la naturaleza de estas potencialidades es cultural, no tecnológica, y responde a la lógica del sentido común, de lo que consideramos natural de cómo deben circular el conocimiento y la cultura. El proyecto de transición socialista cubano es la principal razón de que compartamos ese sentido común. Lo que la creciente presencia e interconexión de las tecnologías digitales en nuestra sociedad, sumado a la mayor apertura al exterior de Cuba previsiblemente influirá en él. Las capacidades para actuar como mediadores en la circulación social de conocimientos y cultura están más distribuidas socialmente ¿cuál será el lugar del Estado ahora? El Estado cubano previsiblemente adquirirá nuevos compromisos internacionales, a medida que se incorpore a los flujos internacionales de bienes y servicios, y a los acuerdos internacionales que lo regulan ¿La circulación social de contenidos y servicios y sus infraestructuras acompañantes serán consideradas una amenaza o una fortaleza? Estamos en un momento de definiciones.
AP: Los sectores culturales de Cuba, incluso los que trabajan con los medios de la comunicación, se enfrentan a un gran reto en asegurar la sostenibilidad económica de sus industrias y en proveer de oportunidades para el desarrollo creativo dentro de Cuba. En enfrentarse con estos retos los cubanos no son únicos, los productores culturales en todas partes del mundo ahora experimentan una proliferación de nuevas oportunidades para crear productos culturales en diversas maneras que no fueron posibles dentro de modos tradicionales de la producción de los medios masivos. Al mismo tiempo, los productores culturales sufren de un estado de alta precariedad, con menores posibilidades de contar con un empleo estable.
Existen algunos sectores de la producción cultural con opciones muy fructíferas para artistas y técnicos en Cuba, con su alto nivel de talento y capacidad. En particular, se ve que las posibilidades de coproducción global siguen creciendo con la presencia expandida de los medios internacionales llegando a Cuba en búsqueda de colaboración. Hasta qué punto tales colaboraciones servirán a los intereses del típico trabajador cultural en Cuba, sin embargo, aún no está claro. Para aquellas personas cuyas especialidades no coinciden de manera fácil con los intereses comerciales de empresas internacionales –como en las artes comunitarias y en grupos rurales y regionales, por ejemplo– hay que imaginar futuros muy distintos a los futuros imaginados de productores de los clips de vídeo o de especialistas en la edición digital.
Estoy convencida que existe el potencial en Cuba, trabajando también con grupos comunitarios y artísticos de otros lugares, de realizar formas alternativas en la producción y la distribución de los medios. Muchos trabajos colaborativos y colectivos ya están en marcha de maneras formales e informales. Si es posible aprovechar de tantas iniciativas orgánicas para organizar una visión más nacional de los bienes informacionales en la época digital, aún no lo sé. Pero tengo mucha curiosidad por saber lo que depara el futuro.
LM: En Cuba se empezó a hablar de Facebook y Twitter dentro de espacios como el Noticiero Nacional de Televisión, sin que existiera desde las políticas públicas e institucionales un programa o un proceso de alfabetización informacional, tecnológico, digital, comunicacional con las dimensiones que permitieran afrontar el cambio. La formación de los sujetos no puede ser meramente técnica ni puede ser meramente herramental, el ideal es un sujeto crítico que sea capaz de decidir qué pone y qué no pone en Facebook, por qué lo pone y por qué no lo pone.
En las investigaciones que hemos venido realizando sobre distintas prácticas emergentes de usos de las TICs, hemos identificado que coexisten prácticas individualizantes y permeadas por esas carencias que mencionamos, pero también muchos ejercicios de aprendizaje, creación simbólica y material ejecutados de manera cooperativa y reticular, que hablan de un potencial de socialización que puede ser vital para las definiciones de los modos de participar en la vida online/offline de los cubanos. Estas dinámicas convergen en un vórtice donde el país se está pensando de cara al futuro y tiene otros múltiples imperativos, nacionales e internacionales.
YM: En cuanto a la primera pregunta invito a hablar de Sociedad del Conocimiento para que se incluyan los temas de acceso y la participación en la generación colectiva de contenidos. En el caso específico de Cuba, a partir del capital social y una acertada política que sustente la estrategia para ordenar los procesos de economía del conocimiento y producción cultural que alcancen a la capacitación y apropiación de recursos tecnológicos se pueden generar contenidos identitarios, potenciar la presencia de contenido autóctono y fomentar prácticas culturales de participación y socialización cooperativa de bienes informacionales en función del desarrollo acorde con los objetivos del Modelo que estamos perfeccionando.
