
Como resultado del dossier titulado “Agendas mínimas para un debate amplio”, hemos constatado que tres temas resultan convergentes tanto a los debates populares (en los barrios, en los centros laborales y educativos de todo el país), como en el referido Dossier. El pueblo en general (según cifras oficiales) y los especialistas convocados por Cuba Posible hicieron referencia a estos tres temas: a) la forma de elección del Presidente, b) el matrimonio igualitario, y c) el rol y forma de elección de la nueva figura del Gobernador. Teniendo esto como base, les hemos preguntado a un grupo de participantes del mismo Dossier por qué, a su juicio, resultaría indispensable (o no) que los diputados cubanos tengan en cuenta estas prioridades mientras deliberan y aprueban la nueva Carta Magna y, también, en qué condiciones se encuentran para hacerlo. A continuación exponemos las respuestas del sociólogo Lennier López.
Ante todo, debo mencionar que aunque todos estos temas son importantes, no los considero fundamentales en el contexto cubano actual, en tanto creo que el eje de discusión fundamental a día de hoy es el de democracia-totalitarismo. Y dichos temas no nos harán dar un salto cualitativo en lo que a este eje respecta. Dicho esto, reconozco que es mejor avanzar en algunos temas que no avanzar nada. Desde luego, creo que el Parlamento cubano debería transformar el modelo cubano y reescribir toda la constitución y desmontar el modelo leninista de Estado y sociedad civil. Pero si no lo hace, y creo que es evidente que no lo hará, al menos sería deseable que tomara las opiniones respecto a estos tres temas (y a otros más) y los incorporara al proyecto. No conseguiríamos demasiado eligiendo (seguramente sería ratificando o no) al Presidente, y gobernadores, pero quiero creer que ese escenario es mejor que el actual. Hay una idea en psicología que dice “fake it until you become it”. Básicamente viene a decir en este caso, que tal vez si fingimos un poco mejor un modelo democrático, tal vez algún día lo terminemos teniendo. O sea, tal vez jugar a la democracia nos termina por convencer que somos democráticos, y entonces ya no tendremos que fingir más.
En el caso del matrimonio igualitario creo que es un triunfo que se merece la comunidad LGTBI, aunque creo que en las condiciones actuales es una victoria agridulce, porque siguen sin conseguir las herramientas necesarias para conseguir victorias futuras. El viejo refrán que dice que cuando veas a una persona sola frente al mar, no le regales un pescado, sino enséñale a pescar, es parcialmente verdadero. Yo, desde luego, creo que hay que darle el pescado primero para que coma, y luego enseñarle a pescar. Sin embargo, ante todo, esa persona necesita las herramientas para poder pescar, para ganarse la vida. La comunidad LGTBI, y toda la sociedad civil cubana esta justamente ahí, en el punto donde ni siquiera tenemos las herramientas para ganarnos la vida, incluso aunque muchos ya tengamos idea de cómo usar esas herramientas, no las tenemos a nuestro alcance; esas herramientas son, precisamente, la Democracia y el Estado de Derecho. Sin ellas, estamos a merced de la buena voluntad del Partido que se autoproclama “la fuerza dirigente y superior”.
La Asamblea Nacional debe, al menos, considerar regalarnos ese “pescado”. Aunque eso no signifique que podamos tener las herramientas para conseguir lo que queramos en el futuro. El “pescado” nos servirá, por el momento, para sobrevivir un poco más. Aunque, ciertamente, el PCC también comprará tiempo.
El PCC está preocupado por su legitimidad, y por eso necesita un mínimo de colaboración. Ningún gobierno, por autoritario que sea, gobierna sin la cooperación de alguna parte de los gobernados. No me sorprendería en absoluto si reacomodan el proyecto de acuerdo a algunas demandas que consideren negociables. Sin embargo, no creo que el artículo 68 cambie a pesar de muchas demandas conservadoras de la sociedad. Ese artículo va destinado a calmar a la comunidad LGTBI más politizada, tal vez a saldar alguna promesa familiar con Mariela Castro y, sobre todo, a vender la nueva constitución como progresista en la arena internacional.
Quién sabe, tal vez de tanto fingirlo un día se levanten “progresistas” los señores del Buró Político y de los Consejos de Estado y de Ministros.