Notas:
[1] El debate preliminar a este panel se desarrolló en el marco del Taller Copia y Comparte realizado en enero de 2014 en la Universidad de La Habana. En él participaron además: Yisell Rivero Baxter, Vanesa Márquez Cicero, Cynthia de la Cantera, Carolina García, Dazra Novak, Darsi Fernández, Beatriz Pérez Alonso, Félix M. González, Zulema Samuel, Yolaida Duarte, Isabel Echemendía, José Raúl Concepción, Jennifer Pantoja, Jennifer Veliz, Somalia Gutiérrez, Zuamy Campos, Zulema Samuel, Liliam Barthelemy, miembros de varias Facultad de la Universidad de La Habana, centros de investigaciones sociales y estudiantes de Periodismo y Psicología.
[2]Empresa de Telecomunicaciones de Cuba. Operaria de todos los servicios de mensajería de voz y datos en el territorio cubano.
[3] En Cuba se le llama “Paquete” o “Cargue” a un compendio de contenidos digitales de un Terabyte que se gestiona, se vende y se comparte de manera informal una vez por semana en diferentes regiones del país. Dentro del Paquete los usuarios pueden encontrar películas, series y shows televisivos, revistas en formato pdf, música, softwares y aplicaciones para dispositivos móviles, etc. Son distribuidas con o sin el apoyo de sus autores.
[4] Por “antena” o “cable” se conoce en Cuba a los dispositivos satelitales de recepción televisiva que se instalan en espacios domésticos de manera ilegal, a través de los cuales la población accede a canales como Univisión y Telemundo.
[5] Por las redes informáticas barriales se hace referencia a una articulación de nodos de redes inalámbricas autogestionadas material y normativamente por sujetos colectivos no institucionales en diferentes espacios del país y que en la ciudad de La Habana se han unido bajo el nombre de SNET. Entre sus servicios aparecen servidores de juegos en línea, ftps de compartición de archivos, foros, emisoras de radio. Bajo la actual legislación cubana se encuentran en un estatus de ilegalidad pero cuentan con miles de usuarios y varios años de existencia ininterrumpida.
[6] Política gubernamental cubana que persigue promover el uso masivo de las Tecnologías de la Información a escala nacional, teniendo en cuenta los objetivos generales estratégicos que el país se ha propuesto, y buscando impulsar de manera coherente todos los sectores, con una identificación precisa de los actores de la Sociedad de la Información. Fuente: Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina.
[7] Casa editorial que en los primeros años de la Revolución cubana imprimió miles de títulos sin previo licenciamiento de los propietarios en función del interés del desarrollo nacional, fundamentalmente de uso educativo, bajo el amparo de un política y legislación gubernamental.
[8]Es una red que coordina y promueve el desarrollo de las actividades de información científica y técnica en el Sistema Nacional de Salud. www.sld.cu.
[9]Revista Cubana de Información en Ciencias de la Salud. www.acimed.sld.cu/
[10]Se refiere a la política gubernamental y legislativa norteamericana vinculada a un bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba desde hace 50 años.
[11] Nombra al conjunto de políticas y su implementación sobre la reforma de la experiencia particular del socialismo en Cuba acontecida en los últimos 10 años, actualizadas tras un proceso de consulta popular auspiciado por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC).
[12] Enciclopedia colaborativa cubana. https://www.ecured.cu/
[13] Distribución de GNU/Linux desarrollada en la Universidad de las Ciencias Informáticas de Cuba
[14] Según Wikipedia, una red peer-to-peer, red de pares, red entre iguales o red entre pares (P2P, por sus siglas en inglés) es una red de ordenadores en la que todos o algunos aspectos funcionan sin clientes ni servidores fijos, sino una serie de nodos que se comportan como iguales entre sí. https://es.wikipedia.org/wiki/Peer-to-peer
Participaron en este Dossier:
Anna C. Pertierra: Profesora titular de Análisis Cultural y Social en la Universidad de Western Sidney. Su trabajo etnográfico, en Cuba desde el año 2003, examina la práctica social cotidiana, con un interés particular en los medios de comunicación, el consumo y la cultura material, y modernidades urbanas. Ha trabajado temas como identidades y prácticas de género, especialmente las mujeres y las niñas; entretenimiento y cultura popular en las zonas urbanas de América Latina; la cultura del consumo y la aparición de modernidades urbanas en las Filipinas y América Latina. A nivel regional, su trabajo se centra en nuestro Cuba, México y Filipinas. Entre sus trabajos publicados se incluyen los libros “Locating Television: Zones of Consumption”, (2013); “Cuba: The Struggle for Consumption”, por Caribbean Studies (2011); “Understanding consumer culture in Latin America: an introduction”, (2012); “Cuban girls and visual media: bodies and practices of (still-) socialist consumerism” en Continuum: Journal of Media & Cultural Studies, (2015).
Yarina Amoroso Fernández: Doctora en Ciencias Jurídicas, profesora de la Universidad de Ciencias Informáticas, miembro del Centro para el Desarrollo del Gobierno Electrónico de esa universidad. Es además Presidenta de la Asociación Cubana de Derecho Informático. Entre sus publicaciones se encuentran libros y artículos como “Sociocibernetica e infoética: contribución a una nueva cultura y praxis jurídica” (2015), “e-Democracia: Nuevas tecnologías, democracia y buen gobierno. Algunos elementos claves” con FLACSO, (2011) ; “OPEN DATA: Realidades y perspectivas en América Latina” en Revista Instituto de Teoría y Técnica de la Documentación Jurídica, (2011).
Alexandrine Boudreault-Fournier: Antropóloga, profesora de la Unviersidad de Victoria, Canada; tiene un doctorado en la Universidad de Manchester. Su trabajo científico y audiovisual explora temas sobre las conexiones entre el sonido, la vida cotidiana, los medios y sus materialidades, infraestructuras y experiencias sociales. Su trabajo incluye varios años de vínculos y trabajo de campo en Cuba y entre sus publicaciones pueden consultarse: “Ateliers hip-hop et double morale à Cuba” en Cahiers de recherche sociologique (2010); “Positioning the New Reggaetón Stars in Cuba: From Home-Based Recording Studios to Alternative Narratives” en The Journal of Latin American and Caribbean Anthropology (2008) y “Recording the Revolution: 50 years of Music Studios in Revolutionary Cuba” en The Art of Record Production (2012).
Pedro Emilio Moras: Estudia temas de consumo cultural en el Instituto de Investigaciones Culturales Juan Marinello y es coordinador del grupo de estudios sobre el tema en ese centro. Es Máster en Ciencias Psicológicas. Ha publicado numerosos investigaciones al respecto entre las cuales se encuentran los libros “Consumo Cultural y adolescencia en Cuba. Reflexiones a partir de una encuesta nacional” (2011), “La participación. Diálogo y debate en el contexto cubano” (2004) publicados en Cuba. Coordina el desarrollo de la II Encuesta de Consumo Cultural nacional.
Hamlet López García: Trabaja temas de tecnologías y participación digital en la cultura en el Instituto de Investigaciones Culturales Juan Marinello. Es doctorante en Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Entre sus más recientes trabajos se encuentran abordajes sobre las comunidades virtuales de software libre en Cuba, acercamientos socioculturales a la política de informatización cubana, a la apropiación social de las TIC y la formación de la cultura digital cubana en publicados en libros y revistas de CLACSO, CIESPAL y TEMAS.
Liliam Marrero Santana: Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana de México. Máster en Ciencias de la Comunicación y Máster en Bibliotecología y Ciencias de la Información, por la Universidad de La Habana. Profesora e Investigadora de la Disciplina Comunicación Hipermedia, Tecnología y Sociedad, del Departamento de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana desde el año 2007. Profesora de la Cátedra de Nuevas Tecnologías del Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Sus publicaciones científicas en revistas como Razón y Palabra; Alcance, Revista Cubana de Información y Comunicación; Ciencias de la Información; Acimed; Telos y Revista Latina de Comunicación Social abordan temas sobre comunicación, tecnología y sociedad; Recepción, usos sociales y usuarios en ambientes de redes; Estudios teóricos de la relación sujeto-tecnología en particular en el contexto cubano.
Mabel Machado López: Profesora del Departamento de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Recientemente concluyó una maestría en Medios y Comunicación en Goldsmiths, University of London. En 2015 ganó la beca Chevening, un programa internacional del Foreign and Commonwealth Office en el Reino Unido dedicado al desarrollo de líderes en todo el mundo. En la Universidad de La Habana Mabel imparte Periodismo Cultural y Redacción Periodística y es co-cordinadora del proyecto Copia y Comparte, creado para impulsar los estudios en consumo alternativo de medios de comunicación, piratería y regulación en torno al derecho de autor y la propiedad intelectual. Como investigadora ha estudiado procesos mediáticos en la Unión Soviética antes del colapso del socialismo este-europeo; la aplicación de los conceptos de sostenibilidad y gestión en el sistema mediático cubano; el consumo y producción alternativos de medios en Cuba; y las prácticas comunicativas de emprendedores en la Cuba contemporánea. Por más de siete años ha acumulado experiencia periodística trabajando para diferentes medios digitales, impresos y audiovisuales cubanos y extranjeros.
Fidel A. Rodríguez Fernández: Profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y del Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Investiga temas relacionados con la comunicación hipermedia, la tecnología y las prácticas sociales, en particular con los usos y la circulación de contenidos mediáticos en entornos reticulares en Cuba. Es co-cordinador del proyecto Copia y Comparte, creado para impulsar los estudios en consumo alternativo de medios de comunicación, piratería y regulación en torno al derecho de autor y la propiedad intelectual. Ha publicado sobre estos temas en la serie Theory on demand #18: Geobloking and Video Cultures (2016) del Institute of Network Cultures.